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La literatura negra importa

Soledad Rodillo Por Soledad Rodillo

La literatura negra nos acerca como personas, sus historias nos hacen pensar en discriminación e injusticia, nos hace avergonzarnos de nuestro pasado y de nuestro presente abusivo y discriminador. En esta nueva columna, Soledad Rodillo nos presenta autoras afroamericanas cuyas novelas están protagonizadas por personajes femeninos de raza negra de distintas generaciones, orígenes y orientaciones sexuales. Sin duda, lecturas imprescindibles en estos tiempos que corren. [Créditos portada: Deborah Feingold]

Varias veces he querido leer Beloved (1988), la gran novela afroamericana por excelencia, que llevó a su autora Toni Morrison a la inmortalidad, pero nunca he podido conseguir su versión en español. He leído decenas de novelas con personas africanas, angloafricanas y afroamericanas como protagonistas, pero muchas de ellas escritas por blancos, como La chica, de Edna O’Brien –por nombrar una de mis recientes lecturas–, una novela dolorosa y realista sobre una de las cientos de niñas nigerianas que en estos últimos años han sido secuestradas  por la secta Boko Haram.

A raíz del asesinato de George Floyd ocurrido en Estados Unidos el 25 de mayo de este año y la condena transversal a este tipo de abusos hacia los y las afrodescendientes, pienso en los escasos autores “de color” que hay en mi biblioteca. Son pocos y son mujeres, salvo La habitación de Giovanni (1956), de James Baldwin.

Por supuesto están todas las novelas de Chimamanda Ngozi Adichie, desde las primeras como La flor púrpura (2003) y Medio sol amarillo (2006) –cuando la escritora vivía en Nigeria y sus temas no tenían relación con la raza, hasta Americanah (2013), escrita en Estados Unidos, y donde la protagonista es una nigeriana que emigra a Baltimore y descubre por primera vez lo que es ser negra o, lo que es lo mismo, ser considerada inferior por su color de piel. En esta última novela, Ifemelu narra las dificultades y discriminaciones que debe sufrir por ser negra (lo mismo que le ocurre a su novio en Inglaterra), donde la mejor educación y los mejores trabajos son para los blancos y donde una persona de color –sea norteamericana o emigrante– es siempre sospechosa de delincuencia, prostitución o de estar vendiendo droga si anda en la calle de noche. La protagonista también observa a las negras de Nueva York y se enoja al verlas renegar de su propia raza, gastando fortunas en tratamientos de alisado de pelo –para verse como Michelle Obama– y  parecer blancas, en vez de invertir ese dinero en una mejor educación.

En sus novelas y cuentos Zadie Smith también habla de racismo y educa. De las dificultades que tienen los niños angloafricanos para terminar la escuela, cuando sus madres o sus padres tienen trabajos miserables y poca educación. En Tiempos de swing (2016) vemos los distintos destinos que siguen dos mejores amigas del colegio, una con un hogar disfuncional (con un padre en la cárcel y una madre que no hace nada en todo el día), y otra con una familia mejor constituida y ganas de un futuro mejor. Pero para ambas el camino es ripioso, es difícil vencer los prejuicios de la gente, de tus mismos profesores –que esperan que fracases porque es lo que han visto–, de tus empleadores, de la gente que te ve en la calle como si fueras de otro lugar, aunque seas segunda o tercera generación en Inglaterra.

En las novelas de Zadie Smith hay mujeres negras que logran vencer la pobreza y vivir en casas lindas y buenos barrios –pienso en la adorable Kiki Belsey de Sobre la belleza (2005) y su vida en Boston; o en la abogada exitosa de la novela NW (2012)–. Pero son caso excepcionales en la literatura, donde abundan las historias sobre hijos que abandonan la escuela y terminan en pandillas, jóvenes con trabajos precarios viviendo en cuartos  hacinados, niñas afrodescendientes embrazadas antes de terminar la escuela, tal como Maya Angelou. Escritora y activista, Angelou pudo salir adelante como joven madre soltera, experiencia narrada en su libro Carta a mi hija (2009), una carta a una hija ficticia pero que detalla las dificultades para sobrevivir siendo negra y pobre en San Francisco, y el racismo que debió enfrentar desde su infancia en San Luis hasta el fin de su vida.

La escritora Zadie Smith. Créditos: thestar.com

Niña, mujer, otras

Sin saber de qué se trataba encargué la última novela de Bernardine Evaristo, Niña, mujer, otras (2020), recién publicada al español por Alianza de Novela y que el 2019 ganó –junto a Los testamentos (2019), de Margaret Atwood–, el prestigioso Booker Prize. Y la verdad es que llegó en el instante preciso, no solo a mejorar mi biblioteca de lecturas de color, sino en el momento en que el mundo reaccionaba con rabia e impotencia ante la muerte de George Floyd y se volvía a hablar de racismo.

En esta novela espectacular, la autora nos presenta más de una docena de personajes femeninos de raza negra de distintas generaciones, orígenes, opciones sexuales y niveles socioculturales: un abanico maravilloso que nos acerca a quienes debieron abandonar su país africano –a causa de la pobreza, de la política o la esclavitud– debiendo instalarse en países donde no conocían la lengua ni las costumbres. Además de estas historias dolorosas y emotivas, hay narraciones de sus descendientes, de las mujeres que crecieron en esas familias de obreros o fueron criados por madres solteras con escasa educación, y sus dificultades para que que estas nuevas generaciones salieran de la pobreza y la ignorancia. Hay historias increíbles, de niñas abandonadas que fueron adoptadas por blancos o que pudieron educarse en hospicios. Hay historias de angloinglesas lesbianas que lucharon contra la doble discriminación y montaban colectivos de arte, orgullosas de ser quienes eran. Pero también hay relatos de negras y negros que crecieron odiando su color de piel y que se convirtieron en discriminadores de quienes tenían la piel más oscura que ellos. Narraciones que llegan hasta la actualidad, como denuncia Morgan en una de las historias, activista ágenero con millones de seguidores en Twitter que intenta visibilizar el racismo que sufre toda la negritud, incluso los que han alcanzado el éxito.

La literatura negra nos acerca como personas, sus historias nos hacen pensar en discriminación e injusticia y en que #todaslashistoriasnegrasimportan. Nos hace combatir nuestros prejuicios y los de los demás, nos hace avergonzarnos de nuestro pasado y de nuestro presente abusivo y discriminador. Beloved, novela de Toni Morrison que ganó el premio Pulitzer de ficción en 1988, está dedicada a los “sesenta millones y más”, a los africanos y a sus descendientes, que podríamos ser casi todos. Como la blanca y pelirroja protagonista de Niña, mujer, otras, la inglesa antiemigrantes y pro Brexit, que necesita de un examen de ADN para descubrir que el color de piel no te define como persona ni te determina a la hora de amar y compartir.

La escritora Bernardine Evaristo. Créditos: nytimes.com
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Soledad Rodillo

Periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura de la Universidad de Chile. Lectora empedernida, dedica su tiempo a escribir artículos culturales para diarios y revistas especializadas. Es colaboradora estable de nuestro blog.

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