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La última novela de Cynthia Rimsky: un registro satírico y ficcional

Verónica Salazar Por Verónica Salazar

«Yomurí» es el título de la más reciente novela de la escritora chilena. Es su libro más ficcional y emplea un modo satírico para tocar los mismos temas que venía trabajando desde su primera novela, «Poste restante». Aquí, un contrapunto entre las dos. [Foto portada: lanacion.com.ar]

Soy una lectora entusiasta de los libros de Cynthia Rimsky. En plena pandemia empecé por su primera obra titulada Poste restante –publicada en 2001 por Editorial Sudamericana y reeditada por Sangría en 2010– y de ahí no paré más. Me demoré casi veinte años en llegar a leer sus textos porque había escuchado a algunos amigos ligados a la literatura y, a la crítica chilena, en general, inscribir la lectura de los libros de Rimsky en la categoría de ‘difícil’, pero al mismo tiempo los elogios eran exultantes: un crítico la posicionó como capitana entre las escritoras mujeres; otros hablaban de su excepcionalidad, así como también de una escritura prolija, cuidada, intelectual.

La tesis de magíster que tuve que escribir en 2020 me dio el pie para saldar la deuda que tenía con la lectura de la obra de esta escritora chilena. No solo leí Poste restante, sino que le dediqué meses de mi vida; me hizo viajar en un tiempo en que no se podía salir ni a la esquina, conocer antiguos conflictos del mundo cuando todos estábamos inmersos en una pandemia y, sobre todo, me dio la alegría de haber encontrado algo distinto en la escena literaria chilena y ­–atrevería a aventurarme– una voz original dentro de Latinoamérica. Su lectura me maravilló tanto como hace tiempo no lo hacía otra.    

Por eso, cuando se anunció la publicación de Yomurí (PRH, 2022) a finales del año pasado, esperé mi ejemplar con ansias. Estaba preparada para el ejercicio que hice con algunos de sus otros libros: buscar –casi en un rol detectivesco– qué era real y qué era ficción. Porque una de las características de las obras de Rimsky es trabajar a partir de materiales reales que luego va distorsionando. Por eso mismo, clasificar sus escritos siempre ha sido difícil para los parámetros editoriales o de la crítica. Muchos de ellos transitan entre la crónica de viajes, la autobiografía, la autoficción y el ensayo. En esa línea se pueden encontrar la ya citada Poste restante, Ramal (FCE, 2011), En obra (Mudana Ediciones, 2018), Fui (Lom, 2016) La revolución a dedo (PRH, 2020) y La vuelta al perro (Overol, 2023). Pero en otras de sus novelas como Los perplejos (Leteo, 2019) o El futuro es un lugar extraño (PRH, 2016) hay mucha más invención. Sobre todo, en su última entrega, Yomurí.

Esta narra la historia de una hija (Eliza) que debe dejar a su padre (Kovacs) en un asilo de ancianos. Ya está viejo y su quinta mujer ya no puede ni quiere hacerse cargo de él. Pero el llamado de otra de sus hijas que lo invita a vivir con él desencadena un viaje lleno de aventuras. Se dirigen a Yomurí y en el camino se encuentran con un grupo indígena que va en la misma dirección, con el objetivo de recuperar las tierras que antaño les habían pertenecido. Kovacs –que es un entusiasta, charlatán y mujeriego– se suma a la causa porque quiere participar de un momento que desde la revolución bolivariana «no se había visto». En la caravana se encuentra con Carri, una veinteañera intensa que está en plena búsqueda de su origen. Lo que fue uno de los grandes temas de Poste restante, esta vez Rimsky lo vuelve a tratar, pero de una manera irónica. Se ríe de esta búsqueda. «¿Y qué es una identidad de origen?», le pregunta Eliza que está siempre dudando de todo y hace preguntas incómodas permanentemente.

Podría decirse que el tema del origen sigue estando presente tanto en la primera novela de Rimsky como en la última. Pero lo que cambia es el tono. En Poste restante la protagonista –que a ratos podemos identificar con la autora pero que es también es narradora y personaje–, es una chilena que, en la búsqueda de alguna pista de la memoria familiar –que no sabe por qué siempre ha sido silenciada–, parte rumbo a Ucrania para conocer el pueblo donde habitó su abuelo paterno. Es una mujer a la que, sin duda, el silenciamiento de su pasado le provoca un sentimiento de no pertenencia ni con el lugar de sus ancestros –del que sabe muy poco– ni con el lugar que habita (Chile). En toda la narración existe un cierto halo de desamparo, una identidad fragmentada, la representación de un mundo que siempre está escindido.

En tanto Carri, el personaje de Yomurí, es más enérgica y resolutiva. Al reconocer en su fisonomía rasgos de la etnia yomurí se lanza hacia la aventura, pero tampoco de una manera tan comprometida. Es una inconformista y constantemente se está riendo de la causa y no les cree (no digo más para no arruinar el final de futuros lectores). En una parte del texto podemos leer que para Carri la promesa del origen resultó muy distinta a como la imaginó. «No sabe si es peor eso o la soledad», a lo que Eliza añade su propia reflexión: «Tener 23 años y buscar su identidad, creer que algo así existe y se puede sostener, que allí está el sentido, en saber quién se es».

«Yomurí» narra el viaje de una hija y un padre que se niega a ser recluido en un asilo. Créditos: María Aramburú.

Carri y Eliza comparten con la protagonista de Poste restante el sentirse extranjeras del mundo que habitan o del lugar en el que se encuentran. Carri, a pesar de que es parte de la recuperación simbólica o toma (como le dice ella), camina sola, toma distancia, se va al bosque o sube los árboles para mirar desde lejos. Eliza, que fortuitamente es parte de la caravana, es más escéptica. Igualmente le asignan un cargo en la misión de los yomurís: la de ser veedora, que básicamente es comprobar en terreno si lo que ve está conforme a la ley (la ley del grupo que, por supuesto, Eliza no conoce).

La narradora de Poste restante, por su parte, que a veces es la «visitante», la «turista» o la «extraña», es una extranjera evidentemente en los países que visita, pero también siente la misma sensación en Chile. Como pertenece a una familia de inmigrantes tiene solo una memoria reciente del país y en el libro –y de una manera magistral– va llenando todos esos vacíos con la imaginación. También está afuera de la religión judía, que no practica de una manera rigurosa. De hecho, cuando en Kiev va a una sinagoga y un judío ortodoxo indaga en los apellidos y nombres de sus ancestros y ella le dice que nos lo sabe la trata de impostora o «de una judía que traicionó la Ley».

Hogar, dulce hogar

«Contemplo mi trizadura que transporto como un hogar» es una de las frases que más me conmovió de la primera publicación de Rimsky y podría ser la imagen que resume la gran problemática de la obra o el tema que subyace en toda su escritura: la fragmentación o ruptura como hogar, lo familiar, lo propio. El título de la obra es ya un indicio: Poste restante es el lugar al que llegan las misivas de las personas que no tienen un domicilio fijo. Así, todos los viajeros, las personas sin hogar, los peregrinos, entre otros, pueden ir a buscar sus correspondencias a este servicio que ofrecen las oficinas de correos a nivel mundial. Los amigos chilenos y familiares de la autora le escriben a la Poste restante de los países a los que ella viaja y están presentes en el libro a través de fotografías.

La etnia yomurí, evidentemente, también va en busca del hogar, de la tierra prometida. Pero, además, y, no puede ser más gráfico, llevan sus casas a cuestas como si se tratara de una minga chilota. «Hace muchos años una Principal nos dijo que cuando nos sintamos extraviados, desenraicemos nuestras casas de sus cimientos y vengamos a Yomurí», dice la Principal Heredera que es el nombre que reciben las líderes del movimiento. Eliza –que nota que están dando vueltas en vez de tomar un camino recto y tiene la sensación de que avanzan menos de los que se mueven– le pregunta cómo saben que ese territorio es el que les pertenece y la respuesta que «al llegar no tendremos dudas» se conforma totalmente intuitiva y poco razonable.

Sangría editora, 2010.

«No llegamos pero estamos», es una frase que repite la Principal Heredera y que Eliza, al final de toda la travesía, entiende como un entregarse a los acontecimientos. A Yomurí sí que llegan, pero no pueden permanecer sin que comience una batalla porque los winkas no dejarán que ocupen las tierras de manera ilegal.

Por otra parte, el texto se inicia con la búsqueda de Eliza de un hogar de ancianos para su padre. Rimsky cuenta que el punto de partida fue su propia experiencia. Cuando su padre murió en uno de estos recintos empezó una novela que no llegó a tener más de cincuenta páginas y que al momento de revisarla la aburrió profundamente. «No quería escribir un libro sobre una víctima ni sobre el sistema que nos hace víctimas», dijo en una entrevista para la radio Universidad de Chile. El ejercicio fue crear una historia totalmente distinta, construir un padre totalmente diferente al suyo y, y así, hace doce años, se empezó a tejer Yomurí.

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Verónica Salazar

Periodista UC, magíster en Edición de Libros UDP-Pompeu Fabra y magíster en Estudios iberoamericanos en Lovaina, Bélgica. Escribe, edita, pero por, sobre todo, lee. Tiene una debilidad por las bibliotecas privadas, por las librerías y por saber qué y cómo leen los amantes de los libros.

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