Poeta, editor y académico. Se dio el gusto de levantar una editorial independiente en la frontera norte del país y los resultados son excepcionales: ha publicado más de 40 títulos, entre ellos, sus poemarios Gramma, Carne y Soma. La literatura que busca es nómade, desprejuiciada y experimental. Por eso, Cinosargo Ediciones es lo más próximo a un aullido en la híbrida y poco romántica ciudad de Arica.
¿Qué te motivó a escribir?
La insatisfacción y el tedio. El medio que me rodeaba a los quince era una burbuja de pretensiones y superficialidad. Me refiero a mi hogar que estaba en franco quiebre y al colegio que en ese entonces era el peor lugar para alguien con gustos extraños y pocas habilidades e interés por socializar. Hoy ser un misfit, geek, nerd, ñoño, o como quiera denominarse, es un juego de tags, hay tribus para todos y espacios de convergencia en la red, todo se convierte en gustos adquiridos y formas de encajar. La lectura y el poder escribir fue mi manera de hacer esos años más llevaderos y olvidarme del resto. Con el tiempo mi gusto por escribir y leer se convirtió en un oficio consciente y una obsesión, al punto de dejar mi trabajo como académico en la universidad, donde estuve siete años, para dedicarme de lleno a mis textos y a la edición con Cinosargo, el sello que dirijo.
¿Qué tipo de escritor crees que eres y con qué autores te sientes cercano?
Un escritor que lee y observa mucho, me identifico bastante con creadores que comparten una actitud nómade y eso se refleja en sus obras. A mi parecer lo primordial es perder el miedo a explorar nuevas formar de comunicar. Martín Cerda decía respecto al ensayista: “Su posición es análoga a la del navegante que, después de sobrepasar el horizonte de lo conocido, se queda, por así decirlo, fuera del mapa, enfrentado a la pura pericipecia y, por ende, sin otra información que la que por pericia o inspiración, obtiene de cada nuevo día de navegación”.
Me identifico bastante con creadores que comparten una actitud nómade
Creo que eso se puede extender al acto de escribir en general. En esa medida, mis lecturas e intereses no se limitan a la alta cultura o un canon oficial, creo que uno puede encontrar literatura de calidad en un libro de Kafka o Pasolini así como también en un comic de Alan Moore o Hugo Pratt. Del mismo modo considero que se pueden enriquecer las técnicas narrativas leyendo a Reinaldo Arenas y luego jugando GTA V, entendiendo como los videojuegos han revolucionado los tiempos y métodos para contar una historia. Me siento cómodo en terrenos híbridos en los cuales la literatura pueda nutrirse de otras disciplinas, ojo no hablo desde la manida etiqueta de lo experimental ni la práctica superficial de hacer ingresar el lenguaje de emoticones o algunas referencias al vuelo, creo que hay que explorar los soportes y las tecnologías que tenemos para comunicar más a fondo y ver cómo vamos tensando las expectativas propias y del lector. Los autores que hacen eso me fascinan.
Describe el paisaje donde se sitúan tus personajes.
Espacios en constante flujo de mercaderías y contenidos. Zonas de riesgo, desiertos postapocalípticos rodeados por minas antipersonales, eso en un ámbito más concreto, en el plano de lo abstracto y lingüístico mis libros de poesía están usualmente enfocados a examinar retóricas múltiples y formatos. En definitiva, dar cuenta de cómo el lenguaje nos erosiona y determina nuestras dinámicas; por ejemplo en Gramma mi objetivo era centrarme en aspectos fonéticos y de sintaxis, ir a las unidades mínimas que condicionan nuestra identidad; en Carne la tarea estaba centrada en la educación sentimental, los contenidos y como pasamos de la violencia de los videojuegos y caricaturas a formas socialmente más prestigiosas de entender el mal, las novelas de Sade, de Boris Vian, Kafka, Henry Miller, Lamborghini, Bataille. Por último, SOMA es un libro multimedia que se enfoca en soportes como estados de facebook, biografías falsas, tracks y correos electrónicos intervenidos, un compendio de infamia que aborda cómo falseamos nuestro yo tras una pantalla, mientras que mis novelas cruzadas por subgéneros como el cyberpunk, la estética noir y el gore se sitúan en distopías de control en las cuales se degrada el cuerpo y se pone en evidencia que el sujeto es también un producto comercializable. Quizá es un vicio adquirido por vivir en una frontera intercultural en que la burocracia te obliga a asumir una identidad en base a trámites migratorios y fichas que definen tu movimiento. Creo que la frontera y el contrabando son temáticas transversales a mis obras.
¿Cuáles son para ti las mejores condiciones para escribir?
Los espacios de tránsito. Un avión, un bus perdido en medio de la carretera o las áreas de espera como un aeropuerto o un terminal. Siempre llevo una docena de libretas en mi mochila y observo, detengo mis lecturas y comienzo a escribir, a dejar fluir ideas que he ido acumulando y que regresan en esos momentos de soledad rodeado por personas que no volverás a ver. Luego ya en casa tranquilo corrijo mucho y reviso todo ese material traspasándolo a un documento digital. Por la editorial y por mi trabajo como escritor estoy siempre de viaje, eso hace que mis tiempos de escritura se condicionen a esos itinerarios y los de corrección que son los más pesados y la verdadera labor del escritor, se desarrollen en un ambiente más cálido y seguro junto a mi familia.
¿Cómo imaginas que es la música o el sonido de tus escritos?
Punk Rock, psicodelia y progresivo de los setenta tipo King Crimson o Gentle Giant, también el hardcore de At the drive in o la música stoner de Orange Goblin. Mi libro Random de hecho se estructura en función de un soundtrack en modalidad aleatorio. Patricia Espinosa dijo lo siguiente en su columna de Lun: “Random es un volumen conformado por 54 fragmentos numerados de manera aleatoria, que contienen el nombre de una banda musical o un cantante, uno de sus temas y el tiempo que éste dura: “Sonic Youth / Peace Attack / 6:09”. Así, entre otros, aparecen Johnny Cash, Rob Zombie, PJ Harvey, Talking Heads, Blondie y hasta Los Blops, conformando no sólo la banda sonora del protagonista, sino el correlato germinal de cada uno de los fragmentos centrados en la maldad, el desamparo y la rabia”.
¿Cómo defines la literatura que surge en lugares de frontera y qué autores locales o foráneos que a ti te interesen cultivan o cultivaron esta tradición?
Son zonas de peligro, algo de esto mencioné respecto a los espacios que habitan mis ficciones, tal como dice Tomás Harris en su poema.
Las zonas extremas como Arica en contacto directo con Bolivia y Perú o el caso de Magallanes con Argentina, son el afuera del país, los extramuros y los que escribimos desde estos puntos, pienso en Oscar Barrientos Bradasic, en Cristobál Gaete con Valpore, en Juan Carreño con Bomba Bencina, en Cristian Geisse con sus libros Los hijos suicidas de Gabriela Mistral o Los nortes que hay en el norte, afrontamos la escritura como un precipicio, un tentar constante y sin ánimo de crear postales o caer en el refrito del folclore y lo que cualquier centro puede esperar de un autor situado en la provincia. En mi caso se trata de habitar la frontera y producir no sólo una obra con una voz propia sino representar un sello editorial con una trayectoria definida, lo cual es geopolítica y una búsqueda por redefinir el territorio, invertir los mapas que mienten y dar cuenta de un corredor sur, un núcleo independiente que abarca el sur del Perú, el norte de Chile y Bolivia, por ende se resemantiza nuestro vínculo con Ecuador, Colombia y centro américa más allá de los prejuicios de la migración y las normas de aduana. El norte que representa mi escritura y mi praxis como gestor es un puente al continente, por eso hablaba de los escritores nómades, como Bolaño, Malcom Lowry, William Burroughs, Manuel Rojas, Pablo de Rokha.
¿Qué papel juegan las editoriales cartoneras en el circuito literario y hacia dónde deberían proyectarse?
La verdad no estoy metido en el mundo de las cartoneras, las respeto y hay proyectos geniales como Eloísa en Argentina y Yerba Mala en Bolivia que incluso me publicó una novela este año, pero mi labor en términos editoriales está más ligado a un formato tradicional, trabajamos con una imprenta, tenemos un equipo de diseñadores y sesenta y cuatro títulos publicados desde mitad del 2010, o sea un título por mes más o menos. Nuestro objetivo es profesionalizar la edición en el norte, darle un formato bello y agradable al lector que dignifique el trabajo del autor y que cumpliese con la ley de imprenta y todos los registros que contribuyen a que el libro sea parte del acervo cultural del país. Realizar tirajes significativos de 500 ejemplares y constituirnos en una editorial latinoamericana capaz de traspasar los límites de la provincia. Hemos estado en Cuba, en México más de cinco veces, en todo Chile, Perú, Ecuador, Argentina y Bolivia y nuestros libros han llegado a Alemania, España, China y Suecia. Creo que lo que nos une con las editoriales cartoneras y otras independientes, es la idea de aplicar el “hazlo tú mismo” en toda la cadena del libro, la noción de autonomía y la libertad para determinar nuestros contenidos con precios accesibles al lector.
Estás en constante relación con países de Latinoamérica. ¿Qué escritores o poetas hemos pasado por alto y deberíamos leer con atención?
Hay que atreverse a bucear y salir de la zona de confort
Hay muchos autores interesantes en todo el continente. Creo que es esencial poner atención a las llamadas editoriales independientes pues en ellas se está publicando lo más importante y destacado de la literatura en nuestra lengua en todos los géneros. Pienso por ejemplo en el proyecto Ubre Amarga de Cochabamba y el libro F22 con nuevas voces de esa provincia de Bolivia, autoras como Anahí Maya, Mile Torrico, Lourdes Saavedra, el material se puede encontrar en la red. También en la editorial Ruido Blanco de Ecuador, a cargo del tremendo poeta Juan José Rodinás que ha publicado a autores ecuatorianos como Andrés Villalba y Santiago Vizcaino, pero también a otros grandes como León Felix Batista de Santo Domingo, Julian Herbert de México o Mario Arteca de Argentina; en México DF, el catálogo de Literal con la colección Limón Partido en la cual encontrarán una curaduría exquisita. De Perú destaco el trabajo de Cascahuesos que ha publicado voces esenciales del continente tanto en narrativa como en poesía.
En Chile está DasKapital, Montacerdos, Ajiaco, Narrativa Punto Aparte, creo que al lector hay que impactarlo y sacarlo del letargo de las lecturas oficiales y de ese mito de que el libro es caro tan sólo por el IVA. Si te quedas en las librerías de cadena nunca podrás conocer la literatura que se está produciendo en tu país y menos en el continente. Muchos de estos libros circulan en Chile en ferias como la Furia, La primavera que será ahora a principios de octubre y en librerías que se movilizan y van juntando material de todos los países, este fenómeno de las librerías alternativas lo observas en todos sitios, Tolstoi en Quito, Inestable en Lima, MiCasa Librería Atípica en Buenos Aires, eso hacemos nosotros con la librería de Cinosargo en el norte, en Santiago además de Metales Pesados está la librería Los Perros Románticos, y bueno como dije en la red, creo que hay que atreverse a bucear y salir de la zona de confort.