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Maneras de volver a Bolonia

Claudia Larraguibel Por Claudia Larraguibel

Del 8 al 11 de abril se celebra la edición 61 de la Feria del Libro de Bolonia, el encuentro más importante de la edición de libros para niños y niñas en el mundo. La ilustradora y autora chilena Paloma Valdivia es una de las protagonistas este año: creó la portada del Anuario de Ilustradores de la feria y la imagen del stand de Chile, mostrará su trabajo en una exposición individual y está nominada al Premio Hans Christian Andersen 2024. [Portada: latercera.com]

Todo aquel que trabaja en el mundo de la literatura infantil y juvenil, o que admira o se interesa por los libros hechos para niños, niñas y jóvenes, sabe de la cita anual. La Feria del Libro de Bolonia, el mayor y más importante encuentro de la LIJ del mundo, se celebra los primeros días de abril en una de las ciudades más hermosas de Italia, lluviosa, casi enteramente roja, decididamente universitaria, de temperatura impredecible, cartografiada por soportales e impregnada de amor por la literatura. Y en la que además se come como los dioses (excepto en la feria misma).

La primera vez en la Feria de Bolonia, la primera peregrinación a la que está considerada la Meca de la literatura para niños y niñas, siempre se recuerda y siempre está llena de expectativas. Al final, todos los que van prometen volver, y de alguna manera se las ingenian para hacerlo. «Si quieres regresar a Bolonia debes ir a la Catedral de San Petronio y encender una vela», me dijo una veterana editora la primera vez que fui. Tenía dieciséis años y ese viaje iniciático fue un regalo de graduación que me hizo mi madre, editora asidua a la feria. Tal vez fue una manera de mostrarme y acercarme al amplio, ancho y fascinante mundo de la edición para niños y niñas, ese en el que muchos años después terminaría trabajando.

Pero sea la primera vez o la última, la descomunal estatura de la feria siempre apabulla. Los veinte mil metros cuadrados que ocupa, repartidos en varios pabellones del recinto ferial de la ciudad, la convierten en un laberinto tan deslumbrante como difícil de transitar. Cientos de personas yendo y viniendo, siempre apurados. Largos recorridos por pasillos atiborrados en los que hacen falta mil ojos para retener todos los libros que se publican en el mundo. Filas eternas para comprar un trozo de pizza poco apetecible y muy caro. Curiosas subastas en las que editores de chequera holgada se pelean los libros que se supone serán los best sellers del año. A veces, si hay suerte, alcanzar a ver los originales de un libro aún no publicado de un autor al que admiras. Artistas recién llegados y otros consagrados dejando cada día su huella en el mural de los ilustradores. Las muy ejecutivas y diligentes representantes de las editoriales chinas y coreanas, con traje sastre y maletín. Los bulliciosos editores italianos. Los animados y delirantes portugueses, mostrando caminos impredecibles de la ilustración. Las maravillas de los puestos de la India, con la sublime editorial Tara Books al frente. Y los chilenos, poco a poco haciéndose un hueco y un lugar, gracias a un trabajo sostenido del Ministerio de las Culturas, ProChile y la DIRAC, que hace unos años se propusieron dar a Chile un stand propio y una comitiva que mostrara la pujante escena editorial de nuestro país.

Aquella primera vez, caminé por la Piazza Maggiore hasta la Catedral y, por supuesto, encendí una vela. El ritual funcionó: a lo largo de mi vida he podido volver varias veces a la feria, en calidad de editora, de autora o de simple espectadora. Y es como espectadora cuando más se disfruta. Porque, aunque sea una feria profesional a la que se va a vender y a comprar derechos, es decir, a hacer todos los negocios que se puedan, lo mejor de Bolonia es mirar, mirar, leer, hojear y descubrir autores, libros e ilustradores que te mueven el suelo, que cambian tu manera de ver el mundo y que inspiran e iluminan esos libros que sueñas con publicar.

Paloma Valdivia, la gran protagonista

Este año la representación chilena es numerosa y variada, con algunos de los mejores representantes de la edición y de la ilustración chilena de hoy. Pero la delegación tiene una gran protagonista: la ilustradora, autora y editora Paloma Valdivia. Es la primera vez que una ilustradora de nuestro país es invitada a crear la portada del Anuario que acompaña la exposición de Ilustradores, y a exhibir su trabajo en una gran muestra individual. La primera vez también que un chileno o chilena está en la short list para el Premio Hans Christian Andersen (cuyos ganadores se darán a conocer el primer día de la feria). Además, su editorial, Liebre, está nominada a los Premios BOP a las mejores editoriales del año.

Paloma Valdivia viajó a Bolonia por primera vez cuando tenía veinte años. Su profesora, la artista Valentina Cruz, les había llevado a clase una caja llena de diapositivas de la feria. «En ese momento, bajo una especie de hechizo, supe que lo que quería hacer el resto de mi vida se llamaba ilustración de libros para niños y que era un oficio importante en países desarrollados culturalmente. Al año siguiente, con los ahorros de toda la vida, fui a conocer la feria y desde entonces se transformó en mi escuela».

Ahora, tras más de treinta libros y con un soberbio reciente título bajo el brazo, El libro de las preguntas, publicado en una edición bilingüe en Estados Unidos (Enchanted Lion) y ganador del Gran Premio de la Bienal de Ilustración de Bratislava 2023, Paloma Valdivia regresa a Bolonia como invitada de honor en un momento de madurez y esplendor de su trabajo. Las ilustraciones para el libro de Neruda son tal vez de las más hermosas e interesantes que ha desarrollado a lo largo de una carrera constante y dedicada, una plenitud que ya habíamos visto en muchos de sus títulos, especialmente en sus libros como autora: Es así, Sin palabras, o el maravilloso Nosotros.

The New York Times incluyó a “El libro de las preguntas” entre los mejores libros infantiles del 2022. Créditos: Paloma Valdivia

El libro de las preguntas le llevó seis años de trabajo titánico, de ardua investigación, de decepciones, de volver y repetir, de tomar decisiones difíciles, y ahora, ya publicado y premiado, ha sido calificado por la prensa como «magnífico», «radiante», «visualmente cautivador» y «misterioso», entre otros muchos adjetivos halagüeños. «Neruda probablemente habría aprobado la forma en que Valdivia ha hecho realidad su mundo onírico», dice The New York Times. «Las ilustraciones de Valdivia, de gran textura, son hipnóticos paisajes oníricos en tonos azules, bermellones y amarillos», escribe la crítica Julie Danielson. «Si me pidieran que describiera el libro con una palabra, sería maravilla. Es totalmente asombroso», continúa.

Paloma Valdivia tiene eso que anhelan todos los creadores: un estilo propio e inconfundible (y por eso mismo, muchas veces imitado), una mirada muy personal, una voz autoral. Su trabajo tiene fuerza, vulnerabilidad, muchas capas de significados; sus ilustraciones sugieren, muestran y también esconden. Y lo más importante: en ellas nunca olvida a los niños, nunca se desentiende de la mirada del niño, ese primer y preciado lector.

Afortunados aquellos que este año puedan ir (por primera o enésima vez) y entrar y detenerse en el centro de ese hall enorme y tumultuoso que es el centro de la feria. Y admirar allí, en sus muros, los animales, los paisajes, la paleta, los niños, las niñas, la mirada de Paloma.

Isol y Kveta Pakovska, dos autoras que Paloma Valdivia descubrió en sus viajes a Bolonia:

«Isol era un referente para mí. Los pocos libros álbum que había visto a finales de los noventa eran de ella; su trabajo me parecía nuevo, divertido y genial.  Cuando la vi en Bolonia por primera vez me pareció tan joven y tan cercana que nos terminamos haciendo amigas. Y Kveta, ilustradora checa, fue innovadora en todo aspecto en la creación de libros para niños, en la representación de la libertad. La vi hace un par de años firmando libros, a sus noventa años, preciosa. Le digo: “Kveta, tus libros son muy libres”, y ella me mira y me dice: “yo soy libre”. Deseo lo mismo para mí».  

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Claudia Larraguibel

Escritora, editora y periodista. Creció en Caracas, estudió y trabajó como periodista y editora en Madrid. En 2006 regresó a Santiago de Chile, y escribió “Al sur de la Alameda: diario de una toma” (2014). También es autora de “Sprinters” (2016) y “La eterna juventud” (2022). Es directora de Ekaré Sur.

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