Poco después de haber sido elegido presidente de Chile, en 1970, Salvador Allende anunció en un discurso: «En mi gobierno los únicos privilegiados serán los niños». El énfasis de Allende se explica por las urgentes necesidades de niñas y niños de entonces —una medida emblemática de su mandato fue la entrega de medio litro de leche diario a todos los menores de 15 años—, pero también por el rol simbólico de la infancia, en la que se puso la esperanza de un mundo más justo e igualitario.
Fue en este contexto social, en el que surgió la revista infantil Cabrochico, publicada por Quimantú, editorial estatal creada bajo el gobierno de Allende y la Unidad Popular para democratizar la lectura. La revista, lanzada por primera vez en julio de 1971, contenía historietas hechas por algunos de los más importantes ilustradores del momento en Chile —como Marta Carrasco, Abel Romero, «Guidú» y Lincoln Fuentes—, además de juegos y un suplemento para adultos, que buscaba contribuir a los cuidados para la infancia. En términos editoriales, la propuesta de la publicación era contribuir a formar al «hombre nuevo» que nacía junto al socialismo y combatir los negativos valores del capitalismo, como el individualismo.
Sobre esta revista la Universidad Diego Portales inauguró la muestra Cabrochico, el derecho a participar, abierta hasta el 23 de agosto, curada por dos académicos de la universidad: Andrea Jösch, directora de la Escuela de Arte, y Alejandro Arturo Martínez, director del Programa Archivos. La muestra se encuentra en la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales (Vergara 324), en el centro de Santiago.
La muestra es acotada y está dispuesta en un muro alargado, que permite ver portadas de la revista y leer impresiones facsimilares de algunas historietas y del suplemento para adultos. Al acercarse destacan los colores vibrantes, algo propio de los años 70, y la fuerte presencia de la identidad nacional. Se ven en las portadas a niños campesinos trabajando, de visita en Rapa Nui, a una pequeña pareja bailando cueca y a una niña elevando una bandera chilena, entre otras.
Sobre los principios de la revista, comenta Andrea Jösch: «Cabrochico proponía una lectura socio-cultural situada, construida desde las propias experiencias de las niñeces y adolescencias chilenas. Sus relatos ponían al centro estas subjetividades, y al mismo tiempo interpelaban a las personas adultas sobre la importancia del cuidado, del bienestar común, del juego en el espacio público y de una convivencia social más inclusiva. Desde su línea editorial, la revista apostó por narrar las vidas cotidianas de quienes conformaban su público, en lugar de reproducir modelos foráneos. En ese sentido, si hablamos de una oposición, la revista se posicionaba críticamente frente a los relatos hegemónicos para ofrecer en su lugar una propuesta arraigada, comprometida y profundamente local».

Un ejemplo de los señalado por Jösch está en la historieta «Estos cabros», publicada en el debut de Cabrochico con guion de Saúl Schkolnik, quien fue también el primer director de la revista, y dibujos de Abel Romero. Es una historieta de un gran realismo, que tiene como escenario la que podría ser cualquier población de Chile en la década de los setenta, con precarias casas de madera y caminos de tierra sin pavimentar. Los personajes son niñas, niños y jóvenes vestidos con ropa en mal estado y hasta algunos de ellos descalzos. Una pobreza que nunca antes había sido retratada en una historieta en Chile. El guion de «Estos cabros», por otro lado, es un claro llamado a transformar la realidad. El grupo infantil y juvenil que vive en la población no tiene dónde jugar, por lo que decide actuar y se organizan para exigir a las autoridades un parque de juegos; algo que finalmente logran.
Pero aunque el realismo y la promoción de valores como la organización y la solidaridad tuvieron un gran protagonismo en Cabrochico —en cuya producción participaban también sociólogos y educadores—, había también lugar para el humor y la fantasía. En la misma muestra se puede leer parte de la serie «Caleuche», publicada en la revista, serie de ciencia ficción dibujada por Lincoln Fuentes.
Jugar para participar
La revista Cabrochico incluía en cada número actividades y juegos para recortar y armar, algo que la muestra de la Universidad Diego Portales quiso destacar. Es posible ver, por lo tanto, armados algunos de los juegos de la revista, así como un como un luche gigante y un juego de casilleros, junto a dados gigantes, en el piso de la Biblioteca Nicanor Parra.
Jösch comenta que la propuesta curatorial y expográfica, además de la exhibición de portadas y el contenido facsimilar, buscó recalcar la participación y el juego, por lo que se incluyeron materiales de mediación, que interpretaron algunos de los recortables originales de la revista. Sobre estos materiales, señala la académica: «Buscamos que la exposición también pusiera en valor la mediación cultural que representó la revista en su época, promoviendo la participación de las niñeces y adolescentes a través del juego».

El cocurador de la muestra, Alejandro Arturo Martínez, añade sobre los juegos de Cabrochico: «Un punto fascinante de la revista es que entendió que los niños (y, hasta cierto punto, también las niñas) no eran sujetos pasivos en la realidad cotidiana, sino justamente actores políticos fundamentales tanto en el presente como el futuro. Por ello, algunas historietas como “Estos cabros”, o las propias prácticas de actividades creativas como los armables o juegos que proponía la revista (como el luche), buscaban enfatizar que los niños no eran “objetos” o simple extensiones bajo el mandato de los adultos, sino seres y sujetos capaces de pensar, crear y hacer bajo sus propios deseos».
Mientras que otras de las publicaciones de Quimantú hechas en los años 70 han sido recuperadas a través de los años —como algunos de los libros de la colección infantil Cuncuna, por parte de las editoriales chilenas Amanuta, Ekaré Sur y USACH—, Cabrochico ha sido más bien ignorada. Al respecto, Martínez reflexiona: «Me parece que esta revista ha pasado desapercibida justamente porque se trata de una revista. Es decir, hay una clara distinción en el mundo letrado entre el libro y la revista, siendo esta última pensada, más bien, como algo efímero o de segunda categoría frente a la autoridad del “libro”. Además, como revista, es menos frecuente su conservación con respecto a un libro. Ahora bien, cuando se la he mostrado y trabajado hoy con estudiantes jóvenes, todos se sorprenden mucho de la calidad de la revista, tanto en diseño como en contenido. Es un material que incluso hoy, en el mundo hiperdigitalizado, sorprende».

Coordenadas de la muestra
Título: 
Cabrochico, el derecho a participar
Curadores: 
Andrea Jösch, directora de la Escuela de Arte UDP
Alejandro Arturo Martínez, director de Archivos UDP
Materiales de mediación: 
Camila Ramírez (Escuela de Arte)
Angello García (Escuela de Diseño)
Fecha: Abierta hasta el 23 de agosto
Lugar: Biblioteca Nicanor Parra, Universidad Diego Portales, Vergara 324, en el centro de Santiago
Entrada: Liberada

 
  
  
 