Entrevistas

Gabriela Lyon: “Lo que más me importa a la hora de ilustrar temas difíciles es no dar respuestas al observador”

Francisca Tapia Por Francisca Tapia

La artista visual e ilustradora chilena ha dado forma y color a destacadas obras para niños y jóvenes como 9 kilómetros (2021) y Un día soleado (2018). Conversamos con ella sobre los aspectos que más caracterizan su trabajo y analizamos parte de los cambios que ha tenido el panorama ilustrado en las últimas décadas. [Créditos portada: ilriformista.it]

¿Cómo puedo poner atención si ese libro no tiene dibujos?, cuestiona una niña inquieta llamada Alicia, mientras su institutriz le dice que aquello es una tontería. La niña insiste: en mi mundo los libros tendrían puros dibujos. Todo aquello antes de seguir los pasos de un apurado conejo blanco hasta una fantasiosa tierra. Gabriela Lyon ríe mientras me relata la escena inicial de la película de Disney (1951) inspirada en la obra de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas. “A mí siempre me llamó la atención, ¿seré muy superficial como Alicia? Déjate de ver las flores y enfócate en el contenido, Alicia…”, comenta risueña la ilustradora chilena. A ella, tal como a Alicia, le atraían las imágenes y fueron las que facilitaron su acercamiento con el texto. “Yo creo que ese es el deber de la ilustración: darle fuerza al texto o jugar con él, no tiene que ser una cosa diferente a la otra, no tienen por qué estar separados”, explica.

Los dibujos de Gabriela Lyon transitan en técnicas varias: de la acuarela, al grafito, al gouaché o al dibujo digital, dando cuenta de su formación profesional como artista visual. Ilustrar libros le apasiona y ha tenido la oportunidad de dar vida a numerosas obras gráficas dirigidas al público infantil y juvenil, entre las que se destaca 9 kilómetros, escrita por Claudio Aguilera y editada por Ekaré Sur, seleccionada en el prestigioso catálogo White Ravens y ganadora del Premio Marta Brunet 2021 y el Premio Amster-Coré 2021.

En general en tus trabajos –como 9 kilómetros o Un día soleado– das gran relevancia a los paisajes, no solo las figuras humanas son protagonistas. ¿Esa decisión de otorgar notoriedad al contexto es consciente?

Quizás ahí tiene que ver lo que me caracteriza a mí como ilustradora y a dónde se ha dirigido mi interés gráfico. Es casi inconsciente, pero creo también que tiene que ver con mi formación de Arte, en donde hay que hacer un análisis de lo que estás trabajando y casi todo es contextual. Si sacamos al perro quiltro de Un día soleado en una casa ya deja de ser el perro de la calle, si lo ponemos en una caseta de seguridad es un perro del barrio, pero si está a los pies del río Mapocho es un quiltro que está en situación de calle… Entonces todo necesita mucho contexto y siento que el paisaje es y debe ser siempre protagónico en casi toda ilustración. La decisión de suprimirlo es también para enfocarse en la historia que va elegir el ilustrador.

En Un día soleado conocemos a historia de Simón, un perro que vive a las orillas del río Mapocho, en la ciudad de Santiago. Créditos: Ekaré sur.

A mí me interesa mucho hablar del paisaje porque en los trabajos que he hecho y la firma que ha surgido con el paso de los años es muy de hablar de mi país, de Chile: de Santiago en Un día soleado o en 9 kilómetros del sur. No se especifica mucho, pero se entiende que en este último libro debe ser Chiloé y me importa hablar de eso porque a mí la naturaleza me interesa mucho y de repente puedo, sin palabras, meter un poco de conciencia ambiental o del entorno en el que vivimos. Y me gusta mucho la idea de que cuando nos cuenten historias, no nos cuenten una historia que está pasando hace muchos años atrás… Había una vez, en un lugar muy, muy lejano… sino que había una vez acá en la ciudad de Santiago de Chile, en el Parque Forestal. Eso me gusta.

Varios de los proyectos literarios que has ilustrado han tocado temas más sociales o culturales, ¿los has buscado o ha sido una casualidad que se han ido presentando así?

No fue casualidad. Ekaré vio una exposición mía que se llama Jauría, que era sobre perros quiltros y a ellos les gustó mucho mi trabajo, dijeron tenemos que hacer un libro sobre perros quiltros sea como sea y ahí empezó el trabajo de Un día soleado. Empezamos a idear una historia que no tenía patas ni cabeza y ahí decidimos incluir a Rafael Rubio que dentro de su obra también es muy paisajística, fue una buena unión.

Luego, para 9 kilómetros me eligieron. Tenían una ilustradora anterior, pero no se llevó a cabo, los libros son difíciles de llevar a cabo, y me llamaron a mí. Se pensaba que 9 kilómetros tenía que ser en el Amazonas, querían algo más tropical, entonces quise darle una vuelta, que fuera algo más chilote. Me han dado proyectos así con todo muy marcado, pero a mí Ekaré sur me da mucha libertad, por eso creo que no me es indiferente el tema de que sea en Chile y que sea sobre el paisaje, porque cómo no darse cuenta de todo lo que influye, sobre todo en esa historia, cómo no va a importar el lugar que  está recorriendo. Lo diferente que es un niño que tiene que recorrer 9 kilómetros en el sur de Chile, comparado con un niño que recorre en el Amazonas o en China. Cada historia dependiendo de su paisaje puede ser muy diferente y podemos crear un millón de cuentos.

Diversidad en la literatura para niños y jóvenes

Varios elementos pueden caracterizar el trabajo de Gabriela Lyon –los paisajes, los perros quiltros– pero si ha de escoger sus obsesiones más presentes en la ilustración, me aclara, está el gesto de la pincelada: “no es una línea obsesa, autocrítica, cuando empieza a ser muy autocrítica, neurótica, cuando empiezan a aparecer trabajos demasiado detallistas, esa no soy yo”. Me dice que se entretiene experimentando y aprendiendo, y que se ha ido educando a través de los autores con los que ha trabajado.

“Agradezco aprender sobre el contenido que me entregan, que también es un contenido bastante neutro, no elige bandos, hay una leve elección, se puede subentender, pero no es que diga este es el bando. No me gusta esa lección, el adoctrinamiento a través de la lectura, no me gusta nada eso… Yo creo que la imagen tiene esa capacidad, de sugerir, de hacerte una pregunta, en vez de dar respuestas te surgen preguntas, cómo pasó esto, por qué pasó, cómo es posible que, cuáles son las posibilidades que tengo para elegir. Eso es lo que más me importa a mí a la hora de ilustrar temas difíciles, no darle respuesta al observador, sino que sugerirle, hacerle preguntas, invitar a preguntarse, ahí estaría funcionando, sino sería un estereotipo”.

La exposición Jauría fue realizada en Galería Madhaus en abril del 2017. Créditos: Gabriela Lyon.

¿Cómo trabajar en el libro ilustrado temas un poco más serios o más profundos quizás, para que conecten con un público infantil o juvenil?

Recuerdo que alguien escribió un comentario sobre Pequeña historia de un desacuerdo, un libro que ilustré sobre ciudadanía, que no estereotipa los personajes, sino que cada uno tiene su mundo, hay una diversidad de historias, diversidad de razas, diversidad de problemas, por ejemplo, puede haber personas que tienen discapacidades y que se refleje eso en el libro. Pequeña historia de un desacuerdo creo que fue uno de los primeros libros que reflejaba eso, y recién estaban masificándose ese tipo de diversidades, aunque hay muchos otros libros que hablan de diversidades, pero de repente explotó esto, de repente todos hablaban de diversidad, ahora no te encuentras con un libro ilustrado que no tenga diversidad.

Creo que fue un acercamiento casi inconsciente a esos temas y creo que se tiene que hacer de manera honesta, sincera, sin ser muy cínicos, sin caer en estereotipos, creo que cuando caes en estereotipos en estos temas difíciles, cuando ilustras temas complicados puedes herir sentimientos fácilmente o caer en un simplismo tan malo que hay que ser muy delicados.

¿Sientes que la literatura ilustrada que se está haciendo para niños y jóvenes ha ido cambiando? Como lectora me parece que hay trabajos más sofisticados, más ambiciosos visualmente y con mayor sensibilidad narrativamente… ¿Cómo lo ves tú?

Exactamente como tú lo ves, de todas maneras, ahora también se le ha quitado esa connotación media sosa. Lo que pasa es que antes era: esto es arte y es para los adultos, pero desde el siglo veinte al niño se la ha incluido más en su educación, cada vez más el niño se está educando prematuramente, hay unos libros que son para primera infancia que es arte contemporáneo buenísimo… colores primarios, la forma, la figura. Hay unos trabajos de Vilches, artista chileno, que podrían perfectamente ser un libro de primera infancia, entonces sí, ha evolucionado, sofisticado.

9 kilómetros, detalle de ilustración interior. Créditos: Ekaré sur.

Y lo que ofrece también el mercado está más accesible, antes existen libros con cortes, muy complicados de hacer, a baja escala y conocidos por coleccionistas de libros álbum que viven en Inglaterra solamente, no sé, diez personas lo van a ver, pero ahora se pueden hacer libros con cortes, troqueles, con transparencias, con luces, con sonidos, a otro nivel. Ha evolucionado, es masivo y pueden los niños disfrutar de ese lujo. Eso es con la forma. Lo otro es la información, el contenido, y sí, también, ha mejorado sobre todo en temas de diversidad, se están hablando temas que antes eran tabú, que eran temas complicados que se hablaban en casa, en familia y bueno, ya no más.

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Francisca Tapia

Periodista diplomada en Literatura infantil y juvenil de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha colaborado en medios de comunicación e instituciones de educación y cultura. A través de entrevistas, reseñas y su pequeña librería online comparte el amor por la lectura.

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