En La Pollera habían arrendado una pequeña oficina para trabajar ahí durante el año, lugar al que el equipo alcanzó a ir unas tres veces. Cuneta tenía programado hacer un lanzamiento en abril, lo que incluía la visita del autor a Chile desde Colombia; situación parecida a la de Los Libros de La Mujer Rota, que habían planeado la visita de cuatro escritoras y un escritor extranjero durante el año. Cuarto Propio había contemplado la inauguración de la Fundación Cuarto Propio, dedicada a la investigación y publicación de obras de mujeres en distintos campos y géneros. Pero todos esos planes quedaron en pausa por la pandemia del COVID-19 y la sucesión de acontecimientos que siguieron: el decreto de Estado de Catástrofe, el toque de queda, las cuarentenas voluntarias y las obligatorias, la suspensión de eventos masivos y el cierre de locales comerciales. El progresivo aumento de contagiados, de fallecidos. La distancia social.
Desde mediados de marzo que la vida ya no es la misma. Ante este incierto escenario, las editoriales independientes se quedaron prácticamente sin librerías para vender sus libros, o bien con muy pocas, dado que muchas de ellas se encuentran cerradas en comunas que están en cuarentena. Tampoco habrá, al menos durante este semestre, lanzamientos presenciales de libros, una de las mejores vías para recaudar dinero. Y ni pensar en las ferias de libros.
Daniela Escobar, editora en Overol, señala: “Estamos tratando de tomar las cosas con calma en términos de producción, la cadena del libro está constituida por personas y no es la idea poner en riesgo a nadie innecesariamente”. En ese mismo sentido, Ismael Rivera, editor de Oxímoron, indica que “más que poner en pausa proyectos, sacamos un poco el pie del acelerador. Obviamente las platas de la editorial se han visto mermadas y esto implica ser más responsables al momento de ver cuándo sacar un libro y qué libro priorizar”.
Con el teletrabajo a su favor, ninguna de las editoriales ha dejado de trabajar totalmente, aunque muchas sí se han visto forzadas a rediseñar el plan editorial. Carolina Ruiz, coordinadora editorial de Cuneta, cuenta que los títulos que tenían programado publicar este semestre los aplazaron para el segundo, así como también reimprimir algunos clásicos de la editorial que estaban agotados. Desde Alquimia, el director de la editorial, Guido Arroyo, dice que los libros que tenían pensado lanzar entre abril y mayo, los pospusieron para junio, mes en que se tomará el pulso de la contingencia, aunque el plan editorial no ha variado mucho. Mauricio Montecinos, editor en La Calabaza del Diablo, comenta que seguirán con la idea de publicar entre 6 a 10 títulos al año, tal como lo han hecho siempre. “Nuestra editorial intenta siempre estar en el pulso de nuestro lector/a; por lo que estamos atentos a la evolución de la peste y de cómo ésta profundizará la grave desigualdad en nuestra sociedad. Entonces, no proyectamos nuestro trabajo editorial, más bien digo que lo vivimos día día como todo habitante normal de este país”, dice.
Pero hubo algunos que alcanzaron a imprimir ahora, en plena pandemia. Simón Ergas, editor de La Pollera, cuenta que acaban de sacar dos libros en mayo, que fueron en mascarillas a firmar a la imprenta y que el visto bueno en máquina se hizo por Whatsapp. En Overol publicaron su primera novedad del año titulada ¿Qué nos ha dado con Kafka?, una recopilación de textos críticos de Enrique Lihn. Luego de eso decidieron ajustar el calendario de publicaciones, sin cancelar ningún título.
Si bien en Laurel están enfocados en lo mismo de siempre, “en editar lo mejor posible las obras que publicamos”, como indica la directora editorial Andrea Palet, también han tenido que poner esfuerzos en “potenciar la venta directa, que no es nuestro negocio, y acelerar nuestra presencia en plataformas electrónicas de suscripción como Bookmate y Scribd”.
De hecho, vender no había sido un trabajo directamente de las editoriales, más allá de hacerlo en las ferias y lanzamientos, sino que era algo que correspondía a las librerías y a las distribuidoras. Sin embargo ahora resulta vital para varias, como para Overol a través de su sitio web y con promociones durante el mes de mayo para celebrar los cinco años de trayectoria. Lo mismo pasa con Los Libros de La Mujer Rota, que también cumple cinco años de vida y que está poniendo sus esfuerzos en la venta directa así como también en la promoción del Club de la editorial, lo que significa que cada integrante obtiene las novedades del 2020 mes a mes y puede participar de un club de lectura sobre dichas novedades. A la fecha, llevan más de 60 personas inscritas.
Hacia lo digital
Posiblemente internet nunca antes había sido tan gravitante en la vida cotidiana como lo es ahora. Y ante una vida que transcurre mediante pantallas cada vez más, las editoriales saben que el paso hacia al mundo digital se les ha hecho necesario. El editor de La Calabaza del Diablo observa: “hoy es una necesidad, por lo que iremos preparando E-pub (publicación electrónica) y semejantes para comenzar en esa ruta. Soy consciente que el libro digital de una editorial como la nuestra solo da una utilidad marginal. Tenemos la ventaja de poseer un taller de imprenta propio, por lo que tenemos todo nuestro catálogo vivo, más de doscientos títulos”.
En Alquimia ya terminaron de convertir toda su colección a libros digitales. Para Guido Arroyo la pandemia va a generar una suerte de cambio de paradigma dentro de la cadena del libro. “El e-commerce va a llegar para quedarse”, dice y agrega “los lectores van a querer tener sus libros, tener las novedades, pero quizás no van a necesitar ir a una librería”. Por su parte, en Cuneta también están trabajando en la conversión digital del catálogo y así incorporarse a más aplicaciones de lectura digital, al igual que Overol.
Jorge Núñez Riquelme, coordinador en Los Libros de La Mujer Rota, señala que el espíritu de la editorial es formar comunidad, que eso se ha mantenido gracias a internet. Y aún cuando se ha perdido el contacto directo y presencial con sus lectoras y lectores, buscan suplirlo mediante las redes sociales generando instancias de conversación y encuentro.
“Hay algo que no ha cambiado y es que nosotros somos nosotros, seguimos vivos, seguimos siendo los mismos lectores y escritores que necesitamos hacer el trabajo que nos gusta y que, no menor, nos da un pequeño sentido que nos acoge en el caos.”
Asociatividad en tiempos de crisis
Las movilizaciones que se generaron a partir del 18 de octubre pasado dejó a gran parte del mundo editorial en pausa. Por eso, marzo iba a ser un más para reactivar algunos proyectos y lanzamientos. Álvaro Matus, editor de Hueders, dice que la idea de la editorial era “dar a conocer varios títulos que hicimos el año pasado, entre septiembre y diciembre, y que por efectos del estallido social no lograron tener demasiada visibilidad. Era algo que teníamos pensado para este primer semestre, pero al verse truncado ahora por el coronavirus, se produce un nuevo desplazamiento, como si la vida se postergara seis meses. O quizás más”.
A nivel más personal, desde La Pollera, Simón Ergas advierte que tanto ahora como en octubre pasado, “mientras las cosas cambian y el mundo se hace y deshace sin que podamos hacer nada para acelerar o detener eso, hay algo que no ha cambiado y es que nosotros somos nosotros, seguimos vivos, seguimos siendo los mismos lectores y escritores que necesitamos hacer el trabajo que nos gusta y que, no menor, nos da un pequeño sentido que nos acoge en el caos”.
Ante la incertidumbre, algunas editoriales se han apoyado mutuamente y han generado formas de colaborar. En esa dirección, potenciar lo colectivo les resulta no solo algo práctico en estas circunstancias sino una forma de trabajar que les hace sentido. “El objetivo nuestro al menos es trabajar en asociatividad con varios colegas independientes, para que todos sobrellevemos esta coyuntura”, indica Arroyo, mientras que para Ismael Rivera, de Oxímoron, “esto obligará a repensar nuevas formas de relación en nuestro rubro también, pensar más en colectivo en tiempos de individualismo”.