Entrevistas

Macarena García Moggia gana premio de la Academia Chilena de la Lengua por «La transparencia de las ventanas»

Verónica Salazar Por Verónica Salazar

La ventana como una metáfora de la mirada, como una cadena de asociaciones y cómo la han retratado diversos artistas –desde Édouard Manet, Marcel Duchamp hasta los chilenos Eduardo Vilches o Nemesio Antúnez– es el tema de esta serie de ensayos a través de los cuales la escritora viñamarina reflexiona, se pregunta y piensa sobre el acto de mirar. [Créditos portada: uv.cl]

Fue Adriana Valdés quien llamó a Macarena García Moggia para comunicarle que su libro La transparencia de las ventanas. Ensayos sobre la mirada, había ganado el premio con que la Academia Chilena de la Lengua distingue a la mejor obra literaria publicada el año precedente. No sólo la felicitó por recibir el premio, sino que también le dijo que era el primer libro de ensayos en recibir tal reconocimiento. Al momento de recibir el llamado, la escritora y académica viñamarina se encontraba en su escritorio, trabajando. Desde ahí dirige Mundana, una editorial especializada en ensayo y que lleva hasta la fecha más de veinte publicaciones. Es, además, autora del libro de poemas Aldabas (Edicola, 2016) y de la novela Maratón (Cuneta, 2017) y ha realizado traducciones del italiano al español en distintas editoriales chilenas. Hizo –por muchos años– clases en la Universidad Católica de Valparaíso, se doctoró en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte por la Universidad de Chile y actualmente se encuentra realizando un posdoctorado.

Tu libro La transparencia de las ventanas comienza con un recuerdo tuyo de infancia. ¿Cómo fue ese periodo de tu vida? ¿Cómo la recuerdas?

Comienza con un recuerdo, o una imagen, que es bien incierta y atemporal. Es la imagen de una sensación que conservo en la memoria: la de estar, quizás, separada del mundo de afuera, a resguardo del exterior, pero al mismo tiempo atenta y expuesta como nunca a él. La mirada de los niños es un poco así. Ver lo que ocurre a través de las ventanas es convertir lo que ocurre en una historia, en una narración, en una ficción. Todo lo que vemos enmarcado tiene la posibilidad de volverse objeto de la imaginación. Como los cuadros, las películas, los poemas. 

Estudiaste psicología, pero nunca ejerciste esa profesión, sino que seguiste los pasos de la academia y del magíster pasaste al doctorado en Filosofía. ¿Cómo se fue dando ese camino?

Supongo que me di cuenta de que me gustaban los libros, entonces la edición, el estudio y las clases han sido formas de vivir con ellos y ganarme al mismo tiempo la vida. Como tú dices, tengo estudios en psicología, teoría del arte, literatura y filosofía. Son todos ámbitos del saber que me gustan mucho, pero en verdad, a mí lo que me interesa es entender ciertos asuntos de la vida. No así tanto las disciplinas por separado ni menos sus especializaciones. A mí lo que me importa es la manera en que nos arreglamos para estar aquí. Por eso me quedo, desde un inicio, más cerca de la poesía.

Editorial Universidad de Valparaíso, 2022

Publicaste en 2016 el libro de poemas Aldabas y –al año siguiente– Maratón, tu primera novela. ¿Qué importancia tiene la poesía en tu vida y en tu escritura?

La poesía, supongo, me acompaña siempre. Bajo la forma de un libro en la mochila, sobre el escritorio o en el velador. De una libreta de notas a la mano para copiar un verso leído o registrar un conjunto de palabras que, a veces, después ordeno y terminan componiendo trabajosamente un poema. Tiene esa particularidad: son las palabras las que piensan en la poesía, aparecen en toda su materialidad sobre la página y por eso refrescan continuamente no sólo la lengua, sino además la experiencia que tenemos del mundo.

Has abordado casi todos los géneros: poesía, novela y ensayo. ¿Qué te interesa de este último y en cuál te sientes más cómoda?

Me interesa mucho lo que cada uno de los géneros le hace al otro. Sobre todo, tengo la sensación de que más que la pregunta por los géneros, importa la pregunta por las formas que ciertas imágenes o emociones o pensamientos producen, y al revés. No me siento cómoda en ningún registro, a decir verdad. Sólo busco por aquí y por allá y persigo los tonos y las ideas, cuando se me dan.

¿Qué es el ensayo para ti?

En el ensayo, literario o personal, lo que busco es una prosa reflexiva, pero también imaginativa, emotiva, sagaz. Supongo que para mí el ensayo es un género en donde cabe todo: ideas, pensamientos fugaces, recuerdos, citas –que son recuerdos–, experiencias, narración, delirios, especulaciones, imágenes. Por esa razón, tiendo a pensarlo como un género muy poroso y fronterizo, de bordes poco claros, difusos. Aunque no por ello “desbordado”. Siempre ocupo la metáfora de que leer un buen ensayo es como conversar con un buen amigo o amiga: las palabras crean intimidad, saben cambiar de tema y tono, pasar cambios, profundizar, reírse, y también callar.

¿Qué ensayistas admiras?

Admiro muchísimo la obra ensayística de Natalia Ginzburg, por ejemplo. En ella se da una mezcla de sencillez, elegancia y naturalidad sin renunciar a las ideas fuertes acerca de la vida ni a la crítica del presente ni menos aún a la discusión con los saberes anquilosados. En lo que escribe se da una mezcla de registros, tonos y cambios de marcha y, aun así, persevera en la unidad. Posiblemente le deba mucho a esa suerte de materialismo poético de posguerra que dio en Italia voces y miradas tan tremendamente luminosas.

En agosto del 2022, en el Centro de Extensión de la Universidad de Valparaíso fue presentado el libro «La transparencia de las ventanas. Ensayos sobre la mirada». Créditos: uv.cl

¿Cómo ves el panorama chileno actual?

A mí me parece que hoy día hay en el ensayo voces muy preciosas en la literatura chilena. Así al vuelo, pienso en los ensayos de Paz López, Cynthia Rimsky, Lina Meruane, Catalina Porzio, Alia Trabucco, Marcela Labraña, entre otras, que leo, disfruto e intento publicar. También existe una tradición, ciertamente, en los ensayos literarios escritos por mujeres chilenas: Guadalupe Santa Cruz, la misma Adriana Valdés, Nelly Richard, Diamela Eltit, los ensayos magníficos de Elvira Hernández. Y bueno, la tremenda obra ensayística de Gabriela Mistral. Tengo la sensación de que cuando hablamos de escritoras de ensayo no habría en ningún caso que hablar de “ensayistas”. Me parece que es esa una etiqueta definitivamente muy cerrada para escrituras que transitan y han transitado entre los géneros con mucha más libertad de la que espera la academia, por ejemplo. 

Lo primero que se aprende del ensayo es que debe existir una hipótesis y defenderla o negarla a través de los argumentos. Pero tu libro –tal como dijo Paz López, otra ensayista– tiene un “marco elástico” y se pasa de un capítulo a otro sin soluciones de continuidad. En tus ensayos hay datos, digresiones, teoría del arte y preguntas que quedan abiertas. ¿Cómo lograste esta manera de narrar?

Claro, es que tal vez justamente eso que se aprende del ensayo es lo que vamos desaprendiendo en la medida en que nos acercamos literariamente al género. Es lo que yo intenté ir desaprendiendo de cierta forma mientras fui avanzando en la escritura de mi libro de las ventanas, aunque no creo haberlo logrado completamente. En ese libro hay tonos distintos, aunque aparece de repente la profesora que hay en mí y a la que hubiese preferido silenciar un poco más. A mí me gustaría lograr más y más libertad en la escritura, al punto de que los argumentos se hagan completamente a un lado en beneficio de impresiones y pensamientos como los que despierta, a veces, una ventana.

Tu libro permite hacer visible las ventanas de muchos modos. ¿Cómo escogiste este tema? ¿Qué vínculo tiene para ti la ventana con la creación?

Hace tiempo empecé a preguntarme por qué la mirada, nuestra mirada, busca con tanta insistencia las ventanas. Entonces comencé a pensar que hay un vínculo entre las artes de la imagen –incluida la poesía, por cierto– y las ventanas; que tal vez las ventanas son una forma de la imagen, ya sea física o mental. En el fondo, lo que pienso es que al acercarnos y al mismo tiempo distanciarnos del mundo, lo que una ventana nos ofrece es algo muy parecido a una experiencia estética, es decir, una experiencia racional y emotiva del mundo ampliamente determinada por la conciencia de lo que de él recibimos a través de los sentidos. 

Macarena García Moggia, escritora, editora y teórica del arte. Créditos: Francisca González.

En este minuto, ¿desde qué ventana miras el mundo?

Desde la de mi casa, gran parte del día. Vivo en Viña, frente a un convento. Desde la ventana de la habitación donde trabajo veo a través de la reja y la enredadera que recubre la entrada de mi casa, un muro bien alto de ladrillos y latón café, y arriba el cielo casi siempre despejado recortado por uno que otro árbol y más allá un pequeño campanario iluminado con luces de discoteca. Me gustaba la idea de que hubiese monjas de claustro detrás del muro. Pero ya no están, se fueron a San Felipe. Si no estuviera el muro, tal vez vería un pedazo de mar.

Tu editorial Mundana se especializa en el ensayo. Cuéntanos qué libros has publicado y cómo ha sido tu experiencia como editora. 

Sí. Mundana me ha permitido leer y editar libros de ensayo y poesía que me han gustado mucho. En su mayoría, han sido invitaciones a los autores para que sean parte de nuestro catálogo. Lo que hemos publicado son libros que reflejan un diálogo que ha existido. Porque Mundana es una editorial de amigos cuya manera de ver y escribir y pensar el mundo admiro.

Y, por último, ¿qué lecturas ensayísticas te ocupan hoy en día? ¿Estás trabajando en algún proyecto o en algún tema en particular?

He estado ahora último muy entretenida leyendo los ensayos de Peter Orner y Bryan Dillon. Otro autor que me ha acompañado este año es Al Alvarez, en especial sus memorias y sus diarios de nadador. He estado metiéndome en ese asunto del nado y sus metáforas, y creo que algo saldrá de ahí. Por ahora, termino un libro de ensayos o crónicas o escritos más autobiográficos sobre los espacios de lectura y escritura que pueden abrirse o cerrarse al interior de una casa. Es un libro cercano, desde un lugar más íntimo, quizás, que el de las ventanas, donde los tiempos de la lectura y la escritura se encuentran con los del amor, la maternidad y la posibilidad o imposibilidad de formar un hogar.

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Verónica Salazar

Periodista UC, magíster en Edición de Libros UDP-Pompeu Fabra y magíster en Estudios iberoamericanos en Lovaina, Bélgica. Escribe, edita, pero por, sobre todo, lee. Tiene una debilidad por las bibliotecas privadas, por las librerías y por saber qué y cómo leen los amantes de los libros.

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