Los lugares comunes y las frases hechas tan características del mundo deportivo están jubilados de esta revista que se ocupa del fútbol. El amor por la palabra no lo permite. Los siete (locos) que trabajan en la revista leen con fruición a Villoro, pero también a Marechal, Baricco y Chandler. En esta entrevista, Pablo Cheb, co-director de la revista, repasa la historia de una publicación que hace diez años nació en papel en Argentina y hoy atrae nuevos lectores en la web.
Portada del libro que recopila las crónicas de revista Un Caño.
—¿Cuándo nace Un caño?
Nosotros estamos en papel desde el 2005. Tenemos 62 revistas impresas de aproximadamente 85 páginas cada una. El año 2013 la revista cerró y los trabajadores queríamos que siguiera saliendo, por lo que armamos una web bastante básica. Desde abril del 2014 empezamos a publicar dos notas por días, todas los días. Ahora llevamos un año y pico con este modelo, publicando todos los días material original y recuperando buena parte de lo que teníamos en el archivo de la revista en papel.
—¿Cómo definirías el perfil de la revista?
Al principio decíamos que no éramos una revista deportiva, sino una revista cultural que se ocupa del fútbol.
Hay un reconocimiento que nos dio la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires que habla por sí solo. Nos distinguieron como publicación de interés deportivo y cultural. Ese fue siempre el perfil que quisimos darle. De hecho, al principio decíamos que no éramos una revista deportiva, sino una revista cultural que se ocupa del fútbol. Es para la gente que le gusta el fútbol y la política y la cultura, porque todos esos factores están embebidos. Hoy en día basta ver lo que está pasando con la FIFA. O alcanza con pasar a Chile y ver cómo se está viviendo en Santiago o La Serena la Copa América, que es algo que en otro momento no estaría pasando. Hay un claro movimiento social que tiene que ver con el fenómeno futbolístico.
—¿Por qué crees que surgen estas revistas que de algún modo rompen con una mirada tradicional como El Gráfico o lo que fue Don Balón en Chile?
El Gráfico tiene más de cien años de historia y era la voz en la que uno se apoyaba para enterarse de lo que había sucedido. Uno iba a El Gráfico para enterarse cómo habían salido los partidos. A partir de la masividad de internet la gente empezó a enterarse mucho más rápido de los eventos y a necesitar algo más que información: un valor agregado en análisis u opinión, narrar una historia con cierta estética literaria. Como la gente ya conoce lo que pasó nosotros intentamos darle nuestro punto de vista. De hecho casi todas nuestras revistas eran temáticas y hacíamos un desarrollo realmente largo para abordar un tema en profundidad y agotarlo.
Lo segundo es que la concentración del poder en determinados medios hace que la información a la que pueden acceder es toda igual. Uno entra a Olé, La Nación, Clarín y lo que va a encontrar son noticias cotidianas, sin mucho análisis, que van a la inmediatez y ahí se pierde la posibilidad de profundizar o incluso de revisar el pasado para ver si hay cosas parecidas a las que están sucediendo hoy. Esta vorágine del vamos, vamos, vamos nos deja a nosotros como revista muy bien parados en el sentido que nos basta con parar la pelota y mirar un poquito para atrás y decir en el 70 pasó algo igual o hace 40 años estábamos en la misma situación. Es algo que nadie hace.
—¿Por qué ustedes tienen la posibilidad de hacerlo?
Nosotros somos siete los que escribimos en la revista, tenemos un nivel de formación universitario, nadie se dedica exclusivamente a la revista y eso nos permite también salir de la dinámica cotidiana del consumo de medios. Podemos hablar con libertad de cosas de las que no depende nuestro futuro. Si vos ves a un jugador todos los días difícil que puedas criticar su juego de manera imparcial, si tenés que ir a un club difícil que puedas criticar su organización. Hay un montón de presiones que no tenemos. Nosotros tratamos de salir de esa lógica y ahí es cuando mejor responden nuestros lectores.
—¿Se cansan los lectores y seguidores de tanta repetición en el mundo futbolero?
Yo creo que la audiencia se siente un poco insultada por la permanente repetición, los lugares comunes, las frases hechas, la resolución sin pensamiento de un montón de cosas. Uno prende la tele y escucha a (Fernando) Niembro hablando dos horas, por ejemplo, de lo que sucedió en el Boca-River, que era algo bastante severo y él preocupado que iba a haber disturbios fuera de la cancha si se suspendía el partido, que era lo último que había que pensar, y encima con un poquito más de profundidad te dabas cuenta que él es militante de un partido político del mismo color que el presidente de Boca, con lo cual trataba de no nombrarlo, no incluirlo en los problemas. La gente se da cuenta y se cansa de eso.
Ilustración de Néstor Taylor.
—Igual ustedes se mantienen como una revista de nicho.
Sí, acá se lee poco, nos siguen poco, somos una revista de nicho. Pero al mismo tiempo la gente que te sigue te valora muchísimo porque justamente encuentra lo que ha estado buscando tanto tiempo y no aparece. Somos de nicho no porque no exista el público para leer, sino porque los grandes medios de comunicación deciden ofrecer algo diferente.
El lector subestimado
—¿Qué importancia le dan ustedes al tema de la crónica y el periodismo narrativo?
El lector de deportes está muy subestimado por los medios de comunicación.
En un momento era la base de la revista. Tratábamos de contar temas que ya se habían contado en cualquier tiempo y le dábamos un toque de non fiction. Eso nos pasaba cuando teníamos más tiempo y la publicación era mensual. La verdad es que con el paso a la web eso se transformó también. Son otros tiempos y estamos más apurados. Lo que no hacemos es tanta crónica, pero lo que sí intentamos hacer es mantener un lenguaje más o menos sofisticado para el mundo del deporte. Muchas veces se vulgariza y se simplifica el lenguaje porque por alguna razón al lector se lo subestima, se piensa que no tiene la misma capacidad de apreciación estética que un lector de otro tipo. El lector de deportes está muy subestimado por los medios de comunicación. El amor por la palabra está siempre en la revista y se nota que los tipos que escriben intentan darle un valor agregado al discurso más allá de la anécdota.
—Pero el gusto por la lectura, intuyo, se mantiene. ¿Cuáles son los referentes que tienen en el ámbito literario?
La redacción es muy ecléctica y amplia en términos etarios, el más joven tiene 29 años y el más grande tiene cincuenta y pico. Esa diferencia se nota en referentes y lecturas. Pero sí te puedo nombrar autores que fueron permanente consulta para escribir artículos en el ámbito deportivo o gente a la que directamente citamos o les afanamos artículos para publicarlos nosotros. Juan Villoro, el mexicano, es uno. Nosotros leemos con fruición a Villoro porque nos parece un tipo que tiene un talento para decir lo que ya dijeron veinte veces de manera distinta que es único. (Roberto) Fontanarrosa es otro, porque tenemos una identificación con su desparpajo y su manera de describir el potrero que es tan argentina y tan nuestra, o con la ideología que a veces deja ver. Borocotó (seudónimo de Ricardo Lorenzo Rodríguez) que es un escritor y periodista de hace muchísimos años que escribía en El Gráfico también es un tipo que fuimos a ver varias veces porque somos un poco antiguos.
Y en términos de literatura hay uno que te va a decir que (Leopoldo) Marechal es su ídolo máximo. Otro lee mucho a Alessandro Baricco. Otro es fanático de los policiales y tiene a Raymond Chandler. Pero somos todos muy literarios, los libros van y vienen en la redacción y los llevamos todo el tiempo. De hecho, dos de las personas que trabajan en la redacción de Un Caño son escritores que publicaron sus novelas: Alejandro Caravario y Mariano Hamilton.
—¿Se puede hablar únicamente de fútbol en la literatura de ficción?
Es aburrido. Hace poco leí una frase que citaba Villoro que decía que la literatura cuanto más habla de fútbol más aburrida es.
—A pesar de que ya no escriben crónica como solían hacerlo, continúan reflotándolas y compartiéndolas con los lectores. Pareciera que la crónica guarda algo de atemporal.
Las crónicas no mueren, incluso cuando hablás de temas de actualidad. Hace poco publicamos una nota que se llama “Me cago en el folclor”, que habla de la violencia en el fútbol. La pusimos el día en que Boca y River tuvieron esos problemas en La Bombonera, pero había sido escrita en el 2011 y la gente daba por hecho que lo habíamos escrito el mismo día del partido.
Ilustración interior de la revista.
—¿Qué valor le entregan y de dónde viene la ironía y la sátira, la cual se refleja tanto en los escritos como en las portadas?
Viene de buscar el humor. Nosotros teníamos un par de revistas de los años 70 que nos daban la pauta, revistas que luchaban contra un poder muy opresivo. La revista Humor o Satiricón tenían caricaturas muy potentes y siempre nos gustó ese estilo. De hecho, tardamos bastante en encontrar el estilo de la tapa. Encontramos un dibujante, que es Sebastián Domenech y nos sentábamos los siete y estábamos horas pensando. La tapa era nuestra carta de presentación. Y esa sátira que en ese momento era más novedosa y contestataria tiene que ver con la era de internet. Hoy los memes, las ironías del Twitter son bastante más ásperas de lo que éramos.
—¿Cómo les sienta internet? Hay una aparente democracia en cuanto al acceso, pero también ánimos por aparentar y casi un sentido dictatorial del click.
Las notas más largas es difícil que la gente las lea en internet. Cuando el tema es interesante mucha gente comparte las notas con sus amigos sin leerlas. Casi como si fueran un símbolo de estatus. Una vez pusimos el cuento Torito, de Julio Cortázar, que habla de un boxeador del barrio de Mataderos y tenía relación con Nueva Chicago. Lo pusimos en Facebook y tenía una cantidad de compartir arriba de 1200, pero el registro de lectura era de 80. Es una forma para decir ‘mirá que piola, que culto que soy’.
Damian Didonato escribió esta crónica sobre Robin Friday, un jugador atípico que se convirtió en leyenda urbana.
—Puedes recomendar cinco artículos para alguien que no conoce la revista.
Voy a ser bien tiránico porque son las que se me ocurren a mí. Una es “¿Quién es Messi?”, que trata sobre una colonia menonita cerca de Entre Ríos donde no pueden jugar ni ver fútbol. “Me cago en el folclor” es bastante representativo. “El otro apache”, que era un compañero de infancia de Carlos Tévez en la villa Fuerte Apache, que cuando creció se hizo delincuente y cuando fue atrapado por la policía se suicidó. “Negros pero no boludos” es la historia de la selección de Zaire de 1974. Y el último “El mejor jugador del mundo del que nunca escuchaste hablar”, es un perfil de un inglés medio maníaco, borracho y drogadicto que era un fenómeno.
—La última pregunta, Pablo: ¿Qué es lo que más se extraña de no estar en papel?
El papel. El papel es hermoso. Yo soy de esa generación que leía revistas, ir a los kioscos y preguntar por tu revista. Eso es lo que más se extraña. Y ver tu tapa en la calle o gente leyéndola en el tren, en el subte, en el colectivo. Probablemente tengamos más lectores ahora que entonces, pero igual no tiene comparación.