En abril decidimos conocer un poco más de esas editoriales que nos llaman la atención. Overol es una de ellas. De factura y diseño impecables, el catálogo, seleccionado por Daniela Escobar y Andrés Florit, reúne poesía, narrativa y obras que incluyen trabajos visuales, además de libros de ensayo y conversaciones. Con este trabajo, el periodista Pablo Espinosa – uno de los fundadores de Ojo en Tinta– comienza una sección de entrevistas a editores.
—“Nos propusimos darles dignidad a los libros de poesía”, dijeron en una entrevista. ¿Cómo es este trabajo de dignificar los libros la poesía?
No nos propusimos “llegar a” darle dignidad a la edición de poesía en Chile, eso sería de una ignorancia bastante grande, ya que han existido y siguen activos varios sellos que publican poesía con la mayor dedicación. Lo de la dignidad, más bien, fue un objetivo para nosotros, es decir: si vamos a publicar poesía, vamos a publicarla preocupándonos del objeto y de la difusión, con un diseño atractivo, en tirajes que permitan su distribución en librerías y con un trabajo colectivo de edición de textos que para nosotros es fundamental, pues no creemos en el cliché del autor solitario.
Todo eso, que para nosotros constituye la dignidad en la edición no solo de la poesía, sino de cualquier libro, no siempre se da, sobre todo por falta de recursos o voluntad. Así, se terminan publicando libros en condiciones que distan de ser óptimas, al amparo de una suerte de heroísmo, porque la poesía no suele ser inmediatamente rentable en el mercado editorial, etc. De todos modos, he visto que en los últimos años hay una mayor propensión al profesionalismo en varios sellos nacientes y nosotros trabajamos harto para ir mejorando también con el tiempo.
—¿Cómo trabajan el diseño de las portadas de sus libros?
Daniela: Cuando Vaughan Oliver recibe el encargo de realizar una carátula para Pixies, él se encierra a escuchar el disco una y otra vez; Kim Deal —exbajista y exvocalista de la banda— le dice: «Confío. Haz lo que quieras». Él tiene un método que denomina “paciente”; se mete en la cultura que rodea al grupo, los ve tocar en vivo, conversan en las oficinas de 4AD, anota lo que dicen las letras; y luego crea atmósferas gráficas que pueden relacionarse o no con el texto. Irma Boom, diseñadora editorial, piensa en su rol como el de una directora de imágenes y editora: «Si solo diseño, me aburro».
Independiente de sus decisiones formales, ellos ponen al diseñador como un agente crítico y propositivo, que no solo recibe instrucciones. Guardando las distancias, el hecho de participar en el proceso de edición, me permite leer y releer los textos, tomar alguna idea explícita o latente, revisar el trabajo de diseñadores clave, generar una serie de maquetas y observar lo que ellas nos comunican en su conjunto —identidad de la editorial—, e individualmente. A su vez, investigamos el trabajo de fotógrafos, artistas e ilustradores que podrían colaborar con el proyecto; así como también el panorama editorial más próximo.
—Varios libros del catálogo de Overol contienen ilustraciones. ¿Por qué son las ilustraciones un elemento importante para ustedes?
El libro permite intimidad, y en el contexto actual de sobreproducción de contenido, las imágenes también requieren un tiempo para ser vistas, y volverlas a ver. En este sentido, el libro es un medio propicio para practicar el ejercicio de mirar y cuestionar las imágenes. A través del montaje, de la puesta en relación de un texto y una imagen que antes no tenían la posibilidad de convivir, surge un diálogo que para algunas personas es atractivo. Esto nos permite ampliar el público lector, ya que los elementos visuales (incluso el color de la tipografía o composiciones gráficas) atraen a personas que quizá no tenían dentro de sus intereses la lectura de un libro de poesía. En paralelo, la utilización de imágenes aporta distintas funciones: destacar ideas, tensionar conceptos, separar capítulos, dar espesor, puntos de descanso, etc.
—Daniela, en Overol has ilustrado “La poesía no es un proyecto”, de Dorothea Lasky, “Los Celacantos y otros hechos extraordinarios”, de Marcelo Guajardo y “La historia de una hiedra”, de Luis Chaves. ¿Cuáles son las dificultades de ilustrar poesía?
Buscamos que las imágenes contribuyan a enriquecer la experiencia del lector, sin imponer un sentido
Daniela: En vez de dificultades, existe la construcción de un marco de restricciones, el cual es necesario para facilitar la tarea. Los libros están hechos industrialmente y son cortados y armados por personas. Tiraje, formato, presupuesto, tiempo y mano de obra, son algunos de los puntos ineludibles para desarrollar cualquier elemento de diseño. Los libros son definitivos, por lo tanto hay que tomar decisiones “conscientes”.
En lo personal y respecto a la creación de las imágenes, el misterio y la ambigüedad son recursos, ya que no siempre obtienes el “mensaje” de inmediato, pero sí un tono. Es posible construir distintos tipos de diálogo: enfatizar el ritmo, sensaciones, argumentos; buscamos que las imágenes contribuyan a enriquecer la experiencia del lector, sin imponer un sentido. Por otro lado, el contenido también construye un marco ideológico, y en nuestro caso, el texto es prioritario.
—El libro «Poetas, voladores de luces» (1982), publicado por primera vez en Chile por ustedes, parece calzar muy bien con su catálogo, al ser un poema visual. De Lihn publicaron también un texto inédito: «Las cartas de Eros» ¿Hay mucho por descubrir todavía de Lihn?
Tratamos de no comportarnos como “fans” de Lihn, sino como lectores leales que no le van a publicar cosas que le hubieran avergonzado
Para nosotros ha sido un privilegio poder publicar textos inéditos o dispersos de Enrique Lihn. Eso ha nacido de la investigación y del criterio que se forma uno luego de leerlo mucho; tratamos de no comportarnos como “fans”, sino como lectores leales que no le van a publicar cosas que le hubieran avergonzado. Es un autor que murió relativamente joven y escribió mucho, en casi todos los géneros. Pese a que publicó bastantes libros, no alcanzó a “ordenar sus papeles” y quedó harto material postergado, de buena calidad. Hay bastantes cosas inéditas, pero hay que ser cuidadosos con lo que se edita o no. Siempre habrá gente que esté de acuerdo o no con las decisiones que se toman al respecto, pero nuestra prioridad es no echar a perder su bibliografía, sino que enriquecerla, aunque sea un poco. Y como la mayor parte de su obra publicada en vida se ha vuelto a poner en circulación, creemos que es un buen momento para dar a conocer otros textos, laterales pero importantes para completar ese corpus. Este año vamos a publicar una breve obra de teatro que a nuestro juicio es un aporte para el conocimiento de su relación con la política y la dictadura. Se llama Diálogos de desaparecidos. Su perspectiva y su relación con el lenguaje siguen siendo muy contemporáneas y por eso sigue despertando mucho interés y a veces hasta rechazo, por las tendencias conservadoras que siguen presentes en algunos lectores, pero también por la centralidad que ha ido tomando su figura con los años.
—De Claudio Bertoni publicaron una entrevista realizada por ustedes dos, más Felipe Cussen y Cristóbal Joannon. ¿Por qué Bertoni, en particular, es un poeta al que creen que vale la pena escuchar?
Nos parece que Claudio Bertoni, al igual que otros poetas, ha reflexionado muchísimo sobre el oficio y la vida misma. Se ha dedicado por más de cuatro décadas, de manera radical, a escribir, a escuchar y a escucharse, con la mayor voluntad de ser auténtico y fidedigno en su registro, y de tener humor dentro de lo que permiten las circunstancias, pues su visión es realista y, por lo mismo, muchas veces desalentadora, aunque rehúya de la gravedad. De esta manera, cabe preguntarse: ¿por qué no valdría la pena escucharlo a él, en particular? Para la conformación del catálogo de Overol, la obra de Bertoni ha influido tanto como otras muchas y muy diversas lecturas que van conformando nuestro criterio como lectores. Por ejemplo, dentro de la misma colección, este año publicaremos el diálogo epistolar entre Mario Levrero y Francisco Gandolfo, compilado por Osvaldo Aguirre. Y una entrevista al filósofo Andrés Claro.
—Ambos son también escritores, ¿por qué no publicarse en Overol?
Nos preguntamos lo mismo que tú preguntas ahora, y en un principio no teníamos tanto conflicto con hacerlo, pero luego Overol fue transformándose en un lugar en el que hemos puesto nuestros mayores esfuerzos por conformar un catálogo de calidad, entonces publicar un libro propio en ese contexto es incómodo, sería como hablar bien de uno mismo y “recomendarse”; muy incómodo. Sí hemos publicado otro tipo de trabajos autorales, como investigaciones o entrevistas o ilustraciones en el caso de Daniela, pero los textos creativos preferimos publicarlos en otro lado. Posiblemente vamos a crear un subsello solo para nosotros dos, donde empezaremos a mostrar algunas de nuestras cosas.
—En el caso de los autores emergentes que han publicado, ¿cómo llegan a los textos?
En general, nosotros tratamos de estar al día y leyendo bastante a jóvenes y contemporáneos, y cuando algo nos atrae, nos acercamos al autor o autora de ese algo para proponerle que trabajemos juntos. En un menor porcentaje de casos, nos han llegado las propuestas sin que las solicitemos, ya sea directamente al mail de la editorial o a través de algún lector amigo, y han resultado.
—¿Suelen cambiar mucho los textos desde que llegan a sus manos hasta que se imprimen?
Los textos cambian en diferentes grados, hay cosas que llegan más avanzadas que otras, pero siempre cambian, nada llega listo y es parte de nuestro trabajo el diálogo con el autor o autora para llegar a una versión que nos deje contentos a todos los que participamos del proceso.
—Los títulos que han publicado son variados. Sobre todo poesía, pero además teatro, narrativa y entrevistas. ¿Qué ven como factor común entre los libros publicados por ustedes?
Nos interesa intervenir el presente, no acomodarnos a él
El factor común podría ser lo que nosotros proponemos como contemporáneo: no necesariamente lo que está en boga en el presente, sino lo que desde nuestra experiencia como lectores creemos que puede ser interesante de ser leído hoy, ya sea en poesía, narrativa o géneros de no ficción, como las conversaciones o el ensayo. Es decir, nos interesa intervenir el presente, no acomodarnos a él. Compartir lecturas que a nosotros nos han parecido enriquecedoras, aunque no hayan sido reconocidas por ninguna “autoridad”. Buscamos registros no canonizados por la academia o por el mercado, y a lo que está canonizado, o en vías de, le buscamos un costado poco explorado: textos raros, inéditos, corregidos, etc. A veces le damos valor a textos que a primera vista suenan extemporáneos, como los cuentos de Rachilde, pero que para nosotros son una alternativa a las escrituras dominantes del presente, en que a ratos pareciera que solo se puede escribir de una forma.