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Entrevistas

Más allá de la frontera: 7 autores bolivianos

María Jesús Blanche Por María Jesús Blanche

Poetas jóvenes, consagrados y novelistas. Así de diversa fue la delegación de escritores bolivianos que llegó en diciembre pasado a la ciudad puerto para participar en la segunda versión de la Feria Internacional del Libro de Valparaíso. Conversamos brevemente con ellos sobre su quehacer literario, la poesía boliviana, entre otros temas. Las respuestas, a continuación....

Poetas jóvenes, consagrados y novelistas. Así de diversa fue la delegación de escritores bolivianos que llegó en diciembre pasado a la ciudad puerto para participar en la segunda versión de la Feria Internacional del Libro de Valparaíso. Conversamos brevemente con ellos sobre su quehacer literario, la poesía boliviana, entre otros temas. Las respuestas, a continuación.

II Feria Internacional del Libro de Valparaíso. Créditos: @ivengocreativo

A fines del año pasado se realizó la segunda Feria Internacional del Libro de Valparaíso (FILVA), con talleres de narrativa y poesía, presentaciones de libros y una oferta editorial que tuvo a Bolivia como país invitado.

Casi una veintena de escritores bolivianos –en su mayoría poetas, pero también novelistas–, visitaron Chile para participar en este encuentro del libro cuyo lema fue “Valparaíso, ciudad lectora”. Algunas de ellas son voces que en la actualidad se escuchan en Chile gracias al trabajo de la poeta chilena Gladys González y del poeta chileno radicado en Bolivia, Juan Malebrán. Ambos compilaron Ulupica, trece poetas bolivianos recientes (Ediciones Libros del Cardo, 2016), que recopila autores bolivianos nacidos durante la década de los 80 y 90, permitiéndonos conocer escrituras impulsadas por la participación en encuentros y festivales poéticos que se han transformado en focos de acción que apuestan por resignificar lo que se entiende por territorio, provincia y frontera.

Para conocer más sobre estas escrituras, les preguntamos a algunos de estos escritores que visitaron nuestro país sobre sus influencias, inspiraciones y una que otra recomendación.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como poeta?
—Admiré todo lo que leí, quise escribir como todos los que en su instante me sedujeron y aún quiero hacerlo así. Me formó todo lo que leí. Desde los atlas de geología, las novelas Salgari, las primeras páginas del Árbol de Diana, que en 1976 tenía escrito en mi cinturón y leía y releía en las clases de colegio. ¡Ahora me parecen tan lejanas esas lecturas! Voy en otras seriedades. La infidelidad, a veces, es una de las características del lector.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—¿Cómo se generan los versos, lo garabatos? De saberlo posiblemente ya no escribiría. Por otra parte, no estoy seguro de tener ninguna “obra”, prefiero referirme nada más que a una modesta montonera de versos, garabatos y cuadros.

—¿Cómo trabajas un poema?
¿Qué hace que uno de pronto se ponga a “crear”, si lo hiciera? Tal vez algunos lo tengan claro. Yo, en absoluto, aunque mi ignorancia, en este caso, de ninguna forma debe confundirse con desconocimiento. Las categorías del saber y la comprensión hacen aguas con la poesía. Ella sabe o entiende lo que el saber no puede expresar, mientras expresa lo que ella misma no sabe.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos?
—Que haya o no haya poesía boliviana me interesa poco. Lo que me interesa es, ahora mismo, hoy mismo, es si habrá o no Bolivia en los próximos meses.

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
—Podría recomendar mil libros. Personalmente, mi primera recomendación es que hay que leer mil libros a la vez. El propio olfato se va decantando, el corazón va tomando lo que quiere.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron?
—Muchísimos. No solamente escritores sino también de otras artes como músicos, directores de cine, pintores, escultores, arquitectos, antropólogos, etc. El escritor boliviano Jaime Sáenz es un referente absoluto, murió en el 86. Aunque su trabajo es absolutamente diferente del mío, fue un maestro para mí.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—Escribo cosas que estén comprometidas conmigo, que me interesen, en función de obsesiones. Obviamente la obra de todo artista tiene algo de autobiográfico, así que hay referencias a mi biografía pero sobre todo los temas que me importan están siempre relacionados con seres, espacios y sociedades marginales, apartados, exterminados por el poder y la ambición.

—¿Cómo trabajas un poema?
Mi escritura es lenta y me es difícil entrar porque los temas que me interesa tocar son complejos para mí. Demoro más o menos dos o tres años.  No me siento a escribir todos los días. Tomo notas de diversas cosas, escribo en la noche, corrijo y boto bastante. Me interesa investigar y desarrollar mis textos en diversos soportes que trabajo en telas, otros usando maderas recogidas y hago también acciones cortas que se repiten en diversos escenarios.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos?
—Seguramente sí, se puede hablar, pero la verdad es que no sé. No leo poesía, así que no sé qué estarán escribiendo.

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
—Leo varios libros a la vez, ahora estoy con Los ojos vendados, de Siri Hustvedt, Esa visible oscuridad, de William Styron, Médicos y yatiris, de Gerardo Fernández Juárez y Sumar, de Diamela Eltit. Recomiendo esta última novela de Diamela Eltit. Los otros son específicos que me sirven y gustan en este momento y no son, necesariamente, grandes obras.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como poeta?
—J. Ashbery, Emily Dickinson, Herta Müller, Marina Tsvietáieva, Wisława Szymborska, Jorge Teillier, Sergei Esenin, T. Tranströmer, Sylvia Plath, Marguerite Duras, J. Kerouac, Henry Miller, C. Mislosz, entre tantos.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—Probablemente sea la inquietud, el deseo de expresarme. El origen de lo que escribí hasta ahora ha estado muy relacionado con los recuerdos de infancia, con narraciones orales que escuché cuando era niña y también con las sensaciones que me produce la música.

—¿Cómo trabajas un poema?
A veces surge de improviso, otras de anotaciones fragmentadas. Me agrada pensar en un ritmo al momento de intentar un poema, me da una especie de cadencia. Cada palabra, cada verso es el camino que intento recorrer de un modo instrumental.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos?
—Quizá se puede hablar de poesía boliviana, así como de poesía brasileña o rusa. Es decir, cada cual con sus particularidades. Pero no podría hablar de tópicos, pienso que aún estoy explorando yo misma a las autoras y autores bolivianos.

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
—Ahora leo La música del hambre, de J. M. G. Le Clézio. Recomiendo El africano, también del mismo autor, los ensayos reunidos de Paul Auster y la obra reunida del autor boliviano Víctor Hugo Viscarra.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como poeta?
—Cuando se habla de poesía generalmente se la entiende como un género aislado, autores como Pedro Lemebel, ayudan a entender la poesía como un género fluido. El tratamiento del lenguaje en su crónica es fundamental para pensar lo barroco poético y, en mi caso, para pensar la poesía misma. Las obras poéticas de Néstor Perlongher, Reinaldo Arenas, Emilio Ballagas, Severo Sarduy, entre otros, han delineado mi escritura como un hacer político-poético.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—El homoerotismo. Mi obra, que no es grande, está conformada por una trilogía que piensa el homoerotismo como su principal elemento estético discursivo. En “Eucaristicón”, construido desde la disolución de un yo poético ubicado en el padre y el hijo, dos hombres en el inminente juego erótico. En “Sarcoma”, el homoerotismo transita el cuerpo enfermo, el cuerpo seropositivo desplazado al lugar abyecto. En “Sanitizado”, proyecto en curso, lo homoerótico habita los espacios de la ciudad.

—¿Cómo trabajas un poema?
Ninguna escritura parte de cero. La poesía es una reescritura de la pasión por la escritura de otros autores. En mi caso parto de la lectura, la escritura de un esbozo poético, lo dejo reposar unos buenos meses o años, y regreso para reescribir el proyecto inconcluso.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son, a tu juicio, sus principales tópicos?
Yo prefiero pensar la poesía por fuera de su frontera, hay trabajos que están pensando este oficio por fuera de “lo boliviano”. Por ejemplo, Ulupica, trece poetas bolivianos actuales es una muestra poética cuya característica tiene que ver con los modos en que están circulando las voces antologadas: poetas, hombres, mujeres, heterosexuales, homosexuales, y poéticas que piensan su escritura más allá de su nacionalidad.

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
Me declaro un lector poliamoroso. En este momento estoy leyendo Ética marica, proclamas libertarias para una militancia LGBTI, de Paco Vidarte, los libros de poesía Factory y La edad de los árboles del chileno Francisco Vargas Huaiquimilla. La poética trava de la argentina Susy Shock en Hojarascas y Cuerpos para odiar de Claudia Rodríguez. Masochistics del cuerpo queer boliviano César Antezana. El inmenso desvío del peruano Juan Carlos Cortázar y releyendo, siempre, a Pedro Lemebel.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como narrador?
—Ya venía de leer profusamente a los latinoamericanos (García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, Cortázar, Rulfo y Borges) cuando descubrí a Francisco Coloane, quien me habló de los mares del sur, sus islas y navegantes. Después las lecturas han migrado a Defoe, Conrad, Melville, Poe; hacia los norteamericanos (Hemingway, Fitzgerald, Steinbeck, Faulkner, Capote, McCarthy, Salinger, Vonnegut, Carver, Foster Wallace, etc.); y otros como John Banville, J. M. Coetzee o Leonardo Padura.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—Contar historias, darle alguna utilidad a la imaginación, trajinar los suburbios de la humanidad, ejercer esta forma extraña de amistad que es la literatura.

—¿Cómo trabajas un texto?
—Se escribe en poco tiempo. Un cuento un par de días, una semana. Una novela en 53 días, como dice mi amigo el narrador Pavel Oyarzún. Y después algunos años, entre 2 a 12, para la corrección.

—¿Se puede hablar de narrativa boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos ?
—Sí se puede hablar de narrativa boliviana, pero siempre es un engaño, porque cada autor es un mundo cerrado. Quizás es mejor hablar de narrativas, hoy hay varias generaciones de narradores ejerciendo al mismo tiempo, autores que trabajan el género negro, la ciencia ficción, no pocos viven en el extranjero.

—¿Qué estás leyendo actualmente?
—Estoy leyendo Nuestro mundo muerto de Liliana Colanzi, El sistema del tacto de Alejandra Costamagna, Pobres diablos de Cristian Geisse, Saratoga de Óscar Barrientos, un libro de cuentos de Eric Nepomuceno, los cuentos completos de Bolaño y algunos más.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como poeta?
—Siempre he sentido que a muy pocos corresponde plenamente el denominativo de “poeta”, así que solo puedo hablar de los autores y las autoras que me acompañan. Algunos nombres que, sin un orden particular, vienen de inmediato a mi memoria son Plath, Sexton, Di Prima, Tsvetaeva, Pizarnik, Kornblith, Rilke, Rimbaud, Lezama, Huerta, Martín Adán…

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—La observación suele ser el inicio; una imagen que se captura del exterior y que casi demanda ser trasladada en palabras, nutrirse de ellas.

—¿Cómo trabajas un poema?
—El poema surge a partir de una imagen mental o del ritmo que proyecta un encadenamiento de palabras. Desde allí y de manera preliminar, el esqueleto del poema se construye mentalmente; ahora sí, voy al papel y escribo. La corrección, inmediata o posterior, la hago leyendo en voz alta procurando corresponder con el ritmo proyectado y revisando la imagen pretendida inicialmente.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos ?
—Sí se puede hablar de poesía boliviana. Existe una tradición fundada en el trabajo sostenido de poetas icónicos, rastreable desde principios del siglo XX, aunque probablemente desconocida frente a las tradiciones poéticas más fuertes de países limítrofes. Respecto a los tópicos, junto aquellos que tratan los temas universales como el amor, la muerte y el lenguaje, existen trabajos dedicados a la tierra, al paisaje, pero en mi opinión, los más destacables exploran posibilidades formales.

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
—Actualmente estoy muy motivada con la lectura de poetas mujeres de habla inglesa, así que estoy leyendo y recomiendo a Margaret Atwood. También invito a leer a Blanca Wiethüchter, una de las mejores poetas de mi país en los últimos decenios.

 

—¿Qué autores o autoras te formaron como poeta?
—Son varios pero si tuviera que elegir, serían Mónica Velásquez, Enrique Lihn y Jorge Teillier.

—¿Cuál es la génesis de gran parte de tu obra?
—Va de la nostalgia, melancolía e inercia.

—¿Cómo trabajas un poema?
—Mediante la reescritura primeramente, luego corregir y pulir los versos en lapsos largos de tiempo.

—¿Se puede hablar de poesía boliviana? ¿Cuáles son –a tu juicio– sus principales tópicos boliviana?
—Los actuales a mí parecer, van de la contemplación interna como externa, lo cual permite el uso de imágenes  más diversas. Creo que estamos en un punto de quiebre

—¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué nos recomiendas?
—Voy leyendo el árbol de la memoria de Jorge Teillier, creo que la poesía chilena tiene muchas lecciones para dar.

 

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María Jesús Blanche

Magíster en Literatura, licenciada en Letras Hispánicas y diplomada en Edición. Actualmente se desempeña como Coordinadora de comunicaciones y contenidos en La Fuente.

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