Con la compleja misión de tratar de equiparar el terreno de publicaciones según el género, ciertas editoriales independientes apostaron por publicar textos escritos por mujeres. Acá, una selección de 7 libros de chilenas que debutaron este año en el campo literario.
Créditos: Consuelo Olguín
Como en todo ámbito de la vida, el mundo literario ha sido cooptado por los hombres por siglos. No solo han sido quienes han escrito la Historia, sino que también han sido los constructores de un relato universal que asigna roles, poniéndose a ellos como los protagonistas y subordinando a las mujeres como personajes accesorios, que irrumpen para desestabilizar sus vidas, relegadas siempre a la esfera doméstica o íntima o a la locura. Pero ese engranaje pareciera ir en retroceso –lento, pero en retroceso después de todo– dada la incipiente proliferación de publicaciones de escritoras.
Con la compleja misión de tratar de equiparar el terreno de publicaciones según el género, ciertas editoriales independientes apostaron por publicar textos escritos por mujeres. Se trata de textos que van desde cuentos hasta novelas que contribuyen a una visión de mundo más diversa que la solo narrada por hombres. Acá, una selección de 8 libros de chilenas que debutaron este año en el campo literario.
Todas somos una misma sombra
Catalina Infante
Editorial: Neón
En los nueve cuentos, todas las protagonistas son mujeres que parecieran haber perdido algo y que intentan adecuarse como pueden a un nuevo escenario. Una pierde a su gato, otra a su padre, varias de ellas una relación amorosa. En los relatos, una situación fisura sus gastados vínculos a tal punto de quebrarlos por siempre. Y no tienen más remedio que seguir, aunque de todos modos se permiten la obsesión, la apatía, la desesperanza. La vivencia descarnada de la fragilidad. En “Todas somos la misma sombra”, el último cuento, las mujeres adquieren características más resistentes que los hombres en medio de un mundo posapocalíptico. Acaso una metáfora sobre la capacidad de adecuarse de mejor modo a la adversidad.
Cómo cuidar a un pato
Josefina González
Ediciones Overol
Escrita en clave de comedia, la obra de teatro presenta a Larry, un hombre de 45 años que va a ser padre por primera vez. Para practicar, compra dos patos. Y dos, en caso de que se le muera uno. “Necesito saber cuidar las cosas”, expresa en la historia. Pero Larry apenas sobrevive a sí mismo, siendo un hombre al que los eventos de la vida le suceden, sin que él los haya decidido. Inserto en un ambiente precario, los personajes que lo rodean dan cuenta de sus estrechas y machistas visiones de mundo.
Josefina González. Créditos: Pousta
No corresponden
Elisa Alcalde
Los Libros de la Mujer Rota
La adolescencia, entendida más como un estado mental que un fase etaria, es el tema de varios de los 9 cuentos que componen el libro, en el que reina el pesismo y el desamor. Los personajes son dueños de vidas estandarizadas, que creen enfrentarse a grandes problemas pero que, en realidad, desestabiliza apenas sus pequeños mundos de confort. Un hombre que termina su relación porque le gusta la amiga de su pareja, una adolescente frustrada en su cumpleaños al ver que el sujeto que le gusta pasa la noche entera hablando con su amiga, una joven que pone fin a su vida a la deriva tematizan dos clásicos antagónicos: cómo las expectativas versus la realidad chocan todo el tiempo.
Estampida
Bernardita Bravo Pelizzola
Editorial Cuneta
Los nueve cuentos de este libro giran en torno a un tema que de a poco se ha hecho camino en la literatura: mujeres que claudican a la maternidad, pero ya siendo madres. El texto que da el título al inquietante compilado, cuenta sobre una horda que decide partir del pueblo, abandonando a sus hijos a la suerte pero que así y todo aprenden a desarrollarse solos. Los cuentos se rebelan a la idea romántica que rodea a la maternidad: madres que viven con hijos que no quieren, madres que reprochan a sus hijas el tiempo que la tuvieron cautiva, madres que apenas pueden cuidar de sí mismas, madres que viven la maternidad como una condena.
Ferocidad
Virginia Gutiérrez
Ediciones Overol
La novela se centra en la relación de amistad entre Luca, Bernard y Julia, quien se reencuentra con ambos cuando empieza su transición de género hacia Javier. Su constante búsqueda de identidad se ve cruzada por el pasado: sus amigos acuden a él-ella para enfrentar un juicio por plagio de un guion que escribieron cuando eran jóvenes y vivían todos juntos en Estados Unidos. Se proyecta a los personajes como adultos en crisis, dueños de relaciones humanas frágiles y visiones cortoplacistas. En este caso, la transición de género funciona como analogía con la postura de la vida de Julia/Javier, quien vive el estado de transición como un viaje permanente, sin llegar nunca a un cuerpo definitivo.
- Elisa Alcalde
- Isabel Baboun Garib
- Bernardita Bravo
Exageraciones
Pía Escobar
Saposcat
Los relatos se presentan de manera alternada a través de los capítulos “Ellos”, “Yo” y “Eso”, variando entre el cuento y el ensayo. Las historias tratan sobre la extrañeza, desde un suceso tan surreal como una horda de gente que se apila bajo un árbol para alimentarse, la existencia de una niña cuyo interior corresponde al de una anciana hasta aquello que pasa de forma tan natural como lo es el paso del tiempo en el cuerpo. El tono de los textos es variado: algunos absurdos, otros serios, otros dramáticos, trasladando al lector a lugares completamente impredecibles.
Mi hermano muerto
Isabel Baboun Garib
Editorial Cuarto Propio
Como si la vida fuera una obra de teatro, las 9 historias de este libro giran en torno a la representación, tanto de los vínculos familiares como de aquellos lazos que se construyen con personas no sanguíneas con las que los protagonistas conectan. Cada escenario es un simulacro de esas relaciones: En Cuando un abrazo se ensaya se trata el abrazo no como un gesto intrínsecamente humano, sino como una acción que se aprende, en Mi hermano muerto la mujer/actriz mata simbólicamente a su hermano a través de una carta, mientras que en Judith, la actriz se ve impedida de encarnar las emociones de su personaje, de esa voz impostada que, en última instancia, tiene vida propia.
Catalina Infante. Créditos: Nicolás Montenegro