El ilustrador francés Benjamin Lacombe llegó a Chile después de exponer su trabajo en el Museo ABC, de España, y de pasar por la Feria del Libro de Buenos Aires, donde firmó libros para cientos de seguidores. Con cerca de 30 libros publicados, y sólo 32 años, su trayectoria le ha permitido tener un control absoluto de su trabajo y lograr que cada uno de sus libros sea único.
Lacombe reconoce una amplia gama de referentes. En los fotógrafos Gregory Crewdson, Desiree Dolron o Erwin Olaf; en los pintores del Quattrocento; en los dibujantes Edward Gorey y Maurice Sendak; y también en el cine, con directores como Tim Burton y Alfred Hitchcock. Los grandes ojos de sus personajes, dice, se deben a Walt Disney: “Creo que hay mucha emoción en los ojos, es por eso que expreso muchos sentimientos a través de ellos. Yo soy de una generación que ha sido criada con el manga japonés y las películas de Walt Disney, donde están presentes los ojos grandes”.
Ninguno de los libros que Lacombe ha publicado es igual al otro. Cada libro es único. La mayoría de sus obras son de su completa autoría, como los álbum Los amantes mariposa, Ondina, Melodía en la ciudad y la novela gráfica Leonardo y Salai. Con el escritor Sébastien Perez lanzó Genealogía de una bruja y El Herbario de las hadas. También ha ilustrado clásicos, en el caso de la antología de Edgar Allan Poe Cuentos macabros, Nuestra señora de París, de Víctor Hugo, y Blancanieves, tal como fue escrita por los hermanos Grimm. Su último libro publicado en español es Swingin Christmas, escrito por la cantante Olivia Ruiz. Todos ellos disponibles por la editorial Edelvives.
—Además del texto y las ilustraciones, parece ser para ti muy importante el objeto libro. Cubierta, guarda y tipografía, todo suma para que el lector pueda sumergirse en el universo que cada una de tus publicaciones propone.
—Cómo está hecho es parte importante del libro, además del texto y las imágenes. Todo participa en el momento de la lectura. Son importantes los elementos de la fabricación, el papel y la tipografía. Esa es la razón por la que, en mis libros, yo elijo todo; incluso el tamaño.
Los Cuentos Macabros, de Edgar Allan Poe, por ejemplo, son muy sombríos y por eso el libro mismo es tan oscuro. La portada tiene un relieve especial y los bordes de las páginas son negros. Hay también una alternancia entre páginas blancas y otras páginas negras escritas con tinta blanca. Estos elementos te permiten entrar a un universo. Y todo tiene que estar hecho para quedar en ese universo. Por eso cada uno de mis libros es diferente. Blancanieves, por el contrario, es mucho más luminoso. Cada libro debe ser diferente, porque cada libro debe encajar con la historia.
Todos mis libros son diferentes. No ocupan el mismo papel ni son parte del mismo universo. Esa es mi libertad.
Tener control sobre mis libros es algo que he hecho desde el comienzo de mi carrera. Conozco muchos ilustradores que son muy talentosos, pero no saben cómo contar una historia o cómo manejar elementos como la tipografía; entonces son prisioneros de los deseos de las editoriales y de cómo a ellos los ven. Esto hace muy difícil para ellos expresarse. Lo terrible es que cuando haces un libro que tiene éxito, las editoriales querrán que hagas siempre el mismo libro. Eso es exactamente lo opuesto a lo que yo he hecho. Todos mis libros son diferentes. No ocupan el mismo papel ni son parte del mismo universo. Esa es mi libertad. Esa es la razón por la que estoy preocupado de todos mis libros y elijo detenidamente mis proyectos.
Ilustración interior de «Cuentos macabros», selección de cuentos de Poe traducidos por Julio Cortázar.
—¿Tienes también el control de las traducciones de tus libros?
—No siempre. El problema son algunos países que quieren cambiar cosas, pero el 90% de las veces cuando se traduce uno de mis libros es exactamente igual a la versión original. Ahora, por ejemplo, hay un libro mío que será publicado en Brasil. Se hará una edición exactamente igual a como fue publicada en Francia, pero también el gobierno hará una edición para ser distribuida en las escuelas del país que será tapa blanda (o rústica), y frente a eso hay que decir que sí, porque es bueno saber que llegará a manos de más niños. Algunas veces hay que ser flexible.
—Tus libros suelen ser encasillados como “oscuros”, ¿te sientes cómodo con esa definición?
—No creo que todos mis libros sean oscuros. Sí lo es Cuentos macabros, porque así debía ser. Pero Swingin christmas, por ejemplo, es mucho más colorido, al igual que Melodía en la ciudad o Ruiseñor. Hago ambos tipos de libros, aunque creo que los libros oscuros han dejado una impresión más fuerte.
Curiosamente, los que le tienen mayor temor a estos libros no son los niños, sino que son los padres, que piensan que las historias son muy oscuras para ellos. Pero, finalmente, cuando les das estos libros a los niños, ellos los aman. Y aman el hecho de que no los consideres como gente a medio camino, sino que personas, las que quieren ser asustadas, tienen sentimientos fuertes y les gusta que las historias no siempre tengan un final feliz.
—Siendo tan cercano al libro como objeto, ¿cómo ha sido tu experiencia en libros electrónicos?
—Sólo he hecho un e-book: El herbario de las hadas, que fue primero publicado en papel. Y no fue un simple traspaso de libro en papel a libro digital; fue un proyecto que permitía estas dos maneras de contar la historia. La versión digital que se hizo no es un simple pdf, tiene animación y permite la interacción. Lo que calza perfecto con la historia.
El libro digital es una forma diferente de leer y no creo que se pueda sólo traspasar un libro en papel a uno digital.
El herbario de las hadas es sobre un científico que va a un bosque y descubre un nuevo mundo debajo de sus propios pies. Y eso es justamente lo que ocurre con el libro electrónico: es una nueva manera de contar historias, un nuevo mundo que se abre para nuestras manos. Entonces, en la versión digital del herbario puedes, como si fueras un científico, buscar, descubrir; puedes seguir el mismo camino que hace el personaje en la historia. El libro impreso, en cambio, es muy diferente, porque ahí el papel parece como si fuera viejo, tienes incluso recortes; el propósito es que tengas el diario de este científico en tus manos para abrirlo y sumergirte en él.
El libro digital es una forma totalmente diferente de leer y no creo que se pueda solo traspasar un libro en papel a uno digital, eso no sería interesante. El e-book del herbario ha tenido una muy buena recepción y eso no es una razón para mí para hacer otros y convertir todos mis libros en papel al formato digital. Sólo lo hice esa vez porque la historia encajaba de esa forma.
—Tu versión de Blancanieves es muy especial. Combina diferentes técnicas y posee un ritmo propio, muy cinematográfico.
—Hice Blancanieves para una colección de libros en Francia que tiene muchos cuentos de hadas. Amo esa colección, pero están acostumbrados a hacer todos los libros iguales. Y yo soy muy difícil porque me gusta hacer los libros a mi manera.
En este libro hay dos técnicas: pintura a color y blanco y negro. Ocupo el color para las imágenes más surrealistas, que no son narrativas. Podía hacer esto porque todos conocen la historia de Blancanieves. Como no era necesario que hiciera imágenes que narraran los hechos, podía así arrojar algunos símbolos para darle luz a la historia. Pero, al mismo tiempo, sí hay momentos de la historia que necesitaban ser narrados, como cuando Blancanieves limpiaba la casa de los enanos. No tenía sentido ser simbólico sobre eso. Esos son los momentos en blanco y negro.
Para el momento más importante de la historia —cuando Blancanieves come la manzana— quería poner 5 dobles páginas sin texto, sólo imágenes. Es un momento de silencio, que inmediatamente sabes que es muy importante. Es como cuando en una película detienen la música, entonces la atención se intensifica. Fue muy difícil hacerlo porque la editorial no estaba acostumbrada a esto en esa colección.
—Una de tus últimas publicaciones (todavía no disponible en Chile) es la novela gráfica “Leonardo y Salai”, sobre el amor entre Leonardo Da Vinci y Salai, su asistente ¿Por qué estabas interesado en hacer este proyecto? La homosexualidad es un tema poco frecuente en la literatura juvenil.
—La homosexualidad no es propiamente el tema del libro. Leonardo Da Vinci era homosexual, así que cuando hablo de él tengo que hablar de eso, pero el tema del libro es más bien la libertad y el amor. Es una historia de amor de 30 años la de Leonardo Da Vinci y su asistente, Salai; un personaje que ha sido olvidado por la historia, pero que fue muy importante en la vida de Da Vinci e influenció mucho su trabajo.
Es interesante referirse a la vida de Da Vinci desde los cuestionamientos que ahora tenemos sobre el artista y sobre la homosexualidad.
El libro es, diría, sobre la vida de Da Vinci, una persona absolutamente genial y que, es cierto, tuvo una vida muy difícil porque era homosexual en una época en que no estaba permitido. Pero, al mismo tiempo, el tema del libro es la dificultad de ser un artista, un creador, y querer crear lo más hermoso, pero tener que lidiar con el hecho de tener que producir para vivir. Y Da Vinci no estaba interesado en los trabajos terminados, sino que en el camino para llegar al trabajo terminado. Así, empezaba muchas cosas, pero terminaba muy pocas.
Quería que este libro reflejara la intimidad de Da Vinci: cómo vivía, cómo hablaba, cómo se movía. La mejor manera de hacer esto —aparte de una película—, no era con un libro álbum o uno ilustrado, sino que con un cómic. Hacer un cómic es muy difícil, no lo hacía en 10 años. Mi primer libro fue un cómic y lo odio. Ahora quise volver al cómic porque esta historia necesitaba ser contada de esa manera. Afortunadamente, conté con la ayuda de Paul Echegoyen para los fondos.
Cuando lees este libro comprendes la dificultad de la vida de Da Vinci. Y, claro, es interesante referirse a esa vida desde nuestra sociedad y sobre los cuestionamientos que ahora tenemos sobre el lugar del artista y sobre la homosexualidad. En Francia —ignoro la situación en Chile— tenemos mucho debate sobre el matrimonio homosexual. Mucha gente piensa que no es normal y que los homosexuales casi no son humanos. Puede que este libro logre que mucha gente reflexione sobre el hecho de que una de las mentes más deslumbrantes que hemos tenido en la tierra era homosexual. Y no sólo sí era humano, sino que un gran humano.