Crónicas

Ruta de la cueca: escobillao y zapateo

David Agurto Por David Agurto

Se fue septiembre hace ya varios días. Pero queda cueca para rato. Es que en los dos últimos lugares que visité, la cueca se vive todo el año. El Bar Victoria –conocido también como la Disco Cueca– monta una espectacular fiesta con bandas de cumbia, cueca y rock. Por otro lado, mucho más tranquilo pero...

Se fue septiembre hace ya varios días. Pero queda cueca para rato. Es que en los dos últimos lugares que visité, la cueca se vive todo el año. El Bar Victoria –conocido también como la Disco Cueca– monta una espectacular fiesta con bandas de cumbia, cueca y rock. Por otro lado, mucho más tranquilo pero con una muy buena celebración, Club Comercio Atlético se luce como el centro de la cueca urbana.

Bar Victoria. Créditos: Palo Olivares

Bar Victoria

Es viernes. Convoco a varios amigos y amigas. No todos pueden, pero aparecen nuevos comensales y bailarines. Me olvidé reservar una mesa –es necesario si quieren sentarse, ya que el lugar se llena– pero de todos modos voy con toda la fe y la prestancia del cuequero. Es que ya me creo el cuento. Y además es víspera de Fiestas Patrias, una semana libre y llena de juerga para algunos y de descanso para otros. Me interesa comer algo, tomarme un par de copas de vino y salir a la pista. Ni me preocupa quién va a tocar. Por las referencias que tengo, el lugar siempre es bueno. La cita es en el Bar Victoria, ubicado en Pedro Aguirre Cerda, en la clásica avenida Carlos Valdovinos, y muy cerca del Club de Rodeo Chileno Gil Letelier, otro lugar donde se vive la cueca y las costumbres chilenas.

La previa –como se llama en Chile a esa instancia anterior a la fiesta– la hacemos con la familia de Valeska tomando chicha. Me llaman Diego y María Jesús que están prontos a llegar al lugar. Con la nueva línea del metro es fácil, la estación Pedro Aguirre Cerda te deja solo a dos cuadras. Esperamos a Natalia, que se suma por primera vez a esta Ruta de la cueca, y partimos. A pesar de que me considero un GPS humano, no sé manejar ni la brújula ni el mapa del celular; así que el viaje que debió durar quince minutos, fue de casi treinta, pero tengo una excusa: me estaba preparando para las cuecas con una vuelta larga. Llegamos y, por primera vez en esta ruta, tuvimos que hacer fila. Para mi sorpresa, quedamos atrás de unos vecinos del barrio (es bonito el 18, como que todos son más amigos). Entramos, nos reunimos con María Jesús y Diego, quienes ya degustaban un “terremoto”, el típico trago dieciochero compuesto de vino pipeño y helado de piña. Los recién llegados, para ponernos a tono, nos dirigimos a la barra y acordamos una botella de tinto. El lugar es barato para comer y beber.

El Bar Victoria, si bien es un lugar de fiesta, es de ambiente familiar

La pista está llena. Ya tengo ganas de bailar. Está tocando el Trío Inspiración, banda de boleros fundada en 1957, que ha tenido diversas apariciones en televisión y ha acompañado en gira a varios cantantes latinoamericanos. Hay olor a romanticismo en el ambiente y no falta el tatita que aprovecha de acomodar su cabeza en el pecho de la bailarina. Yo saco a bailar a una de mis acompañantes, creyendo que bailar bolero será mucho más simple que la cueca, pero me equivoco rápidamente, pues también tiene toda su técnica. Hacemos brindis, conversamos y me percato de cómo expulsan al primer borracho que está dando problemas. El Bar Victoria, si bien es un lugar de fiesta, es de ambiente familiar. La banda termina de tocar y se prepara el DJ de la casa. Rápidamente arma una fiesta al ritmo de la cumbia. Si la pista estaba llena, ahora está repleta.

La Gallera. Créditos: El Desconcierto

Luego de tanto bailar, viene un merecido descanso. Un par de brindis más y aparece la Familia Saavedra, que ha dedicado su vida al arte de los organilleros y chinchineros. En el escenario, la única mujer del grupo, da vueltas a la manivela de un organillo del cual empiezan a sonar las notas para la base musical que seguirán los chinchineros para lucirse con su baile al ritmo del tambor y el platillo. El espectáculo es tremendo. Uno de los músicos danzantes se toma la pista para hacer, un giro tras otro, hasta completar, según yo, mil. Es una exageración obviamente, pero su destreza no termina ahí: baila, con tambor incluido, un pie de cueca, dejando a todos los presentes con la boca abierta y llenando el espacio de aplausos y vítores.

El DJ vuelve y me siento preocupado. La pista está más llena que nunca. Suena cumbia principalmente y empiezo a temer que no habrá cueca. Pero cómo, me pregunto, si estamos en la Disco Cueca. Hasta que aparecen ellos, La Gallera, una banda de cueca brava que nació el 2016, en primera instancia con dos seguidores de Los Trukeros, una de las bandas más reconocidas del género. Las cuecas no tardaron en llegar y la agrupación que ya cuenta con cuatro discos, hizo bailar a todo el mundo. El momento fue increíble, nadie se fue a sentar, y a pesar de que cada vuelta era un trabajo oneroso por la cantidad de gente, a nadie le importaba y todos disfrutaban. Finalmente, el grupo de cumbias Chumbekes –que firmó en el sello musical TVN Records y fue ganador de la competencia folclórica del Festival de Viña del Mar en 2012–, le puso la guinda a la torta. Aunque para nosotros ya había llegado la hora de regresar a casa.

Club Comercio Atlético

Dieciocho chico. La excusa de los cuequeros. Tal vez el pretexto de todos los amantes de las Fiestas Patrias que quieren seguir celebrando. El último lugar a visitar en esta Ruta de la cueca es el Club Comercio Atlético, ubicado en calle San Diego, a solo unos cuantos pasos de Avenida Matta. Realizo una reserva para ocho personas, esperando que lleguen al menos cuatro. Es fin de septiembre y aún hay ánimos de festejos. Nuevamente me acompaña Valeska y Natalia, y en esta vuelta final se suma Alejandra. Llegamos temprano, el lugar es tranquilo y parece vacío. Pero poco a poco, empieza a llenarse. La comida es sencilla: papas fritas, empanaditas de queso y cosas por el estilo. Para beber, hay una amplia gama para todos los gustos, desde cervezas, vino, ponches, hasta bebidas y agua mineral.

Club Comercio Atlético. Créditos: Facebook Club Comercio Atlético

Nos dedicamos a comer y beber mientras escuchamos las pruebas de sonido, y el lugar comienza a tomar forma, pues quedan pocas mesas vacías. Una vez más –y si bien me sentía dominador del baile– me pongo nervioso al observar que la gente asiste elegante y cuidadosamente vestida. Las mujeres de vestidos ceñidos, donde impera el color rojo, negro y algunos con accesorios brillantes; los hombres de zapatos, vestón o incluso ambos, lucen pañuelos de seda en los bolsillos de la chaqueta y sombrero. Yo de jeans, zapatillas y una camisa a cuadros. El Comercio Atlético es uno de los principales centros de la cueca urbana en Santiago.

Me doy unas vueltas, cámara en mano, a observar y sacar fotografías, cuando empiezan a tocar Los del Mapocho, un sexteto de cueca que nació de la mano de dos de sus integrantes, que reproducían su música en lugares públicos como La Vega. Con cinco años de carrera artística es una agrupación importante para el Comercio Atlético, ya que, fue aquí donde tocaron por primera vez. Me doy cuenta que todo lo aprendido en las últimas semanas no me va a servir, ya que la cueca urbana se baila distinto, con más seducción, más cercano a la pareja, llegando a cierta intimidad que no se logra con la cueca que ya conocía.

Es un espacio donde se vive la cueca, se baila, se toca, se enseña

Me intimido ante una petición para bailar. Una cuequera, pañuelo en mano, me invita a la pista para unos pies de cueca. Avergonzado, le confieso que me parece extremadamente difícil esta forma y no salgo a bailar. Definitivamente en este mundo, mi actitud sería repudiada. Con más confianza, puedo bailar con dos de mis amigas que me acompañan. Nos sentamos, conversamos sobre el lugar. Nos llama la atención algo: la gente que asiste acá, verdaderamente es amante de la cueca. Hay un DJ que ameniza los espacios en que no hay banda. Toca cumbias, pero es el momento de descanso para todos. En el Club Social Comercio Atlético lo único que se baila –al menos los sábados, pues también hay jam de salsa y noches de jazz en la semana– es la cueca. Es un espacio donde se vive la cueca, se baila, se toca, se enseña. Es el turno de Mal Paso, el segundo conjunto musical de la noche, pero para nosotros ha sido una semana pesada y ya son más de las dos de la madrugada, y decidimos irnos. Pero ya habrás más días para la cueca.

Los del Mapocho. Créditos: Facebook Los del Mapocho

Vuelta final

No es azaroso terminar la Ruta de la cueca en el mes de octubre. En los cuatro lugares visitados la cueca se vive semana a semana. No es cosa solo de septiembre y tampoco gusto de pocos. Hay muchas personas que aman la cueca y les fascina bailarla, guitarrearla, panderearla. Es algo de todos los días. Y aún más, hay otros como Esther Zamora que han dedicado su vida completa a este baile y a todo lo que lo rodea: la grata compañía, la buena mesa.

La cueca es para compartir. No importa si el escenario es tranquilo y se tocan cuecas bravas a grito pelado, como debe ser; o si es una fiesta total alrededor del precioso baile. La juerga, el vino, la chicha, terremotos y otros brebajes siempre están presentes. La comida depende del lugar, pero siempre está presente. Y lo que nunca falta es la música. Existe hoy en día una cantidad impresionante de bandas de cueca. Hace poco –antes de comenzar esta ruta– conocí al amigo de una amiga, quien es músico de esta corriente musical y al preguntarle por qué lugares visitar, me dio una clase magistral remontando a los orígenes y las diversas formas de abordar la cueca.

Espero haber sido una ayuda para quienes, como a mí, nos gusta la cueca y tenemos muy pocas nociones de cómo bailarla, pero sí de cómo disfrutarla. Resulta extraño acordarse de que no existe solo en septiembre, que sí hay lugares donde está siempre presente, y por qué no decirlo, es dueña de casa.

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David Agurto

Licenciado en Letras, profesor de Lenguaje, magíster en Edición y máster en Literatura Infantil y Juvenil. Realiza talleres de rap, cómic y adaptación literaria. Actualmente trabaja como mediador en bibliotecas escolares.

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