A través de una investigación, la editora Sofía Montenegro y la filósofa Trinidad Silva observaron que en Chile existía poco entendimiento sobre este formato de no ficción, cuyo foco es presentar temáticas tan variadas como el mundo del universo o el de los dinosaurios, conjugando equilibradamente texto e ilustraciones. Siempre con el objetivo de alimentar la curiosidad por el saber.
Sofía Montenegro y Trinidad Silva, autoras del manual para mediadores de lectura «Libros informativos para niños y jóvenes».
Un libro informativo es un libro de no ficción, pero no por eso se transforma en un texto escolar. Un libro informativo divulga información a través de textos e imágenes. Esas son las principales características de este formato para lectores infantiles y juveniles, según un estudio hecho por la editora Sofía Montenegro y la profesora de filosofía antigua Trinidad Silva. La primera, autora de Migraciones. Un mundo en movimiento (Loqueleo, 2016) y la segunda autora de Abecedario etimológico (Loqueleo, 2018) y Animalario etimológico (Loqueleo, 2017).
Se trata de publicaciones que lejos de ser dogmáticas, instalan muchas preguntas y generan discusiones, a la vez que invitan al lector a explorar y así alimentar su curiosidad por el saber. “Un libro abierto estimula mucho el pensamiento crítico y la apreciación estética, porque también son libros bellos, que tienen un carácter estético importante en términos visuales”, indican las autoras de la investigación titulada Creando nuevos lectores: alcance e impacto del libro informativo en Chile, financiada por el Fondo del Libro en su Línea de Investigación, y que tuvo como resultado un manual para mediadores de lectura que, en parte, será presentado en la próxima Feria del Libro Infantil y Juvenil, en Providencia.
Sin embargo, pese a todas las virtudes que presenta este tipo de textos, observan que los libros informativos quedan en una suerte de limbo en el ámbito escolar, dado que profesores de ciencias más duras no los utilizan, aun cuando el tema hable sobre su materia; a la vez que los profesores de lenguaje no los incorporan ya que no los consideran literatura propiamente tal. “Hay una segmentación del conocimiento”, señalan Montenegro y Silva, y añaden que la lectura se debe entender como un ejercicio más transversal.
—¿Cuál fue el diagnóstico que impulsó el desarrollo de la investigación?
—Vimos que hay un problema muy grande en términos de recepción de este tipo de libros. Muchas veces quedaban en los estantes lejos del alcance de los niños o mal categorizados, no mediados, porque justamente no se sabía qué eran y se confundían con los textos escolares y se estaban perdiendo libros buenísimos que podían llegar a lectores que no estaban vinculados con la lectura.
Percibimos que había algo interesante que decir sobre la historia, la conceptualización del libro, su uso, de por qué no aparece más en el colegio, de verlo como un género un poco descuidado en el ámbito infantil y juvenil. Pero al mismo tiempo se estaba dando un boom muy potente en términos de publicación del libro informativo, tanto afuera como acá, sobre dinosaurios, el espacio, ciencias sociales o ciencias biológicas. Entonces también había un corpus muy potente, pero notábamos que se estaba quedando estancado en los estantes.
—¿Qué ha cambiado en el último tiempo?
—Ha cambiado muchísimo. Nosotras tomamos como margen de tiempo en la investigación los últimos 10 años. Y en este tiempo no solo ha habido un boom del libro informativo, sino que también de la literatura infantil en general. Por ejemplo, en 2002 se creó Amanuta, que años después publicó Sabores de América (2009), un hito importante en términos de publicaciones de libros infantiles y también informativos. De a poco las editoriales se han aventurado a publicar nuevos contenidos y nuevos formatos, muy de la mano del boom de la no ficción para adultos. Si uno ve los libros más vendidos en los últimos 5 años son de no ficción, como el fenómeno de José Maza, de María Teresa Ruiz, de Jorge Baradit. Entonces se ha roto un poco la primacía de la ficción por sobre la no ficción. ¿A qué responde este interés de los lectores por la no ficción? Quizás es más accesible, quizás les parece un poco menos canónica y de élite. No sé, hay varias cosas que tratamos de responder en la investigación.
Un buen libro informativo en general instala preguntas y genera discusiones.
—Entre las características actuales del libro informativo está no solo el informar, sino que también estimular. ¿En qué aspectos se ve?
—Un buen libro informativo en general instala muchas preguntas y genera discusiones. Te invita a seguir investigando sobre el tema. Hablamos harto de los libros abiertos versus los libros cerrados. Estos son libros abiertos, que te invitan a seguir investigando, a saber más, en general tienen recursos que te permiten seguir explorando ese tema. Son como escaleras de conocimiento que uno va subiendo y subiendo, y un tema te lleva al otro y eso es bonito también.
Ahí está la diferencia entre el libro informativo infantil y juvenil y un libro escolar por ejemplo sobre un mismo tema, sobre geografía o sobre las ballenas. El libro informativo te plantea preguntas, no es dogmático y te invita a explorar. Su función es estimular el interés por el conocimiento y no solo dar información, en comparación a un libro cerrado. Esa es la diferencia con el texto escolar, que también es un libro informativo en estricto rigor. Un libro abierto estimula el pensamiento crítico y la apreciación estética, porque también son libros bellos, que tienen un carácter estético importante en términos visuales. También hay un juego con el lenguaje, no solo con la imagen.
—Entonces, para el conocimiento ¿aporta más un libro abierto que uno cerrado?
—Sí, o sea las diferencias en ese sentido son las certezas versus las inquietudes. Los niños, que son curiosos por naturaleza, y la gente que quiere saber más se alimentan mucho de las preguntas, de las inquietudes, que no esté todo en un listado definitivo y certero con definiciones cerradas. Estos libros invitan al lector, de la mano del autor, a ir desarrollando tus propias definiciones, por eso interpelan tanto al lector, haciéndoles preguntas o poniéndolos en situaciones hipotéticas.
Este tipo de textos relativizan el criterio de certeza también. Generalmente la ciencia, que tiene este paradigma, al final tampoco es tan así. De hecho, los paradigmas científicos cambian y hay subjetividad también en los métodos científicos y han cambiado a través de la historia. Es importante que el autor declare su punto de vista, qué es lo que está rescatando, cuáles son las creencias, sus intenciones y así el lector se acerque desde el punto de vista del autor. En eso también hay apertura, no hay una verdad única. La idea de un libro abierto es atravesar los límites de las disciplinas, entenderlo como algo flexible, dinámico y que se puede cuestionar constantemente.
—Entre los libros más vendidos de Chile se encuentran precisamente los de no ficción, como decían ustedes. ¿Se encontró la fórmula para que textos informativos de esta naturaleza causen interés en los lectores?
—No sé si una fórmula, pero el hecho de apuntar a un público un poco más amplio ya dice algo. La divulgación en ese sentido es democrática y no necesitas ser un especialista o letrado y querer leer solo los clásicos. Habla de cosas muy ancladas a la realidad y a la curiosidad. Quizás la fórmula que mencionas tiene que ver más, en el caso de nuestra investigación, con el foco de análisis del formato. Porque el libro informativo infantil y juvenil tiene un formato que es el del libro álbum y eso ha tenido un boom importante a nivel internacional. Todo el trabajo estético, porque el libro informativo busca informar pero también entretener y provocar placer con las imágenes, que sea rico visualmente. Quizás por ahí está la fórmula si lo quieres ver así, en el equilibrio entre el texto y uso de imágenes.
—La presencia de internet como fuente de información y conocimiento ofrece mayor acceso al conocimiento versus los libros que suelen ser demasiado caros. ¿Cómo el libro informativo podría no sucumbir ante internet?
—Tiene que ver con el tipo de información y en cómo se presenta. En el libro informativo en general, la tendencia es que se trata de gente experta en el tema y que está haciendo un trabajo de divulgación, de un experto que es capaz de traducir un conocimiento específico en un lenguaje de divulgación, acompañado de imágenes o infografías. Este es un trabajo que ya está mediado. Uno tiene que hacer un trabajo previo de investigación para llegar a los buenos trabajos de divulgación que hay en Internet, que hay mucho, y quizás ese es el problema: que hay que tener un criterio de selección para llegar a una buena literatura de divulgación y para eso ya tienes que saber. Por otra parte está esa vieja discusión del libro digital versus el libro de papel. Creo que hay un encanto en los libros informativos ilustrados, de bonita factura, que no está en internet. El libro en sí mismo sigue teniendo ese valor material. Internet no proporciona esa información y hay que tener una capacidad de selección muy crítica para llegar a la información que realmente te va a abrir al conocimiento.
- Loqueleo, 2017
- Loqueleo, 2016
- Loqueleo, 2018
—El futuro y prosperidad del libro informativo en Chile todavía está en juego. ¿Hay problemas con la difusión?
—Sí, ese es el paso que hay que dar. No es tanto un problema sino algo que se va a ir dando. Ya se está publicando mucho, el interés se va a ir generando, las editoriales ya los están promoviendo con los colegios y bibliotecas, pero tal como se hizo un trabajo con el libro álbum de alfabetización, lo mismo se necesita para libros informativos. Todavía en regiones se nota que hay un desconocimiento muy grande y se están desaprovechando esa herramienta.
—¿Y cómo son percibidos en los colegios?
—En la biblioteca escolar hay una buena selección de libros informativos pero los profesores no los consideran. Lo que falta ahí tiene que ver con el trabajo de mediación, con la formación de los profesores. Hay una segmentación del conocimiento, porque pocas veces los profesores de otras asignaturas que no sean lenguaje se atreven a usarlos en sus clases, por mucho que el libro informativo hable sobre su materia. No los incorporan en sus clases porque los ven como literatura y, al mismo tiempo, los profesores de lenguaje no los ven como literatura propiamente tal, entonces quedan en una especie de limbo, que nadie cree que son tan pertinentes para su asignatura propiamente tal. Entonces ahí falta ser más flexible y abrirse a otras posibilidades.
En el contexto de la Feria del Libro Infantil y Juvenil, el 27 de agosto se realizará el seminario Libro Informativo: contexto, edición y mediación. Sofía Montenegro y Trinidad Silva impartirán una charla y un completo workshop que entregará herramientas de mediación lectora. También puedes descargar aquí el manual para mediadores de la lectura: Libros informativos para niños y jóvenes y el estudio Creando nuevos lectores. Alcance e impacto del libro informativo en Chile.