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Cuando el diseño importa

Consuelo Olguín Por Consuelo Olguín

Si antes era usual ver libros clásicos hechos de cuero, donde la tapa anunciaba a modo minimalista el título de la obra y el autor o autora, hoy es más común que las editoriales exploren propuestas visuales innovadoras, arriesgadas, que pretenden ser dueñas de un lenguaje gráfico reconocible para su audiencia. Dicen que un libro...

Si antes era usual ver libros clásicos hechos de cuero, donde la tapa anunciaba a modo minimalista el título de la obra y el autor o autora, hoy es más común que las editoriales exploren propuestas visuales innovadoras, arriesgadas, que pretenden ser dueñas de un lenguaje gráfico reconocible para su audiencia.

Daniela Escobar, editora, escritora y diseñadora. Créditos: Ediciones Overol

Dicen que un libro se juzga por su contenido. Y así es. Pero existe una serie de factores que resultan gravitantes para la experiencia lectora. Uno de esos es el diseño, que va desde el boceto de la portada del libro hasta decidir qué tipografía usar, el tipo de papel y la diagramación del texto.

“Cuando un libro tiene un buen diseño en su interior, se agradece. La lectura se hace más fluida y cómoda. Muchas veces son detalles que el lector no percibe a primera vista, pero estoy segura de que las disfruta”, comenta Rosario Arellano, diseñadora en Laurel Editores.

Si antes era usual ver libros clásicos hechos de cuero, donde la tapa anunciaba a modo minimalista el título y el autor o autora de la obra, hoy se ve variedad. Eso considerando el meteórico aumento de sellos independientes, que publican a nuevos autores, así como también rescatan clásicos literarios. Formar parte de esta carrera por distinguirse los hace explorar propuestas visuales innovadoras, arriesgadas, que pretenden ser dueñas de un lenguaje gráfico reconocible para su audiencia.

En Chile, ese es uno de los focos de Overol Ediciones, que en sus cortos cuatro años cuenta con 32 publicaciones. Sus obras transitan entre la poesía, el ensayo y la narrativa, teniendo un sello visual distinguible. Leña, de Bruno Lloret (2018); Una conversación con Claudio Bertoni (2017); Magnolios, de Victoria Ramírez Mansilla (2019); y Arresten al santiaguino!, de Mario Verdugo (2018), son prueba de esa estética en la que abundan las formas geométricas expresadas en patrones.

Para Daniela Escobar, editora, escritora y también diseñadora de Overol, “las portadas que hacen énfasis en el color y formas geométricas, tienden a ser menos utilizadas y eso es una oportunidad; como dice Richard Long, los círculos son atemporales y universales”.

Algo similar pasa en Hueders. Inés Picchetti, diseñadora de la editorial, señala que toda la colección “tiene un diseño que la hace verse como parte de una misma cosa: la presencia del blanco, la tipografía romana, el uso del espacio, el isologo, el carácter de las imágenes, la variedad sostenida por el marco, el formato. La mayoría de los libros tanto de narrativa, poesía, cuentos, novela, ensayo, etc., están diseñados así”. Así se aprecia en Esto es, de Milagros Ábalos (2016); en No sé si lo estoy pasando bien o estoy tratando de matarme, de Spalding Gray (2018); y en Por las ramas, de Roberto Merino (2018).

Con una trayectoria de 35 años, Cuarto Propio fue una de las primeras editoriales independientes que nació como respuesta al apagón cultural que se instaló durante la dictadura. Marisol Vera, fundadora y editora de la editorial, dice que “el libro es considerado un objeto, cuyo diseño debe ser cuidadosamente trabajado como tal”, y agrega “el interior debe, por supuesto, ser adecuado al género del texto: si es poesía, por ejemplo, si lleva imágenes o si hay que ver la distribución de los poemas en cada página, y así”.

Ideas y bocetos

A veces puedo tomar un boceto ya hecho y ajustarlo. Veo qué resulta de la unión aleatoria entre título y forma

Leer el manuscrito es esencial para luego crear bocetos de la portada. En el caso de Daniela Escobar, de Overol, coinciden muchos roles y desde esa vereda es testigo de las transformaciones del texto durante el proceso de edición. “Tomo nota de las ideas que se repiten, el ritmo, temáticas. Luego realizo las propuestas que imprimo, converso con los autores y realizo la maqueta. Últimamente genero los bosquejos a mano y estoy experimentando con algunas texturas, por lo que dependiendo del libro, a veces puedo tomar un boceto ya hecho y ajustarlo. Veo qué resulta de la unión aleatoria entre título y forma”, cuenta.

Que el trabajo del diseñador queda incompleto sin la lectura, indica Inés Picchetti, aunque reconoce que “en la vorágine a veces no dan los tiempos y necesitamos de la ayuda de los editores para empaparnos de los contenidos”. En Hueders no existe un proceso prefijado. A veces el equipo de diseño hace una propuesta al autor y editor, y en otras, el autor ya tiene una idea preconcebida. Por ejemplo, Matías Celedón, explica Picchetti, no separa el texto de la visualidad y parte de las pistas del libro vienen en las imágenes que él propone, así como en la portada.

En Cuarto Propio, explica Vera, el modo de operar es similar: no hay un patrón, y se decide caso a caso, sobre todo dependiendo del género del texto. “Si se trata de un ensayo, buscamos limpieza para la lectura y si tiene imágenes, la visión del autor junto a la del editor es determinante para el diseño y, en este caso, se entregan instrucciones al diseñador”, dice. “Recurrimos a menudo a artistas visuales por obras que nos parecen interesantes para un libro, luego el diseñador trabaja sobre este pie forzado”, agrega. Ese es el caso de la portada de Cadáver exquisito, de Malú Urriola (2017): la imagen de la tapa corresponde a la obra Las tentaciones de San Antonio nº 11, del artista Mauricio Garrido.

En 2019, la portada de Jeidi, de Laurel Editores, obtuvo el bronce en la categoría Editorial en los Latin American Design Award, competencia de diseño que reconoce las mejores ideas y piezas de la región. Rosario Arellano fue quien estuvo detrás de dicha creación. “Con Jeidi, me inspiré en la Lira Popular, gran referente patrimonial de la cultura popular chilena, y tomando algunos elementos significativos de la novela, comencé a componer. Luego afinamos algunos íconos, para llegar a la composición final. Aprobado eso, comencé a ilustrar, creando una mezcla entre lo análogo y lo digital”, dice en alusión a las ilustraciones que remiten al campo chileno de los años ochenta.

Gráfica propia

Ante la gran cantidad de títulos que se publican cada año, las editoriales coinciden que cada vez se hace más necesario diferenciarse no solo a través de la línea editorial, sino también mediante una gráfica atractiva y así responder a una cultura dominada por lo visual, en la que coexisten diseños gráficos simples con aquellos más innovadores. Porque después de todo, existe un público tan heterogéneo en gustos e intereses que pareciera ser que hay espacio para las más diferentes propuestas visuales.

Créditos: Ediciones Overol

 

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Consuelo Olguín

Periodista UC de medios escritos. Ha trabajado en El Mercurio y en El Dínamo, transitando por las secciones de actualidad y cultura.

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