Un 25 de enero de 1988 apareció un poema publicado en un diario de Llolleo. «Paulina, tan solo siete años, cursa segundo básico en su querido colegio Santa Marta de Osorno y pasa sus vacaciones en nuestro puerto. En un momento de alegría o tristeza, dice, escribí estos cuentos. Sería tan feliz si me los publicaran. La hermosa Paulina es hija de un abogado de San Antonio, Proa Regional se complace en acceder a los deseos de esta pequeña poetisa», escribía la publicación, que el marido de Paulina encontró y le regaló en la Navidad pasada. «Era súper triste: un poema de cinco versos y en cuatro sale sufrimiento», cuenta al releerlo.
«Mis papás son separados y eso influyó mucho porque yo vivía en Osorno y mi papá vivía en San Antonio, en Llolleo. Se separaron cuando yo era muy pequeña, tenía dos años. Cuando él viajaba a vernos, lo primero que nos llevaba eran libros. En esa época no había libros ilustrados, verdaderamente eran las enciclopedias las que se usaban, como El mundo de los niños. A mí me marcó el hecho de que él publicara mi poema en el diario, porque me hizo sentir como importante», recuerda Paulina, conectada desde un campo en Osorno, donde se escucha una vaca junto a ella y al que vuelve todos los años a pasar varias semanas de sus veranos.
«Desde ahí yo escribía muchos poemas, típico que tenía cuadernos, y ya en la enseñanza media ingresé a un taller literario, yo soy osornina, Osorno cero movimiento cultural, pero en mi colegio había un profesor muy bueno de lenguaje, que él igual escribía, Giovanni Novoa, y eso también fue bien marcador, era un excelente profesor».
¿En ese momento la escritura era de palabras o también tenías relación con recitarlas?
Yo siempre participaba en los certámenes literarios del colegio y como era súper buena alumna y tranquila, también me elegían para recitar, para declamar, era la típica niñita que estaba en todas. Después en la media empecé un taller de teatro del colegio, y hacíamos funciones, porque ya estaba con la idea de estudiar teatro, aunque seguía escribiendo poesía. Y después ingresé a la escuela, postulé a la Católica y no quedé por la prueba especial: los cabros de Santiago me comían en personalidad, eran chicos que tenían training, carrete teatral, yo era realmente una huasa. Entonces entré a la escuela de Noguera, Teatro Camino, y ahí tuve la suerte de que me hiciera clases Bélgica Castro, ella nos hizo el ramo de texto, que es básicamente cómo leer un texto, y Alejandro Sieveking; a mí ya me gustaba escribir, me gustaba la palabra hablada, pero con ellos mi amor creció.
Paulina estaba decepcionada del teatro porque era mucho más disciplinada; «ahí conocí el cuentacuentos, pero muy poco, estoy hablando del 2002. La narración oral estaba partiendo en Chile, no había mucho. Después estudié educación diferencial en el sur, sabiendo que no la iba a ejercer porque me cargaba aplicar tests, no daba para mí. Yo trabajaba haciendo clases de yoga para niños, de teatro y estudiaba, acá en Osorno. Mi primer trabajo en Santiago casualmente fue en la biblioteca de la Protectora de la Infancia, en Puente Alto, postulé como encargada del CRA. Y me enamoré. Era un CRA bien bonito, que tenía muchos libros. A partir de ese año hice cursos de narración oral con Cecilia Beuchat, empecé un taller literario, hice cursos también con Manuel Peña. Fui muy afortunada porque yo los admiro y aprecio mucho, y ahí ya me enamoré de la literatura infantil, empecé a escribir para niños».
¿Cuál fue tu primer libro?
El año 2010 nació mi hija y justo ese año yo postulé a un Fondo del Libro y me lo gané. Se trató de un poemario de animales chilenos en verso que publiqué con la editorial San Pablo; por ejemplo, el monito del monte, el pudú, el cururo, puros animales endémicos.
¿Seguías trabajando en colegio?
Sí, haciendo clases de teatro, de animación lectora, porque hice un diplomado de pedagogía teatral en la Católica, entonces ahí pude unir finalmente mi pasión por el teatro, que me gusta harto, me gusta mucho enseñar teatro, más que actuar. Yo tenía también varios escritos religiosos, como de Navidad, Semana Santa, entonces seguí publicando mucho con San Pablo, y el 2012 fui una de las primeras en partir con el kamishibai, lo conocí con la Cecilia Beuchat. Me mandé a hacer uno con una diseñadora; le propuse hacer uno a San Pablo, hicieron uno como un carro manicero y salimos. Luego me contrataron de Edebé para hacer promoción de sus libros y yo dije ya, pero hagámoslo en kamishibai. Y les gustó, de hecho, mandaron a hacer los teatrillos a la cárcel de Rancagua y ellos los vendían, entonces se armó una alianza bien bonita. Y empecé a publicar también con Edebé, así que en paralelo hacía las dos cosas: narración oral y publicar.
¿Cómo es el taller con Cecilia Beuchat?
Ahora vamos tres personas, la verdad es que es como un club de amigos. Conversamos harto, nos mostramos el trabajo, la Cecilia es una tremenda mujer y nos ha ayudado con la disciplina, que es lo que más cuesta. Yo soy súper constante para escribir, pero no tanto para corregir, entonces nos ha ayudado para ir corrigiendo lo que uno hace, porque esa es la idea del taller. Ella es una personas súper constante en el trabajo, muy responsable, hace las cosas inmediatamente, con amor y rigurosidad. Y es mi concepción del arte: que el arte es disciplina. Cuando uno es joven la idea que yo veía en mis compañeros es que el arte era hagamos lo que queramos, improvisemos, pero no. Por lo menos lo que yo aprendí es que el arte es rigor. Hay que ensayar mucho, corregir, sentarse, y creo que la única manera de lograr hacer algo bueno es cuando eres riguroso y responsable. Yo creo que el arte tiene más de disciplina que de talento.
¿Pruebas tus escritos leyéndolos con niños?
Tengo dos hijos, ellos son como mis conejillos de indias. Yo soy muy auditiva, de hecho, harto de mi trabajo tiene rima porque me nace, entonces necesito leer en voz alta. Y lo otro bonito es que como cuento cuentos en plazas, en colegios, eso me da la posibilidad de saber lo que a los niños les gusta. Bueno y trabajo en un colegio, soy profesora de biblioteca, entonces lo que yo hago es animación lectora. Se supone que la gente ahora estima menos la poesía rimada, pero a los niños les gusta mucho.
El 2014, cuenta Paulina, publicó su primer libro con lomo, con costuras. «Se llama Lugar de pájaros. 20 Poemas de árboles de Chile (Edebé). Ese libro y Vuelos y trinos (Mis Raíces, 2022) los escribí al mismo tiempo, son libros hermanos. Mi papá me enseñó los nombres de todos los árboles chilenos, y eso mismo yo creí que era muy importante que mis hijos lo supieran, y no solo mis hijos, sino todos los niños. Acá en el sur tenemos un bosque nativo a quince minutos, y hay un desconocimiento impresionante; yo he ido a muchos colegios, incluso en Osorno a los niños yo les decía que la calle principal de Osorno está llena de arrayanes, pero no tenían idea. Somos un país que desconoce mucho nuestra flora y fauna. Yo creo que es muy importante que uno conozca lo que tiene para aprender a cuidarlo y amarlo. Cómo un niño va a cuidar el patrimonio si confunde un pino o un eucaliptus o con un manzano o un nogal. Creo que somos un país rico en patrimonio, yo tuve la suerte de nacer en el sur; quizás no tenemos el nivel cultural de Europa, pero tenemos unos bosques que son envidiables, sobre todo en tiempos de cambio climático. A mí me sobrecoge la belleza de la naturaleza. Cada vez la gente sabe menos de su país, lo encuentro tremendo.
¿De qué otra forma influye en tu trabajo haber crecido fuera de Santiago?
Yo valoro mucho a la gente de provincia; mi marido es del norte y tengo todos los parientes políticos en Ovalle, en el campo, en Antofagasta, y creo que la gente de regiones aún conserva otra forma de ver la vida, otro tiempo, otro ritmo, y eso te da la posibilidad de tener tiempo para mirar la belleza. De hecho, con la Cecilia lo hemos conversado y dice que donde ha encontrado más niños poetas ha sido en los talleres en el campo que ha hecho en el sur, porque uno vive rodeado de cosas bonitas y le pone el peso o la mirada en otras cosas, tienes tiempo para observar, para reflexionar. En Santiago la prisa nos consume. La falta de naturaleza nos enajena, te hace ser más violento, porque cuando estás en relación constante con la naturaleza no te sientes superior a otro, ni piensas en ti, sientes que eres parte, admiras el proceso, todo es parte de un todo, un pensamiento menos ególatra; en la ciudad es sálvense quien pueda. Siempre estás pensando en competencia con el otro, no hay una armonía de que todos nos necesitamos, y yo de verdad creo que es la falta de naturaleza.
¿Escribes proyectos paralelos?
Como soy dispersa, tengo cosas paralelas completamente. Ahora estaba pensando uno del cuerpo humano, pero pensando en las venas, en los ojos, en el cuerpo, pero no informativo, y escribí otro sobre las tejuelas, y en paralelo escribo lo que me salga, siempre estoy como con tres cosas a la vez. No podría hacer una sola cosa.
Este año publicará varios libros: «vamos a sacar un libro con alguien a quien yo admiro mucho que es la Andrea Manqui, tenemos un libro que hace dos años estamos trabajando, ella tiene un ritmo muy pausado, se toma su tiempo para hacer las cosas; es un libro para bebé en cartoné, pero sus ilustraciones son bellísimas, para variar tiene que ver con la naturaleza, se llama Duérmete semilla. Y otro que estoy muy contenta, con la Editorial Mackay, que es de Puerto Varas. Estoy súper contenta con publicar con alguien que sea del sur. Es un poemario sin rima que habla de mis recuerdos ligados entre la naturaleza y la cocina, que acá en el sur la comida es importantísima. Tiene que ver con el pan, la mermelada, la mora. Lo ilustró un chico que se llama Alexis Segovia, todavía no tiene ningún libro publicado, él es de Coyhaique, pero vive en Valdivia. Y con la Pauli Lombardo, una ilustradora que es talentosísima, vamos a hacer un libro para RB. Además, estoy haciendo otro con Recrea Libros sobre las hierbas medicinales de Chile, que me encanta, porque en Chile las hierbas medicinales son árboles, algunos muy grandes, como el boldo. Y también estoy sacando un libro de humor».