Los derechos de niños y niñas tienen una larga historia. Su primer antecedente lo encontramos en 1945, cuando la ONU hizo un llamado a los países a promover y alentar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos. Tres años más tarde, en 1948, sería aprobada la Declaración de Derechos Humanos que hacía un hincapié: «la maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales».
Quedaba camino por recorrer: durante el siglo XX se aprobaron varias declaraciones de los derechos del niño, la última en 1959, donde se reconocía que «la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle». Pero habría que esperar hasta el 20 de noviembre de 1989 para que los Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaran por fin un texto jurídicamente vinculante: la Convención sobre los Derechos del Niño, que Chile ratificó el 14 de agosto de 1990.
«Se trata de un documento para los gobiernos, escrito en términos jurídicos que resulta un poco abstracto ―explica María Jesús Guarda― pero, tal como dice la misma convención, es importante que niños y niñas lo conozcan, entonces pensamos que el arte podía ayudar. Nuestro punto de partida fue la versión de los derechos para niños y niñas hecha por la UNICEF».
La idea de las ilustradoras María Jesús Guarda y Karina Letelier y del diseñador Paulo Letelier, fue evolucionando hasta convertirse en una propuesta que traduce los derechos de niños y niñas a un paisaje lleno de colores, relieves, periscopios, dioramas y otros mecanismos interactivos para jugar y experimentar.
Paulo cuenta: «nos propusimos como tarea transformar los derechos en una experiencia. Hacer una bajada, en un lenguaje comprensible para niños y niñas, pero también para sus padres y madres. La idea es que vengan y conozcan este texto desde un lenguaje que les resulte familiar. No queremos que se aprendan los derechos, sino que queden con esa curiosidad que lleva al conocimiento. Pero no a cualquier conocimiento sino a ese que tú mismo vas construyendo, para responder a tus propias preguntas. Los niños y niñas hacen eso todo el tiempo. ¿Por qué no usar la curiosidad y el gusto por experimentar para aprender algo tan importante como esta declaración?».
No solo niños y niñas, sino que también padres, madres, educadores y cuidadores, todos y todas son bienvenidos. «Para garantizar el cumplimiento de estos derechos es importante que toda la sociedad se involucre, desde distintos lugares. Nosotros proponemos el juego, la experiencia y que sean los mismos visitantes quienes, a partir de la exposición, puedan reflexionar y poner los derechos en sus propias palabras», explica Karina. Los tres están de acuerdo en que si un solo niño o niña visita el espacio y lleva la reflexión a su casa, la exposición habrá sido un éxito. Porque significará que los derechos, aunque sea por un momento, se habrán vuelto parte de la cotidianidad. «Así como siembras una semilla, creemos que también los derechos se pueden sembrar», asegura.
Un mapa conocido
La exposición se divide, conceptualmente, en tres espacios: norte, centro y sur, cada uno asociado a un tipo de paisaje: el altiplano, la costa y el bosque respectivamente. «Queremos que los niños y niñas que vengan reconozcan el paisaje chileno e interactúen con él. En los distintos espacios hay animales, que van transitando, porque los paisajes y quienes los habitamos no somos estáticos. En ese sentido era importante para nosotros que los niños y niñas se pudieran mover, saltar y jugar en el espacio de la exposición», explica María Jesús.
«Si te fijas, todo está pensado como para que esa experiencia pueda tener lugar, contemplando la forma en que niños y niñas se relacionan con el espacio. Para un niño estar mirando hacia arriba obras de arte, a las que no se puede acercar, no será tan significativo. Nuestra intención con esta muestra es que sientan que pueden jugar con las obras e interactuar con ellas», señala Paulo. Y efectivamente, las mirillas y todos los mecanismos dispuestos en la sala, están a la altura de un niño o niña. Si los adultos que asisten quieren participar deben ponerse a la altura, con todo el simbolismo que eso implica.
A propósito del mapa, María Jesús recalca la importancia de los derechos vinculados a la migración. «Hoy los niños y niñas que habitan Chile vienen desde distintos lugares. Quisimos poner énfasis en los derechos vinculados a la experiencia de migrar y también que todos niños y niñas, independiente de su país de origen, se sintieran bienvenidos y llamados a recorrer este mapa del que también son parte».
«Por eso que al elegir los animales que aparecen en la exposición, no solo están los que se asocian a la fauna chilena. Junto al cóndor aparece el guacamayo, por ejemplo, que es un animal de las selvas tropicales. Nuestra idea fue usar animales latinoamericanos y es que así como nosotros, los seres humanos, también los animales se desplazan por distintos territorios», explica Karina.
La elección de los animales como protagonistas de la muestra responde a esta intención de crear un espacio simbólico del que todos y todas se sientan parte. «No quisimos que fueran niños o niñas los representados, porque corríamos el riesgo de que los y las visitantes, al no sentirse parecidos, no se identificaran. Los animales, desde Esopo en adelante, han permitido esas distancia que nos permite reflejarnos. La idea fue utilizar símbolos que niños y niñas sintieran cercanos, independiente de su género o su edad», comenta María Jesús.
Muchos, muchísimos animales. Y es que como explica Paulo, en la exposición hay alrededor de quinientas piezas. «Solo en la escultura de peces que se observa a través de la mirilla, hay alrededor de cincuenta peces diminutos. Todos fueron hechos y pintados a mano. También los textos que hay en las paredes y que aparecen al activar los mecanismos».
Sobre el trabajo en equipo, cuentan: «queríamos que se viera como una unidad, sin que se distinguieran dos manos. Lo primero fue conversar sobre lo que queríamos hacer, conceptualizarlo y hacer un boceto inicial. Luego, acordábamos una composición a grandes rasgos y nos repartíamos las escenas correspondientes a los derechos. Para hacer los originales volvíamos a hacer un intercambio para, por ejemplo, pintar fondos o personajes. En lo tridimensional, Paulo fue el encargado de definir los diseños a partir de las ideas y bocetos. Él tradujo lo bidimensional en espacial», explica Karina.
Mundo exterior y mundo interior
Los creadores de ¡Niñas y niños tenemos derechos! trabajaron en base a dos divisiones conceptuales: mundo interior ―derechos que se pueden observar a través de las mirillas― y mundo exterior ―derechos que se disfrutan en grupo, ya sea a través de la observación de ilustraciones en gran formato o generando el movimiento de piezas que al ser activadas muestran los derechos o preguntas relacionadas con ellos―. Como explica Karina «queríamos acercarnos, también desde la forma, al contenido. Porque hay algunos derechos que tienen que ver con el espacio interior de cada niña o niña, como por ejemplo el derecho a tener una opinión; y otros, que son expansivos, como el derecho a jugar y practicar deportes. La idea es que quienes asisten a la exposición, los vayan experimentando también desde distintos espacios».
A propósito del espacio, surge otra de las particularidades de la muestra. Y es que se trata de recordar derechos en un lugar especialmente simbólico: el Palacio de la Moneda. «Mientras la armábamos nos tocaba ver muchos paseos de curso, de cuidades cercanas, que venían a conocer el centro cívico. Ser parte de ese recorrido, que tal vez será inolvidable, es importante para nosotros», dice María Jesús.
«Dentro de la formación de Chile como nación, todo ha pasado alrededor de este lugar o a pocas cuadras de aquí. Cosas buenas y cosas terribles, como fue el golpe de Estado de hace cincuenta años. El palacio es parte de este núcleo en el que se forma la ciudad. Es importante que los niños tengan un espacio aquí y que sientan que son parte fundamental de él», agrega Paulo.
Karina destaca «la oportunidad de relacionarse con este lugar de una manera amorosa. Desde el discurso histórico, pero también desde el juego y la emoción, que es un lenguaje que niños y niñas conocen muy bien. Se trata de lenguajes complementarios que, creemos, pueden potenciarse».
La exposición estará abierta hasta mayo del próximo año, esperando que muchos niños y niñas vengan a visitarla. Y es que, como sus creadores explican, se trata de derechos fundamentales, que niños y niñas deben conocer. Mientras antes ―y si es jugando― mucho mejor.
Coordenadas
Plaza de la Ciudadanía 26 | Santiago de Chile, Metro La Moneda
Galería Cero | Nivel -1
04 de mayo, 2024 | 04 de mayo, 2025
Martes a domingo | 10 a 19 h
Entrada liberada