Cuando la Amanda empezó a leer, hubo dos libros que la guiaron en esos primeros pasos. Uno de ellos fue Omega y la osa (Editorial Kókinos, 2008) del escritor francés Guillaume Guéraud (Francia, 1972) y la ilustradora italiana Beatrice Alemagna (Italia, 1973). Un libro bello e inmenso que le llegó como un gran regalo a los 4 años. Recuerdo que cuando vimos su portada con una niña de pelo castaño, chasquilla y anteojos que miraba extasiada hacia el cielo, nos dimos cuenta que se parecía a ella y quedamos mirándolo por un rato entre la risa y la sorpresa.
Hace unos días, cuando lo retomamos para esta recomendación, me contó que en ese tiempo limpiaba el libro porque se imaginaba que el pelo de la niña era real y que a cada pasada de paño, brillaba más… Cosas de niños, pero creo que Beatrice, su ilustradora, estaría feliz de saberlo porque su mano creadora oscila entre la realidad y la fantasía complementándose a la perfección con la poética historia de Guéraud.
Guillaume Guéraud es un periodista amante del cine, mundo al que llegó por su madre, quien lo acercó a ese arte desde muy pequeño. Él finalmente tomó el camino de la escritura, pero sin alejarse de la inspiración cinematográfica, que lo ha llevado a concebir relatos con una escritura muy visual.
En esta historia, Omega es la protagonista. Una niña solitaria, valiente y con una gran imaginación. En su mundo los sueños se mezclan con la realidad. Es así entonces, como una osa grandiosa, de pelaje y ojos oscuros se convierte en su fiel amiga y juntas recorren un largo camino, de segundos o semanas, el lector decide…
—Amanda, ¿qué te gustó de la historia?
—Tú sabes que amo a los animales, así que me encantó la amistad de la niña con la osa, pero ahora que volví a leerlo me imaginé que era un encuentro con un ser querido que murió y que visitaba a la niña en sus sueños, en forma de osa. Pensé eso porque cuando se encuentran se abrazan con tanto cariño, como si se conocieran de antes.
—¿Por qué lo escogiste para esta recomendación?
—Porque me trae lindos recuerdos y porque creo que le puede gustar a los niños y niñas que son soñadores, que tienen mucha imaginación y que aman a los animales. A mí me sorprendió porque es grande y sus ilustraciones son muy lindas con papel recortado de revista. Dan ganas de pintar, dibujar y hacer collages. Cuando era más chica, me gustaban sus letras grandes y también que las palabras eran simples de seguir para mí, que estaba aprendiendo a leer, aunque había muchas que no conocía.
Sus impactantes ilustraciones llaman la atención de los niños porque Alemagna utilizó para esta historia su habitual técnica mixta: dibujos, pinturas y collages de diversas texturas y también fotomontaje. Todo eso logra una espectacularidad que captura sin duda, la atención de los niños.
Por otra parte, Omega y la osa es un libro lleno de metáforas que podemos interpretar de diversas formas: con la llegada del invierno, con los amigos imaginarios o con la amistad diversa e incondicional. Pero su tema central y más evidente es el amor de los niños por los animales, un tópico muy presente en la literatura infantil que toma tanto sentido en estos días de confinamiento, en que las mascotas han tomado un rol importante para los niños, entre el juego y la compañía.
Pero más allá de todas sus interpretaciones, muchos podemos coincidir que cuando los días se ponen grises, en medio de tanta incertidumbre y dolor, ¡qué ganas de ser niño otra vez! y crear esos mundos de sueños, conectarse con otras dimensiones, otros seres y abrir la ventana como lo hizo Omega, y sin más, dejarse caer “en los mullidos brazos de la osa, perdiéndose en su pardo y cálido pelaje”.