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Entrevistas

Una vida de cuentos

Manolo López Por Manolo López

En un bosque de España se reunieron Animadores de la lectura para participar en los talleres y charlas del encuentro “Ciertos días, con sus noches, habito en el bosque”. Fue ahí donde María José conversó con el cuentacuentos africano Boniface O Fogo. “Yo me crié escuchando cuentos y esos cuentos me armaron por dentro. Sigo...

En un bosque de España se reunieron Animadores de la lectura para participar en los talleres y charlas del encuentro “Ciertos días, con sus noches, habito en el bosque”. Fue ahí donde María José conversó con el cuentacuentos africano Boniface O Fogo. “Yo me crié escuchando cuentos y esos cuentos me armaron por dentro. Sigo recurriendo a ellos como a un refugio”, nos dice Boniface en esta entrevista.

El ilustrador Hervé Tullet cuenta su experiencia como narrador durante el encuentro. A la izquierda está Boniface.

En junio de este año se celebró en Arenas de San Pedro, España, el IX Encuentro de Animadores a la Lectura “Ciertos días, con sus noches, habito en el bosque”. Tres días de conversaciones y talleres a los que asisten profesores, bibliotecarios, contadores, escritores, ilustradores y amantes de la literatura infantil en general.

Todo sucede, literalmente en un escenario de cuento. Las charlas y talleres se realizaban ahí, entre los árboles. El bosque, la fogata: el lugar donde nacen, donde siempre han nacido los cuentos.

Fue un lugar perfecto para conocer a mi entrevistado, alguien que sabe que en los cuentos de la tradición oral, esas historias que nos siguen contando las abuelas y abuelos alrededor de las fogatas, cabe toda la sabiduría y los aprendizajes de la humanidad.

Boniface O Fogo nació y se crió en una aldea del interior de Camerún. Llegó a España en 1988 y cuatro años más tarde comenzó a trabajar como narrador. Lo que comenzó como un juego, hoy se ha transformado en su oficio. “Boni” como lo llaman sus amigos, recorre el mundo contando fábulas, leyendas, mitos y tradiciones del África negra. Nos encontramos con él en las X Jornadas de Animadores de Lectura de Arenas de San Pedro. Con la amabilidad que lo caracteriza, dedicó algunos minutos a responder estas preguntas para Fundación la Fuente.

—¿Cómo aprendiste a contar cuentos?

—Desciendo de una familia de grandes oradores, sabios y patriarcas respetados por toda la comunidad. Nací y me crié en un pequeño poblado en el centro de Camerún, a 120 kilómetros al norte de la capital. De pequeño, fui iniciado por mi padre en el arte de la palabra oral. En las reuniones de los abuelos, yo aprendí a escuchar y a manejar el arte de la oratoria. Ahora, en unos meses iré a Camerún y todas las noches estaré sentado alrededor del fuego junto a mi madre, mis tíos, mis hermanos, mis sobrinos que son muchos ycontaremos cuentos. Esto se mantiene en mi pueblo y en otros muchos pueblos de África.

—¿Y cómo diste el paso a convertirte en cuenta cuentos?

—En 1998 legué a España a estudiar Filología en la Universidad Complutense de Madrid. Para una semana de la cultura me pidieron que contara un cuento africano.

Ese fue el comienzo. Comenzaron a pedirme que fuera a bibliotecas, escuelas y encuentros y ya desde enero de 2005, renuncié definitivamente a mi trabajo de Mediador Intercultural en el Ayuntamiento de Madrid, para dedicarme con carácter exclusivo a contar cuentos, como narrador y formador en este arte.

—El taller que dictarás se llama “Narrar para hacer pasar el pesar” ¿crees que los cuentos pueden tener esta función?

—Estoy seguro. Llevo muchos años en este oficio y he podido ver como un cuento puede ayudar a superar miedos, traumas, dolores. La sabiduría de toda nuestra culturase transmite a través de ellos. Los cuentos son una herencia tremendamente mágica y valiosa: sabemos que no son verdad, pero lo que nos pasa al escucharlos sí es verdad y en ese sentido tienen un fuerte impacto en la realidad de quien los escucha.

—Te escuché decir que contar un cuento es un acto de ternura…

—Sí, lo creo. En mi cultura, la oralidad es algo muy vivo. Yo me crié escuchando cuentos y esos cuentos me armaron por dentro. Sigo recurriendo a ellos como a un refugio. Gracias a los cuentos que guardo en mi interior me considero un hombre rico, un hombre feliz, independiente de las circunstancias en las que me ponga la vida.

—¿Qué piensan en tu pueblo sobre tu oficio?

—Mi padre me decía: “los blancos se han vuelto locos, cómo te van a pagar por contar cuentos”. Para él contar un cuento era como darle un vaso de agua a alguien que tiene sed, era algo vital.

—¿Los cuentos que narras son los que escuchaste en tu niñez?

—Narro esos cuentos, pero también los que voy recogiendo por toda África.

—Has vivido muchos años en España y has recorrido el mundo contando cuentos ¿crees que los cuentos africanos tienen alguna particularidad?

El corazón del hombre es igual en todas partes pero la forma en que vemos el mundo varía mucho. La forma en que los seres humanos se relacionan no es la misma en un continente que en otro, incluso aunque hables el mismo idioma.El ser humano en África todavía está muy cerca de la naturaleza, todavía es ingenuo en el mejor sentido de este concepto. Aún guarda el espíritu del niño. Esa candidez aún está presente en el cuento africano que gira en torno a valores simples y absolutos como la ternura, el respeto por el otro, la hospitalidad.

—¿Cómo es la reacción de quienes te escuchan?

—La gente se emociona mucho, no importa cuál sea su cultura. Las historias africanas nos recuerdan que todos hemos compartido alguna vez esta mirada dulce y asombrada frente al mundo, que venimos de ahí.

Me despedí de Boniface y durante los días que siguieron estuve intentando recordar los cuentos que me contaba mi abuela campesina. Imaginé también a la abuela de Boniface junto a su fogata. Y los cuentos como abrigo, como pequeña manta.

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