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Hebe Uhart: «Lo que viajando se aprende son las matrices culturales»

Bautista Martínez Por Bautista Martínez

Las crónicas de viaje de la escritora argentina Hebe Uhart no hablan de destinos turísticos. Ni siquiera de destinos. Son más bien relatos de lo que ve y escucha de la gente, en los lugares que visita. En agosto del 2013, durante su visita a Santiago, ciudad a la que vino para lanzar Visto y...

Las crónicas de viaje de la escritora argentina Hebe Uhart no hablan de destinos turísticos. Ni siquiera de destinos. Son más bien relatos de lo que ve y escucha de la gente, en los lugares que visita. En agosto del 2013, durante su visita a Santiago, ciudad a la que vino para lanzar Visto y oído (Adriana Hidalgo, 2012), su segundo libro de viajes, conversamos en torno a la construcción y puntos de vista en torno a sus particulares y fascinantes crónicas viajeras.

La escritora Hebe Uhart en su departamento de Buenos Aires. Créditos: Bautista Martínez

Almeyra queda a 130 kilómetros de Buenos Aires, y 30 son con camino de tierra, porque una parte de la población quiere asfaltar y la otra se niega. Se niegan porque temen que vengan en caravana desde Buenos Aires todos los ladrones, violadores y secuestradores que ven por TV”

El relato corresponde a un extracto del libro Visto y oído, que lanzó en Chile el año 2013, la destacada cronista y cuentista argentina, Hebe Uhart (1936), que inicia de esa manera la descripción de un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, lugar que al igual que otras localidades de Argentina, Chile y Paraguay describe con particular agudeza y sentido del humor en sus crónicas viajeras.

tapa Uhart cuentos_05Los relatos de viajes de la escritora trasandina no hablan de lugares inexplorados ni de destinos exuberantes. Cualquier situación merece ser catalogada como viaje, si es que hay un mundo para describir, como el recuerdo de un paseo de colegio cuando era profesora primaria, en que se ve obligada a convivir con una apoderada “con cara de gárgola” que se sube al viaje para supervisar el cuidado de los niños (pero que se las arregla para no participar de ninguna actividad); el nombre de un taller en un pueblo esotérico; el comentario de un niño frente a la jaula del mono en algún zoológico o las lecturas bajo figuras de santos de una iglesia pueden ser argumentos suficientes para describir un pueblo o una ciudad.

No son los lugares lo que llama especialmente la atención de Uhart cuando viaja. Es lo que ve y escucha de la gente en los lugares lo que le interesa y describe con particular lucidez y sentido del humor en sus crónicas. “Uno no debe escribir todo lo que sabe. Hay que decantar cosas de los lugares, porque la información está en otras partes. Uno quiere poner todo lo que sabe porque quiere poner todo lo que siente. Eso hay que ponerlo de refilón, debe estar más oculto”, decía en la presentación de su libro, acompañada de sus amigos escritores chilenos Alejandra Costamagna, Diego Zúñiga y Alejandro Zambra, a quienes les dedica un capítulo en un apartado sobre Chile en Visto y oído.

Los hoteles y las palabras

De dilatada trayectoria como cuentista, Hebe Uhart comenzó a escribir de viajes hace unos dieciocho años, cuando el diario El país cultural de Uruguay le encargó crónicas de pueblitos del interior de ese país. El año 2011, Adriana Hidalgo editores se interesó por reunir los mejores relatos en un solo libro que tituló Viajera Crónica.

Le gusta viajar sola y alojarse en hoteles de tres estrellas. Ni más ni menos. “Más de tres estrellas tienen muchas tarjetas; para la llave, para la luz, para el ascensor y esas cosas. Cuando estás en la habitación no sabés qué tarjeta usar para ir al baño sin que se te apague todo. Es lindo un hotel de más estrellas, pero ya con tres yo estoy bien. Dos no, al dos le falta algo. En los de dos a veces tratan mal a la gente y en los de una si pedís que te despierten, viene alguien y da grandes golpes en la puerta y grita la hora. Hasta tres estrellas yo puedo con el hotel, más de tres, él me puede a mí.”

En Santiago, de hecho, cada vez que viene, se aloja en el hotel Panamericano, en Huérfanos con Teatinos. Y no es solo por las estrellas del hotel. Le interesa estar en los lugares donde deambula la clase media. “Me gusta eso porque soy de la más media de la clase media. Por lo tanto, es donde yo estoy acostumbrada y me siento cómoda”.

Plataforma urbana

Centro de Santiago. Créditos: Plataforma urbana

En su visita a Santiago, caminó por calles peatonales y galerías del centro, donde vio, oyó y anotó todo lo que le parecía interesante, como hace en cada viaje. En su libreta registraba sus hallazgos, y los compartió durante la entrevista: “¿Qué quiere decir el hoyo del queque?”, pregunta antes de nombrar las palabras y situaciones que tiene anotadas. Y continúa: “Me llamó mucho la atención la palabra sopaipilla. También un paro de empleados de Ripley, eran muy ordenados y tranquilos. Y hay mucho pornoshop, ¿no? Me gustó el nombre de una película: Pecados labiales”.

También recorrió el parque Forestal, inspirada en el cuento “Anacondas en el parque”, de Pedro Lemebel, a quien recomienda en su taller de lectura, del que se dice que es el mejor y más barato de Buenos Aires.

La observación de animales

En sus viajes o paseos por la ciudad, Hebe Uhart suele comprar libros de animales y visitar zoológicos. De hecho, su último día en Santiago se lo dedicó al zoológico del cerro San Cristóbal.

“Me interesa mucho la inteligencia de los animales, sobretodo los chimpancés. No me interesan esos programas en que los animales se comen unos a otros, porque alguna cosa tendrán que comer. Me interesa hasta donde llega su inteligencia. La observación de los animales tiene que ver con la escritura. La observación en general. Y observarlos como entes individuales. Muchas veces los cuidadores conocen mejor a los animales que los biólogos. El biólogo tiene un esquema abstracto. No mira al animal como individuo, mientras que el cuidador lo mira como individuo que interactúa. Y esa lógica es modelo para observar las cosas sin esquema. Me interesa por el modo de observar, para escribir, lo principal es mirar y lograr una atención de buena calidad. Porque estamos muy dispersos, demasiado enchufados. Nuestra atención está debilitada. Y cuando más atendemos, mejor entendemos”.

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Acceso funicular del Parque Metropolitano, en donde se encuentra el Zoológico de Santiago. Créditos: Funicularsantiago.cl

Uhart describe con especial interés lo que descubrió hace poco en su observación de los “monos de traste colorado”: Notó que saben trepar las rejas, pero no saben bajar, y se ayudan entre ellos. “Pero no lo baja la madre, lo baja cualquiera. Vas aprendiendo cosas”. No solo contempla, analiza y escribe las conductas de los animales. Le causa gracia estar atenta a lo que comenta la gente que se agolpa a ver a los monos: “Una vez escuché a unos chicos que decían mamá, tiene un cerebro donde está el traste.´ Otra señora le dijo a los chicos que eso era una malformación. Imagináte lo que sería eso, algo así como un error de cálculo del gran hacedor.”

Viajes pendientes

Uhart cuenta que le gustaría volver a lugares que sólo ha merodeado. Como Asunción. “Paraguay tiene una población sumamente capaz, muy trabajadora y resistente, pero que ha quedado en estado de postración, y eso tiene una razón histórica y cultural importante que me interesa ver”.

Y también tiene otro tipo de viajes pendientes. Cuenta que le gustaría hacer la Ruta de los esotéricos: “Me gustaría, porque ese es un circuito de nómades. Es un circuito de gente que hace trueques; se alojan, dan y reciben cursos. Van por toda América Latina. Están dedicados a los proyectos más extraños: la profecía del 12.12.12, la alimentación de la luz, el parto en el agua, la construcción de casas redondas para captar ondas buenas, el rechazo de todo progreso. Me gustaría entenderlos profundamente. Comprender cómo se van yendo. Y cómo sus proyectos colisionan con los locales de los pueblos. Es gente que rechaza el asfalto, las cloacas, las escuelas. Hay que ver como actúa esta gente en sus comunidades, entender por qué huyen del asfalto, ¿de qué huyen? Es un movimiento enorme. He ido a Córdoba y Capilla del Monte, y también a Tandil, en los cerros, donde se hacen las casas redondas. Están en Chile, en el Valle del Elqui, en el Amazonas y en Machu Pichu. Hay que ir a muchos lados. En toda América Latina. Van hasta Panamá. Me gustaría ver cómo van, cómo viven”.

Valle-de-Elqui1. Turismo Chile

El Valle del Elqui. Créditos: Turismo Chile

Cuenta que también le gustaría ir a los esteros del Iberá, al norte de Argentina, y ver a los animales que viajan en camelotes, esos trozos de tierra que se desprenden del continente y que viajan río abajo. “Han aparecido tigres chicos en Rosario. Hay garzas, flamencos. Yo quiero ver donde bajan, me gustaría seguirlos”.

—¿Pone mucha atención al lenguaje cuando viajas?

— Sí, te vas dando cuenta de aspectos de tu misma cultura. Cuando volví de un viaje a Ecuador, por ejemplo, que es una sociedad el colmo de cortés, encontrás que en Argentina el lenguaje es más fuerte. Y que la gente es egocéntrica también. Mira la cantidad de sinónimos que tenemos para decir no aguanto, no soporto, no tolero, no me la banco. En Buenos Aires la gente dice “que alguien haga algo”. ¿Qué es eso?, ¿que alguien haga algo para mí? Eso es muy frecuente. Eso es una modalidad más egocéntrica, y la entiendes mejor cuando conoces una cultura distinta, que habla tú mismo idioma.

Es común escucharle a un argentino la expresión “que se vayan todos”, para referirse a su clase política, ¿lo ha notado?

—Es una vaguedad. No se pueden ir todos, porque después qué ponemos. He escuchado también en Argentina a gente que habla de “ellos”, para referirse a Estados Unidos, como un todo.

¿Sirve viajar para desprejuiciarse?

—Sí, si vas a Estados Unidos te das cuenta que son muy distintos entre ellos, es un país enorme. Sirve viajar también para ver la continuidad de las culturas. Vos tenés una cultura que viene de Ecuador, Perú, Bolivia y el norte de Argentina, todo quechua. La ropa es la misma, el sombrero, la llama, la vicuña, el silencio, el hermetismo. Vas de Entre Ríos hacia Brasil y entiendes cómo los guaraníes llegaron hasta Río de Janeiro. Es otra zona. Te vas para Cuyo y es otra zona, como Chile es otra zona parecida. Te sirve para ver por dónde viene la cultura, con qué está asociada. Viajar también sirve para entender el origen de determinadas palabras. Por ejemplo pucho, que parece una palabra tan moderna, es quechua. Todo lo que tiene ch: cancha, chancho, etc. Y te sirve para comprender también la mentalidad del indio.

¿Cómo así?

—En Azul, una ciudad del interior de la provincia de Buenos Aires donde vive una pequeña comunidad indígena, me contó una vez la profesora de literatura de un diálogo muy especial, que una vez se dio en torno a la celebración del día del aborigen: Una señora que se llamaba doña Matilde, dijo en su discurso “yo pienso”. Y una mujer indígena le advirtió inmediatamente: “Jamás diga lo que piensa”. Eso tiene su cola histórica, no conviene decir lo que piensas. El criollo no hace juicios de valor.

 

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Bautista Martínez

Periodista y diplomado en Edición de la Universidad Diego Portales. Ha trabajado en el área de comunicaciones de Corfo y ProChile. Desde el 2014 está a cargo de los proyectos audiovisuales y fotográficos en la Fundación Imagen de Chile. Ha colaborado en forma independiente en proyectos editoriales, audiovisuales y fotográficos. Vivió un año en Buenos Aires junto a su mujer, ciudad que adora y vuelve cada vez que puede.

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