Reportajes

La enigmática Capilla de Rosslyn

Francisca Tapia Por Francisca Tapia

Hace más de una década el escritor estadounidense Dan Brown desempolvaba los mitos en torno a una pequeña capilla en Escocia y el misterio del Santo Grial, trasladando hasta allá a los protagonistas de su famosa novela El código Da Vinci, y con ellos a numerosos interesados en conocer los verdaderos secretos de este templo...

Hace más de una década el escritor estadounidense Dan Brown desempolvaba los mitos en torno a una pequeña capilla en Escocia y el misterio del Santo Grial, trasladando hasta allá a los protagonistas de su famosa novela El código Da Vinci, y con ellos a numerosos interesados en conocer los verdaderos secretos de este templo del siglo XV. Durante su paso por Edimburgo, nuestra colaboradora Francisca Tapia aprovechó la oportunidad de visitar la localidad de Rosslyn y su célebre capilla; nos cuenta sobre su experiencia en la siguiente nota.

Créditos: Francisca Tapia

Tomamos el bus equivocado. En estricto rigor era el número correcto, pero resultó ser una línea con dos rutas: una que viraba en dirección al pueblo de Rosslyn y otra que seguía de largo. Junto a mi compañero de viajes habíamos tomado la segunda opción. Corroboramos con el chofer nuestro error y nos bajamos debatiendo si esperar bajo la copiosa lluvia un nuevo bus o caminar. El frío que traspasaba la ropa, sello indiscutible de un invierno en Escocia, nos convenció de avanzar a pie los dos kilómetros que restaban hasta la famosa capilla de Rosslyn, localizada a las afueras de la ciudad de Edimburgo. Esta enigmática construcción había sido fuente de inspiración para escritores como William Wordsworth y Sir Walter Scott siglos atrás, pero probablemente la obra literaria que más incidió en su popularidad actual fue la fantasiosa novela del autor estadounidense Dan Brown, El código Da Vinci (2003). El libro y su versión homónima en el cine generaron que una nueva ola de turistas pusiera sus ojos en este antiguo templo creado por orden del tercer príncipe de Orkney, William St Clair, en 1446. En su génesis había pretendido ser un proyecto mucho más ambicioso, pero tras la muerte de Sir William la edificación de mayor envergadura que soñó no llegó a concretarse.

Pese a no contar con las dimensiones de su diseño original, la capilla de Rosslyn no deja impávidos a sus visitantes y sigue cautivando con su arquitectura y los mitos que ahí se funden. Para el escritor Dan Brown el templo ideado por St Clair fue el escenario escogido para que sus personajes Robert Langdon y Sophie Neveu intentaran desentrañar el misterio de la ubicación del Santo Grial, una de las tantas leyendas que hasta el día de hoy rondan el lugar a causa de la simbología asociada a la masonería y tradiciones templarias que hay en el recinto. Si bien la imaginación de Brown hizo su parte en la interpretación de los enigmas que encierra Rosslyn, es innegable que este lugar invita a crear tus propias teorías.

Para acceder a la capilla cruzamos parte del poblado de Rosslyn, una localidad pequeña y bien cuidada con varios locales de comida y hospedajes. Un breve tramo de tierra conduce hasta la recepción en donde pagas el ticket de entrada (9 libras, algo así como 7.500 pesos chilenos) y puedes recorrer el espacio dedicado a cafetería, tienda de recuerdos e información histórica sobre el lugar, además de cobijarte bajo el cálido alivio de un espacio con calefacción. En este recinto encuentras señalizada la salida al terreno en el que permanece la capilla de Rosslyn, una sólida estructura de piedra decorada con un rosetón central y coronada por un pequeño campanario. Más de diez años atrás los actores Tom Hanks y Audrey Tautou habían cruzado aquel trecho hasta las puertas del templo, interpretando en la pantalla grande a Sophie Neveu y Robert Langdon. Tras la imagen de ellos en esa curiosa misión, las cifras de visitantes en Rosslyn se duplicaron, lo que trajo mayores ingresos y con ello la posibilidad de concretar su principal proyecto de restauración.

Fotograma de la película El código Da Vinci. Créditos: Diariovasco.com

Mazorcas de maíz y otros misterios

No pueden tomarse fotos al interior, por lo cual no hay lente de cámara o pantalla de celular que distraiga a los visitantes una vez se ingresa a la capilla. Así, con la vista libre de interrupciones, es difícil escoger dónde detener la mirada: el cielo sobrecargado de formas, los pilares cuidadosamente ornamentados y un sinfín de figuras que van desde lo religioso a lo pagano te mantienen en un estado de alerta que oscila entre la confusión y la fascinación. Afortunadamente, si no alcanzaste a sumarte a un tour guiado, de todas maneras cuentas con el apoyo de una serie de paneles informativos situados en puntos estratégicos del recinto, los cuales te invitan a localizar algunas figuras y a su vez te cuentan parte de la historia (o los mitos) que existe en torno a ellas.

Si bien la imaginación de Dan Brown hizo su parte en la interpretación de los enigmas que encierra Rosslyn, es innegable que este lugar invita a crear tus propias teorías.

Una de las zonas más llamativas la conforman las columnas del cantero y del aprendiz cerca del altar. La primera es una estructura más sobria, con líneas rectas, creada por el maestro cantero, la segunda mucho más ornamentada, con filas de decoración abrazando el pilar, tallada por el joven aprendiz quien, según narra la leyenda, habría realizado este trabajo inspirado por un sueño, mientras su maestro estaba de viaje. Sin embargo, al regresar el cantero y ver la notable obra, cayó preso de un ataque de celos y mató al aprendiz de un golpe con el mazo. Para aumentar la intriga, si tienes paciencia y buen ojo puedes localizar en otro sector de la capilla los retratos de los protagonistas de esta leyenda.

Aunque la extensión del templo es fácilmente abarcable en un breve recorrido, no se puede decir lo mismo del trayecto visual saturado de imágenes. Rosslyn está plagada de misterios en cada recoveco, como las más de doscientas pequeñas cajas que sobresalen de los pilares, las que traerían una partitura musical encriptada que hay quienes aseguran haber descifrado. O los grabados de mazorcas de maíz en el marco de una ventana, una especie vegetal que por los años en que se construyó el templo no era conocida en Europa, lo que haría conjeturar que William St Clair llegó a América cien años antes que Colón. Pero sin duda uno de los enigmas más populares fue el que llevó a Robert Langdon hasta este santuario durante sus aventuras en El código Da Vinci: los vínculos de Rosslyn con los templarios.

Pilar del aprendiz. Créditos: Rosslyn Chapel

Entre las muchas leyendas que rodean esta pequeña capilla (y la que arguyen los personajes de Brown) es que su fundador, William St Clair, habría diseñado este lugar inspirado en el mítico Templo de Salomón para esconder los tesoros que los templarios llevaron consigo tras huir a Escocia, luego de que iniciara la persecución ordenada por el rey Felipe IV de Francia. Realidad o ficción, la idea se instaló y se ha reforzado con la confusa mezcla de simbología repartida por el lugar que, además de caballeros templarios inscritos en pilares y losas, incluye dragones nórdicos, más de cien tallas de la figura pagana del hombre verde, escenas bíblicas y figuras cristianas poco usuales, como un ángel con una gaita, y especies vegetales como el aloe vera y el trillium, oriundas de Norteamérica y Asia.

Además del Santo Grial que habría usado Cristo en la última cena, se especula que los templarios habrían escondido en Rosslyn su cabeza momificada, trozos de la madera en la que se le crucificó y evangelios apócrifos. En los años 90, los escritores Christopher Knight y Robert Lomas –autores de algunos títulos éxitos de venta relacionados a masones y templarios– incluso dieron localización exacta a estos tesoros: bajo el pilar del aprendiz de la capilla. Si bien intentaron hacer una excavación en los alrededores del templo, esta idea fue denegada y el misterio se siguió alimentado.

Rosslyn durante una tormenta

El día estaba gris y una espesa capa de neblina invadía los alrededores, colándose entre las copas de los árboles del bosque aledaño. La lluvia caía con menos intensidad cuando salimos, pero aún hacía tiritar las pocas hojas que quedaban y brindaba una atmósfera de suspenso a la silueta del templo. Ya afuera se podían hacer fotos de su fachada, y turistas asiáticos, europeos y americanos rodeábamos la estructura más famosa de Rosslyn en silencio. Desde la entrada nos observaba William, un gato negro que cuenta con su propio merchandising en el centro de visitas. Sentado en una de las bancas del templo mostraba la prestancia de amo y señor que solo un felino sabe esgrimir con tanta naturalidad.

Casi doscientos años atrás el poeta William Wordsworth había escrito un soneto titulado “Compuesto en la capilla de Rosslyn durante una tormenta”, quizás porque precisamente enmarcada en ese clima tan propio del territorio escocés, la obra soñada por St Clair parecía más viva que nunca. Su geografía interna tan disoluta y sin respuestas, sumada a las teorías conspirativas que van desde templarios a extraterrestres (porque sí, incluso se ha especulado que hay un portal estelar en ella) solo enriquecen la visita y hacen honor a su apelativo de “catedral de los enigmas”, un lugar que Dan Brown calificaría como “la capilla más misteriosa y mágica de la tierra”. El aliciente para poetizar o aventurarse con una historia de intrigas en torno a Rosslyn resulta evidente. Es uno de esos tantos rincones del mundo que dejan las puertas abiertas a la imaginación.

William. Créditos: Rosslyn Chapel

 

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Francisca Tapia

Periodista diplomada en Literatura infantil y juvenil de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha colaborado en medios de comunicación e instituciones de educación y cultura. A través de entrevistas, reseñas y su pequeña librería online comparte el amor por la lectura.

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