Como un acuario “sensible, melancólico y divertido” define el premiado cineasta Sebastián Lelio el trabajo de la artista chilena Antonia Bañados, en el prólogo de Al otro lado del vidrio (2021), su primera novela gráfica. Yo sumaría a ello: un viaje que tiene mucho de arte y de cultura, pero más aún de travesía personal, de intimidad y de nostalgia, todo retratado en acuarelas de negros, blancos y grises, en formas simples y expresivas.
El relato es autobiográfico y aborda parte de la experiencia de Antonia durante casi dos años en Escocia, cursando un máster de Arte Contemporáneo en el Edinburgh College of Art. Seguimos parte de la soledad y confusión inicial de insertarse en un nuevo país, las diferencias culturales, los procesos de adaptación y, principalmente, ponemos los ojos en lo que se transforma en el proyecto final de egreso de ella: una ciudad transparente al interior de un gran acuario, habitado por un ser que evoca la experiencia de encuentro con otro mundo. Esta criatura será un peculiar anfibio mexicano, un ajolote al que llamará Charlie.
Al otro lado del vidrio inicia en Santiago, “antes de Charlie”, como anuncia su autora en la misma obra. Un punto de partida que, aclara, buscaba permitir al lector vincularse con la protagonista, mostrando las complicaciones que cumplían un rol en la atmósfera emocional del relato. “Fue una experiencia que me hizo crecer mucho como persona y como creadora, y después todo el proceso de revisitarla a través del libro, fue mentalmente volver a hacerlo todo», explica.
Como lectora me sentí más inclinada a las emociones de melancolía, de angustia, mientras seguía el relato… ¿Cuáles fueron para ti, como autora, la emociones que más representan esta experiencia y que más te gustaría que recibieran los lectores?
Quería compartir las sensaciones que me provocaba esta historia, que es un pequeño drama muy íntimo, que puede sonar muy absurdo, de hecho muchas veces antes de terminar el libro la gente me preguntaba de qué se trataba y me costaba mucho explicarlo, porque sonaba un poco absurdo hacer un libro completo sobre tu… mascota.
Creo que esa nostalgia no sé si fue parte de mis objetivos, pero sí fue parte de mi estado anímico. Desde que me fui de ese lugar y volver a Chile, también el proceso de adaptación de volver al país es bien arduo. Tiene mucha nostalgia por las personas, por los lugares, por quién es uno en otro contexto también. De alguna manera siento que uno se transforma en otro lugar y que al volver al contexto conocido los vicios o las mañas que uno tenía de antes reemergen.
Dentro de la historia hay un cuestionamiento ético respecto a la presencia de este ser vivo, Charlie el ajolote, en tu proyecto de arte. ¿Esta experiencia cambió de alguna manera tu relación con el arte, o con lo que consideras que se puede hacer “en nombre del arte”?
Sí, definitivamente, fue una experiencia que fue súper difícil, yo tenía muchos reparos con las obras que usan animales, no es algo que haya aparecido de la nada al hacerlo, pero me di cuenta que para hacer este tipo de cosas en realidad uno necesita un apoyo técnico muy grande. Hay artistas que logran hacer trabajos con ecosistemas, con animales, con procesos que son complejos, pero tienen un equipo de científicos alrededor. Una como persona individual con recursos limitados y con conexiones limitadas, estando artesanalmente haciendo todo uno, no puede aspirar a hacer cosas que involucren la vida de otros seres vivos de manera exitosa, sin complicaciones, entonces no es que sea algo prohibido absolutamente y que no se pueda, pero hay que hacerlo de manera muy responsable y al final son tipos de trabajos que requieren instituciones de por medio, no se pueden hacer tan artesanalmente.
“Quise comenzar a hacer cómics para desintoxicarme”
Observo a Antonia a través de la pantalla del computador. Está actualmente en Angulema, Francia, en la residencia artística La casa de los autores (La maison des auteurs), preparando su próxima novela gráfica, en esta oportunidad trabajará con varias historias interconectadas alrededor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile en los años 50, historias que ha ido recopilando a través de conversaciones con sus abuelos y también investigando con otros médicos.
“Desde que hice Al otro lado del vidrio se me abrió un abanico de cosas hacia el mundo de la narrativa gráfica y el mundo de la narrativa en general. Es bastante difícil ser artista en Chile y siento que uno tiene que ir fluyendo con las circunstancias que se van dando y resultan y te hacen feliz”, reflexiona, cuando le consulto sobre sus próximos planes.
¿Y tenías la inquietud de trabajar en este formato, en novelas gráficas, desde antes? ¿o fue algo que surgió en base a las ganas de relatar lo sucedido con Charlie?
Antes de estudiar arte, cuando iba en el colegio, yo solía dibujar mucho, es un poco el estereotipo de la gente que entra a estudiar arte, la gente que dibuja mucho. Pero todo esto fue abandonado una vez que entré a estudiar porque te meten tanto esta experimentación material-conceptual que el dibujo queda de lado, y una vez que terminé el pregrado, la licenciatura, fue un largo proceso de reconciliarme con esto de dibujar. Así es que fue bien paulatino, primero fui agregando no solo hacer instalaciones sino que hacía acuarelas, después eran secuenciales, después de la secuencia había una temporalidad, y fue evolucionando en eso.
Un proceso paulatino de ir reencontrándote con el dibujo…
Sí. Fue un proceso paulatino, pero también hubo un momento en el que tuve una pequeña crisis con el arte contemporáneo en general, poco después de remontar la instalación del acuario. Encontré que el arte contemporáneo era muy complicado de vivir y había mucho elitismo involucrado, sobre todo en Chile, se reserva más a un sector de la sociedad y quise comenzar a hacer cómics para desintoxicarme, y en eso salió esta historia que tenía la pulsión de contar.
¿Y fue intencional este paralelo que se percibe entre tú y el ajolote como dos seres extranjeros, intentando adaptarse en un ambiente nuevo?
Fue parte de las reflexiones durante el proceso. De hecho, al elegir el título hubo un momento en el que quería ponerle algo así como hábitat o ambiente, o cambio de hábitat, una cosa así, por esto mismo, porque eran dos seres que están adaptándose a un ambiente extraño.