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Hace 60 años Gabriela Mistral

Carolina Ojeda Por Carolina Ojeda

Hace 60 años, una de las más importantes intelectuales chilenas latió por última vez. Gabriela Mistral, esa mujer que vivió en dos siglos y transitó por la vorágine de la modernidad de la primera mitad del siglo XX, gestó sus propias revoluciones, empapándonos hasta hoy de sus palabras, de sus gestos y de sus luchas....

Hace 60 años, una de las más importantes intelectuales chilenas latió por última vez. Gabriela Mistral, esa mujer que vivió en dos siglos y transitó por la vorágine de la modernidad de la primera mitad del siglo XX, gestó sus propias revoluciones, empapándonos hasta hoy de sus palabras, de sus gestos y de sus luchas.

Gabriela Mistral

Gracias a muchos, la obra intelectual de Mistral ha sido restituida, analizada y publicada en Chile, en los últimos años. Formatos y texturas que por fin le hacen justicia, han aparecido y se han mantenido en librerías y bibliotecas. Artículos, cartas y recados, citados, leídos y releídos en otras latitudes, se han asentado en esta patria de ella, que tantas puertas le cerró en vida y tan tardíamente vino a conocer y dignificar sus palabras.

Hoy, a 60 años de su muerte, Gabriela Mistral se hace presente con esa lengua tan suya, capaz de cuestionar nuestro andar como ciudadanos en esta geografía tambaleante. Cuando la clase política ha dejado de dignificar el real significado de política, dejándose llevar por las ansias de poder y de dinero, más que por el bien el pueblo; cuando las mujeres son violentadas diariamente; cuando el pueblo mapuche está aún lejos de ver la justicia; cuando la educación está sumergida en una crisis, es necesario volver a leer a esta mujer que hace 100 años ya problematizaba sobre estos mismos asuntos. Los mismos.

Recién entrando al siglo XX, a sus 17 años, Lucila Godoy alza su lápiz por primera vez para llamar la atención y poner el acento en temas prácticamente inexplorados.  El diario “La voz de Elqui” le da el espacio para publicar, en 1906, el texto La instrucción de la mujer donde, con una lucidez notable, da los primeros pasos hacia la construcción de un discurso de dignificación hacia la mujer, que la acompaña hasta su muerte y que encuentra un eco necesario en nuestra sociedad actual. Pregona la necesidad de instruir a la mujer, de sacarla del reducto de la casa para que conozca el cielo de los astrónomos, no el de los teólogos; para que ame la ciencia más que a las joyas: “tendréis en el bello sexo instruido, menos miserables, menos fanáticas y menos mujeres nulas.” (La instrucción de la mujer)

Si bien, ese texto es el encargado de abrir los fuegos, los que siguen van precisando cada vez más el pensamiento mistraliano. La posición de la mujer en la sociedad –dentro y fuera de la casa, como ser autónomo y capaz, al que le corresponde el derecho de hablar, educarse, trabajar, participar- es un tópico que la voz de Mistral no suelta hasta el fin de sus días.

Hoy, cuando podemos dar por ganado el derecho a la educación, cuando es políticamente correcto y bien visto incluir a las mujeres en todos los aspectos de funcionamiento de una sociedad, hay aún una lucha por librar contra la violencia.

Gabriela Mistral demuestra una preocupación constante por los derechos de la mujer, alejándose eso sí del pensamiento feminista simplón que, sin importar qué y cómo, iguale a hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida.

Esa violencia, tantas veces muda e invisible, tan arraigada en lo más profundo del ser humano, que lleva a los hombres –y a muchas mujeres también- a sentirse con el derecho a decidir sobre el cuerpo de la mujer, a establecer una superioridad por el solo hecho tener más masa muscular, a promover la burla y la lástima sobre las lágrimas femeninas; e incluso a matarla porque el amor ya se acabó.

Gabriela Mistral demuestra una preocupación constante por los derechos de la mujer, alejándose eso sí del pensamiento feminista simplón que, sin importar qué y cómo, iguale a hombres y mujeres en todos los aspectos de la vida. Pero aquí, Mistral levanta la voz para establecer que hay diferencias entre hombres y mujeres que no pueden ni deben pasarse por alto. Sin restar mérito a las capacidades femeninas, la intelectual nos conmina a reflexionar no solo en torno a los derechos a los que toda mujer debe acceder: educación, voto, participación; sino también en torno a la riqueza de las diferencias entre ambos sexos.

“Es todo un síntoma de estos tiempos el que en el último Congreso Internacional Feminista efectuado en París, haya salido de boca de mujer (y de una ilustre mujer representativa norteamericana) la proposición que dio la prensa francesa de que ‘debían abolirse una a una las leyes que, concediendo a la mujer ciertas ventajas en el trabajo, le crean una situación de diferencia respecto del hombre’. Esta proposición, de un absurdo que supera a todo adjetivo, comprende la supresión de la llamada ley de la silla, la supresión de la licencia concedida a la obrera un mes antes y otro después del alumbramiento, etc. La proponente estimaba que, si la mujer esquiva cualquier carga masculina, disminuye a la vez su derecho al voto y a otras preeminencias legales del hombre. Sus partidarias hablaron de Justicia matemática’, de ‘lógica pura’ y de otras zarandajas.” El voto femenino. El Mercurio. Santiago, 17 de junio de 1928.

En otra de sus grandes lecciones, Por la humanidad futura, editado por La Pollera ediciones (2015), toma su título de un texto presente en un libro educativo para los niños de México, y data de 1934. En ese texto, Mistral apela a los profesores, enrostrándoles la gran responsabilidad que tienen como formadores de la humanidad futura. “Maestros: toca a vosotros ser la avanzada en este generoso advenimiento de la civilización futura; vosotros los maestros, haréis que ella sea de paz, de amor, de solidaridad. Recordad que, en gran parte, está en vosotros hacer del pueblo una turba de esclavos o una asociación de hombre libres.”

Gabriela Mistral consideraba la labor del maestro como una de las profesiones más importantes porque en sus manos está el futuro de las sociedades; gracias a la seriedad con que otorguen la formación, la humanidad se constituirá en una justa, igualitaria, respetuosa. Pero la formación del maestro es tanto o más importante. Quien aspire a convertirse en profesor debe tener conciencia de enorme responsabilidad; debe saber que siempre se es profesor, no solo dentro de la sala de clases. Para Mistral, el maestro es una persona que debe comprender que de su entrega dependen generaciones completas de niños y niñas; futuros padres y madres que entregarán a sus hijos para construir sociedad.

Gracias a los cientos de documentos hallados en Estados Unidos, hoy podemos seguir conociendo el pensamiento de Gabriela Mistral, podemos seguir coleccionando la belleza de su lengua, la claridad de su pensamiento y la lucidez de sus gestos.

Aferrémonos a sus palabras, hagamos nuestras sus ideas, reconstruyamos el alma de nuestra sociedad, por la humanidad futura.

 

Libros para entrar al pensamiento mistraliano

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Carolina Ojeda

Estudió literatura y pedagogía en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Máster en Libros y Literatura para niños y jóvenes en la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente se desempeña como directora del Centro Troquel. Mantiene el blog personal: pensandolalij.com

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