Rostros pálidos de ojos grandes, paisajes y animales que se elevan desde las páginas, hojas troqueladas que juegan con los lectores, lienzos repletos de detalles que cautivan con cierta melancolía. Así son algunos de los numerosos títulos de Benjamin Lacombe que decoran las estanterías de la casa central de editorial Contrapunto, a pocos metros de la sala en la que el artista francés permanece sentado, rodeado de libros, pinturas y lápices, junto a su compañero de varios títulos, el autor Sébastien Perez. Ambos visitan Chile de la mano de Editorial Edelvives y Librerías Contrapunto, en el marco del lanzamiento de su última obra ilustrada: La sirenita, de Hans Christian Andersen.
«Cada vez es un desafío» asegura Benjamin Lacombe cuando le pregunto por los cuentos clásicos que ha ilustrado, y la forma en la que aborda obras que ya tienen un lugar en el imaginario colectivo, como ha hecho con Blancanieves (Edelvives, 2011), Alicia en el país de las maravillas (Edelvives, 2016) y Bambi. Una vida en el bosque (Edelvives, 2020), entre muchas otras. «Cada una tiene su cuota de dificultad, porque son obras que existían antes de nosotros, que van a continuar existiendo después de la versión que vamos a proponer», reafirma.
La sirenita (Edelvives, 2023) ilustrada por Lacombe presenta el texto original escrito por Hans Christian Andersen en 1837, pero ofrece una nueva lectura a partir de tres incorporaciones: incluye el final original del cuento, que fue tachado por el mismo Andersen; anexa algunas de las cartas de amor escritas por el autor danés a Edvard y Louise Collin, y reinterpreta el imaginario de la obra con ilustraciones que juegan con la ambigüedad de la sirenita y con guiños al mismo Andersen en la estética de esta protagonista.
«La sirenita, con este inédito final, puede entenderse como el grito del corazón de un hombre, un grito de amor que jamás pudo expresar abiertamente en vida. Para leer con empatía», advierte Lacombe al inicio del libro.
En todas tus obras se distinguen paletas de colores bien definidas, que me imagino van ligadas también al sentido de las historias. ¿Cómo tomas esa decisión en La sirenita?
Cada libro tiene su propia paleta porque creo que el color tiene una virtud narrativa. En el caso de La sirenita se ve este azul muy profundo, que en general se asocia al género masculino, y el rosado, vinculado a lo femenino. Este rosado es muy fluorescente porque representa la afirmación del personaje. Es un libro sobre el tema de la identidad, por eso el juego entre estos colores.
La sirenita con la que más nos familiarizamos es la difundida por Disney, ¿crees que aporta esta versión o solo nos aleja de la original?
Creo que lo que es muy sorprendente es cuánto Disney polariza en general. Es decir, en muchas entrevistas se nos habla de Disney y se nos pregunta nuestra opinión sobre la película. En el fondo, Disney es una interpretación, es un artista que realizó esta obra, y la fuerza de estas obras es que pueden tener distintas interpretaciones a lo largo del tiempo. Igual que una canción muy conocida puede ser diferente según si la canta Ella Fitzgerald u otra cantante.
En realidad, a mí me encantó la película cuando niño. La fuerza que veo en ellas es que a partir del momento en que Disney hace una película el cuento se vuelve mundial. Por ejemplo, dirijo una colección que se llama Cuentos clásicos ilustrados, en la que hay clásicos que ilustro yo, o que otros ilustradores y autores reescriben. Me he dado cuenta del impacto que tiene Disney con el caso del cuento Piel de asno, cuyo trabajo confié a la ilustradora estadounidense Alessandra Maria. Piel de asno es un cuento que en Francia todo el mundo conoce, pero ella nunca lo había escuchado. ¿Por qué? Porque Disney nunca hizo una versión de este cuento.
La versión de La sirenita que vienes a presentar es probablemente la más cercana a la intimidad de Andersen que se ha publicado, ¿qué aspectos de esta sirenita son los que más te interesaba destacar al momento de idearla?
Estoy completamente de acuerdo en que es la obra más personal de Andersen. Es la que más dice sobre él y, sin duda, si tuviera que elegir, para mí, las obras de Andersen que más se acercan a él, primero La sirenita seguro, La niña de los fósforos también porque habla mucho del tránsfugo social que era. Esto era verdaderamente una problemática suya porque venía de un medio muy, muy pobre y estaba muy consciente de que había tenido muchísima suerte de salir de ese medio y también de que eso era absolutamente anormal y poco natural y que, básicamente, cuando se nacía en un medio social, se moría en ese medio social.
Y es verdad que, en todo caso, de lo que estoy realmente orgulloso con esta versión de La sirenita es haber presentado las cartas que nunca habían sido publicadas. Y el final que nunca había sido publicado, ni siquiera en danés, y dice muchísimo sobre Andersen; sobre él, sobre su visión del mundo y sobre su modernidad.
¿Por qué crees que este final no fue conservado en la obra final por decisión del mismo Andersen?
Lo dijo, de hecho, hay una historia. Andersen, cinco o seis años antes de La sirenita, había publicado un cuento que se llamaba Agnete y el hombre del mar y en realidad era un poco a la inversa, es decir, una mujer humana que se enamoraba de un hombre sirena, que se llamaba Edvard Collins, que estaba muy inspirado en Edvard Collins. Y a Edvard Collins no le gustó nada y lo dijo muy claramente en sus cartas, le dijo a Andersen que no era un buen autor, que era incapaz de salir de su propia biografía y de sus personajes y que en realidad un gran autor normalmente debe poder dejar vivir a sus personajes y no inspirarse de lo real. Y entonces, cuando escribe el final de La sirenita, le dice a su amigo crítico que ese final, es el mío, viene directamente del corazón a la pluma entonces es mi final, de hecho, no es el final del personaje y que es necesario que el personaje tenga su propio final, como si quisiera responderle en realidad a Edvard Collins.
Mujeres samuráis
Personajes complejos e imperfectos, junto a historias que logran emocionar al lector, son parte de la propuesta literaria que ha caracterizado el trabajo de Lacombe, tanto en las obras que también ha escrito, como en aquellos proyectos que ha escogido de la mano de otros autores. Con técnicas variadas como el gouache, acuarelas, lápices o pinturas al óleo, Benjamin Lacombe ha dado vida a más de cuarenta libros que, desde sus inicios, lo han transformado en una celebridad del mundo de la ilustración internacional.
Mientras hablamos dibuja en la portadilla de un libro que le han pedido autografiar, sin prisa se detiene ante cada pregunta y levanta la mirada para contestar. A su lado permanece Sébastien Perez, con quien ha trabajado en varias de sus obras, como Genealogía de una bruja (Edelvides, 2008), El herbario de las hadas (Edelvives, 2011) y Frida (Edelvives, 2016).
¿Hay nuevos proyectos literarios junto a Sébastien?
Acabamos de terminar un libro que se llama Historias de mujeres samuráis. Traemos de vuelta una parte histórica muy importante, devolvemos la voz a estas mujeres que la historia quería olvidar, que realmente existieron y no se correspondían con la imagen que se quería dar de la mujer en Japón. Les devolvemos una voz, un destino; fue un trabajo grande, son muchas páginas, es un libro que no podemos esperar presentar.
Benjamin toma un dispositivo con pantalla táctil y comienza a recorrer con entusiasmo algunas ilustraciones de su nueva obra que en su portada retrata parte del rostro femenino de una guerrera japonesa, precedida por una katana y pequeñas figuras del folclore japonés. «Hay diferentes tipos de narración, a veces son los fantasmas de las mujeres quienes cuentan la historia, a veces está narrado en flashback en primera persona, otras son cartas. Y hay distintas técnicas. Esta es una referencia al teatro Nō japonés, porque ella es un poco como la marioneta de su padre que la está casando a la fuerza. Y luego tenemos aquí el destino de dos hermanas…», explica deslizando las imágenes. «La primera frase del libro para mí es muy importante, de Simone de Beauvoir: No olviden nunca que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados».
Deja a un lado la pantalla y retoma el dibujo en el que trabaja con lápices y pinceles cerca. Se ríe cuando cito sus palabras en una antigua entrevista sobre su libro de Frida Kahlo en la que afirmó: «El arte fue para ella un modo de resiliencia, de superar todos los obstáculos de la vida».
¿Y qué ha sido el arte para ti?
Hubo un periodo, en Francia al menos, en el cual raramente fui tan infeliz, fue durante la pandemia y se habían cerrado los museos, las bibliotecas, las librerías y se decía que no eran esenciales. Todo el mundo decía «ya no podemos tomar cafés, ya no podemos…» a mí me daba lo mismo. Lo primero que hice con el desconfinamiento fue ir a ver exposiciones, era una necesidad en realidad, y es cierto que para mí es esencial. Trabajé como nunca durante la pandemia, quise mantener el vínculo con los lectores durante el confinamiento. Lo divertido es que el día de la vuelta al confinamiento estaba haciendo la inauguración de una exposición, de mi exposición Bambi en el museo Deyrolle, y para el desconfinamiento volvimos a hacer una inauguración, como un paréntesis.