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Entrevistas

Andrés Sandoval, ilustrador: “Me gustan todos los colores, incluso aquellos que no conozco”

Paulina Retamales Por Paulina Retamales

Desde el diseño del piso de la terraza de su departamento —en el mítico edificio Copan en São Paulo— hasta los últimos libros publicados por Companhia das Letras (Brasil) o Terre di Mezzo (Italia), todo exhala una mezcla de creatividad, ritmo brasilero y esa poética tan chilena que heredó de su paso por el país...

Desde el diseño del piso de la terraza de su departamento —en el mítico edificio Copan en São Paulo— hasta los últimos libros publicados por Companhia das Letras (Brasil) o Terre di Mezzo (Italia), todo exhala una mezcla de creatividad, ritmo brasilero y esa poética tan chilena que heredó de su paso por el país y de sus padres. Nos fuimos de viaje a Brasil para conocer más de Andrés Sandoval, arquitecto de profesión e ilustrador por pasión, quien vive literalmente en las alturas.

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En su casa-estudio, el ilustrador Andrés Sandoval. Créditos: Paulina Retamales

Andrés Sandoval nació en Chuquicamata en 1973 y emigró a Brasil junto a su familia, en 1975. Luego regresó a Santiago con 8 años para vivir en la casa de su abuela, en un edificio modernista del centro de la ciudad, desde donde observaba la Cordillera de los Andes, comía charquicán, cazuelas y porotos con cebolla. Lo peinaban con limón, le enseñaron a cómo salir ileso de un terremoto, a comer erizos y a tan solo modular —para no cantar en voz alta— la tercera estrofa del himno nacional agregada por la dictadura militar y eliminada tras el retorno a la democracia.

Sin duda estas memorias chilenas de alguna u otra forma están siempre representadas en el trabajo de Andrés. A pesar de no tener recuerdos claros de esos primeros años en el norte, los posteriores años de pre adolescencia en el colegio público Guillermo Matta, en avenida Santa Rosa, las tradiciones familiares que emigraron con él hasta Brasil y en especial el espíritu inventivo de su padre, han dejado huella en el artista gráfico que es hoy. “Mi padre es un tipo creativo, estudió electrónica y mezclaba todo. Quizás a través de la pintura y de las enseñanzas budistas le interesaba trascender a las cosas. Llevo conmigo algo de todo eso, de su inventiva, su capacidad de ensamblaje y de la improvisación”.

Andrés vive y trabaja en un edificio icónico de la arquitectura paulista —cómo no—, el edificio Copan que el reconocido arquitecto Oscar Niemeyer diseñó en los años ‘50 y que se ha convertido en la postal más recurrente del energético centro histórico de la ciudad. Desde el piso 10, ha planificado y desarrollado los compromisos editoriales que le encargan desde Portugal (Planeta Tangerina y Pato Lógico), Estados Unidos (New Yorker, Tower Block Books), Italia (Terre di Mezzo) y desde mismo Brasil (Companhia das Letras, revista Piaui, Ática, Ubu, Girafa). Fue publicar en 2003 O mundo de cabeça para baixo, con la ya extinta editorial Cosac Naify, para luego no parar.

—¿Cómo vinculas tu experiencia y conocimientos de arquitectura a la ilustración de libros?

—Durante mi carrera, poco a poco, he ido aproximándome a la arquitectura, incluyendo temas como el paisaje y la historia de las ciudades en mis trabajos. Me interesa la experiencia del caminar, conocer las áreas verdes en la ciudad y el transcurso de los ríos, por ejemplo. Por otro lado, me gusta también reflexionar sobre el acto de diseñar y el libro como un objeto, con todas las posibilidades de espacio circular que puede ofrecer y que pueden ser muy bien aprovechadas por los dibujos. La ilustración me da la oportunidad de aplicar estos conceptos, generalmente vinculados a la arquitectura en los libros.

SÌO PAULO

Las curvas sinuosas del mítico edificio Copan, diseñado por Oscar Niemayer, en medio de la selva de cemento de São Paulo.

De hecho, su más reciente proyecto encargado por la editorial para niños Tower Block Books, de San Francisco, es quizás el libro que más se acerca al mundo de la arquitectura. Su diseño está hecho con timbres minúsculos, casi del tamaño de un poroto, en un papel doblado como acordeón. Donde uno de los recursos narrativos fue contraponer escalas: cosas pequeñas hablan de cosas grandes. “El tema es una metrópolis brasileña con sus conjuntos residenciales, sus malls periféricos, el tránsito de vehículos, estacionamientos interminables, protestas, policías, inundaciones y hasta bombas de gas lacrimógeno”, nos explica Andrés mientras nos enseña la maqueta original del libro que será publicado en el año 2018.

Y continúa: “El proyecto visto de lejos parece una masa indistinguible de timbres, que tan solo al aproximarse a él se revela la delicadeza de las marcas. Intenté tratar con sutilidad los temas violentos, la desigualdad social y la tensión política”.

O Super macho UBU

«O Supermacho», The Supermale. Ubu Editora, São Paulo, 2016. Créditos: http://www.andressandoval.com

Y es que parece que a pesar de haber nacido en un pequeño pueblo al norte de Chile, la ciudad y la metrópoli es lo que más ha marcado a Andrés Sandoval, a pesar de haber viajado bastante en su vida.

“Uno de mis principales viajes fue aquí mismo en São Paulo. En la Facultad de Arquitectura me tocó hacer un trabajo de diseño donde el trayecto de la casa de mis padres y el resto de la ciudad pasó a ser mi asunto principal, mi foco de atención. De esta manera tuve la chance de elaborar un viaje como una poética visual. Me concentré en dibujar a lápiz en un cuaderno en blanco. Mi interés estaba en el espacio aéreo, miraba todo el tiempo hacia arriba, las antenas, los paños que cubren los edificios que estaban en construcción.”

Así, sin necesidad de cruzar fronteras, Andrés aprendió “que el cuaderno de viaje era una opción estilística”.

—¿Cuáles son tus artistas referentes, a quién miras y admiras?

—El trabajo de Lina Bo Bardi, arquitecta de São Paulo, es una de mis referencias. Me gusta la radicalidad de su diseño, del espíritu cívico que ella imprime en sus obras. Durante mis estudios en la Universidad (USP) trabajé en el Instituto Lina Bo Bardi y conocí muy de cerca sus delicadas acuarelas y estudios. Es bonito ver como Lina trabajó con la cultura brasileña. Y cuando pienso en ilustración, nunca dejo de sorprenderme con los diseños de Saul Steinberg, ¿quién más trabajó la línea como personaje  y con tanto buen humor?

—Tus libros juegan con formatos y contenidos más artísticos, algo poco usual en la gran mayoría de catálogos de libros infantiles, ¿cómo ha sido la recepción de los libros en las librerías y cómo se relacionan con otros libros más «tradicionales”?

—Digamos que los libros infantiles combinan dos artes: la letra y el diseño. Los llamados “más artísticos” son aquellos en los que predomina el diseño por sobre la escritura, o incluso hasta la puede llegar a descartar. El libro donde predomina el diseño, por lo general tiene una narrativa poco lineal, ambigua y exige la participación del lector. No siempre el público está dispuesto a hacer este esfuerzo de lectura, ni tampoco los editores. A veces, la recepción es frustrante. Por otro lado, esos proyectos pueden ser  transformadores para aquellos que se disponen a entrar en el libro. Son proyectos a largo plazo y que dan mucho sabor a las editoras.

Si pensamos qué le diría el libro artístico al tradicional, creo que sería algo tipo: Somos iguales, tenemos los mismos derechos y deberes.

esquina Revista Piaui

Esquina. Créditos: Revista Piauí

El ilustrador oriundo de Chuquicamata, enclave minero a 15 kilómetros de Calama (región de Antofagasta), comenzó dibujando libretas de viaje en su época universitaria; y a lo largo de estos últimos 15 años ha experimentado con ilustraciones para revistas, libros y fanzines, sin embargo, dice no tener un estilo definido ni formato favorito. “Todos estos formatos están muy conectados. Lo importante es explorar un lenguaje, estudiar una técnica, como en el caso de los timbres. Investigar su historia, encontrar similitudes con otras técnicas, ver su contenido semántico hasta llegar a un proyecto visual.

—En una entrevista llegaste a decir que diseñar es como danzar. En un país donde se baila tanto y tan bien, ¿el panorama para el ilustrador es tan propicio como para el que danza?

Me gusta la danza, es verdad. Creo que el baile, así como el diseño, es un tipo de entrega. Algo al diseñar se queda fuera de la cabeza y se va a los músculos. Pero al mismo tiempo, hay un juego muy directo entre el cuerpo y el pensamiento. En el diseño no es posible volver atrás. En la danza parece ser lo mismo: no hay nada para atenuar una vez te lanzas a bailar.

No soy la persona más indicada para decir cómo está el mercado, pero sentí su retracción en estos últimos dos años: tuve que reducir gastos y buscar nuevas formas de trabajo, ya sea en el campo académico, arquitectura y otras propuestas colaborativas y becas.

También estamos viviendo una crisis política que nos ha obligado a movernos mucho más que de costumbre para defender nuestras bases democráticas e institucionales. Es así que estamos danzando en Brasil y el diseño en ese sentido tiene mucho para contribuir.

—¿Has vuelto a Chile?

—Recientemente volví a Chuquicamata, dibujé la ciudad entera. Entendí los desechos de materiales, sus edades y diferentes tipos de colores, qué era una “tronadura” en la mina y visité mi antigua casa, donde nací. Después fui a estudiar el desierto, me hospedé en una quebrada, probé las peras silvestres y participé del carnaval. Me traje mucho trabajo ilustrado de allí, que espero terminé siendo un lindo proyecto editorial.

Y por último pero no menos importante, ¿cuál es tu color favorito?

—Me gustan todos los colores, incluso aquellos que no conozco.

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Paulina Retamales

Periodista de la Universidad de Viña del Mar. Gran parte de su vida la vivió en España, en donde se graduó en las universidades Autónoma de Barcelona y Oberta de Catalunya. Encontró su pasión por los libros y el mundo de la edición dirigiendo la FILSA de Santiago. Cofundadora de la Corporación del Libro y la Lectura, en los últimos años dirigió la editorial Vicens Vives Chile. Actualmente es docente del Diplomado de Cultura escrita y fomento lector de la Universidad Adolfo Ibáñez.

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