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Cultura en tiempos de crisis, otro tipo de riqueza

Carolina Brown Por Carolina Brown

Estamos en medio de una crisis que nos ha hecho replantearnos nuestra forma de vida. En este contexto, la escritora Carolina Brown reflexiona sobre el rol de la cultura en un país como el nuestro. ¿Acaso las manifestaciones culturales no aportan a salud mental, el desarrollo del pensamiento crítico, el diálogo y a la empatía? [Imagen: Teatro Niño Proletario].

Voy a partir por algo obvio: vivimos en un país que rinde culto a la productividad hasta el absurdo. Nada, ni un minuto puede ser desperdiciado. Hay que maximizarlo todo, rendir, sacarle el jugo, regatear y recortar donde se pueda. Hasta las personas se han vuelto recursos desechables. Tampoco hay tiempo para el ocio ni la reflexión, porque no se puede parar: no rendir es una ofensa indescriptible. Hay que levantarse más temprano, quedarse horas extra en la oficina, asistir cuando estamos enfermos, pagar cuentas que nunca acaban, pedir otro crédito para cubrir el anterior, comprar en treinta y seis cuotas porque si no, no alcanza.

Dentro de este esquema donde no existe más que lo concreto y donde los minutos para el goce y la imaginación están contados con gotero, la cultura ha quedado relegada a algo subsidiario, opcional, porque no “produce nada de valor”. Es un gasto, un “lujo” del que podemos prescindir en estos tiempos de crisis. Pero, ¿acaso la cajera, el taxista, el médico, la abogada o el conserje, en sus respectivas rutinas diarias, no necesitan de vez en cuando leer un libro, ver una película o escuchar una canción para mantenerse cuerdos? ¿No hay beneficio alguno en disfrutar de un baile, llorar con una obra de teatro o apreciar los colores de una pintura? ¿Acaso es posible pasar la cuarentena mirando la pared, produciendo sin parar día tras día, como un autómata? ¿No aporta la cultura en todas sus manifestaciones a nuestra salud mental, el desarrollo del pensamiento crítico, el diálogo y a la empatía con otros?

Puede que no sea rentable, que no produzca dinero, que no nos dé de comer. Pero la cultura provee a la sociedad de otro tipo de riqueza: imaginación, comunidad, identidad, emoción, perspectiva. Es un puente entre personas y cosmovisiones, un tejido que nos conecta y nos mantiene unidos. Nos permite viajar a otros lugares y otras épocas, escapar por un momento, ponernos en los zapatos de otro. La cultura infunde de vida a la sociedad, entrega mística y sentido, nos sumerge en una dimensión más profunda ante las menudencias de la rutina, nos recuerda la humanidad que perdemos a ratos.

La cultura provee a la sociedad de otro tipo de riqueza: imaginación, comunidad, identidad, emoción, perspectiva. Es un puente entre personas y cosmovisiones, un tejido que nos conecta y nos mantiene unidos.

Pareciera que esta crisis viene a darnos el tiro de gracia a los trabajadores de la cultura después de un 2019 especialmente complicado. Se posponen indefinidamente los espectáculos, se cierran los teatros y los museos, se suspenden las clases. Editoriales, galerías, productoras, centros culturales y otras empresas y profesionales del rubro se verán afectados, quebrarán. Y, con el resto de la economía paralizada, el gasto en cultura reducirá todavía más nuestra escuálida subsistencia.

Nadie va a comprar un libro o asistir a un espectáculo –por muy provechoso que sea para el diálogo y la salud mental– si no tiene para pagar el arriendo o el supermercado.

Si la cosa ya venía muy cuesta arriba, ahora el panorama es más complejo porque es casi imposible vivir de la cultura en un país como Chile. Tenemos un mercado interno pequeño e informal, donde abundan las colaboraciones por la buena onda, los trabajos precarios, las horas extras, el trabajo en negro. De lejos puede que se vea glamoroso, pero la realidad es muy distinta: los que tienen suerte boletean por proyecto o se adjudican algún concurso estatal; una minúscula parte tiene contrato fijo; el resto juega al sálvese quien pueda 24/7.  Este es un mundo que se sostiene a vocación, obstinación y –por qué no decirlo– una cuota de ingenuidad. Un universo en donde no existen vacaciones pagadas, licencias médicas, seguros de salud y ahorro previsional.

Por eso es fundamental que el Estado se comprometa con la cultura y sus trabajadores, porque es el único que puede hacerlo en este momento y porque es responsable del bienestar común de los ciudadanos. La cultura no es un bien de segunda necesidad, es imprescindible para un sociedad sana, cohesionada y feliz. Asimismo, es crucial que este compromiso se extienda más allá de esta crisis. Que encontremos la forma de hacer el trabajo en cultura digno y sostenible en el tiempo, que apoyemos con recursos las producciones nacionales, abramos espacios, entreguemos subsidios y herramientas. Otros países lo han entendido bien. Necesitamos subirnos al carro, lo que veníamos haciendo hasta ahora no basta. Estamos pidiendo ayuda a gritos. Si este compromiso no se traduce en una política pública que entregue soluciones a largo plazo entonces nuestra situación es insostenible.

Si las predicciones en torno a los próximos meses son ciertas, esta crisis nos obligará a replantearnos de manera profunda nuestra forma de vida, querámoslo o no. La productividad será menor y más lenta, nos vamos a mover menos, vamos a estar mucho más tiempo en soledad. El peligro, la incertidumbre y la enfermedad nos obligarán también a cambiar nuestra escala de valor, a conectarnos con otras cosas. Confío en que esta pausa forzada nos entregue el tiempo para reflexionar y que todos y todas salgamos de esta crisis fortalecidos, dispuestos a cambiar el paradigma. Si no es ahora, ¿entonces cuándo?

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Carolina Brown

Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad de Chile y comunicadora multimedia por la Universidad del Pacífico, donde también ejerció como profesora. Ganadora del Concurso Nacional de Cuento Joven Nicomedes Guzmán de la Sociedad de escritores de Chile, es autora del libro de cuentos «En el agua» (2015), la novela «El final del sendero» por (2018) y «Rudas» (2019). Actualmente imparte talleres de escritura creativa y fotografía.

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