Kristina Cordero hizo un doctorado en ciencias de la computación mientras trabajaba en la facultad de Letras, donde abordó la brecha entre los libros y el acceso digital. Con el paso del tiempo, han surgido otros temas y brechas lectoras que le ha tocado abordar en el mundo de la educación, como la inclusión y el aprendizaje socioemocional. «Yo soy norteamericana radicada aquí, pero pasé los últimos dos años allá, donde hay mucho acento en lo que llaman DEI: Diversidad, Equidad, Inclusión, que está sintonizado con temas que están surgiendo aquí y que van a seguir surgiendo, así que eso viene a ser parte de un saco de preocupaciones nuevas que antes no se consideraban en el entorno de la escuela o de las bibliotecas».
¿Están más avanzados en estas preocupaciones allá en Estados Unidos, o no necesariamente?
Yo creo que, en el sentido más oficialista sí, porque todas las universidades ahora tienen algo como el vicerrector de diversidad e inclusión, pero creo que en Chile y en el mundo latinoamericano en general estamos más avanzados en el sentido común emocional; aquí siento que tenemos una ventaja cultural con eso, a pesar de que puede que haya menos rampas, o menos atenciones a personas neurodiversas o personas con discapacidades. Yo cada vez veo estas cosas menos comparativamente de inferior y superior, y es muy interesante eso.
Algo del sentido común se conecta con las propuestas del manual Lectura para todas y todos. Orientaciones para la inclusión de personas neurodiversas en bibliotecas públicas y otros espacios de lectura, publicado por La Fuente, en el que Kristina fue una de las investigadoras principales junto a Valentina Bravo. «Nos dimos cuenta de que tampoco afuera hay tanto documentado, hay un puñado de expertos, pero hay mucho que se puede innovar y escribir desde aquí. Yo creo que esta guía es bastante única. Muchas de las soluciones que ofrecemos y que planteamos en la guía son cosas que no son súper caras; todos los expertos con los que conversamos nos dijeron que adaptar la biblioteca a gente con diferentes necesidades tiene que ver con el personal, con la gente que trabaja y un poco de capacitación mezclado con no sé si sentido común (no sé si eso existe), pero sentido humano. Yo creo que muchas cosas son mucho más naturales de lo que la gente piensa, y el objetivo es eliminar esa cultura como transaccional que puede existir en la bulla del día a día, en cualquier lugar donde se atienden a muchos clientes».
¿La inclusión es una dificultad o quizás una oportunidad?
Ambas: es un desafío, yo soy profesora y tengo en mi clase una alumna que es sorda y tiene dos personas que hacen lengua de señas, es una parte del ambiente y de la dinámica de la clase. Tengo que cuidarla y asegurarme de que ella se sienta incluida, pero también tengo que atender a los otros alumnos, así que es un equilibrio, es una oportunidad y es un desafío al mismo tiempo, porque yo creo que es súper bueno que los otros alumnos se vayan dando cuenta también. Me encanta dar clase de lectura y de literatura multimodal, entonces no solo me gusta leer sino que me gusta ver arte, ver películas y escuchar música, pero es un desafío encontrar videos en YouTube que tengan subtítulos y yo no puedo basar la clase en videos porque ella se queda fuera. Así que uno tiene que estar constantemente pensando en eso.
También has estudiado la brecha entre lo que las personas adultas creen que las y los jóvenes deberían leer.
Son muchos temas. En mi investigación y mi experiencia práctica en la sala de clases y como madre sí que existe una brecha generacional y siempre va a existir. Todo el mundo viene anclado a una generación, entonces estudié siempre eso y pensando en cómo se pueden construir puentes para no eliminar, pero sí acortar las brechas un poco. El bibliotecario, mediador, mediadora de lectura es la persona clave que puede orientar a los niños y lo rico de eso es poder orientarles en lecturas que nosotros conocemos por experiencia personal o por haber estudiado el tema de la literatura infantil y juvenil, pero también abrir la puerta a legitimar lo que están leyendo ellos. Hay una gran diferencia entre leer cosas cortas en redes sociales y leer una novela larga o un cuento largo, son experiencias lectoras diferentes, y el celular puede ser un aliado en todo eso si uno va probando; yo estoy muy en contra de esta cosa de eliminar y guardar los celulares; hay mucho que se puede hacer experimentando en ese ámbito. Por ejemplo, las bibliotecas digitales, que a veces solucionan un problema práctico y acaba siendo un formato que un niño prefiere leer. Podemos suponer un montón de cosas, pero el ensayo y error de nuevo te ayuda a encontrar caminos, porque ahora hay más opciones que antes, es por eso que el fomento de la lectura puede transformarse si nosotros nos abrimos a entender la lectura de diferentes maneras.
¿Esto de llevar la lectura a otras formas tiene que ver con lo que decías de que en tus clases eres multimodal?
Yo empecé a dar clases a universitarios que no tienen mucha formación en literatura, en Estados Unidos, y durante la pandemia me empecé a dar cuenta de que tenía un lujo de herramientas para transmitir literatura de manera muy divertida, que probablemente si hubiera estado en una sala de clases normal se me hubieran ocurrido igual, pero es muy divertido si tú tienes un grupo de alumnos online por Zoom compartir tu pantalla y escuchar música. El otro día estaba viendo a Machado, y Serrat tiene todo un álbum de música conectada con Machado, así que pongo los textos de los poemas con sus traducciones, proyecto para que vean, ponemos la música al mismo tiempo y hacemos todo un juego para que mis alumnos que hablan inglés puedan apreciar la poesía de diferentes modos. Hay limitaciones también: mis alumnos son poco comunicativos, tengo que extraerles colaboración, yo creo que se esconden mucho detrás de la pantalla, pero hay maneras de hacerlo y el camino de entrada es cada vez más es el camino socioemocional, técnicas de enseñanza que conectan con la riqueza personal que pueden tener los alumnos. Eso es una manera de valorar lo que los alumnos traen a la sala de clase y no solo enseñar un canon definido. Yo tengo alumnos que me han confesado cosas muy conmovedoras. Da mucha satisfacción y es un desafío también, pero creo que es lo que los alumnos necesitan.
¿Ahora después de la pandemia o desde siempre?
Yo creo que desde siempre; es súper interesante intentar tejer temas socioemocionales a través de las asignaturas; algunas son más fácil que otras, en matemáticas tienes que ser muy creativo, pero no dudo que hay. En literatura claramente hay muchas cosas que se pueden hacer, y que tampoco son tan diferentes a lo que los profesores probablemente siempre han hecho. Lo sé porque mi mamá fue profesora de Historia y ella hacía eso todo el rato: «cómo te habrías sentido si tú hubieras sido un esclavo traído de África a Estados Unidos». Yo creo que muchos profesores han hecho esto durante mucho tiempo sin que fuera etiquetado como aprendizaje socioemocional, pero es rico poder incorporarlo de manera consciente. También voy a hablar un poco de las limitaciones, porque nosotros como profesores no estamos necesariamente capacitados y, en ese sentido, es muy bueno que los colegios y las escuelas vayan incorporándolo como capacitación, porque los profesores tampoco son profesionales en esa área y uno no quiere crear situaciones que después van a ser difíciles de manejar.
¿Han surgido oportunidades gracias a la pandemia?
En general, hablamos de la pandemia desde una óptica trágica y obviamente lo es, pero también las crisis presentan oportunidades y por ejemplo una generación de profesores se pusieron al día con la tecnología en el espacio de seis meses y fue atroz y muchos están desertando, pero los que se quedan, ahora se sienten mucho más dueños de su tecnología y de su situación en la sala de clases. Creo que el tema socioemocional antes de la pandemia era también una deuda pendiente y no nos dimos cuenta, e hizo falta una crisis. A veces hay que tocar fondo antes de mejorar y yo creo que la pandemia fue un tocar fondo que al final ayuda, es imposible que no prestemos atención a esto ahora, y eso al final es bueno para nuestros alumnos; cuando yo estaba en el colegio a nadie le importaba mi vida emocional y yo sufrí, fui al sicólogo muchos años, no sé, creo que hay cosas muy positivas que pueden salir de todo esto.
¿Eres optimista también en relación a la inteligencia artificial?
Yo creo que no lo conocemos lo suficiente todavía. Creo que aprovechar sus ventajas y controlar las desventajas va a ser el mega desafío; la única manera es que tenemos que aprender y recordar que nosotros tenemos que guiar las máquinas y no las máquinas a nosotros. Tenemos que tener súper claro para qué usamos la tecnología, para qué propósito.
Si no eres tan aficionada a la tecnología, ¿fue casual que terminaras en un doctorado en Ingeniería?
Súper casual, era en un momento en que yo trabajaba en la facultad de Letras y me decían necesitas sacar otro título, entonces quise un desafío nuevo. Las personas que están en emprendimientos e innovación tecnológica muchas veces tienen formación de ingeniero o de diseño y necesitan de gente como nosotros, de letras, y es por eso que animo mucho a los profesores de literatura a respirar hondo y meterse en esto: porque somos necesarios. Las empresas van a hacer lo posible para usar estas tecnologías para eliminar personal, así que la formación humanística, la gente que estudió filosofía, historia, literatura, no podemos dejarnos convencer de que nuestras formaciones son inútiles. Hablamos idiomas muy diferentes y es cada vez más importante que hablemos el idioma del otro. Esa cosa interdisciplinaria es importante; el trabajo con la popularización de cosas de inteligencia artificial es muy complejo y no podemos volvernos todos expertos, pero sí podemos empezar a hablar, inventar un espacio común con un vocabulario común donde podamos construir cosas en conjunto.
¿En tu experiencia había disposición a esa conversación interdisciplinaria?
Sí, es algo que hay que cultivar. El mundo va hacia la especialización y eso yo creo que es súper malo. Es necesario un vocabulario más amplio y una visión más amplia disciplinariamente; por eso yo soy tan fanática de las bibliotecas, porque las bibliotecas vienen a ser un espacio —sobre todo en las universidades— donde se pueden juntar las diferentes disciplinas.
En tu conferencia para el Festival Somos Lectores hablaste especialmente de adolescentes. ¿Por qué?
En términos de fomento de lectura, el enfoque suele ser más en los niños chicos, donde hay —sobre todo después de la pandemia— brechas, rezagos y todo tipo de cosas porque ese periodo es súper crítico: adquieren la alfabetización y saben decodificar y adquieren las herramientas básicas. Pero yo creo que también hay una percepción de que si los niños ya para finales de la enseñanza básica no son «lectores» ya son como casos perdidos, y creo que primero es imposible que como profesores y mediadores de lecturas tengamos esa actitud, es como descartar y desatender a un mundo de gente que todavía están en desarrollo y que están en una fase curiosamente súper apta para adquirir la lectura, porque son niños que tienen más capacidad de comprensión no solo de lectura, sino comprensión y dimensión de experiencia humana porque ellos mismos están pasando un montón de cambios. En cierto modo hay oportunidades con los adolescentes que también para los profesores y mediadores pueden dar otros tipos de satisfacciones.
Yo creo que hay muchos espacios justamente en lo socioemocional, en los temas culturales, de entrar a los niños y a los jóvenes donde ellos están. Los jóvenes ahora están con un montón de dilemas y desafíos, de género, de identidad, de cultura, de femenino/masculino, hay un montón de intereses ya instalados que uno puede agarrar para entrar en temas de lectura, y ahí viene la creatividad de los mediadores, y nuestra creatividad humana también, de inventar nuevos modos de acercar a la lectura e integrarla a conversaciones que tienen que ver con la actualidad de ellos.