Desde distintos formatos, Bernardita Olmedo ha retratado la cotidianidad de las mujeres con un humor oscuro con el que se ha hecho muy popular. Primero en las redes sociales en las que empezó a compartir las viñetas de Bruta; luego en la webserie de Nano que escribe y dirige, en la que a través del personaje de Silvia ha hablado de la normalidad, del cambio climático y de la pandemia; y ahora con su último libro, en el que nos enteramos de que viene del sur, de Purén, de donde siempre se quiso ir. «Estudié audiovisual en la UNIACC, pero fue medio accidental: no sabía qué estudiar, vengo de un pueblo súper chico, no hay cine, yo tampoco veía muchas películas, pero meses antes de salir de cuarto medio encontré las carreras de esa universidad y entre esas estaba audiovisual con especialidad de guion. A mí siempre me gustó escribir dramaturgia, que tampoco tenía nada que ver, pero en ese momento pensé que podía ser lo más parecido que podía encontrar».
¿Qué escribías de dramaturgia cuando chica?
Desde quinto básico a cuarto medio siempre nos hacían hacer obras teatrales y yo era la que las escribía y las dirigía. Todo tenía siempre un toque de comedia o de ironía. Me acuerdo de que una vez había un intercambio con un liceo de Chile Chico y entonces iban a ir algunas autoridades de allá a Purén e hice una obra muy satírica donde evidenciaba las falencias que teníamos en el liceo. Si las leyera ahora me daría mucha ternura y vergüenza, pero por ahí partió. Escribir guiones es nada que ver a escribir teatro; quizás pueden coincidir en algunas cosas esos lenguajes, pero son mundos súper distintos. Admiro mucho a los dramaturgos, a la gente que puede escribir teatro, me parece un mundo interesante, misterioso, me gusta.
¿Lo de las obras escolares fue porque tenías algún profe motivado?
No, también fue un accidente, porque nos pusieron la tarea de hacer una obra de teatro y por descarte fue como: ya, la hago yo. Y quedó, me gustó y tuvo mucho éxito (en el curso). Entonces después yo quedé como la persona que escribía las obras y las dirigía. Pero no fue que yo haya leído o viera una obra de teatro que me inspiró, nada de eso. En general me pasan las cosas así: no es que yo las busque, me toca hacerlas; uno se va encontrando con cosas. Los libros han sido así también: tampoco se me ocurrió que yo podía hacer un libro, sino que como todo lo que hago igual va conversando, con la gente que vas conociendo, todo se va dando para que los proyectos se armen. El último libro, Hija ilustre (La Pollera Ediciones, 2022), fue una invitación, porque para mí era igual que la dramaturgia: cómo voy a escribir, qué falta de respeto para los que escriben. Esa es mi mentalidad.
¿De chica qué escribías, aparte de las obras?
Diarios de vida, cuadernos con cómics, una sola historia que iba desarrollando harto, como novela gráfica. Eran cosas que tenía guardadas y que nadie podía ver. Mis hermanas las veían porque intruseaban mis cosas. Pero como que guardaba esos cuadernos de cómics más que un diario de vida; era más vulnerable al mostrar esta historia de ficción que estaba haciendo a un «querido diario, hoy saludé a un amiguito». Esto era mucho más importante y más privado para mí. Eran historias con cero de extraordinario, muy de amigas a las que les pasaban cosas. Nada muy extravagante ni superhéroes ni nada de esas cuestiones.
¿Cómo empezaste el lenguaje más unitario de las viñetas?
Ya más grande, Bruta lo empecé como a los veinticinco, como concepto. Lo empecé a hacer así porque dibujaba en todas partes: mientras estaba en una clase, mientras estaba trabajando y hacía viñetas humorísticas para burlarme de alguna situación. Creo que lo que me gusta hacer siempre tiene que ver con algo cotidiano, no darme tanta vuelta en inventar algo extraordinario. Las empecé a compartir en Facebook con mis conocidos; así como uno comparte una selfie, yo compartía un dibujo. Y empezaron a tener buena acogida, entonces hacía más. Ya luego por orden dije: «voy a poner en un fanpage solos los dibujos y que mis redes sociales sean mis redes sociales», muy de neurótica. Y ahí busqué el concepto, me llegó lo de Bruta y partió.
¿Con qué materiales trabajas?
Soy bien artesa. Los primeros dibujos que compartí con mis amigos probablemente podían ser un cuaderno cualquiera, cuadriculado, lápiz pasta azul. La única decisión que tomé es que iba a ser en una hoja blanca y tiralíneas. Igual, si uno ve los primeros dibujos que compartí, no me importaba que estuvieran bien terminados y no sé qué, se notaba que estaba apurada por compartirlos. Se me ocurría algo y lo quería hacer con un lápiz cualquiera. Con el tiempo fui puliendo y mejorando, entre comillas, dentro de mi estilo también. Yo dibujo de una manera y no pretendo hacerlo más precioso. Lápiz, tiralíneas y una croquera.
¿Eres autodidacta, nunca has hecho un taller?
Sí, nunca he hecho un taller. Ni de literatura, nada, pero me tinca la idea de hacer un taller de literatura, ahora me causa curiosidad, no con el afán de publicar un libro necesariamente, sino como para soltar la mano, porque en general suelo trabajar súper sola y eso está bacán, pero no recibes feedback de nadie. En el libro yo trabajaba con mi editor y me pareció bueno ese diálogo para encontrar una vuelta en lo que estaba bloqueada o reafirmar algo. Me interesa qué es lo que puedo aprender de la experiencia de mis compañeros, salir un poco de mi escritorio sola. Creo que el mundo se enriquece mucho más con la experiencia de las demás personas.
¿Silvia cómo nació?
También fue un accidente. Pero eso fue gracias a que el Cristóbal, que es quien lleva Nano, me empezó a seguir en Bruta y me escribió porque le gustó lo que yo escribía. Y a la Pame le escribió porque la vio en otra webserie, empezaron a trabajar juntos, y nos propuso: ¿qué les parece si hacemos una webserie? Silvia iba a ser como un spin-off de esa otra webserie, íbamos a sacar algo de ahí y hacer algo propio, aunque igual fue mutando ese personaje y se convirtió en algo con su propio mundo.
¿Cómo lidias con la popularidad que han tenido tus trabajos?
Al principio como que no me hacía cargo, no me mostraba, nada. Entonces esa era una manera mía de cuidarme, porque no me interesaba y todavía no me interesa que yo sea conocida, sino que los dibujos, mi pega. Siempre tuve esa claridad y eso me dejaba muy tranqui; hubo un momento en que me agobiaba, porque por mi perso no me gusta ser alguien que la reconozcan, no es algo a lo que yo aspiro. Me empecé a mostrar de a poco porque ya era tiempo de hacerlo, o porque hice el libro y salía mi nombre, quería hablar de él y presentarlo.
Con los comentarios no siempre enganchas.
No, porque he ido aprendiendo que ya sé cuándo voy a hacer un dibujo que va a gustar por identificación, entonces mucha gente se va a etiquetar diciendo mira eres tú, no sé qué, buena onda. Sé cuando un dibujo va a hacer eso y va a ser muy popular en general, es como una fórmula. Y yo podría seguir esa fórmula y hacer puros dibujos así, pero cada tanto –sobre todo– también me gusta hacer dibujos que molesten, entonces esos dibujos van a hacer que la gente me deje de seguir, que me lleguen mensajes un poco más mala onda, o que se genere un diálogo más de debate. Me gusta mucho eso.
¿Dibujas otras cosas que no sean Bruta?
No, de partida es como sé dibujar nomás y cada vez que tengo ganas de dibujar, dibujo así. Y cuando no dibujo escucho música, me voy a otras cosas, intento no ser tan monótona. Me gusta ir buscando, no sé si mañana voy a querer tejer, me gusta la idea de ir encontrando nuevas cosas que hacer. Igual admiro eso: personas que dicen me levanto con una idea y no puedo estar tranquila hasta que la saco en el papel o el computador o no sé qué, a mí no me pasa eso. No sé si soy más floja, o no soy tan obsesionada. Porque puedo tener algo y lo mastico, lo dejo, y a los días se me puede ocurrir algo, procesos de perder mucho tiempo, entonces parece que perder tiempo es parte de mi proceso creativo, lo he ido aprendiendo ahora. En algún momento pensaba que era una pérdida de tiempo y después aprendí bueno, pero este rato que salí a caminar quizás no conscientemente pensé en la idea pero estoy masticando algo, rumiando, y luego bah, va a aparecer algo. Y a mí me resulta así.
Sobre Hija ilustre, ¿de La Pollera te propusieron que escribieras sobre Purén?
Sí, era parte de una colección que tenía que ver con ser de provincia, entonces la invitación fue esa: escribe sobre tu pueblo. Nada más. Lo que fuera. Este es el tercero de la colección y los dos anteriores eran bien autobiográficos. Y yo los leí primero, obviamente, entonces también estaba esto de que no me gusta hablar de mí, no voy a poder hacer esto, o voy a tener que ficcionar todo pero esto es una colección de no ficción, entonces estuve igual mucho tiempo dándole vueltas a qué voy a decir, cómo lo voy a decir, cómo voy a hablar de mí sin tener que hablar de mí, en algún nivel en me sienta cómoda. Entonces estuve en un proceso inventándome primero personajes ficticios, un narrador, y ya luego poco a poco lo fui limpiando y me fui metiendo más yo. Escribía cosas y las iba compartiendo con mi editor, él me decía ya dale sigue por acá, dale me parece, sigue escribiendo más, pero igual había algo que no me convencía, hasta cuando di con el formato en el que quedó el libro que es como más cortito, más extractos, con esa voz.
¿El humor es algo que era parte de tu familia, tu grupo de amigos, o es algo que te brotó a ti, en tu soledad?
En general soy bastante piola, parezco muy seria, pero tengo un humor muy oscuro y tiendo a rodearme de gente con un humor así. Pero no sé de dónde surge ese humor, creo que nunca me lo he preguntado, pero creo que en mi familia igual tenemos este tono, podría ser. Es que siento que no podría ser cercana a alguien que no tenga humor, para mí es una condición. Yo tampoco sé si tengo el mejor humor del mundo, pero creo que igual es una manera mía de poder comunicarme. De pronto estoy contando cosas que son muy terribles para mí pero supongo que el humor es como una valvulita para decantar las cosas, para que no sean tan terribles. No sé, no le he dado tanta vuelta, porque tampoco sé si soy una persona chistosa. Por ejemplo en Bruta no me gusta generar «jaja»; de hecho creo que si uno analiza las viñetas la mayoría no hace reír, como reír de que uno las vea y jaja, sino que me gusta que uno a veces se incomode, o quede para adentro. Hay algunas que sí son chistosas, pero en general no, son bien oscuras a veces.
Es que el humor es más un punto de vista, a veces. No tiene que ver con reírse necesariamente.
Me gusta más como identificarse en ese absurdo, identificarte con algo y completar lo demás con tu propia experiencia y hacer tu propia lectura del dibujo. Silvia lo mismo: no hace reír, pero sí la podrían clasificar en comedia, supongo. No hacemos reír, de hecho siempre decimos eso: es como una comedia que no hace reír. Y muchas personas no lo entienden: bueno y dónde vienen las risas. No vienen. Estoy buscando que te genere otras cosas. El humor está en los temas que tocas, pero a veces se dicen de una forma que creo que me van a hacer reír, pero te engañé: no te estoy haciendo reír. A mí me gusta mucho la tristeza (dice, sonriendo); hablar de que estoy triste y que tengo rabia. La rabia me gusta mucho. Me mueve mucho más la rabia que la esperanza, soy mucho más pesimista parece.
Hay algo que cruza las cosas que haces en dibujos, guion, literatura. Algo común en diferentes formatos. ¿Cómo lo definirías?
Hay un concepto que de hecho lo uso ahora, me lo apropié, que es pesimismo lúdico. Creo que así definiría todo lo que hago. De hecho, es la forma en que me comunico fuera de las redes. Me gusta reírme también de ser amargada. Pero no quiero irme en el hoyo de la negatividad y la depresión, porque no se sostiene una vida así, pero tampoco quiero ser un mensaje de lucha por tus sueños porque todo mejorará, porque el mundo es bien terrible entonces creo que un equilibrio que me ha permitido sobrevivir mentalmente, sobrevivir a mi cabeza, fue ese concepto.
¿Quién te lo dijo?
No me acuerdo quién fue, pero ahora es mío. Parece que fue mi editor.
Es un buen concepto.
Me gusta eso; escribir, comunicar, todo eso que es por lo que te critican: una amargada, una resentida, una histérica, una neurótica. Sí, prefiero eso a escribir sobre florecitas y empoderamiento.