Cualquier persona con los pies en la tierra sabe que hay una especie de duendes de los cuales debe cuidarse. Puede que no sean los más peligrosos, pero resultan bastante molestos. Estas criaturas ―también conocidas como gnomos, sombrerudos o pomberos― se divierten escondiendo nuestras pertenencias. No estamos hablando de ladrones. Estos seres solo toman algo prestado y lo cambian de lugar cuando andamos muy distraídos o desordenados. Los especialistas aclaran que no hay mala intención detrás de este accionar. Solo lo hacen para divertirse. Lo cierto es que los duendes prestatarios pueden causar un sinnúmero de inconvenientes. Afortunadamente, algunas sociedades se han hecho cargo de esta problemática.
Durante mi estancia en Múnich descubrí el trabajo de la oficina de objetos encontrados: Fundbüro. Perdedores crónicos o aficionados nos acercamos a Implerstraße 11 con la esperanza de encontrar un gorro, un par de guantes o las llaves de casa. Se dice que sus empleados (duendes arrepentidos quizás…) realizan la noble labor de recolectar objetos por la ciudad para propiciar el esperado reencuentro con sus dueños. En honor a estos héroes anónimos ―y a quienes andamos distraídos perdiendo las llaves― les comparto este cruce de historias en torno a lo perdido.
La llave perdida
Eugen Sopko
Bohem Press, 1983 (Suiza)
Al rey Johann no le interesaban las guerras. Lo que de verdad le importaba era poder pasear tranquilo por su reino. Andaba todos los días recorriendo sus tierras de un lado al otro sin demasiadas preocupaciones. Hasta que un día el rey Johann, el paseante, perdió la llave del tesoro.
Este objeto era ―como pueden imaginar― importante. Hizo todo lo que pudo para encontrarla, pero no hubo caso. La llave seguía perdida y el tesoro cerrado. Es así que junto al Ministro de Cofres, el Ministro de Llaves Perdidas y el Ministro de Paseos Reales, intentaron encontrar una solución: reemplazar la llave.
Eugen Sopko fue un ilustrador checo reconocido por retratar infinidad de relatos infantiles, desde las fábulas de Esopo hasta las recopilaciones de los hermanos Grimm. En este ejemplar representa una situación cotidiana ―y a la vez absurda― enmarcada en el universo de los cuentos tradicionales europeos.
Como suele suceder con los cuentos dirigidos a las infancias, el mensaje de Der verlorene Schlüssel (La llave perdida) es claro y directo: ninguna llave labrada en oro y decorada con piedras preciosas servirá para abrir la puerta. Solo la simpleza de un humilde cerrajero le permitirá al rey recuperar su tesoro.
La pérdida de un objeto puede generar diferentes reacciones. Algunos intentan ayudarnos con preguntas que no van a ningún lado como ¿Dónde las perdiste? Otros parecen disfrutar por un ratito de esos aires de superioridad de quien sabe perfectamente que las llaves de su casa están donde deben estar: en el lugar de las llaves. Andamos de un lado al otro mirando el suelo, tanteando los estantes de la biblioteca, abriendo y cerrando cajones, rastreando en los bolsillos de los tapados viejos e intentando hacer memoria.
Búho en casa
Arnold Lobel
Ediciones Ekaré, 2017 (1° ed. 1973)
Búho sacó una tetera del armario.
—Esta noche haré té de lágrimas —dijo.
Puso la tetera en sus piernas.
—Ahora —dijo—, comenzaré.
Se quedó muy quieto en su silla y se puso a pensar en cosas tristes.
—Sillas con las patas rotas—dijo Búho.
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Canciones que no se pueden cantar —dijo Búho—porque las letras han sido olvidadas.
—Cucharas que han caído detrás de la estufa y nunca más serán encontradas —dijo Búho.
A veces, por mucho que nos esforcemos, los objetos perdidos no son encontrados. Y es ahí donde aparece la tristeza. Y con eso hacemos lo que podemos. De todas las cosas que podemos hacer con ella, búho tuvo la mejor idea: un té de lágrimas.
Escrito e ilustrado por Arnold Lobel, creador de Sapo y Sepo, Búho en casa fue publicado por primera vez en 1973. A través de cinco relatos breves podemos conocer el diálogo interno de un búho diferente. Con un lenguaje sencillo y cercano el autor nos introduce en el día a día de un personaje entrañable que invita al invierno a pasar a su casa para que se caliente junto a la chimenea.
Gracias al rescate editorial de Ekaré Sur (2017), este libro nos permite conectar con preguntas profundas que surgen de la vida cotidiana de un gran amigo de la luna.
La cosa perdida
Shaun Tan
Barbara Fiore Editora, 2015 (1° ed. 2000)
Hay personas que piensan que cada cosa tiene su sitio. Los pantalones en el estante, la camisa en el perchero, las medias en el cajón. Pero ¿cómo se reconoce cuando algo ―o alguien― está perdido? En La cosa perdida Shaun Tan nos invita, una vez más, a prestar atención a aquello que sigue buscando un lugar en el mundo. El narrador encuentra algo que no encaja en el paisaje de su ciudad. Nadie más parece darse cuenta, pero ese algo, esa cosa o criatura, se veía simplemente perdida.
Cargado de contrapuntos entre texto e imagen, Shaun Tan nos cuenta la travesía que emprenderá el narrador de esta historia para encontrarle un lugar a ese algo.
Con homenajes a diferentes artistas como Jeffrey Smart y Edward Hopper, el autor ubica esta historia en un mundo surrealista. En 2010 se presentó una adaptación a este libro en formato de corto de animación que fue reconocido con un premio Oscar en 2011.
«Un cuento para aquellos que cuentan» aclara el autor en la portada del libro. Puede que sea porque aquellos que cuentan necesitan mirar con atención para encontrar lo que no encaja en el paisaje. O quizás los que cuentan sean también criaturas «perdidamente perdidas».