En 2016 el colectivo Vaginas ilustradas creó el taller de autoformación feminista que ya va por su sesión número 31. En el último encuentro de este taller de lectura gratuito, cerca de 90 mujeres se reunieron a comentar un texto y a volcar sus experiencias sobre las más variadas formas de la desigualdad de género.
Todo partió luego de leer Teoría King Kong (PRH, 2018), de la escritora francesa Virginia Despentes. El texto que habla sin concesiones sobre la prostitución, la violación y la represión del deseo –entre otras cosas– removió de tal forma a Oriana Miranda que cuando lo terminó, sintió la necesidad de compartirlo. Y para eso creó un evento en Facebook donde invitaba a mujeres a leer el ensayo y después a juntarse a comentarlo. El llamado funcionó. Más tarde, en esos mismos encuentros, conocería a Constanza Larenas, quienes años antes habían creado en Concepción un grupo feminista llamado Vaginas ilustradas y que ahora está integrado por Constanza y Consuelo Larenas, Oriana Miranda, Florencia La Mura, Leslie Toledo y Camila Stipo.
La fusión de ambas iniciativas dio origen al taller de autoformación feminista que desarrolla la colectiva, que se realiza de manera gratuita cada mes desde hace dos años. Ese es el nombre del taller de lectura, en el que han leído material tan diverso como No se puede descolonizar sin despatriarcalizar, de María Galindo, Calibán y la bruja, de Silvia Federici, Todas deberíamos ser feministas, de Chimamanda Ngozi Adichie y Los hombres me explican cosas, de Rebecca Solnit.
“Hemos leído y discutido autoras de todas las latitudes, colores, clases y realidades, siempre con el afán de cuestionar nuestro propio devenir feminista”, señalan pocos días después de que se haya hecho el taller número 30, al que llegaron cerca de 90 mujeres.
Hay un interés de revisar nuestra propia historia como Sudamérica.
—¿Qué criterios se aplican para la curaduría de los textos?
—La mayoría de los textos se escogen por acuerdo. Siempre pasa más o menos lo mismo, que en una parte del taller conversamos sobre el libro o con la invitada, cuando la tenemos. Pero también hay una parte que tiene que ver con la contingencia y a raíz de eso se da una parte importante de la conversación. Luego, preguntamos qué es lo que nos interesa leer para el próximo taller y siempre hay una chica que recomienda la lectura de algún libro. No nos juntamos solo a alabar el libro. Si lo odiamos, lo odiamos y se dice. Es una lectura activa, no pasiva. Y de hecho todos los talleres que hacemos, con excepción al taller de introducción a los feminismos, tienen una vocación horizontal donde la idea es dialogar, reflexionar y sobre todo criticar. Otra cosa que pasa es que muchas veces cuando leemos a autoras gringas o europeas, viene un ansia de leer a autoras latinoamericanas o chilenas. Hay un interés de revisar nuestra propia historia como Sudamérica.
La escritora y activista feminista italo-estadounidense Silvia Federici, visitó nuestro país en 2018. Créditos: Pousta
—Es decir, hay una intención de estar revisando textos del pasado y del presente.
—Justamente en el taller pasado la idea era revisar la genealogía feminista en Chile. Tuvimos la oportunidad de conocer a Mónica, que ella estuvo detrás del libro Fondo de Correspondencia del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (Memch). Nos expuso un rato sobre la historia del Memch y a partir de ese texto se inició una conversación de nosotras como feministas en Chile. Pero otras veces leemos cosas súper contemporáneas, como Que explote todo (Los libros de la mujer rota, 2017), de Arelis Uribe, que es una compilación de sus columnas.
—¿Por qué le pusieron ese nombre al taller de lectura?
—Para que fuera amigable. Pero igual la categoría de taller da una sensación de que vas a sentarte a absorber el conocimiento de alguien que habla y no es así. Aparte de romper con ciertas ideas de que las feministas somos fomes, o que somos densas, quisimos hacerlo algo súper amigable. Pero no por hacerlo así vas a dejar de aprender. En el taller reconocemos los saberes que cada una de nosotras tiene. No es necesario que te hayas leído a todas las feministas del mundo, de todas las olas, de todas las épocas, para definirte como feminista. Sí es bueno leer, y es nuestra bandera de lucha. Es posible aprender las unas de las otras y una gran forma de hacerlo es a través de los libros, porque leer a una autora de otra época, de otra región, con otro pensamiento, es como conversar con ella y es algo que no sería posible si no estuviese la materialidad, que es su obra escrita.
—Muchas mujeres se definen feministas por vivencias personales. ¿Hay también una necesidad de acompañar esa vivencia con la literatura?
—Eso no lo vemos tan separado. La mayoría de las autoras que escriben muchas veces exponen sus experiencias. Teoría King Kong no existiría no si hubiese existido la vida que le tocó a la autora. A veces hay una presión de no haber leído lo suficiente, que también va por ataques de hombres que te dicen ‘pruébame tu feminismo’. Leer te abre la ventana para darte cuenta que tus experiencias personales le han pasado a otras mujeres y son dignas de ser contadas. Pasa mucho que la experiencia femenina o la voz de las mujeres están relegadas al espacio de lo privado, del diario de vida, del blog. Y tú lees a una autora que admiras y te das cuenta de que le han pasado las mismas cosas y están plasmadas ahí en las páginas. Eso es lo que nos parece valioso de la lectura.
—¿Qué lecturas personales han sido gravitantes para su autoformación feminista?
—El triunfo de la masculinidad (Surada Ediciones, 2001), de Margarita Pisano. Cada vez que se lee nos parece súper actualizada. En esos años hace una crítica a lo mismo que está pasando hoy, que hay una cooptación del feminismo o la teoría de género por parte de la academia y las instituciones. En La historia del afuera desde el afuera, también de Pisano, se plantea la idea de hacer un feminismo que no se institucionaliza, que es autónomo y que no es lo que aparece en los medios, en lo que nos quieren mostrar. Fóllame (1993) y los tres volúmenes de Vernon Subutex, de Virginia Despentes, son muy reveladores y también están súper basados en la experiencia personal de ella y fueron muy polémicos en su época y de hecho todavía lo son. También El pensamiento heterosexual y otros ensayos (Egales, 2006), de Monique Wittig. De hecho, Leonor Silvestri dice que ella inauguró el pensamiento trans. Y el año pasado, cuando hicimos un recuento de nuestro libro, todas recomendamos Contra los hijos (PRH, 2018), de Lina Meruane.
—¿Les interesa leer textos que muestren las diferentes corrientes del feminismo?
—Se da de manera natural, porque todas las chicas llegan con inquietudes diferentes. Así como feminismos hay, mujeres hay. Entonces sucede de manera orgánica. Creemos que hemos hablado de todos los feminismos, incluso el liberal.
—El taller de autoformación se da un espacio separatista. ¿A raíz de qué surge esa decisión?
—Es necesario fomentar estos espacios seguros para las mujeres y potenciar su voz. En espacios mixtos, los hombres siempre son los que hablan porque siempre han tenido la palabra, siempre ha sido un derecho y nunca han tenido que luchar por él. Sin embargo, las mujeres no. De hecho, hay estudios que señalan que en un foro si la primera pregunta la hace una mujer eso incentiva a que las demás mujeres pregunten, pero por lo general en esos espacios siempre los hombres son quienes hablan, independiente de que tengan algo que decir o no. Fomentamos el separatismo por eso, como una estrategia política. Además que los talleres son espacios donde todas hablamos de cosas súper personales, contamos nuestras violencias y eso no podría ser posible si es que hubieran hombres presentes.
—Leer «Lolita» en Teherán se trata de un taller de lectura en Irán, donde las mujeres se quitan el velo y se apropian de ese espacio despojándose de la vida que las reprime. ¿Pasa algo similar en el taller de autoformación?
—La vuelta que le damos es justamente dar el espacio para que nosotras hablemos. A veces puede ser para hablar de una experiencia personal o bien de la necesidad de poder expresarte en público, que es algo que no aprendemos en ningún lugar. No sabemos si la metáfora del velo es tan buena, porque vemos que las chicas llegan súper cargadas. No es que dejen puertas afuera o se quiten algo cuando entren, si no que todo lo contrario: lo ponen sobre la mesa. Y esa carga con la que vienen, la desarmamos entre todas.
—¿Hay ahora más ganas de leer literatura feminista en comparación a otros años?
—Está saliendo más material. No todo bueno, obviamente. Pero el que haya mucho más, es bueno. Si bien el feminismo no nació el 2016 o 2018, el que se haya puesto de “moda”, el que se esté hablando de feminismo, que estrellas pop internacionales estén poniendo letreros gigantes en sus conciertos, y que el concepto esté tan instalado es bueno, porque genera curiosidad, interés. Le pones una palabra a una inquietud que siempre tuviste y no sabías cómo se llamaba y luego te enteras que existe esta maravillosa fuente de conocimiento que son los libros. Ahí puedes encontrar respuestas a preguntas, generar nuevas preguntas, encontrar tu feminismo. Es bueno que durante los últimos años el feminismo esté más visible y eso naturalmente ha desembocado en los libros.
Creemos que los textos siempre han estado, pero solo que ahora los ponen en las vitrinas de las librerías. Es darle visibilidad. Quizás una chica que nunca ha leído nada, se acerca a la librería y junto con comprarse un libro se lleva otro feminista, que antes estaban guardados al fondo de un cajón. Pero ahora entras y casi todas las librerías tienen la sección feminista. Eso ha forzado a las editoriales a hacerse cargo. Ahora, si lo están haciendo bien o no, eso es otro debate.
—¿Por qué?
—Así como el capitalismo se rearticula y reordena, el patriarcado también. Entonces, cuando está visible la palabra feminismo o cuando las feministas nos estamos juntando, al mismo tiempo nos están tratando de decir a través de los medios, editoriales y las mujeres que se publican, cuál es el feminismo que deberíamos estar haciendo y eso está pasando ahora. Se habla de un feminismo, donde son mujeres blancas las que hablan, vaciadas de contenido político y también muchas enunciándose de mala manera de que vienen a explicarnos el feminismo como si hubiese nacido ayer.
—Internet es la plataforma que usan tanto para convocar como para difundir textos feministas de manera gratuita.
—Internet está lleno de libros, pero una no necesariamente los va a leer. En ese sentido el taller, el sitio web y el Instagram son ejercicios de mediación de la lectura y es importante porque están narrados desde el feminismo. No es una editorial lo que te está diciendo lo que tienes que leer, sino que son otras mujeres como tú que te están diciendo ‘oye hoy leí esto y estoy súper contenta’. Si no sabes por dónde empezar, nosotras tenemos en el sitio web todos los libros que hemos leído en el taller de lectura a modo de guía y están disponibles para descarga. Si piensas en un taller de lectura, piensas casi en 1920, donde las mujeres leían y tejían. Nosotras lo hacemos desde 2016, incorporando las nuevas tecnologías. Nos juntamos a darle valor al objeto físico del libro, que se podría pensar que está pasado de moda, pero nunca lo va a estar para nosotras porque los amamos. Además, en esta instancia damos la oportunidad de acceder a un taller de lectura de manera gratuita, porque en otros te cobran $20 mil porque una experta venga a enseñarte. Y nosotras apelamos exactamente a lo contrario, a que todas somos expertas en feminismo.