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Entrevistas

Olivier Tallec, ilustrador: «Hemos olvidado lo que es debatir»

Pablo Espinosa Por Pablo Espinosa

El francés es un consagrado autor e ilustrador de literatura infantil, que se caracteriza por su humor, con el que ha sido capaz de tocar temas tan complejos como la guerra, el poder y, en el caso de su nuevo libro, la muerte. En esta entrevista, Tallec habla de su confianza en la literatura para abrir discusiones y comenta con preocupación el momento de la industria del libro en Europa, donde de forma cada vez más frecuente decisiones editoriales son tomadas por los departamentos de ventas. [Foto portada: © Aurélie Deglane]

Olivier Tallec (1970) ha ilustrado más de 50 libros infantiles, traducidos a múltiples idiomas. En castellano, sin embargo, sólo alrededor de una decena están disponibles; lo que ha bastado para que sea un nombre familiar en bibliotecas chilenas y en la memoria de niñas y niños, gracias a su humor, a sus coloridas ilustraciones hechas de forma análoga, que permiten ver el trazo de los pinceles, y a sus reflexivas narraciones. 

Algunos ejemplos en los que Tallec ha combinado hábilmente humor y reflexión están en sus libros Waterloo y Trafalgar (Pípala, 2012), un libro sin palabras en el que ridiculiza la guerra y que fue su primera publicación como autor e ilustrador;  y Felicio, rey del rebaño (Algar, 2015) —seleccionado como imprescindible por Troquel—, que muestra con ironía cómo el poder puede corromper. En él se ve en una doble página una ilustración hoy más trágica que cómica, debido a la actualidad que ha cobrado: al rey Felicio separando a las ovejas blancas de las oscuras. 

La destreza de Tallec para tratar temas complejos es visible también en la saga de libros que ha hecho protagonizados por una ardilla sin nombre, publicados en castellano por la editorial española Birabiro —encargada actualmente de publicar los libros del francés en nuestro idioma—, entre los que está Es mi árbol, que cuestiona la apropiación, y Hubiera querido, que trata la identidad. En su nuevo libro, Is It Asleep? (¿Está dormido?), todavía no publicado en castellano, vemos a la ardilla acompañada de otros seres del bosque, enfrentándose esta vez a la muerte.

«Primero quise hacer un álbum sobre el aburrimiento —dice Tallec a La Fuente sobre su nuevo libro— y dándole vueltas constantemente al aburrimiento, llegué al tema de la muerte. Es un tema que me ha interesado durante mucho tiempo y que quería abordar en un álbum. Así que me pregunté cómo encontrar una forma original de hacerlo. La mayoría de los álbumes sobre este tema tratan sobre la muerte de un ser querido (abuelos o incluso padres). Aquí no es una persona quien anuncia la muerte de alguien (un pájaro). La descubren los personajes por sí mismos».

¿Está dormido?, al igual que gran parte de los libros de Tallec, tiene un final abierto, algo intencionado por el autor. «Muchas veces me dicen que mis libros tienen libros abiertos —comenta—, lo que se debe a que no quiero que mis historias tengan una lección moral al final. Quiero algo abierto. Me gusta la idea de que existan muchas posibilidades al final y que cada lector o lectora tenga el derecho a hacer su propia historia. Un libro es una herramienta de discusión».

Al optar por ilustrar, Tallec también se ha mostrado inclinado por relatos reflexivos. Es responsable de las ilustraciones de los los libros infantiles Lobo grande y Lobo pequeño (Ediciones Jaguar), de Nadine Brun-Cosme; Habría que… (Kókinos), de Thierry Lenain; Te quiero un montón (Edelvives), de Alain Serres, y la serie de la niña vikinga Dagfrid (Flamboyant), de Agnés Mathieu-Daudé, entre otros. 

Tallec se graduó en la Escuela de Artes Gráficas Duperré, en París, y ha trabajado desde los años 90 como diseñador gráfico e ilustrador de prensa (Libération, Elle y Les Inrockuptibles, entre otros medios), aunque actualmente está dedicado a tiempo completo a la ilustración editorial. Vive en París y al saber que la entrevista es de Chile, hace una aclaración: nunca ha vivido en este país. «Hay una antigua biografía sobre mí en internet, que estoy intentando que desaparezca, que dice que viví en Chile —explica—. No es así. Lo que realmente sucedió fue que el año 2008, después de terminar un libro sobre la Isla de Pascua, que me fascinó mucho, decidí ir allí. Pasé diez días en la isla y luego decidí visitar el país. Fue un viaje increíble». 

Aunque ¿Está dormido? no está todavía disponible en castellano, hay otras dos novedades de Tallec lanzadas este año por la editorial Birabiro: El rey y nada, que trata la avaricia y el materialismo a través de un rey que lo quiere todo, y Las tres piedras, que tiene la particularidad de hacer fascinante la historia de tres piedras que, involuntariamente, bajan de una montaña. 

El taller de Tallec donde dice trabajar a la antigua. Créditos: Olivier Tallec.

Muchos de tus libros tratan temas complejos, lo que permite conversaciones filosóficas con niñas y niños. ¿Qué te ha inspirado para hacerlos?

La inspiración siempre tiene múltiples fuentes, no todas identificables. Las influencias pasan a través de las personas con las que nos relacionamos, a través de exposiciones, el cine, la literatura, escenas de la vida cotidiana e incluso un folleto en el dentista. Las imágenes y las palabras se instalan en nosotros; algunas permanecen, otras son solo recuerdos. Alina Szapocznikow, escultora polaca, dijo: «La creación está entre el sueño y el trabajo cotidiano».

Cuando empecé Es mi árbol, quería escribir un libro sobre la propiedad. Fue justo después de leer a Jean-Jacques Rousseau. Me llamó la atención esta frase, que fue un excelente comienzo para una historia infantil:  «El primero que, tras cercar un terreno, decidió decir: “Esto es mío”, y encontró gente lo suficientemente simple como para creerlo, fue el verdadero fundador de la sociedad civil (…) Estás perdido si olvidas que los frutos son de todos y que la tierra no es de nadie». 

La propiedad es un realmente tema tanto para adultos como para niños. Así que este tema me permitió hablar con ambos (padres e hijos), lo que a veces es importante para mí. Mi próximo libro (en septiembre), titulado Esperando a los bárbaros, es una adaptación del poema de Konstantínos Kaváfis. A veces, una lectura puede ser un buen punto de partida.

«Escribir y dibujar para niños es realmente un acto político», dijiste en una entrevista. ¿Qué ideas crees que se han reflejado en tus libros?

Bueno, no creo que la literatura juvenil deba tener un propósito, una misión. Es, ante todo, un espacio de libertad e interpretación del mundo. Pero un libro también es una herramienta. Uno lee una historia sencilla, pero que también puede ser el inicio de una conversación sobre un tema que el libro aborda desde una perspectiva más o menos amplia. Es cierto que, por un lado, me gustan las referencias a la actualidad cuando es posible, y, por otro, creo que toda representación es política; por ejemplo, la forma en que representamos a una familia en un álbum es política: ¿está la madre en casa?, ¿la pareja es blanca y heterosexual?, etc. En el momento en que decides representar a un niño, es político. ¿Será negro?, ¿blanco?, ¿asiático o indio? Vivimos en un mundo donde será cada vez más importante defender ciertas ideas. ¿Por qué no hacerlo en los libros infantiles?

¿Cuáles son esas ideas que crees que es necesario defender? 

¿Puedo responder con un ejemplo? Hace poco escribí un libro, Serpiente azul, serpiente roja (todavía no publicado), que trata sobre la amistad. Habla de dos serpientes que son amigas pero siempre están en desacuerdo. En todo: desde el color del cielo hasta la forma de un cactus. En este libro intenté explicarles a los niños que la amistad no impide la diferencia de puntos de vista. No es porque seamos amigos que debamos estar siempre de acuerdo. Y si no están de acuerdo, pueden seguir siendo amigos. Las palabras, hoy particularmente, son muy importantes. Es importante defender ideas, pero defender significa debatir. Hemos olvidado lo que es debatir.

Como ilustrador con una larga trayectoria,  ¿cómo ves los cambios en la industria del libro infantil? 

Hay diferentes puntos. En Francia la industria del libro se ha concentrado en unos pocos grandes grupos editoriales. Irónicamente, hay menos editoriales pequeñas, pero cada vez más autores y cada vez más libros. Uno podría pensar que tener más libros es algo bueno, pero los lectores se ven abrumados, lo cual es realmente malo para todos: autores, lectores, librerías y, en última instancia, también para las editoriales. Todo esto se hace a expensas de la creación. Además, las editoriales asumen cada vez menos riesgos. 

Lo que ha cambiado mucho es el poder de los vendedores en la industria del libro. El puesto de director artístico ha desaparecido en muchas editoriales, y ahora son los departamentos de ventas quienes deciden el título o la portada de un libro. Creo que nos encontramos en un período complicado donde las relaciones entre autores y editoriales son tensas. Pero, afortunadamente, algunos están haciendo un trabajo extraordinario y cada año se publican libros increíbles. 

Ilustración del libro «Lobo grande y lobo pequeño». Créditos: galeriegallimard.com

Fábulas sin moraleja

¿Cómo es tu forma de trabajo?

Cuando trabajo en un libro, no escribo primero el texto y luego hago las ilustraciones. Hago ambas cosas a la vez. Empiezo a escribir, por supuesto, pero muy rápidamente necesito dibujar, luego retomar la escritura y así sucesivamente. A veces, el dibujo cuenta cosas que no están en el texto, y el texto habla de cosas que no están en el dibujo. Ambos se complementan. 

¿Y en el caso de los libros sin palabras?

El primer libro que escribí sin palabras fue el primero que escribí como autor. No me sentía preparado para escribir, así que mi editor me ofreció escribir un libro sin texto. Era Waterloo y Trafalgar, una historia sobre lo absurdo de la guerra. Me encanta este ejercicio de contar historias sin palabras. ¿Cómo puedo explicar algo sin palabras? Es como imaginar una película muda. Así que trabajar en un libro sin palabras es un ejercicio muy especial, porque decides empezar con una desventaja.

Tu último libro trata sobre la muerte. ¿Por qué quisiste abordarla? 

El tema de la muerte es importante en la literatura infantil y ha sido abordado en numerosas ocasiones por varios autores importantes (desde Komako Sakaï hasta Wolf Erlbruch, pasando por Ulf Nilsson y Eva Eriksson). Así que para mí fue un buen ejercicio. Es un tema esencial que nos sigue cuestionando a los adultos, y adquirir un libro sobre esta temática nunca es fácil. Siempre hay reticencia, porque el adulto se identifica inmediatamente. Pero los niños leen un libro sobre la muerte como si leyeran un cuento sobre un tema completamente diferente. La identificación no es lo mismo en absoluto. Por lo tanto, no existe temor alguno por parte de los niños a entrar en una historia sobre la desaparición. La reacción de los padres es similar al tratamiento de la muerte en nuestra sociedad, donde ella no existe o incluso se oculta. Un libro sobre la muerte nunca disuade a un niño. Y creo que no hay que tener miedo de leerles estos libros. La muerte es parte de la vida.

¿Y cómo quisiste aproximarte a la muerte?

No quería limitarme a personajes adorables e historias tiernas y considero que todos los temas son temas aptos para jóvenes. La muerte incluida. Así que descubrí que este tema podría ser interesante para abordar en este pequeño mundo del bosque. Tenía varios personajes (incluido un pájaro que conocen porque lo oyeron cantar, pero que no es familiar suyo): entonces surgió la cuestión de la reacción de cada persona. No todos reaccionan de la misma manera cuando la muerte surge en la vida cotidiana. Intenté recordar mi primer encuentro con la muerte (creo que fue un ratón). En la mayoría de los niños, llega con la muerte de un animal. Esto es particularmente cierto cuando vives en el campo o en un pueblo pequeño. Y  me planteé la cuestión del rito funerario (evitando lo religioso, que no es mi tema en este libro). ¿Qué se hace para honrar a una persona fallecida? Incluso si se trata de un pájaro o un ratón encontrado en el jardín. Todos las niñas y los niños enterraron animales. Todos experimentaron este momento del rito. E inevitablemente surge la pregunta: «¿Has hecho lo suficiente?». ¿Qué más se puede hacer por esta persona que ya no está?

Solo quiero que un niño al cerrar uno de mis libros, espero, lo haya pasado bien, pero que regrese a él más tarde para leerlo nuevamente. Este libro, del mismo modo, me gustaría que le haga reflexionar sobre el mundo que le rodea.

El mesón de trabajo de Olivier Tallec. Créditos: Olivier Tallec.
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Pablo Espinosa

Licenciado en Filosofía de la Universidad Alberto Hurtado, Magíster en Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura Infantil de la Universidad de Castilla-La Mancha. Es uno de los fundadores del proyecto Ojo en Tinta: podcast, revista digital y programa de televisión. En la actualidad, trabaja como investigador en la Biblioteca Nacional de Chile.

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