Entrevistas

Jochen Weber: “Queremos que los niños encuentren en la biblioteca un espacio de libertad”

María José Ferrada y Agustina Palenque Por María José Ferrada y Agustina Palenque

Conversamos con Jochen Weber, responsable del fondo iberoamericano de la Internationale Jugendbibliothek, en Múnich, una biblioteca especialidad en literatura infantil y juvenil que, además, confecciona cada año la lista White Ravens, que destaca lo mejor de la producción mundial en materia de literatura para niños, niñas y jóvenes.

La Internationale Jugendbibliothek es una biblioteca especializada en literatura infantil y juvenil, que se ubica en el castillo de Blutenburg, al oeste de la ciudad de Múnich. Fundada en 1949 por Jella Lepman, su colección cuenta con más 650 mil libros, entre ellos sesenta mil volúmenes históricos, publicados entre 1574 y 1950. Y crece cada año. Porque editores de todas partes hacen llegar lo mejor de sus catálogos para que sea revisado por especialistas –la biblioteca confecciona cada año la lista White Ravens, que destaca lo mejor de la producción mundial– y pase a integrar esta colección única que guarda una importante muestra del patrimonio bibliográfico que ha sido creado pensando en niñas y niños. Jochen Weber, nuestro entrevistado, es responsable de la sección iberoamericana. Hablamos con él sobre islas, mapas, terremotos –estaba en Chile en marzo de 1985– y la literatura infantil iberoamericana de las últimas décadas.

Debemos partir por el principio: ¿eras un niño lector?

Sí. Leía mucho y esperaba la llegada bibliobús que pasaba por mi barrio en la periferia de Düsseldorf. Como muchos niños, tuve libros favoritos, que leí muchas veces. Me gustaba Astrid Lindgren, especialmente las historias de Karlsson en el tejado, un señor que volaba por el cielo de Estocolmo, gracias a unas hélices que tenía en la espalda. Era amigo del hijo menor de la familia que habitaba la casa. Tal vez era su amigo imaginario, pero para el niño que era yo en ese entonces, parecía muy real. Un señor muy impertinente que siempre estaba buscando comida. Me encantaba su humor. Creo que de alguna manera me identificaba con el niño, porque también soy el menor de tres hermanos. También me gustaba Emilio y los detectives, del autor alemán Erich Kästner. Y muchos otros libros, que tuvieron su momento y su edad.

¿Cómo llegaste a la Internationale Jugendbibliothek de Múnich?

Llegué el año 1993 a hacer una práctica de cinco semanas. Yo había egresado de Magíster en Artes. En Alemania se solía estudiar una asignatura principal y dos secundarias. Yo estudié literatura y lingüística alemana; literatura y lengua española; y ciencias políticas. Tuve un profesor de literatura alemana que estaba especializado en literatura infantil y decidí hacer mi tesis sobre el topos de la isla en la literatura infantil alemana.

¿Por qué te interesante en ese tema?

Porque a lo largo de mis estudios me di cuenta de que la isla es un espacio que aparece en muchas cuentos y novelas para niños, no solamente en Alemania. Era un campo aún no explorado en la investigación de la literatura infantil. Mi fundamento eran los estudios sobre Robinson Crusoe y mi idea era establecer una tipología de la isla. La isla como una versión en miniatura del mundo, como exilio, como asilo y refugio, como paraíso, como lugar de aventuras, fueron algunas de las categorías que pude encontrar. 

Fue gracias a esa tesis que hice una práctica, primero en una editorial y luego aquí, en la biblioteca. Tras esas cinco semanas, de un duro invierno en que coincidí con María Teresa Andruetto que en ese entonces estaba aquí como becaria, regresé a mi casa y al año siguiente se abrió una plaza en la sección Iberoamericana, a la que apliqué.

¿Nos explicas en qué consiste tu trabajo?

En la biblioteca hay responsables de las colecciones de distintos territorios, yo me encargo del fondo iberoamericano que incluye la literatura infantil y juvenil publicada en España, Portugal y Latinoamérica, en español, portugués, catalán, gallego y vasco. Y es que la idea de la biblioteca es cubrir la literatura de todo el mundo. Un objetivo inalcanzable, pero por el que trabajamos, siguiendo las ideas de Jella Lepman que pensaba que, si queríamos crear una sociedad libre y democrática, tras la Segunda Guerra Mundial, debíamos comenzar por los niños.

Volviendo a mi trabajo, yo me encargo de la colección y de mantener una relación con los editores que desde distintos lugares nos hacen llegar sus publicaciones, porque todos los libros que están aquí han sido donados a la biblioteca. Luego hay un trabajo que tiene que ver con la selección de libros para preparar su catalogación. También junto a los encargados de las otras secciones –Lektoren, en alemán– elaboramos cada año la lista White Ravens, planificamos las exposiciones, un festival que se realiza cada dos años y otras actividades.

¿Compartes la creencia de Jella Lepman?

Sí, pienso que sigue importante su idea de construir puentes entre personas y culturas con medio de libros. Y creo que es básico que los niños conozcan los valores  que permiten crear y defender una sociedad democrática, civil y con derechos para todos, sin distinción de géneros ni de clases sociales. Pero esto no quiere decir que seamos una institución pedagógica. Queremos que los niños vengan aquí con sus maestros, pero que sientan que es un espacio diferente a la escuela. Queremos que se dejen fascinar e inspirar por las historias y las imágenes y que el “castillo de los libros” sea un lugar donde pueden expresarse con absoluta libertad.

© Stiftung Internationale Jugendbibliothek

Hace algunos meses, la biblioteca tuvo una exposición de Axel Scheffler ­y una exhibición de libros de no ficción para niños. ¿Nos cuentas un poco sobre las exposiciones que han organizado durante los últimos años?

Buscamos que los niños se conecten con los contenidos, las imágenes, los textos y las ideas provenientes de las distintas culturas. Diferentes actividades, como el festival y las exposiciones, apuntan a ese objetivo. Y hemos realizado algunas que incluso han sido exhibidas fuera de Alemania. Hello, Dear Enemy! Picture books for Peace and Humanity, por ejemplo es una selección de libros álbum de diferentes países, que  ha tenido mucho éxito. Otra de mis exhibiciones favoritas fue una selección de setenta mapas literarios que, tras presentarse aquí, fue a España y otros países. Cada mapa llevaba una cita del libro al que pertenecía, desde la Isla del Tesoro, la Tierra Media de Tolkien, el Bosque de los Cien Acres de Winnie the Pooh a un plano de la casa de Pippi Calzaslargas y al Valle del los Mumin de Tove Jansson. Pero en tanto tiempo son muchos temas presentados en nuestras exhibiciones: insectos y arañas en la literatura infantil, mitos de creación, personajes malvados en libros infantiles, entre otras.

¿Y en qué consiste la lista White Ravens?

Cada año confeccionamos un catálogo de doscientos libros recomendados que presentamos en Feria del Libro de Frankfurt y la Feria del Libro de Bolonia. Es el resultado de la revisión de libros provenientes de todos los países publicados por las editoriales que hacen sus donaciones a la biblioteca. Evaluamos libros en diferentes lenguas –alrededor de cuarenta– y lo que intentamos es hacer un mosaico. Pero es importante decir que no se trata de un premio, porque no hay un jurado, sino que somos los especialistas de la biblioteca que recomendamos aquellos títulos que nos parecen destacados.

En todos estos años de lectura ¿has visto cambios en los libros iberoamericanos?

Sí, hoy se nota que cuando hablamos de mundo hispano no hay un solo mundo hispano, sino una diversidad de libros, aunque hasta hoy día pareciera que la circulación se da más bien al interior de cada país. Y sobre la calidad me impresiona sobre todo el mundo de la ilustración, hay tanta variedad y trabajos excelentes que a veces te preguntas si están haciendo ilustración u obras de arte.

También he notado cambios en el libro informativo. En lugar de formatos rígidos –las típicas colecciones grandes– hay mucha variedad: libros individuales, con un formato, una ilustración y una forma de contar particular. Híbridos, que toman recursos de distintos géneros. Por otro lado, parece haber una consciencia por parte de los creadores de que, si el lector quiere saber algo más, por ejemplo, de un animal, puede ir a la web, entonces lo que hace el libro es despertar su fascinación, que el niño diga “me encanta ese animal” y quiera saber más.

¿Hay cosas que mejorarías?

A veces me parece que falta discutir y trabajar un poco más los textos y las ilustraciones antes de publicar los libros. Al hacer una lectura panorámica notas claramente cuándo ese trabajo se hizo y cuando no. A veces tengo la sensación de que se publica demasiado. Por otro lado, hay un gran desarrollo del libro álbum, pero pocas novelas para jóvenes y adolescentes. No sé si será una tradición o simplemente un hecho.

También observo cierta tendencia a hacer libros temáticos: libros sobre inmigrantes, libros sobre abuso sexual, etc. Parece que muchas editoriales sienten la necesidad de publicar libros sobre los mismos temas, entonces el resultado son muchos libros que se parecen. Tal vez haría falta innovar en las estrategias narrativas. Si en el mundo de la narrativa adulta, en el mundo del cine o de los videojuegos, por nombrar algunos campos, hay tantas posibilidades ¿por qué no en el mundo de la LIJ? Claro que esa falta de riesgo y de recorrer todo el espectro de las artes narrativas no es solo del mundo hispano, sino más bien una tendencia general.

¿Tendrá que ver con la forma en que se comercializa la literatura infantil y juvenil?

Puede ser, porque es una región en que se vende mucho a través de la venta institucional, eso podría generar alguna forma de autolimitación. No se puede generalizar, pero a veces notas un cierto toque pedagógico. Puedes explicar algo, puedes tener como objetivo que los lectores aprendan, pero debes cuidar que eso no afecte la calidad literaria.

«Mundos de imágenes para grandes y pequeños» es el nombre de la muestra organizada a partir de la obra de Axel Scheffer. © Stiftung Internationale Jugendbibliothek

¿Qué opinas del trabajo de las editoriales independientes?

Me fascinan y las admiro por su valentía y su pasión. A veces me pregunto cómo pueden sobrevivir, pero ahí están creando cosas nuevas, cada una con su perfil. A veces asociadas, como ¡Álbum! en España. Ese tipo de organización no lo he visto aquí.

Por último, volvamos un poco en el tiempo, ¿viviste en Chile?

Sí, viví un año en Chile entre los años 1984 y1985. Estuve trabajando en un jardín infantil de la población La Bandera, en la periferia de Santiago. Para mí fue una experiencia nueva vivir en una ciudad tan grande. Me impresionó que a pesar de la realidad difícil que vivían los niños y sus familias, al mismo tiempo fueran tan amorosos y entusiastas. Recuerdo que las madres –porque los padres muchas veces no existían en la vida de los niños– colaboraban en las actividades del jardín con mucho compromiso.

¿Algún recuerdo especial?

Bueno, viví el terremoto de marzo de 1985. Yo venía llegando de un viaje al sur. Recuerdo sobre todo el ruido y los árboles que se agitaban como si los hubiera movido un viento fuerte. También me impresionó la naturaleza de Chile, la gran variedad de paisaje, desde el desierto de Atacama a paisajes del sur, que en algo se parece al de aquí, con otra flora y otra fauna, pero con algo en común. Todo eso quedó anotado en mi diario y en cartas que escribí a los amigos y a mi familia para contar como era Chile. Aún guardo en mi memoria todo eso y el recuerdo de los niños del jardín de La Bandera que no entendían muy bien por qué un adulto –tenía veintiún años, pero imagino que para ellos entraba en esa categoría– no lograba pronunciar correctamente el español…

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