El poeta chileno Pablo de Rokha fundó la revista Multitud en 1939, que circuló, intermitentemente, hasta 1963. Ahí escribió ensayos y, sobre todo, polemizó con su época. El libro Pablo de Rokha y la revista Multitud (Das Kapital, 2014) selecciona las editoriales, criticas, discursos y epístolas que De Rokha publicó en esta revista. Conversamos con Daniel Rozas, periodista y documentalista, quien estuvo a cargo de la selección y notas de este libro.
Por Diego Muñoz y Pablo Espinosa.
—¿Qué te motivó a hacer este rescate?
—Este libro está dedicado a mi abuelo Abraham, que era un gran lector de Pablo de Rokha y él se murió cuando yo era joven y el único legado que me dejó fue el libro precioso Mis grandes poemas, la antología póstuma de De Rokha, publicada por Nascimento en 1969. Leí este libro de adolescente y fue una entrada poderosa a De Rokha y a la poesía chilena.
Como documentalista, pensé primero hacer un documental sobre De Rokha. Me obsesioné con la idea. Pero después me di cuenta de que había ya bastante material. Y me puse a pensar qué se podía hacer sobre Pablo de Rokha que no estuviera hecho. Conocí las prosas de Jorge Teillier y varios libros de poetas con sus prosas y pensé que por ahí se podía atacar. Después conversé con Patricia Tagle —de la fundación Pablo de Rokha—, el 2012,y le ofrecí rescatar al Pablo de Rokha prosista, que es el que está en la revista Multitud.
—¿Cómo fue el proceso de sumergirse en los archivos de la revista Multitud?
—Complejo, como todo lo de De Rokha, porque está todo diseminado. La fundación tiene material, pero no tienen todo. El trabajo fue grande. Habían muchos hoyos. Lo que tuve que hacer fue ir a la Biblioteca Nacional, a los microfilms, y hacer un trabajo de transcripción que me tomó un año.
En general el proceso fue muy fiel al espíritu de De Rokha. Fue por amor al arte, por una inquietud personal. Empecé a trabajar sin tener siquiera una editorial. Tenía el permiso para los derechos por la fundación, solamente. Fue un trabajo largo, solitario y difícil, porque los textos son densos. Lo que ustedes ven en este libro es mínimo. Es un décimo de lo que rescaté.
—¿Qué fue lo que desechaste de todo ese material para este libro?
Yo quería hacer un libro atractivo, que se leyera como una revista, como la revista Multitud.
—Habían cosas que me parecían un poco anacrónicas. Que creía que no iban a funcionar muy bien con el paso del tiempo, cosas muy coyunturales. Ese tipo de partes me las salté. Traté de hacer tres ejes fundamentales: la parte política, la parte literaria y las cartas. Y otra cosa que me parecía muy fundamental, y tiene que ver con que soy periodista, es que a mí me da la sensación de que siempre los libros de De Rokha estaban hechos de una forma muy poco fácil para el lector no experto. Yo quería hacer un libro atractivo, que se leyera como una revista, como la revista Multitud. Que uno la pudiera leer de adelante para atrás, o agarrar y leer desde cualquier parte. Que la portada fuera atractiva… La portada es de color rosado, lo que generó muchos anticuerpos entre los rokhianos ortodoxos.Estuve hablando con la gente que es más entendida en de Rokha, más cerrada, los de la vieja escuela, y cuando les conté que la portada tendría color rosado, pusieron el grito en el cielo. Les parecía que De Rokha se estaría revolviendo en su tumba. Una blasfemia prácticamente. Porque está el huaso de Licantén, el volcán en erupción, toda esa figura asociada a este poeta; que está bien, pero también es un poco caricaturesca. A mí y a la editorial Das Kapital nos pareció muy importante vincularlo con el presente, acercarlo a las nuevas generaciones. Ése es el espíritu de este libro.
—En la introducción, la “Invitación al lector”, dices que Multitud no es una revista convencional. Cito al mismo De Rokha, que dice: “Multitud es una revista llena de fuego, voluntad y hechos, ajena a toda forma de eclecticismo retorico académico». ¿A quién va a dar esta revista? ¿Logra llegar al público que él quería cautivar? El slogan de la revista es: Revista del pueblo y la alta cultura.
—A mí me parece que llega más a la alta cultura que al pueblo. Contradictoriamente, porque de verdad Pablo De Rokha hizo una cuestión muy punk, tipo hazlo tú mismo, porque no tenía otros elementos para armar un medio de comunicación. La cosa del duopolio en boga ahora (El Mercurio y Copesa) imagínatelo en esa época; prácticamente no habían medios y él tuvo que montar esta cuestión prácticamente solo. Era muy difícil, la distribución la hacía su familia. Y la revista se leía y se comentaba, pero en los circuitos intelectuales. Los colaboradores son de un altísimo nivel, tanto los chilenos como los extranjeros. Pero es sabido que no era una revista muy leída porque los textos son muy densos. No era una revista de fácil consumo.
—Es importante el punto de los colaboradores. Escriben en Multitud, por ejemplo, Humberto Díaz Casanueva y William Carlos Williams. ¿Cómo logró estas colaboraciones?
—Creo que es la figura consular de Pablo de Rokha. A De Rokha se le ha tapado mucho con el tiempo, pero en su época era un poeta realmente importante. Existe el mito de que el poema “El aullido”, de Allen Ginsberg, estaría influenciado por “Los gemidos”, de De Rokha. En el prólogo hablo de la antología que hizo el catedrático norteamericano Hays, quien sitúa a Pablo De Rokha en el centro de la poesía de América. De Rokha hizo gira por varios países y tenía la capacidad de congregar a figuras realmente increíbles; que colaboraban gratis, por lo demás
—Todo indica que fue apreciado por sus pares, pero no por la crítica de su época. En tu selección hay varias diatribas contra los críticos chilenos; particularmente contra Alone. En una carta, escribe De Rokha: “Omar Emeth, Alone, Leo Par, han hecho el daño más horroroso a la gran poesía de Chile, denigrando todo lo valioso y aplaudiendo todo lo tonto, lo retórico y lo académico”.
—Tiene que ver con el espíritu combativo de De Rokha; no hay que olvidar que él nació en el siglo XIX, en un mundo prácticamente medieval. Nace en Licantén, llega a Santiago, y aunque es un huaso, no llega acomplejado. No llega calladito de San Rosendo, sino que llega y pone una bomba de racimo en medio de los versos de salón imperantes y queda la escoba, la gente se espanta: “¿Quién es este bárbaro que llega de las montañas a montar esta fiesta terrorista?” El año 1922 publica “Los Gemidos”, que es un libro completamente vanguardista para la época. Y por supuesto los críticos de la época lo tratan casi como un caso clínico.
—¿Y cómo ha tratado la critica a tu libro?
—Creo que ha tenido una recepción positiva. Ha salido desde Punto Final hasta Artes & Letras. Estuve de gira por este libro y tuve una gran recepción, sobre todo en Valparaíso, donde De Rokha es una figura inmensa, una figura popular, muchísimo más grande que Neruda. En Valparaíso es como si fuera su poeta y Neruda es el poeta de los gringos. Algo que no tengo claro por qué. De Rokha vivió en Valparaíso y le dedicó poemas. Pero creo que es porque Valparaíso es una ciudad muy castigada y la poesía de De Rokha tiene ese elemento popular que es muy poderoso. Y a la gente eso le hace mucho sentido, y le parece una poesía vigente.
Aunque De Rokha es un huaso, no llega acomplejado. Pone una bomba de racimo en medio de los versos de salón imperantes.
—Mencionaste a Neruda, que fue el gran enemigo de De Rokha ¿Por qué esa rivalidad?
—La gran motivación de la disputa, más allá de los problemas personales, tiene que ver con que De Rokha percibía en Neruda a un trepador. Le parecía un tipo que antes quería hacer una carrera literaria que ser un arista consagrado a su oficio. Y eso le molestaba mucho a De Rokha, quien era mayor y decía que Neruda hasta le robó el nombre.
Y hasta había una discusión culinaria. Neruda escribía odas al caldillo de congio, pero un caldillo de congrio con camarones, crema, pensado como sopa francesa; en cambio a lo que canta De Rokha en Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile es a la chanfaina licantenina, que son pulmones. Estamos hablando de cocina popular, de cochayuyo, lo que come la gente del pueblo.
Y luego está el tema político del Partido Comunista. De Rokha es expulsado del P.C., que necesitaba a Neruda, una figura tutelar que aglutinara a la gente. Ahí hubo una especie de apartheid hacia la figura de De Rokha y Neruda terminó siendo la figura consular del P.C. y eso ya hizo las diferencias insalvables.
—La política, como queda claro en este libro, fue muy importante para De Rokha. Cuando a él le preguntaron si un escritor se debía interesar por la política, respondió: “No solo lo pienso, sino que pienso que si no se interesa, es porque está enfermo, o porque no es un escritor, sino un badulaque fabricante de palabras. Y al ubicarse políticamente, hay que ubicarse en las sagradas trincheras del pueblo, así, sin vacilaciones, sin subterfugios, sin tejemanejes, con acento rotundo”.
—Sí, la política era importante para De Rokha. Él era marxista. De Hecho, él siempre tomó como axioma una frase de Lenin, que dice: “Su poesía es su militancia”. Pero el Partido Comunista siempre ha sido difícil para personas díscolas, que tienen opiniones propias. Ahora se dice que De Rokha era demasiado comunista para el Partido Comunista y por eso estaba fuera. Creo que es algo que no está tan lejos de la realidad. De Rokha fue expulsado, pero siempre fue marxista. Pero en definitiva, si tuviera que situarlo en algún lugar, lo consideraría anarquista.
De Rokha era demasiado comunista para el Partido Comunista y por eso estaba fuera.
—Si en el lado político era un excluido, parece que también lo era en términos literarios. Los autores que siempre nombra son Nietzsche, Poe, Lautremont; escritores que han estado en la periferia. Que no fueron apreciados en su época y que murieron solos, borrachos o locos.
—Sí, pero no hay un malditismo de postal en De Rokha. No es que quiera aparecer como pobre figura. Él tenía muy clara su validez como poeta y nunca quiso dar lastima. Pero sí sentía que el arte y la tragedia, que es una concepción muy nitzscheana, estaban de la mano. Y todos los grandes artistas habían tenido que pasar por padecimientos terribles. Y su vida fue un ejemplo de eso. Por los suicidios de su familia, la muerte de su mujer. Tuvo una vida muy turbulenta y se sentía cercano a los escritores que tenían una vida inseparable a su obra. A eso se le llamaba vivir poéticamente. Y de Rokha vivía poéticamente. Con los riesgos kamikaze que significa a eso.
—Esta vida poética está reflejada en la forma en que hacía circular sus libros: los vendía él mismo puerta a puerta.
—Y le iba bien. Recomiendo mucho un libro de Mario Ferrero que se llama Pablo de Rokha, guerrillero de la poesía chilena donde Ferrero cuenta su experiencia con él. Y hay también textos famosos de Teillier que dicen que De Rokha era un vendedor eximio. Y además era un personaje popular, era un tipo que llegaba a un pueblo y le vendía libros desde el zapatero al alcalde. Y disfrutaba, para él no era una cuestión de victima a él le encantaba viajar y estar con la gente. Viajaba en tren en tercera clase conversando con toda la gente. Y escribía todo el tiempo. La Escritura de Raimundo Contreras, que me parece uno de los libros más preciosos de la poesía chilena, rescata esa visión dionisiaca del mundo rural chileno.
—Como anexo, está un texto que Alfonso Alcalde publicó en el Diario el Sur en 1968. Alcalde conoció bien a De Rokha. Conoció su pobreza y miseria. Pero no fue siempre una relación amistosa.
—Fue de amor y odio, como la relación que tuvo con mucha gente. Incluido su mejor amigo, el crítico Juan de Luigi, con el que tenía mucho problemas. Trabar amistad con De Rokha era pelear. Con Huidobro eran muy amigos. Una de las hijas de De Rokha contaba que los veía saliendo muertos de la risa del Naturista por la noche. Y al otro día sólo había insultos entre ellos por la prensa. Eso está recogido por Zerán en la Guerrilla Literaria. Para Pablo de Rokha la polémica era un arte. Y con Alcalde tuvieron muchas diferencias y también mucha cercanía.
—De Rokha hablaba de la heroicidad de los intelectuales, de su importante servicio social. ¿Crees que es una tradición que se ha perdido en los autores chilenos?
—Creo que se ha perdido bastante. Sobre todo la capacidad de debate. Debatir, no chamullar. Discutir ideas, estéticas, se ha perdido mucho. Pero sí existe gente que escribe desde la herida. Lemebel, que acaba de morir, es el mejor ejemplo. Alguien comprometido con la justicia social y que siendo comunista sufrió el mismo problema de De Rokha con el P.C. Nunca fue comprendido. Habló desde su homosexualidad en un momento en que era muy difícil hablarlo. Entonces, hay casos pero no es la norma. En ese sentido, en Chile se escribe bastante complacientemente.
—Últimamente se está hablando más de Pablo de Rokha; de hecho, hasta se habla de Pablo de Moda.
—Me parece una maravilla. Ha sido una figura importante en la literatura chilena y por mucho tiempo ha estado en segundo plano. Cuando se le dio, por ejemplo, el premio Cervantes a Nicanor Parra —que por supuesto se merecía—, en El Mercurio el crítico oficial dijo que con eso se consagraban los 4 grandes poetas de Chile (Parra, Huidobro, Neruda, Mistral), omitiendo olímpicamente a Pablo de Rokha. Y estamos hablando del siglo XXI. Y todavía sigue ese ninguneo constante. Eso me parece aberrante. Pero sí, hay gente interesada en rescatarlo. Y me parece fantástico que le digan Pablo De Moda.
Creo que el trabajo mío y de Das Kapital ha sido visibilizarlo y que no se quede todo el mundo en la caricatura del huaso de Licantén ni del volcán en erupción; porque es mucho más que eso. El poema “Círculo” es uno de los más románticos que uno pueda leer en la poesía chilena. Entonces, es una figura mucho más compleja de lo que se suele saber.
Y es importante lo que editorialmente ha hecho la UDP con Escritura de Raimundo Contreras, que cuenta con un prólogo brillante de Leonardo Sanhueza, y luego Juan Pablo Mellado, que hizo una edición con recetario del libro Epopeya de las comidas y las bebidas de Chile.
—Para terminar, y retomando el concepto de Pablo de Moda, ¿Y quiénes son los lectores actuales de Pablo de Rokha?
—No es un público lector del proletariado, al que se dirigía De Rokha, pero sí yo veo que lee mucho gente joven. Perciben ese espíritu combativo, su poesía los interpela muy fuerte. Pablo De Rokha estaba seguro de que su poesía iba a ser leída en el siglo XXI y más adelante. Y así fue.