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La escritora Jazmina Barrera, por Rodrigo Jardón
Entrevistas

Fragmentos de Jazmina Barrera

Carolina Illino Por Carolina Illino

Leímos y nos conectamos con la autora mexicana, para hablar de su fantasía de desaparecer, de qué formas la amistad se puede transformar en libros y de cómo escribe con un índice para luego irse por otros lugares totalmente distintos. [Créditos portada: Rodrigo Jardón]

«Procuro tener una rutina y luego la vida se encarga siempre de complicarla», dice Jazmina Barrera en videollamada desde su casa en Ciudad de México, donde cuenta que escribe casi siempre de mañana, «es cuando estoy más concentrada, tengo más energía», ya que en las tardes se turna para estar con su hijo Silvestre. En estos días ha sido más complicado dedicarse a escribir, ya que está con muchas actividades de promoción de La reina de espadas (Lumen, 2024), libro que empezó por encargo y terminó con pasión, en el que relata su investigación sobre la escritora mexicana Elena Garro. «Pero espero el próximo año desaparecer porque estoy escribiendo una novela y estoy disfrutándolo muchísimo. Tengo muchas ganas de sumergirme en eso».

Jazmina ha declarado que, si tuviera que hacerlo, podría definirse como ensayista, ya que la palabra ensayo envuelve de mejor manera lo inclasificable, como los libros que escribe. Su primer libro, Cuerpo extraño (Literal Publishing, 2013) obtuvo el Premio Literal de ensayo (entregado por la revista homónima) ese año, y es un conjunto de textos breves en los que la autora explora en primera persona temas como los tics, la migraña, las lágrimas y la memoria. Luego vinieron los libros con los que llegó a Chile, a través de la editorial Montacerdos: Cuaderno de faros (Tierra Adentro, 2017; Montacerdos, 2019); Linea nigra (Almadía, 2021; Montacerdos, 2021) libros fragmentarios donde aborda respectivamente las colecciones y los comienzos de la maternidad, a partir de su propia experiencia y exploración; y Punto de cruz (Almadía, 2021; Montacerdos, 2022), una novela sobre cómo se entrelaza la amistad entre mujeres desde la adolescencia a la adultez, también escrita en fragmentos.

Lumen, 2024

¿El proceso de la novela que estás escribiendo ahora es muy distinto, por ejemplo, a cómo escribías La reina de espadas o Cuaderno de faros?

Es muy distinto escribir novela, porque es una libertad absoluta. Cuando he escrito no ficción, o incluso ficción pero que tiene una base más enraizada en mi propia biografía, pues siempre hay una guía más clara; puede uno desviarse de eso, dirigirse a otros lugares, pero siempre hay un núcleo claro de lo que quieres contar, o por lo menos así me ha pasado a mí. Cuando son novelas son tantas las posibilidades que a veces abruma y me cuesta más trabajo llegar a ese núcleo, a esa verdad que quiero contar, que a veces se va transformando y eso también es divertido. Yo creo que tiene una parte deliciosa escribir ficción sin estar pensando tanto en las implicaciones en el mundo real de lo que dices. Te liberas de muchas ataduras y, sin embargo, para personas indecisas como yo es dificilísimo, porque no sé si quiero que mi personaje tenga el cabello rizado o lacio, no sé, no sé. 

¿El núcleo lo tienes anotado?¿Cómo lo desarrollas? 

Siempre parto de un posible índice. Una especie de esqueleto de estructura a la que quiero llegar y eso nunca sucede, o sea siempre eso se transforma a los diez minutos, pero me ayuda. Me tranquiliza tener una posibilidad en el horizonte, aunque sé que luego voy a llegar a otro lado completamente distinto. Me he dado cuenta de que me funciona muy bien escribir las primeras notas de algo siempre a mano, lo retengo más, lo entiendo más. Ya después lo paso a computadora y sigo trabajando ahí. Uso un procesador de palabras que se llama Scrivener, que te permite hacer índices, poner etiquetas, colores, usar como si fueran post-it que puedes manipular, entonces, como yo he hecho muchos libros fragmentarios, eso ha sido muy útil. 

¿En la novela también tienes una especie de índice? Por ejemplo, ¿sabes cómo va a terminar? 

Sí, son certezas que se transforman de inmediato; he tenido como cuatro títulos de los que estaba segura para esta novela, he hecho varios eso índices, esqueletos. Llevo varios años pensando esta novela y trabajando en ella, tomando notas y haciendo entrevistas. Recién ahora tengo una beca para escribir esta novela, que es la beca del Sistema Nacional de Creadores, que da el gobierno, y está muy bien porque tienes que mandar informes, entonces te obliga a avanzar. Estoy en un momento muy emocionante cuando siento que ya la veo, eso así a la lejanía, pero la veo. Me dan ganas de decirle a alguien que escriba mejor que yo que por favor la escriba porque ya sé cómo es, ya sé de qué se trata. Ahora alguien tiene que hacerla.

Jazmina no solo escribe sola; también es una de las fundadoras de Ediciones Antílope, editorial creada el 2015; tiene un círculo de lectura junto a su amiga Elvira Liceaga llamado Junta de Vecinas, y le ha tocado a ella misma ir de invitada a clubes de lectura donde se leen sus libros.

En los libros de Jazmina la amistad es muy importante. Además de La reina de espadas, acaba de lanzar dos libros que no están en Chile todavía y que son hechos con amigas: Rituales para la amistad (Almadía, 2024), con Elvira Liceaga y Daniela Rea, y Nuestro plan de fiesta, una correspondencia (Vinilo editora, 2024) con Camila Fabbri. Punto de cruz también es una historia que se trata de bordados y de amigas, y la amistad es un tema muy recurrente también en sus entrevistas.

¿Cómo ves lo individual y lo colectivo de leer y escribir?

Creo que escribir es colectivo porque creo que en la escritura siempre estamos dialogando con otras personas, con otros libros, con otros tiempos. Los libros que escribo casi siempre los he llevado a talleres. En mis primeros años de escritura, tallereando y socializando lo que escribía con mis pares becarios; después me hice yo también de un círculo de escritoras que admiro, que creo que comparten una visión parecida a la mía de la literatura, pero que, sin embargo, no es idéntica, y eso también es muy enriquecedor.

Entonces, claro que mis libros los considero absolutamente colectivos, además de que hasta La reina de espadas casi todos los libros que he escrito están llenos de citas, de referencias, de puentes que me gusta tender hacia no solo otros libros, sino obras de arte, música, ciencia. A mí me gusta que los libros sean así, no porque te estén presumiendo lo que saben, sino porque te quieren entusiasmar para que sigas leyendo otras cosas e interesándote por otros temas, recorriendo otros caminos. Eso hace que mis libros sean prácticamente collage, una amalgama de ideas y de palabras de muchos otros escritores.

¿Cuál es la importancia que le das a la amistad en tu trabajo? 

Si algo me fascina de la amistad, así como decía yo de la literatura, es tener amigas que son diseñadoras, que son artistas, que son pues cosas muy distintas y que me habría encantado ser en otra vida y que a través de ellas puedo compartir, entender, vislumbrar. Es algo que que expande continuamente mi mundo, que lo hace mejor.

Una de las cosas que se me ocurrió escribiendo Rituales para la amistad es que yo antes pensaba que podía tener un número infinito de amistades e iba por la vida coleccionándolas. De un tiempo para acá, pues por supuesto que tengo mucho menos tiempo para dedicarle a mis amigos por la maternidad, por mi profesión, por las responsabilidades que se van adquiriendo conforme se crece y me he dado cuenta de que me cuesta mucho trabajo hacer nuevos amigos y mantenerlos, que de pronto por ahí me topo con gente que digo, ay, me encantaría que esta persona fuera mi amiga. Entonces, algo que se me ocurrió, es que escribir podía ser una forma de establecer un diálogo con todas esas personas que me habría encantado que fueran mis amigas y que no lo van a ser, en distintos contextos. Puede ser una forma de ofrecer esa amistad.

Créditos: Mario Téllez, La Tercera

¿En las relaciones laborales encuentras que es imprescindible establecer ojalá una amistad?

Sí, en las relaciones laborales a largo plazo yo necesito establecer una amistad y no me cuesta trabajo porque me pasa que creo que si paso el tiempo suficiente con casi cualquier persona, yo acabo encariñándome, así sean personas muy distintas de mí. Y también por supuesto que he elegido —he tenido la fortuna y el privilegio— de poder elegir a esas personas; con Antílope he tenido la suerte de trabajar con cuatro de mis amigas más entrañables —y hablo en plural femenino, pero también está César que es uno de mejores amigos— y yo creo a la fecha esa editorial subsiste por esa amistad. En México nos sigue saliendo muy caro hacer libros, pero lo hacemos yo creo que en parte porque queremos seguir frecuentándonos. 

¿Cuáles son los espacios físicos y mentales que tienes para leer? 

Nos mudamos hace poco y ya teníamos casi todos los muebles, no hubo que comprar casi nada, pero lo que sí compramos fue un sillón de estos en L que yo nunca había tenido en la vida y que siempre había fantaseado con tener uno y bueno, se ha vuelto el campo de batalla de la casa porque Silvestre (su hijo) —que ahora es muy lector y se pone a leer mucho solo—, Alejandro (Zambra, su marido) y yo estamos todo el tiempo compitiendo por ver quién gana el sillón. Y hay otros espacios en mi casa, hay una mecedora y una sillita en un patio pequeño que tenemos. Hay una hamaca, que creo que es mi lugar favorito para leer, no sé por qué, yo creo que hay algo del vaivén de la hamaca que hace que se me graben mejor las ideas, tengo ahí una una teoría que no he logrado concretar al respecto.

En La reina de espadas, Jazmina relata en algunos fragmentos cómo fue su labor de ir a investigar los archivos de Elena Garro que —junto a otros como de José Donoso o Alejandra Pizarnik— se encuentran en la Universidad de Princeton. Se sumergía en la biblioteca de 9 de la mañana a 4 de la tarde a revisar los «Elena Garro Papers».

¿Tú tienes tus propios archivos personales ordenados? ¿Cómo serían los Jazmina Barrera Papers?

(risas) Pues tengo unas cajas ahí con recuerditos. Soy muy mala, por ejemplo, para guardar manuscritos; tengo una letra horrible, entonces no me gusta mucho dejar huella de mi caligrafía. Mi computadora está muy ordenada y todos mis archivos; por ejemplo, de este libro de Elena Garro, los diecisiete borradores que hice están en sus distintas carpetas muy ordenadas, pero también la verdad es que mi fantasía sería que si yo muriera desaparecieran todos esos archivos. 

¿Por qué? 

No sé, después de esta experiencia de escarbar tanto en la intimidad de Elena Garro no sé si me si me gusta la idea de que alguien más estudie en mi vida con esa cercanía y con tanto material como hay de Elena. Yo nunca he escrito diarios, por ejemplo. Y algo de paz me da, no sé por qué, la idea de desaparecer. Yo creo que siempre ha tenido un encanto para mí; creo que si me dieran un superpoder elegiría sin duda el de la invisibilidad y yo creo que viene también de las redes sociales y de este exceso de exposición al que de pronto nos vemos obligadas las escritoras, que me angustia. Teniendo una editorial, sé el valor que eso tiene para promover un libro y que hoy en día es muy difícil que autores que no son famosos puedan tener un gran alcance sin redes sociales y eso me frustra. Me encantaría un día de estos poder desaparecer de ahí. 

Detalle de los «Elena Garro Papers». Créditos: Rodrigo Jardón
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Carolina Illino

Periodista con experiencia en instituciones culturales y medios de comunicación impresos y digitales. A través de los nuevos formatos, se empeña en revivir maneras analógicas de conectarnos.

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