Reportajes

De viaje por las librerías de Bogotá

Soledad Rodillo Por Soledad Rodillo

Quienes aman los libros no se olvidan de ellos durante los viajes. Los llevan para leer en el avión o el tren, en los ratos libres entre reuniones de trabajo o todo el tiempo si están de vacaciones. También buscan libros en sus lugares de destino,  a menos que estén en una isla desierta. Y...

Quienes aman los libros no se olvidan de ellos durante los viajes. Los llevan para leer en el avión o el tren, en los ratos libres entre reuniones de trabajo o todo el tiempo si están de vacaciones. También buscan libros en sus lugares de destino,  a menos que estén en una isla desierta. Y buscan librerías, porque los que aman los libros no compran en el aeropuerto o en un quiosco de calle: quieren saber qué libros hay en esa ciudad y si hay algo que puedan agregar a su, a veces larga, lista de futuras lecturas.

Librería del Fondo de Cultura Económica

Fondo de Cultura Económica Bogotá

Hace unos meses fui a Bogotá y traté de conocer varias de sus librerías. No tenía muchos días y además como iba a visitar a una antigua amiga tenía una apretada agenda que incluía cafecitos, almuerzos y comidas, turismo y rumba. Pero logré hacerme el tiempo y conocer algunas de las librerías bogotanas y anotar los nombres de las que me quedaron pendientes. La lista no las incluye a todas, pero son las que más recomiendan los libreros que conocí. Tampoco incluye a las cadenas de librerías (que están en los centros comerciales), las enemigas de las librerías independientes, porque acá estamos de viaje, así que tenemos tiempo para escuchar las recomendaciones del librero, tomarnos un café o simplemente adentrarnos en una nueva experiencia.

En La Candelaria, el barrio histórico de Bogotá, donde está la Catedral Primaria, el Capitolio y la sede de gobierno, entre otros edificios importantes, están varias de las más conocidas librerías de la ciudad, que compiten con las librerías de los mega centro comerciales ofreciendo libros y algo más. La del Fondo de Cultura Económica –ubicada en el Centro Cultural Gabriel García Márquez- es muy cómoda, y tiene espacios para la lectura destinados a grandes y a chicos (con grandes cojines incluidos). Doscientos metros más allá, frente al museo Botero está la librería Siglo del hombre cuyo público mayoritario son los universitarios, los investigadores y los docentes. que llegan atraídos por la enorme oferta de libros (unos 12 mil) provenientes de editoriales académicas colombianas, hispanoamericanas y españolas. Y también está la Lerner, a unos nueve minutos caminando, que atrae a sus visitas con una completa bibliografía, encuentros con escritores, talleres literarios y presentaciones de libros.

 En Bogotana(mente), la escritora Alejandra Costamagna la elige como su librería favorita de Bogotá: “Un laberinto monstruoso de letras, con múltiples habitaciones a modo de bibliotecas temáticas, más de cincuenta mil libros usados, rinconcitos de antigüedades, revistas, mapas y objetos de colección».

Pero sin duda la más increíble de todas es la Merlín, en Carrera 8A (una calle llena de libreros y librerías), también en el barrio de La Candelaria, no lejos del Café Moritz, que funciona desde 1937, antes del Bogotazo que partió el país en dos y cambió la historia de Colombia para siempre. Y ahí está Merlín, una librería de libros usados que es una departamento lleno de piezas llenas con libros de literatura colombiana y universal, donde también se siente la historia. Muebles de los años 40, vitrinas, estanterías y sofás de cuero conviven con los miles de libros que llenan habitaciones y pasillos donde alguna vez fueron ocupados por una familia. En Bogotana(mente), la escritora Alejandra Costamagna la elige como su librería favorita de Bogotá: “Un laberinto monstruoso de letras, con múltiples habitaciones a modo de bibliotecas temáticas, más de cincuenta mil libros usados, rinconcitos de antigüedades, revistas, mapas y objetos de colección. Voy con Inés Bortagaray. Entramos y somos hipnotizadas con la misma intensidad por Merlín. Cada una pasea por un laberinto propio, sin apuro. A veces nos topamos en las esquinas y nos saludamos como si fuera el reencuentro casual tras una larga separación; a veces creo que la perdí en un anaquel fantasma. Pienso en proponerle que nos vengamos a vivir acá. De vez en cuando podríamos guarecernos en otras librerías como La Madriguera del conejo, Casa Tomada, Siglo del Hombre, Luvina o ‑abusando de las comodidades- en la del Fondo de Cultura Económica del Centro Gabriel García Márquez, una maravilla de espacio. En todas ellas, digo, podríamos pasar uno o dos días completos. Pero donde vamos a vivir, eso está decidido y se lo comunicaré ahora mismo a Inés, será en la librería Merlín”.

De La Macarena al Retiro, y del Retiro a la Casa

Cerca del Museo Nacional y de la Plaza de Toros de Santamaría (en el barrio La Macarena), está Luvina, una de las librerías favoritas de los intelectuales, los escritores, los artistas y los buenos lectores, donde son frecuentes los recitales poéticos y las tertulias acompañadas de una buena taza de café. Unas cuadras más allá está Babel, reconocida editorial infantil y una de las mejores librerías dedicadas a este público en Bogotá, y que distribuye importantes editoriales infantiles de Hispanoamérica y España comoEkaré, Playco, Camelia, Iamiqué, Calibroscopio, Pequeño editor, Tecolote, Petra, Thule, A buen paso, El Jinete Azul y Amanuta, de Chile.

La Madriguera del Conejo

La Madriguera del Conejo

Cuando entré a la Madriguera del Conejo (En el barrio de Retiro, cerca de los centros comerciales), me pasó algo inesperado. De repente me reconocí entre la veintena de personas que a esa hora asistían a una presentación. La librería, que no es grande, estaba llena y me abrí paso entre los presentes para observar los libros de los estantes y, sin quererlo, escuchar las palabras del autor, un estudiante de posgrado. Miré a los asistentes y pensé en mí: todos de negro, casi todos de anteojos, casi todos de pelo chascón. El librero me ofreció una taza de café y me recomendó varios libros que hojeé en una mesita afuera de la librería. Al librero le gustaba Zambra, a mí también. Me gustó mucho su librería, le dije antes de pasar casi una hora leyendo sin ningún apuro, y el sonrió: un verdadero oasis en medio del caos comercial de esta ciudad.

Unas diez cuadras más allá –en la llamada zona G- se encuentran las librerías Tornamesa y Wilborada. La primera –que partió como tienda de vinilos y discos- es una librería que, además de libros, vende novelas gráficas, discos, películas –de cine arte y cine colombiano– y vinos, y hasta ha organizado conciertos de música en el parque de la 93.Wilborada, en tanto, es una librería que no se especializa en ningún género en particular y ofrece libros de poesía, teatro, gastronomía o arquitectura, pero que funciona –en una casa que es patrimonio nacional- como un espacio cultural para los vecinos de Quinta Camacho, donde los niños llegan en masa los días sábado, y los adultos participan de conciertos, talleres y tertulias durante todo el año.

Al librero le gustaba Zambra, a mí también. Me gustó mucho su librería, le dije antes de pasar casi una hora leyendo sin ningún apuro, y el sonrió: un verdadero oasis en medio del caos comercial de esta ciudad.

Al igual como ocurre con las pequeñas librerías en Chile, las librerías independientes de Bogotá compiten con las grandes cadenas de librerías y atraen a sus clientes con buenos libreros (no con meros vendedores de libros), un ambiente especial, café y distintas actividades. Mi favorita de este viaje, Casa Tomada, en el barrio de Palermo, lejos del barrio histórico y los centros comerciales, incluso tiene almuerzos programados con escritores una vez al mes. Al llegar, por casualidad, uno de esos sábados antes de la hora de almuerzo, veo en una de las piezas la mesa servida con mantel, platos y copas que esperaban a quienes se habían inscrito a esta reunión. Antes de que lleguen los comensales recorro esta gran casa de ladrillos que en su interior ha sido “tomada” por los libros –mayoritariamente novelas, cuentos y poesía- y converso con su dueño, Fabrizio Ciurlo, quien junto a su mujer, Ana María Aragón, han creado este espacio maravilloso. Camino entre estanterías ordenadas y me detengo en las mesas, que agrupan libros de temas similares: literatura inglesa, libros escritos por mujeres, novelas sobre animales, todo cuidadosamente seleccionado de las mejores editoriales colombianas e internacionales. Antes de irme me recomienda Las Glorias de Matías Godoy (Destiempo), que leo a mi vuelta y que habla de los libreros de Bogotá, de los que piratean libros en el pasaje Veracruz, de los ladrones de librerías, y de  personajes de los que no se sabe si estaban “simplemente caminando o incluso robando la Casa Tomada o algunas de las librerías de Palermo”. También habla de los pasteles gloria, que no probé, y que parece que son un imprescindible a la hora de hojear un libro y tomar un buen café en alguna de estas librerías.

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Soledad Rodillo

Periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Literatura de la Universidad de Chile. Lectora empedernida, dedica su tiempo a escribir artículos culturales para diarios y revistas especializadas. Es colaboradora estable de nuestro blog.

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