El reconocimiento internacional de Miranda July llegó con el estreno de Tú, yo y todos los demás (Me and You and Everyone We Know, 2005), película que escribió, dirigió y protagonizó, que fue premiada en Cannes y en Sundance, y que en Chile se estrenó en Sanfic y luego llegó a algunas salas y a Cinemax. Previo eso, se había iniciado artísticamente antes de salir del colegio, con una obra de teatro, y luego en 1993 con lo que sería su primer proyecto editorial: el fanzine Snarla, con el que empezó a integrarse a un mundo alternativo de creadoras en el que se expresó a través de bandas de música y otras manifestaciones —principalmente en performances—, siempre buscando la reacción y participación del público.
Aprendiendo a quererte más (Learning To Love You More, Prestel, 2007) fue una recopilación de los desafíos que planteó junto al artista Harrell Fletcher, donde convocaban a personas a hacer y documentar 63 desafíos, tales como: pedirle a tu familia que describa a qué te dedicas, sacarle foto a una tenida significativa, escribir la historia de tu vida en menos de un día, sacar una foto con flash debajo de tu cama, hacer una lista de eventos ocurridos en 1984, volver a leer tu libro favorito de quinto básico.
El Museo de Arte Moderno de San Francisco compró el sitio web que reúne también una selección de los resultados enviados por las personas que aceptaron los desafíos. Ahí, los artistas publicaron una declaración tan simple como elocuente: «Las mejores artes y escrituras son casi como una tarea; son tan vibrantes que te sientes impulsada a hacer algo en respuesta. De pronto, se vuelve claro lo que tienes que hacer. Por un breve momento parece maravillosamente fácil vivir y amar y crear cosas que te quiten el aliento».


Con Nadie es más de aquí que tú (Seix Barral, 2009), se podría decir que Miranda July debutó en la literatura tradicional y, como con Tú, yo y todos los demás, también fue premiada en su primera vez: obtuvo el premio Frank O’Connor de relato con este libro de dieciséis cuentos, de los cuales nueve habían sido previamente publicados en revistas como Bridge, The New Yorker y The Paris Review. Empezó a escribir relatos de ficción en paralelo al guion de ese primer largometraje, mientras salía a caminar, segura de que se encontraría con las historias afuera, solo tenía que encontrar las pistas. A través de su escritura, July logra transmitir su particular sentido de la imaginación, que siempre me ha parecido que es casi infantilmente genuina y original, pero instalada en una mente adulta.
«Apreté la muñeca de Kevin en diferentes intervalos: primero tres pulsaciones, después dos y por último tres más. Trataba de inventar un lenguaje que pudiera penetrar su sueño», encuentro entre el primer párrafo del cuento Un hombre en la escalera. «Pues a esta hora suelo estar escribiendo, dijo ella. Lo puse en duda, pero a lo mejor era verdad. Quizá estaría escribiéndole una carta a su hermana o escribiendo la palabra “jerseys” en una caja llena de jerseys antes de guardarla en el desván durante el verano», destaqué en Haciendo el amor en 2003.

Mientras procrastinaba de lo que debía ser el guion de El futuro, su segunda película, Miranda empezó a llamar a las personas que publicaban avisos publicitarios en un periódico, en los que vendían desde álbumes de fotos de desconocidos hasta una chaqueta de cuero y osos de peluche. Iba a sus casas junto a una fotógrafa, y empezaba preguntándoles sobre lo que vendían, pero terminaba hablando de sus sueños. Te elige (Seix Barral, 2012) se transformó así en un libro que funciona como especie de diario en el que Miranda July describe cómo fue ese periodo de su vida y obra, y al mismo tiempo como crónicas de personas tan normales como particulares y extrañas.
El primer hombre malo (Literatura Randon House, 2015), su novela debutante, es una especie de historia de amor y de algo parecido a la maternidad, a través de peculiares peleas físicas consensuadas, alucinaciones y dos protagonistas opuestas que se encuentran, perturban y cuidan de una manera improbable, pero posible en una creación de su autora. Aunque está ambientada principalmente en una casa que parece verosímil, existe más en las oscuras fantasías que en la realidad. Su lectura me costó tanto que me llevó a descubrir los audiolibros leídos por sus autores, y ahí sentí que se completaba la crudeza de sus palabras con la dulzura de su voz.
En su último libro, All Fours (Riverhead Books, 2024) —A cuatro patas, traducida recientemente al español—, la participación del público que siempre ha buscado llegó de forma espontánea: mujeres en distintos lugares de Estados Unidos y el mundo se sintieron tan marcadas por la lectura (de esta aventura autobiográfica de una mujer que se cuestiona sus formas de relacionarse, al experimentar la perimenopausia en un refugio a media hora de la casa que compartía con su familia), que empezaron a promocionar chats en grupo de manera virtual y presencial, para comentar lo que habían leído y también cómo les afectó en sus propias vidas.
