Entrevistas

Mónica Echeverría: «Violeta Parra representa el genio desperdiciado del pueblo chileno»

Bautista Martínez Por Bautista Martínez

Hace ocho años, Mónica Echeverría avanzaba en la escritura de una biografía de Violeta Parra cuando decidió empezar de nuevo y relatar su historia en primera persona. Quiso entrar en el mundo de la artista chilena usando su voz. Un ejercicio que la obligó a sumergirse en escritos y memorias de quienes vivieron la precariedad...

Hace ocho años, Mónica Echeverría avanzaba en la escritura de una biografía de Violeta Parra cuando decidió empezar de nuevo y relatar su historia en primera persona. Quiso entrar en el mundo de la artista chilena usando su voz. Un ejercicio que la obligó a sumergirse en escritos y memorias de quienes vivieron la precariedad del mundo rural durante la primera mitad del siglo XX, para comprender el entorno afectivo y cultural que vio nacer y forjó la personalidad de una mujer a quien considera un milagro.

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Créditos: Bautista Martínez

El otoño es frío en Santiago y en los barrios precordilleranos se siente aún más. A sus 97 años, Mónica Echeverría se desplaza lenta, pero decidida, y se sienta en su sillón blanco, cerca de sus cuadros, de sus plantas y de una foto en blanco y negro de su hijo Javier, para recordar cómo entró en la vida de Violeta Parra. Fue su marido, el reconocido arquitecto y ex alcalde de La Reina, Fernando Castillo Velasco, quien la impulsó a cambiar la voz del narrador de su biografía Yo, Violeta (Plaza & Janés, 2010). En esta entrevista, Mónica nos cuenta sobre las motivaciones que la llevaron a retratar a la creadora chilena desde su aparición en el mundo hasta su trágica despedida; y de la aventura de tomar la voz de otro para relatar como propia una historia ajena.

— ¿Por qué quiso escribir esta biografía?

—Conocí personalmente a Violeta Parra, en la última etapa de su vida. Ella estaba buscando un sitio donde instalar una carpa para hacer una universidad popular, y hacer de ese lugar un espacio para la enseñanza y aprendizaje de la cultura popular chilena: la Universidad Nacional del Folclor. Iba a ser una universidad de la música, la cerámica, la artesanía. No existía —y no existe— un lugar donde el pueblo aprenda cómo utilizar de mejor manera los objetos y creaciones que le son propios. No existía un proyecto y ella lo tenía todo armado. Es eso lo triste de su suicidio. Su obra final quedó inconclusa. Imagínate una carpa inmensa que iba a servir de universidad popular. Recorrió muchos municipios para que le facilitaran un sitio donde instalarse, pero no tuvo buena acogida. Acudió a un montón de alcaldes que veían en ella una mujer mal vestida, medio sucia, o sea, la Violeta les caía mal desde el primer contacto.

Fernando Castillo Monica Echeverría El Mercurio

El arquitecto Fernado Castillo Velasco fue alcalde de La Reina e Intendente de la Región Metropolitana. En la foto, junto a su señora, Mónica Echeverría. Créditos: Emol.

Y el único que la escuchó, y con mucha atención, fue Fernando (Castillo). Advirtió que había algo genial en ella y su proyecto le pareció fabuloso. Entonces le ofreció un lugar en la zona de La Quintrala, en La Reina, donde actualmente hay una serie de edificios y un supermercado. Allí Violeta instaló su carpa, que tuvo gran acogida en su inauguración, pero con el tiempo, la distancia y las dificultades de transporte para llegar ahí fueron dejando casi sin público este lugar. Ella se fue quedando sola, con esta gran carpa y con un montón de deudas.

Haberla conocido en ese período final, que se viniera a La Reina con su carpa para poner en marcha algo tan valioso como esta universidad popular, me conmovió profundamente. Admiré mucho la capacidad y convicción que puede tener una persona como ella, que logró hacer cosas tan significativas, viniendo de una realidad tan precaria. Violeta Parra es una suerte de milagro. Y quise contar su historia sin pretender divinizarla, como se ha hecho mucho, me parecía importante humanizarla, con todas las complejidades que tiene un ser humano. Creo que su figura se engrandece al retratarla así.

— ¿En qué momento y de qué manera toma el camino de contar su biografía en primera persona?

—Comencé a escribir su biografía en tercera persona. Fue Fernando el que me dijo que este libro era para ser contado en primera persona.

—Cada capítulo del libro se inicia con un refrán popular, anticipando de algún modo los hechos que se cuentan. Luego viene una suma de relatos que intercalan extractos de canciones, rimas y sabiduría popular del campo, ¿cómo fue el proceso de construir ese tono narrativo?

—Me metí en el lenguaje que tenía la Violeta, que era muy particular. Fernando me ayudó mucho en este proceso. Lo de la sabiduría popular se lo debo mucho a Nicanor (Parra), a quien fui a visitar un par de veces a Las Cruces y me sugería refranes y moralejas que fueron parte de esa existencia genial de los Parra. Los refranes populares ayudaban a comprender y relatar mejor el mundo del que venía Violeta y, a través del lenguaje, me fui metiendo en su cuerpo, en su alma, en sus ideales, tan truncados y tan difíciles.

—Me da la impresión que sus canciones también fueron inspirando el relato, de hecho muchos capítulos rematan con las letras de sus canciones.

—Por supuesto, las canciones fueron muy inspiradoras. Sus canciones reflejan su mirada del mundo, y la forma que usaba para referirse a las cosas.

Nicanor y Violeta Discoteca nacional chile

Los hermanos Parra, Violeta y Nicanor. Créditos: Discoteca Nacional de Chile.

—Me llamó la atención la forma cariñosa en que esta Violeta narradora se refiere a su padre, poco después de relatar el horrible episodio en que éste empuja a su mujer que tenía a su hija menor en sus brazos, provocándole daños severos e irreparables a la “Yuquita”, como le llamaban a la niña. Violeta habla de “mi papito”, es difícil imaginar que alguien le pueda guardar cariño a una persona que hizo algo tan terrible.

—Hay que pensar que esa es la cultura de nuestro pueblo, donde ustedes, los hombres, son los dioses. Eso está muy arraigado, y en esa época, y en el campo, mucho más aún. No te olvides que era una familia con muy pocos recursos de todo tipo. Violeta es un milagro dentro de ese mundo.

—También me llamó la atención la manera en que se va relatando el dolor por la pérdida de su hija, Rosita Clara, mientras estaba en París. En ese capítulo relata su dolor, pero al poco andar se vuelca a lo suyo, y va contando cómo intenta sobreponerse y seguir trabajando por darse a conocer en Europa, participando en distintas actividades. Es avanzando en el libro cuando pareciera que ese dolor se va haciendo más profundo y permanente…

—Creo que es así como les pasa a las personas cuando tienen grandes desgracias. Si te sucede una gran desgracia, cuando estás en la cumbre de la gloria, haces un discurso o te presentas en la televisión francesa. Es tan inesperado y extraordinario lo que le está pasando, que lo hace. Luego viene el duelo. El dolor lo guardó, lo escondió. No sufrió a destajo cuando debía. Y cuando se te devuelven las penas, es mucho peor. Las grandes desgracias se vuelven a sufrir y percibir después. No son tan instantáneas, y se me ocurre que así debió haber llevado ese dolor.

—Me dio la impresión de que una descripción así sólo podría hacerla quien ha vivido la pérdida de un hijo, como en su caso…

—Bueno, la muerte cercana siempre es dolorosa: la de un hijo, la una madre, la de un gran amor, etc. Hay muertes que son más esperadas, como la de los padres. Pero la muerte de un hijo es algo totalmente inesperado, es algo inexplicable.

Violeta y el grupo boliviano en la carpa Fundación Violeta PArra

Violeta y el grupo boliviano en la carpa de La Reina. Créditos: Fundación Violeta Parra

—La presencia suya en la biografía de Violeta es muy ausente, al momento en que junto a su marido la visitan en la carpa de La Reina. Usted se describe a sí misma casi de manera decorativa.

—Es que así debe haber sido para ella, jajaja. La Violeta se excitaba con los hombres, y se súper excitó con Fernando. “Mi alcaldito”, le decía. Yo era una extra que estaba por ahí, molestando.

— ¿Qué representa para usted Violeta Parra?

—Ella representa el genio oculto, perdido y desperdiciado del pueblo chileno. Es una triste realidad. Los chilenos somos incapaces de darnos cuenta cuando hay genios en algo. Y fíjate que le debemos a los franceses haber conocido a Violeta Parra. También les debemos haber conocido a Matta. El pueblo francés tiene un don muy especial: descubren genios. Previo a su viaje a Francia, nadie conocía a Violeta Parra en Chile. Nadie la cotizaba. Cuando la llevan al Club de la Unión se ponen a conversar, la encuentran una lata, no le ven ningún valor.

Violeta siempre tuvo la sensación de que ella, interiormente, era una genia. Entonces lucha contra la adversidad. Ahora, en Chile hay gente que supo valorarla. La familia Letelier, por ejemplo, que la invita a su casa en Aculeo para escucharla cantar y abrirle puertas. Gastón Soublette, que la ayuda a codificar la música que fue registrando en los pueblos y campos, y por supuesto Nicanor, que la lleva a Santiago y la ayuda desde sus primeros años a educarse y valorarla como artista.

Sin ellos, no conoceríamos a Violeta Parra. Y si ella no hubiese salido con sus aparatos de grabación para dar a conocer lo que era nuestra verdadera esencia musical, no tendríamos idea de cuál es realmente nuestro folclor.

 

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Bautista Martínez

Periodista y diplomado en Edición de la Universidad Diego Portales. Ha trabajado en el área de comunicaciones de Corfo y ProChile. Desde el 2014 está a cargo de los proyectos audiovisuales y fotográficos en la Fundación Imagen de Chile. Ha colaborado en forma independiente en proyectos editoriales, audiovisuales y fotográficos. Vivió un año en Buenos Aires junto a su mujer, ciudad que adora y vuelve cada vez que puede.

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