“Para muchos niños, una visita a un museo es lo más parecido a una tortura –dice el editor español Vicente Ferrer–. No pueden correr, no pueden tocar, tienen que andar en fila, no pueden pararse donde les gustaría, no saben muy bien en qué fijarse. Lo cuenta muy bien el dúo Vainica Doble en su canción ‘El museo’, en la que cantan: ‘No quiero ir a otro museo, que me entran ganas de tirarlo todo por el suelo’”.
El diagnóstico de Ferrer parece acertado. En Chile, al menos, las cifras de visitas a museos no son alentadoras. La Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017, reflejó una baja a la asistencia a exposiciones de artes visuales respecto a años anteriores. Un 17 % el año 2017, comparado con 23 % el 2005 y un 24 % el 2012. Es frente a esto, que desde el ámbito editorial han surgido propuestas novedosas para presentar los museos, y el patrimonio que albergan, a niñas y niños. La respuesta de Ferrer, desde su sello Media Vaca, ha sido el libro Museo Media Vaca.
Museo Media Vaca consiste en 31 obras de ilustradores jóvenes, inspiradas en obras de arte clásicas, comentada por niños de 6 a 12 años. Los comentarios surgieron a partir de talleres, dirigidos por el mismo Ferrer, en los que niñas y niños eran invitados de una manera lúdica a opinar sobre las versiones de los ilustradores. Sobre la obra “Cabeza de esqueleto con cigarro”, de Vincent van Gogh, reinterpretada por Lara Ottaviani, opinan: “Un señor que estaba vivo se murió fumando, lo enterraron con el cigarro y se le fue toda la piel (…) Yo, si lo tuviera, lo dejaría en el garaje. No querría un cuadro tan negro en mi casa, que sería blanca”.
Sobre los comentarios –sorprendentes por su humor, profundidad o imaginación–, dice Ferrer: “A los niños y niñas que encontramos en estos talleres, lo que más les animaba a participar era inventarse una historia. Cada pintura contiene una o muchas historias; gracias a nuestra imaginación podemos llegar a descubrirlas. Es llamativo, por ejemplo, que, aunque hay varias escenas con muertos (los ilustradores escogieron sus obras favoritas con total libertad, sin pensar en lectores de una edad determinada), los niños no ven en ellas un trasfondo dramático. La Ofelia de Millais es, para una niña de seis años, una aventurera como Alicia en el País de las Maravillas”.
La apuesta de Museo Media Vaca fue celebrada por su originalidad en la última Feria del Libro Infantil de Bolonia. Los libros de arte –que usualmente son objetos de lujo para los adultos–, si son para el público infantil, tienen el objetivo de enseñar nombres de cuadros y artistas, antes que dar espacio para la imaginación o para la apreciación artística. Fue por esto que recibió una mención de honor en la en la categoría New Horizons, que se entrega anualmente en Bolonia a obras innovadoras, que abren nuevos horizontes para las obras infantiles.
Imágenes para entender el mundo
La señal de la Feria del Libro Infantil de Bolonia fue claramente a favor de la divulgación del patrimonio artístico, al destacar como ganador en la categoría New Horizons al libro Una historia de las imágenes para niños (Blume, 2019), del artista David Hockney y el crítico Martin Gayford, ambos ingleses. “Este libro muestra una nueva manera de introducir a los niños en la cultura visual”, dijo el jurado. El término cultura visual es certero, porque este libro hace un recorrido por la historia de las imágenes, desde la pintura en las cavernas hasta los videojuegos.
Los autores y guías de Una historia de las imágenes para niños son más que apropiados. Gayford es crítico de arte y Hockney es uno de los más importantes artistas contemporáneos. Ambos aparecen dibujados por la ilustradora Rose Blake –quien también se dibuja, junto a su mascota–, dialogando y aportando sus conocimientos. Hockney, señala en la introducción: “Las imágenes están en todo nuestro alrededor: en laptops, teléfonos, revistas, diarios y libros como este. Están también en la calle y en la televisión. Cuelgan en galerías de arte y en museos. Es través de las imágenes, al igual que con palabras, que pensamos, soñamos y entendemos el mundo que nos rodea”.
El libro familiariza a los lectores con ciertos artistas (como Leonardo da Vinci, Hopper, Manet y Magritte), pero sobre todo busca hacerlos mejores observadores, considerando que los capítulos nos hablan del trazo, el espacio, de la iluminación y de los reflejos. Un énfasis especial está puesto en cómo los nuevos inventos han afectado el trabajo de los artistas. Inventos cómo la fotografía, las cámaras de video o el iPad. Todos artefactos que Hockney ha utilizado en su trayectoria artística.
Para conocer el arte chileno
El arte nacional, ha encontrado también una forma de llegar a niñas y niños, gracias al sello Ekaré Sur. El año 2012, esta editorial publicó fue Ven a ver arte chileno (ganador de la Medalla Colibrí, otorgada por IBBY Chile), de Agustina Perera e Iván Larraguibel, que presenta pinturas, grabados y dibujos, de artistas como Samy Benmayor, Roser Bru y Margarita Dittborn. Sus referentes fueron sellos especializados en la divulgación del arte para niños, como Palette en Francia, y el Museum of Modern Art (MoMA), de Nueva York. “En Chile la publicación de libros de arte para niños era escasísima. Y queríamos llenar ese vacío mostrando la obra de grandes artistas de nuestro país”, comenta Verónica Uribe, editora general de Ekaré Sur.
Ven a ver arte chileno tiene la siguiente invitación en su primera página: “A conocer los diferentes tipos de líneas. A ver cómo el color da vida y emoción a las figuras. A observar diversos tipos de composición. A descubrir las historias que nos cuentan las obras de arte y los sueños de los artistas”. A través de breves comentarios, este libro presenta elementos básicos de la apreciación artística. “Nuestro propósito era experimentar desde un ángulo diferente al habitual. Los libros para niños relacionados con el arte son un espacio fresco, donde aún no hay parámetros establecidos y eso lo hace un campo editorial muy interesante”, explica Uribe.
En Ekaré Sur, le siguió a Ven a ver arte chileno, la colección para bebés y niños pequeños Animalarte, Frutarte y Transportarte, con obras de artistas chilenos variados, como Carmen Aldunate, Mario Carreño y Juan Francisco González; y dos títulos sobre artistas nacionales: Cordillera azul, con obras de Pablo Domínguez, y La maleta mágica, con obras de Valentina Cruz [en la imagen principal]. En estos títulos, para mediar las obras se añadieron textos narrativos. Junto a la pintura “El viaje”, de Valentina Cruz, se lee: “Rema, remando, ¿por dónde va el pequeño bote? No va por el mar, no va por un lago. ¡Va por un plato de sopa! Cuando llegue a la orilla no encontrará rocas, no encontrará arena”.
En el caso de de Transportarte, Animalarte y Frutarte, los textos fueron escritos por la escritora y poeta, María José Ferrada. Uribe, comenta sobre los textos en esta colección, con imágenes de animales, frutas y transportes: “Siempre pensamos que no bastaba hacer como otros “concept books” que anotan junto a la imagen solamente una palabra: aparece la imagen del perro y el texto dice “perro”. No, las imágenes eran mucho más que eso y sentíamos que un texto poético podía establecer un estado de ánimo que facilitara la entrada de los lectores en el mundo creado por el artista. Y también dirigir la mirada hacia un objeto, resaltar una acción, un color”.
Pueden parecer en exceso desafiantes a los adultos, las obras de arte que se presentan en Animalarte, Frutarte y Transportarte. Pero esto solo se debe a un prejuicio, aclara Uribe: “Los libros para niños pequeños simplifican las imágenes, suponiendo que de esta manera les será más fácil reconocerlas. Pero esta suposición no toma en cuenta que lo que se les presenta es una compleja síntesis de las formas (la sintética imagen de un auto dibujada con un grueso contorno negro y un color plano, por ejemplo). Nada parecido a la realidad que observa el niño, llena de tonalidades y de claroscuros y de una más compleja distinción entre forma y fondo. Bueno, quisimos hacer algo distinto y exponerlos a imágenes complejas realizadas de manera libre y personal por los artistas. Y el resultado ha sido sorprendente”.
Pocos experimentos similares al de Ekaré Sur se habían visto antes en Chile. Una excepción ha sido Al vuelo (Hueders, 2012), de Isabel hojas, inspirado en la vida de Nemesio Antúnez. Es por esto que Ekaré Sur quiere continuar la línea de divulgación del arte chileno para niños; aunque lentamente, aclara Uribe: “Vamos poco a poco. Aunque parezcan libros sencillos cuando se miran y se leen, son complicados de concebir y realizar. Pero nos entusiasman estos retos. Los niños están expuestos a una cantidad enorme de estímulos visuales de todo tipo, constantemente. Es interesante invitarlos a entrar en el mundo del arte, ese compendio magnífico de imágenes de una riqueza invalorable. El reto fue, y lo es todavía, encontrar el mejor camino”.