Isabel Mesa (La Paz, 1960) ha logrado encantar a los niños bolivianos con el patrimonio cultural andino, gracias a historias de fantasía ambientadas en la época precolombina o la colonia. Pero aunque este ha sido su rasgo distintivo, Mesa no teme experimentar. Con su innovadora novela Trapizonda: un videojuego para leer, actualizó su temática para llegar a los esquivos lectores del siglo XXI.
Mesa —que además de escritora es profesora y presidenta de la Academia Boliviana de Literatura Infantil— participó en la Feria del libro de Santiago con una charla sobre la narrativa para niños en su país. En esta entrevista nos dijo algo no muy alentador: “En Bolivia se publica una cantidad insignificante de literatura infantil”. En revertir esta situación es en lo que está trabajando.
—¿A qué se debe tu predilección por la temática andina y por qué crees que ha tenido tanto éxito entre los lectores?
—Mi literatura es andina porque he recorrido junto a mis padres — historiadores del arte— la zona andina de arriba a abajo desde que era muy pequeña y me he interiorizado en ella hasta que ha formado parte de mí misma. Los tesoros que encierra nuestra región son maravillosos. Así nace La pluma de Miguel con los ángeles andinos que cobran vida de cuadros pintados en el siglo XVII por artistas indígenas y que están dispersos desde el norte de Argentina hasta el sur de Colombia. La portada mágica rememora a cualquier portada de una iglesia del siglo XVIII donde los elementos españoles e indígenas se funden en el arte mestizo. En El espejo de los sueños muestro las creencias mitológicas de los pueblos más importantes de América del Sur. La Turquesa y el Sol, tal vez el más estudiado de mis libros, permite a dos adolescentes de la época de los incas vivir una aventura en el momento final de este gran imperio que abarcó toda la zona andina. Le tengo un cariño especial, pues yo viví gran parte de mi adolescencia en la ciudad del Cuzco que es el escenario principal de esta novela.
Los lectores gozan de estos temas porque en todos ellos, además de historia y geografía andina, está el toque mágico de la fantasía. En cada historia pueden encontrar dioses poderosos que pelean entre sí, seres mágicos (sirenas, duendes, montañas, ángeles) con poderes sobrenaturales, etc. Todo eso encanta y atrapa a los lectores.
—¿Crees que esto es algo que podría ser más explotado y desarrollado por los escritores latinoamericanos de literatura infantil?
—Definitivamente. Creo que el mundo mágico de la zona andina es comparable al mundo mágico de los bosques y castillos de Europa; el toque particular está en saber explotar lo que tenemos.
—En una entrevista que diste hace algunos años, dijiste que no hay mucha literatura infantil en Bolivia ¿Qué crees que se puede hacer para revertir estar situación?
—Lo dije hace muchos años y lo sigo diciendo ahora. Según la estadísticas que manejo dentro de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil, el año 2008 se han publicado 55 libros, el 2009 fueron 44 libros y el año pasado tan solo 37. Suponiendo que puedo no tener acceso a todo lo publicado, me atrevería a decir, como algo optimista, que en Bolivia actualmente se están publicando alrededor de 60 libros al año, lo que es una suma insignificante.
En Bolivia actualmente se están publicando alrededor de 60 libros infantiles al año, lo que es una suma insignificante.
Creo que uno de los problemas fundamentales es la ausencia de una materia, ni siquiera hablo de una cátedra en la carrera de literatura de alguna de las universidades del país. Como Academia, a partir del año 2006, traemos a La Paz un especialista en Literatura Infantil una vez al año. Estos cursos benefician a profesores, editores, autores, ilustradores y gente interesada; es un gran esfuerzo, pero aún es muy poco. Mientras las universidades sigan considerando a la literatura infantil como una materia sin importancia no creo que logremos mucha mayor producción. Tampoco hay incentivos para autores e ilustradores, porque no existen concursos que estimulen la escritura de libros para niños, y cuando existen, el financiamiento se corta a los dos años de haberse iniciado el concurso. Sin embargo existen editoriales nacionales que empiezan a dar apoyo a la literatura infantil. Son muchos los factores que hay que revertir y donde hay que trabajar.
—En “Trapizonda” (novela en la que los personajes quedan atrapados en un videojuego) combinas la tecnología con la literatura. ¿Cuál es tu visión sobre este tema? Al hablar de lectura, ¿debemos temer las nuievas tecnologías?
—Trapizonda: un video juego para leer es el libro con mayores ventas en Bolivia y Sudamérica. Es increíble cómo los niños quedan atrapados por su lectura. Yo creo que la literatura debe actualizarse y escuchar las demandas de los lectores que pertenecen al siglo XXI, sobre todo ahora que están rendidos ante la tecnología. Esto no le quita a la novela que su tema central sea la presencia de los dinosaurios de la época cretácica en Sudamérica. El éxito de Trapizonda es que el niño al leerlo puede seguir la secuencia de un videojuego a lo largo de todo el libro. Me he estudiado todos los movimientos de personajes dentro de un video juego, cómo conseguir los poderes, cómo tener nuevas vidas, el puntaje, hago la descripción de los objetos monótonos y robóticos que son parte de los escenarios, trabajo con jugadores en red, etc. Realmente me tomó un par de años armar esa novela. Creo que valió la pena porque demuestra que tecnología y literatura pueden ir perfectamente de la mano. Ocurre algo parecido con otras dos novelas mías recientes: El revés del cuento y La esfera de cristal.
Para leer
La mayoría de las obras de Isabel Mesa han sido publicadas por Alfaguara. Lamentablemente, esta editorial sólo tiene disponible en Chile Trapizonda: un videojuego para leer. El otro libro de este autora que se puede encontrar en nuestras librerías es su primera novela infantil: La pluma de Miguel, de la editorial Lom.