Director, coreógrafo, dramaturgo, alternó todos sus saberes y destrezas por crear un nuevo teatro. Andrés Pérez vivía para y por el teatro. Intensamente. Su vocación era tal que le dedicó la vida entera, con un verdadero sentido social, sumado al artístico. Lo que él quiso hacer e hizo, fue hacer un teatro para todas y todos. Un teatro donde pudiéramos vincularnos con la obra, donde se valorara el aporte del teatro callejero, de los colores, de la música. Que todo lo que se oculta tras bambalinas estuviera en escena y fuera parte de una celebración en las tablas.
Con Andrés Pérez la tradición de teatro realizado en espacios públicos fue recuperada y revalorizada, con el afán de llegar a más gente, ocupando calles y plazas. Mientras más espectadores, mejor, pues lo que el teatro les entregaba era invaluable, especialmente en sectores donde esto no solía pasar, donde el arte y la cultura parecen a veces tan lejanos.
Fue incorporando distintos elementos a su idea de teatro. Su paso por el Théâtre du Soleil en Francia, el uso de máscaras, pantomima, recursos circenses o el uso de método Mnouchkine, en el cual todos los actores ensayaban todos los personajes para que justo antes de cada obra, se vieran los papeles definitivos a interpretar.
Andrés Pérez es descrito como un apasionado, como alguien magnético que lograba que la gente se contagiara de ese amor por el teatro y que hacía que muchos como él entregaran el alma a este arte. Su idea de teatro estaba estrechamente ligada a las personas, a llegar a ellas y encantarlas. En su trabajo rescató el legado popular, los personajes marginales y lo transformó todo en una verdadera fiesta de colores, convirtiéndose en un hito teatral de la segunda mitad del siglo XX en nuestro país. De alguna manera, Andrés los convertía a todos en cómplices de este amor por el escenario, por el relato colectivo gozoso e intenso. Creador de obras tan emblemáticas y vigentes como La negra Ester ‒estrenada en 1988 y que rescata la obra de Roberto Parra‒, o El desquite (1995), buscó ahondar en otros estilos como en Madame de Sade (1998), La huida (2001) o en su versión de la clásica La pérgola de las flores (1996).
Hoy nuestras redes sociales ‒Instagram, Twitter y Facebook‒ celebran a Andrés, creador del Gran Circo Teatro, con testimonios de quienes trabajaron con él y lo conocieron, como un pequeño homenaje a un artista cuyo legado, con su enorme peso artístico y social, puso de manifiesto la importancia de llevar el arte y la cultura a todos los espacios. ¡Feliz Día Nacional del Teatro!