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Historias breves de amor paternal

Carolina Illino Por Carolina Illino

A propósito del día del padre que se avecina, revisamos algunas obras coincidentemente sucintas, pero conmovedoras, que nos hacen sentir distintas formas de paternidad y sus emociones. (Foto portada: Carolina Illino)

Tres luces, de Claire Keegan

Un libro tan bello como emotivo y simple, tan contenido como un amor de hija que no necesariamente se expresa con palabras. En Tres luces (Eterna Cadencia, 2011), el relato empieza con la distancia de cualquier relación que todavía no existe; «deseo volver a casa para que todas las cosas que no entiendo sean como siempre son», piensa al comienzo la protagonista, una niña a la que su padre ha ido a dejar al cuidado de una pareja de parientes mientras nace una nueva guagua que abruma a la familia. 

Con calma («Y así pasan los días. Me quedo esperando que pase algo, que la tranquilidad que siento termine —despertarme en una cama mojada, meter la pata, algún error garrafal, romper algo—, pero cada día se parece mucho al anterior»), la chiquilla va conociendo a sus cuidadores, aprendiendo los secretos y costumbres de esa casa, haciendo propios sus hábitos, conectándonos a sus lectores con miedos no tan luminosos que, como en la vida, no terminan por resolverse. 

En sus menos de 100 páginas, esa misma calma desata una intensidad tan grande que se te queda adentro, como el amor de un papá cariñoso y quitado de bulla.

Primavera tardía, de Yasujiro Ozu

La historia de esta película es sencilla y habitual, como caracteriza al cine del director japonés: un papá viudo está preocupado de que su hija no quiere casarse para no dejarlo solo. Basada en una novela corta llamada «Padre e hija», el guion de Primavera tardía (1949) fue escrito por el mismo Ozu junto a Kogo Noda, con quien trabajaba en perfecta sintonía, «ya se trate de beber o del horario de acostarse y levantarse», escribió el director en 1952, según lo que se recoge en su libro La poética de lo cotidiano. Escritos sobre cine (Gallo Nero, 2017). 

También fue la primera de las seis de sus películas protagonizadas por Setsuko Hara, quien actuó también para otros directores como Akira Kurosawa y, aunque vivió hasta los 95 años en 2015, se retiró repentinamente del cine en 1963, el año en que murió Ozu.

La película nos muestra el día a día de cómo viven sus protagonistas, pequeñas escenas donde comen, llegan a su casa, tienen conversaciones triviales y otras más definitivas, como cuando de manera delicada y apariencia poco heroica, el padre interpretado por Chishū Ryū (actor de casi todas las películas de Ozu) intenta convencer a su hija de que se las puede arreglar solo aunque no sepa cocinar, ordenar ni afeitarse, para que ella pueda vivir su vida.

«Primavera tardía» es una obra sobre el sentido de la vida, o sobre su falta de sentido.

Cátedras paralelas, sesión 83: Dragon Ball Super

Este es un podcast sobre libros y lecturas realizado desde Frutillar, en el que el arquitecto y escritor José Miguel Martínez dedica cada capítulo a conversar sobre una obra que le guste mucho a sus invitados, que suelen ser amistades entre quienes hay periodistas, escritores, profesores y editores. 

Pero en esta sesión a la que me refiero, el anfitrión invita a Santos, su hijo de ocho años, a hablar sobre Dragon Ball Super, secuela de Dragon Ball Z, manga y animé que cumplió 40 años el 2024, cuando grabaron el capítulo, año en el que también murió su creador Akira Toriyama.

El resultado es una conversación bellísima, llena de ternura, sabiduría y fanatismo, un vínculo intergeneracional como dice le dice José Miguel a Santos, quien invita a quienes no han visto esta secuela a que lo hagan por que tiene «nuevas transformaciones, nuevas técnicas y nuevas aventuras». No es necesario saber de Dragon Ball para disfrutar de la conversación, aunque esté llena de detalles específicos.

Kramp, de María José Ferrada

No sé si es una coincidencia, pero esta también es una novela breve y contundente —la primera de María José Ferrada, escritora muy reconocida por su prolífica y premiada carrera en la literatura infantil— llena de candidez y astucia de niña pilla, con una madurez tan imitada como original.

En Kramp (Emecé, 2017), M, la narradora, a los siete años decide convertirse en la ayudante de D, su padre, un vendedor viajero de artículos de ferretería, de la marca Kramp. «Salí al patio, encendí un cigarrillo y aspiré lentamente. Lo había robado de la cajetilla de D, que por las noches se quedaba dormido, fumando frente al televisor», escribe María José Ferrada en la página 21.

El mundo de los niños no está ni tan junto ni tan separado al de los adultos, pienso al repasar el resto de las páginas, en las que se entrevé una mirada supuestamente ingenua, inmiscuida en asuntos de grandes que asustan pero también dan risa y conmueven.

Colección particular, de Gonzalo Eltesch

«A veces creo que la novela solo debería contener el inventario de los objetos que mi padre compró y quiso conservar. Todas las antigüedades que él sintió que deberían pertenecerle para siempre», escribe Gonzalo Eltesch en una página de Colección particular (Laurel, 2015), la primera novela de este editor chileno que trabaja en Penguin Random House en España.

Es una novela fragmentaria, con escenas de recuerdos de niñez, juventud y adultez temprana, cruzadas por la presencia familiar; más especialmente la de su padre, que tenía el negocio de antigüedades más antiguo de Valparaíso, fundado en 1964, donde había un rincón con objetos que no estaban a la venta, por más que le insistieran, marcado por un cartel de fierro enlozado en el que se decía «colección particular» en mayúsculas.

El lugar, de Annie Ernaux

«Nada de poesía del recuerdo, nada de alegre regocijo. Una forma de escribir llana es la que me resulta natural, la misma que empleaba en otro tiempo para escribir a mis padres y contarles las noticias más importantes», escribe la autora francesa en El lugar (Tusquets, 2002), publicado originalmente en 1983, una de sus primeras novelas.

Se trata de un retrato de la vida y muerte de un papá y su lugar en el mundo. «Reuniré las palabras, los gestos, los gustos de mi padre, los hechos importantes en su vida, todas las señales objetivas de una existencia que yo también compartí». El amor paternal se convierte en un concepto más ambiguo,  difícil —como muchas veces lo es en la realidad— y literario: «Hasta finales de los años cincuenta comió sopa por la mañana, después, a regañadientes, empezó a tomar café con leche como quien se rinde a los gustos femeninos. Lo bebía a cucharadas, sorbiendo, como si fuera sopa».

Carta al padre, de Franz Kafka

Para terminar con otra obra que aborda relaciones paternales más complicadas, la Carta al padre (Hueders, 2023) de Kafka, escrita a fines de 1919, nunca fue enviada, pero sí fue corregida como lo hacía con sus relatos pensados para publicar. Empieza así: «Queridísimo padre: Hace poco me preguntaste por qué afirmó que te tengo miedo».

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Carolina Illino

Periodista con experiencia en instituciones culturales y medios de comunicación impresos y digitales. A través de los nuevos formatos, se empeña en revivir maneras analógicas de conectarnos.

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