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Archivo: Didion y Oates, las eternas escritoras de Norteamérica

Soledad Rodillo Por Soledad Rodillo

Dos publicaciones de la editorial argentina Fiordo, de reciente aparición, acompañan a Soledad Rodillo en sus vacaciones en California: “El río en la noche”, de Joan Didion, y “Tan cerca en cada momento siempre”, de Joyce Carol Oates. Ambas muy distintas entre sí, pero que con el pasar de los años se han transformado en las eternas escritoras de Norteamérica.

Joan Didion y Joyce Carol Oates son como las papas y las peras –tan distintas que no debieran mezclarse jamás– pero aquí están, o mejor dicho, aquí están sus últimos libros publicados al español, en una misma maleta, de vacaciones por California. Uno de ellos es El río en la noche (Fiordo, 2018), que también apareció publicado este año en España bajo la editorial Gatopardo como Río revuelto, y que es la primera novela que escribió Joan Didion, cuando recién había llegado a Nueva York para trabajar en Vogue. El otro, Tan cerca en todo momento siempre, de Joyce Carol Oates: cuatro nouvelles que publicó en el 2013 y que antes se habían publicado por separado en un par de revistas y que ahora aparecen, traducidas al español, por la editorial argentina Fiordo.

De Joan Didion (Sacramento, 1934) he leído bastante. Y me declaro fan de su escritura –de sus novelas, de sus artículos de prensa– y de su estilo bohemio glamoroso: de su melena perfecta y de sus grandes anteojos que le cubren media cara. Una escritora que uno cree conocer si ha leído El año del pensamiento mágico (2015), donde aparece el dolor por la muerte repentina de su marido, el novelista y crítico literario John Gregory Dunne, y Noches azules (2011), donde narra la agonía de su única y adorada hija, Quintana Roo. Dos novelas autobiográficas a las que se aferró para seguir viviendo tras haber perdido a su marido y su hija en menos de dos años y donde vemos toda su fortaleza y sinceridad para hablar de sus dolores y culpas. 

Una escritora octogenaria, hermética en sus emociones, pero que ha sido abierta para mostrarnos su vida en California y luego en Nueva York, a través de sus artículos, sus fotos, sus novelas, y en el excelente documental de Netflix que le dedicó su sobrino Griffin Dunne, El centro cede, recién nominado a un Emmy y donde podemos atisbar algo de esa fragilidad que intenta esconder aún a sus 84 años. Una escritora de la que sabemos mucho: de ese concurso que ganó mientras estaba en la universidad y que la llevó a trabajar para Vogue por siete años, de su vida en Nueva York y su matrimonio con Dunne, de su vuelta a California, la adopción de Quintana, su hastío del hippismo de la época y del abuso de drogas, su regreso a Nueva York, de su exitosa carrera y de sus importantes novelas autobiográficas.

Joan Didion, su marido y su hija en su casa de Los Ángeles en 1968. Créditos: Elpais.com

Y de repente, aparece traducida al español su primera novela, enteramente ambientada en su natal Sacramento (aunque la escribió a comienzos de los sesenta durante sus primeros años en Nueva York) y se nos completa su bibliografía al llevarnos a los inicios de su carrera como novelista y a ciertos personajes inspirados en su biografía. El río en la noche (Run river, en el original) es una novela bella y triste sobre un matrimonio desgraciado formado por Lily Knight y Everett McClellan –descendientes de familias tradicionales de la zona de Sacramento y unidos desde la infancia–, cuya vida miserable, llena de infidelidades e insatisfacciones, sale al descubierto una noche de 1959 con el asesinato de un vecino. Tras ese hecho retrocedemos a los orígenes de esta familia de pioneros de California para ver cómo todo comienza a desmoronarse en veinte años, a la par de una sociedad que debe enfrentar importantes cambios culturales a comienzos de los años sesenta.

La escritura de Joan Didion no tiene piedad para destruir cualquier imagen endulzada de la clase media californiana de esa época que se escondía en el alcohol, el exitismo y las apariencias. Y de paso exponer la vida doméstica y sin sueños a la que se sometían muchas mujeres. Como Lily, la protagonista, que se la pasaba encerrada en el segundo piso de la casa de sus suegros, condenada a repetir junto a su marido la misma escena “todos los días de su vida, hurgando en sus recuerdos en busca de nuevos agravios, atesorando los antiguos, nutriendo los tallos ya indestructibles de su resentimiento con alcohol y con la adrenalina inagotable que generaba lo que ella suponía que era (al menos no sabía qué otro nombre ponerle) amor”.

En El río en la noche aparece esa fascinación de Joan Didion por lo extremo y por lo doloroso, y las represas y las aguas de Sacramento donde aprendió a nadar de chica. Y pese a que cuando se publicó en 1963 solo vendió 11 copias –como contó entre risas en el documental El centro cede– en esta primera novela ya está presente la mirada profunda para criticar su propio entorno y la sociedad norteamericana.

Tan cerca en cada momento siempre

También ambientada en California, “Mal de ojo” es la primera nouvelle que aparece en Tan cerca en cada momento siempre, el último libro publicado al español de la igualmente octogenaria escritora estadounidense Joyce Carol Oates (1938). La historia, bastante tétrica, narra los primeros años de matrimonio de Mariana –una estudiante de cine, feminista, que recién ha perdido a sus padres– y Austin, un importante profesor universitario –con tres divorcios a cuestas– que vive en Berkeley y habla de “su casa” y “sus cosas”, sin incluir a su cuarta esposa de ninguna decisión. Pero la molestia de Mariana se hace más fuerte cuando llega la primera esposa de Austin a pasar unos días en la casa: una mujer atractiva, 30 años mayor que ella, con un importante defecto físico (que luego nos enteramos solo puede percibir Mariana), y que nos recuerda a esas historias góticas del sur de Estados Unidos, y también algunos clásicos y macabros cuentos infantiles.

Joyce Carol Oates. Créditos: Dustin Cohen

Las otras nouvelles del libro son también historias de relaciones fallidas o de “amores malogrados”, como aparece en el subtítulo de la edición. La de la adolescente insegura que cae rendida ante el primer joven que la invita a salir: “No éramos precisamente populares y nunca nadie me había elegido. Nunca nadie me había mirado como Desmond Parrish me miraba en ese instante”, narra la protagonista al inicio de “Tan cerca en todo momento siempre” para justificar cómo termina involucrada sentimentalmente con un sicópata. Las otras dos nouvelles son igualmente terribles: una de un hijo que simula un asalto y deja a su padre muerto y a su madre sin un ojo, la cara desfigurada y el cuerpo destrozado (“La ejecución”); la otra, “La plataforma”, sobre una joven que había sido abusada por su abuelo y que aún de adulta mantiene una mezcla de sentimientos en su interior, que incluyen la rabia, el deseo y el amor por su abusador.

Aquí instalada en Malibú (un lugar que adoraba Joan Didion cuando, según ella, Malibú era muy distinto: un pueblo de casas chicas, muy separadas de sus vecinos), aquí sentada en la arena leo a Joyce Carol Oates (1938), la otra gran escritora norteamericana. Con más de un centenar de libros publicados, entre estos casi 60 son novelas –muchas de ellas de más de 600 páginas– la Oates es considerada una de las más talentosas escritoras de su país  y  además una de las más prolíficas: con una rutina diaria de escritura que ocupa gran parte de su día y por la que suelen describirla como posesa.

También es una escritora dispar –con una bibliografía tan abundante es casi imposible que no lo fuera–, de obras muy buenas y de algunas menos logradas, que además abarca géneros muy diversos –novelas, cuentos, ensayos, poemas, memorias y obras de teatro– y temas muy disímiles. Tan cerca en cada momento siempre es un libro morboso, tétrico, inteligente que podría incluirse entre sus ficciones góticas, donde están sus libros más interesantes. Aunque también tiene novelas buenas entre sus obras sobre sagas familiares, como lo son Niágara y La hija del sepulturero; una novela sobre pandilleras que es una delicia (Puro fuego); una novela social abrumadora, Cartague, y una maravillosa autobiografía sobre su viudez, Memorias de una viuda, que para algunas es mejor que El año del pensamiento mágico de Joan Didion: todas obras de estilo muy distinto, pero donde se ve la mano de la Oates en su gusto por usar cursivas en ciertas palabras (para que no nos olvidemos de que estamos frente a un monólogo interior) y en su atracción por los temas oscuros.

Joyce Carol Oates y Joan Didion, tan activas, tan vigentes, tan distintas. Ambas con presencia en Instagram (la Oates además es una entusiasta usuaria de Twitter), y me detengo en las fotos de Joyce Carol Oates: en sus varios gatos y los paisajes de Princeton donde hace clases de literatura creativa hace años. Y miro las fotos que sube la cuenta que promueve el documental de Joan Didion: ahí está ella, con su cara pálida y sus grandes anteojos, y sus fotos antiguas donde aparece en Los Ángeles durante los 60 o con su amor Gregory Dunne en Nueva York. Ahí también están los amigos de ambas, sus lecturas y los proyectos de cada una. Y por cierto, la literatura, como inagotable compañía de estas incansables escritoras norteamericanas.

Documental «El centro cede». Créditos: Revistacoronica.com
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Soledad Rodillo

Periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura de la Universidad de Chile. Lectora empedernida, dedica su tiempo a escribir artículos culturales para diarios y revistas especializadas. Es colaboradora estable de nuestro blog.

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