Cuando nació su hija, Rina decidió mudarse a Limache (Región de Valparaíso), a un lugar en el que estar más cerca de la naturaleza y de alimentar su imaginario creativo. Había estudiado Artes Visuales con mención en Pintura y luego Pedagogía, descubriendo en el camino que su mayor interés recaía en la ilustración de libros. “No conocía el mundo de los libros ilustrados hasta que fui a una feria en el Parque Bustamante, hace nueve o diez años. Acompañé a una amiga que estaba estudiando ilustración y ahí me rayé. Empecé a buscar y a encontrarme cada vez con imágenes más hermosas, pero en este formato libro, reproducible, entonces pensé: estoy dando puro jugo pintando cuadros, esto es lo que yo quiero, algo reproducible que si hay alguien que se enamora de una imagen no tenga que pagar doscientos mil pesos” explica.
Este año publicará sus primeros libros álbum Caracol no tiene casa y La vieja de las flores con la editorial Una casa de cartón. Sin embargo, en su trayecto como ilustradora, ha colaborado en distintos proyectos, el más reciente es La evolución del aprendizaje. Fundamentos biológicos para reimaginar la escuela, escrito por el investigador en antropología social y educación Ragnar Behncke y publicado este mes de agosto por nuestra fundación; un libro que invita a reflexionar y repensar la escuela.
“Nació conversando el porvenir de nuestras vidas, yo estaba muy metida en el tema de la ilustración, mientras Ragnar estaba dándole vueltas a toda la teoría que tiene el libro, que bajó de la nube. Y no fue que él haya escrito el libro entero y luego yo lo haya ilustrado, fue un diálogo, por eso yo creo que quedó bien cohesionado, tan amalgamado el texto con la imagen”, comenta Rina. Un proceso que tardó alrededor de un año entre su escritura, ilustración y diseño.
—¿Cómo tomaste las decisiones gráficas de este libro? ¿Fue distinto el proceso a tus trabajos anteriores?
— La experiencia fue totalmente nueva, porque había ilustrado libros de poesía, pero nunca cosas vinculadas a la ciencia o a la teoría. Fue distinto, pero a la vez, un proceso muy natural y también súper ligado a mi trabajo con los libros álbum, porque al final hay un imaginario sensible que a mí me interpelaba directamente y que habla de la infancia, que es un tema que a mí me interesa mucho, como mamá y desde la pedagogía.
Con unas vecinas creamos una escuela ecológica y popular hace seis años, por eso el tema era muy familiar, en cuanto a mi interés por la crianza y por la educación, entonces era un imaginario que yo ya tenía y que me interesaba mucho. Ragnar tenía una visión más teórica, de sistematización de todas estas ideas y la evolución, que para mí fue lo nuevo, descubrí cosas hermosas, entendí el origen de miles de ideas que yo venía pensando y cuestionando hace años: en la creación de la escuela, como mamá, la importancia de las abuelas, cómo criar, por qué es tan difícil, eso me interpelaba harto, el criar sin red, sin tribu y la necesidad.
La crianza tiene que ser en tribu. Yo tuve la experiencia de que cuando nació mi hija, con el papá de ella, nos aislamos para criar, estábamos al principio súper encerrados criando y yo tenía un dolor muy fuerte porque las mamás nos sentimos así en muchas ocasiones, cuando no tenemos toda esa red, qué pasa, por qué esto no funciona, esto es doloroso… Y eso, era un mundo que yo sentía mucho desde la emoción, entonces las imágenes surgieron muy espontáneamente, conversábamos y altiro hacía un dibujito, se lo mostraba a Ragnar y ya, por aquí va.
Educación y crianza comunitaria
La necesidad de tener un espacio de crianza que las involucrara motivó a Rina y a algunas vecinas a buscar nuevas alternativas de aprendizaje para sus hijas. Así, gracias al apoyo de organizaciones y vecinos comprometidos, nació la escuela Kimün, un espacio educativo autogestionado al interior de una comunidad ecológica de Limache.
“El proyecto lleva seis años, es grande, hay muchas familias involucradas y es hermoso, es lo que siempre habíamos soñado y tiene mucho que ver también con el libro: la necesidad de criar de manera comunitaria, cuando a veces no está la familia, no están los abuelos, las abuelas, las tías, porque en este caso no estaban. Existía la urgencia que nosotras como mamás veíamos de que existiera un lugar común, nadie quería estar encerrada sola en su casa con sus hijas y a la vez todas teníamos este interés en la infancia, en que las niñas pudieran compartir, pudieran criarse jugando, que primara el juego y en un entorno amoroso, que sea como una extensión de la casa, pero como hacíamos esto sin que fuera un espacio elitista, solo para la gente que pudiera pagar 300 mil pesos, que es lo que cuestan los colegios así. Fueron hartos años en que trabajamos así, de manera voluntaria, haciendo las clases, sosteniendo la puerta, con las ventanas con plástico, etcétera”.
—Dentro del libro “La evolución del aprendizaje” se aborda el goce de convivir, plantea que el origen y sentido del aprendizaje está en el vínculo, creo que va muy de la mano con lo que me has contado, ¿cómo lo ves reflejado en la experiencia en Kimün?
—Fue exactamente eso, la necesidad de tener un hogar, una casa común y no es solamente un espacio de aprendizaje o de enseñanza para los niños y niñas, sino que es un espacio donde convivimos toda la red de personas que estamos en este proceso de crianza, por ejemplo: hay abuelos y abuelas que enseñan lo que saben y, en esos procesos, las profesoras también somos alumnas, al lado de las niñas y niños nosotras también estamos aprendiendo conocimientos que están en distintas personas que han llegado al espacio y forman parte del territorio. Todas necesitamos vincularnos, no solamente las niñas.
—Desde esa experiencia que has tenido con Kimün y también como docente, ¿cómo ves este desafío que plantea el libro de reimaginar la escuela?
—Yo siento que a mí todavía me queda grande el tema de pensar en una escuela, de crear en mi mente cómo debiese ser. Lo que sí sé es que todas estas cosas que aborda el libro son luces para eso: imaginar, y esa tarea de imaginar es lo que tiene que hacer cada persona, y más que cada persona, cada grupo que esté vinculado a la educación, a la crianza, con estas “herramientas”, como lucecitas para imaginar su propio espacio según cada contexto.
Yo no me imagino pensar a nivel macro el tema de la escuela, sino que creo que es muy bonito que el libro ordene cosas que yo creo que todas las personas intuimos, como la necesidad de vincularnos, la necesidad e importancia del juego en las niñas. Y no solo permitirlo sino que promoverlo, eso es lo realmente importante y la importancia de que el espacio sea un espacio amoroso, donde hayan vínculos entre todas las personas que formamos parte de la crianza de las niñas, es un espacio para todas, un espacio comunitario.
—¿Qué cosas te gustaría hacer a futuro en el ámbito de la ilustración de libros? ¿Qué sueños, que inquietudes tienes más a largo plazo?
—No sé si tengo tan grandes inquietudes o tanto mirar a futuro, la verdad es que no, no lo veo así. Mis inquietudes están brígidamente puestas en el presente, es ahora que creo que estoy haciendo y pudiendo estar en el lugar donde en algún momento soñé estar, pensé estar, en que mi vida que tenga que ver con la crianza, con cómo decidí vivir, renunciar un poco a las redes, a la familia, a las amigas que tuve en algún momento y venirme a vivir a un espacio en el que el contacto con la naturaleza sea cotidiano y que eso sea nuestro contexto, ese es como mi sueño, y en este contexto poder dedicar mi vida. Además de la crianza a desarrollar el imaginario, poderle dar espacio, dedicación y todo el valor que tiene para mí el tema de imaginar historias y poder dibujar, ese es mi sueño y no me proyecto a algo diferente de esto, quiero seguir haciendo esto, y creo que va a ser así, poder seguir teniendo este espacio de imaginación que tiene mucho que ver con la infancia.
—Como lectora álbumes, ¿qué libros para niños y niñas crees que hagan falta? ¿Qué temas o enfoques te gustaría ver más?
—No creo que falte, porque es un momento en que hay un florecimiento, una ebullición de mucha gente que está creando cosas hermosas, en todos los temas, y que me parecen importantes. Por ejemplo: el tema de género; los libros, las películas, los personajes principales son las niñas, eso está súper fuerte y a mí me fascina.
He tenido distintos tipos de lectura con mi hija a lo largo de estos ocho años, literatura también sin ilustraciones y me ha costado mucho el tema de género al leerle, cada vez que le leo un libro voy haciendo pequeños cambios que antes mi hija no se daba cuenta, pero ahora, por ejemplo, yo le digo: “y todas las niñas salieron corriendo detrás de la osa”. Y ella me dice: “mamá, no dice osa, dice oso” y yo: “sí, mi amor”. Entonces hago el ejercicio de que le voy leyendo y voy cambiando, con los libros antiguos, que los personajes que son mujer los paso a hombre y viceversa. Lo hice y la historia cambiaba.
El tema de género está la raja, el tema de ecología, también. Hay libros hermosísimos vinculados a la conciencia medioambiental. Todos mis libros tienen mucho que ver con la relación con la naturaleza, de mirar lo micro que me quedó de mi infancia, de los bichitos, de las flores, obviamente que siempre desde un personaje femenino, porque tengo una hija, porque soy mujer y todo lo que está escrito, viene habitualmente desde la mirada de los hombres.
Siento que hay libertad y muchas ganas, que se está expandiendo muy fuerte, que la gente que está creando… Y que se siga creando, ya hay un cuerpo súper grande, que sea mayor, la creación es infinita, no veo carencias, sino una fuerza muy grande que estoy segura va a seguir desarrollándose, y va a ser tan grande ese nuevo imaginario que va a ir desplazando al imaginario anterior.