El año pasado, en Troquel, descubrimos a Shigeru Mizuki por medio de su novela gráfica Hitler. No contentos solo con el descubrimiento, quisimos indagar en su vida y obra. Entre guerras, un brazo amputado, los yōkai, y una infancia sumida en la pobreza, Mizuki va configurando un mundo oscuro presente siempre en sus cómics. Rasgo que lo ha llevado a ser un referente del manga y a obtener un gran número de premios.
Detalle de la Enciclopedia Yokai de Shigeru Mizuki. Créditos ramenparados
La primera vez que leí a Shigeru Mizuki no sabía nada de su obra o de su vida. Me enfrentaba con Hitler, una novela gráfica que narra el ascenso y la caída de uno de los personajes más terroríficos y fascinantes de la historia del siglo XX. Y hablo de fascinación sin temor a equivocarme, pues es algo que podemos leer en esa novela en que Mizuki habla de una persona vulnerable, con ansias de grandeza, de decisiones a veces algo abruptas y sin sentido, pero que con todo esto logra llegar a convertirse en el führer y arrastrar a Alemania, y a varios países aliados a la guerra. Pero además a miles de seguidores, más allá de sus fronteras (algunas veces demasiado cercano bajo la premisa de esoterismo y literatura). Y Mizuki fue uno de ellos, de esos que cayó bajo la oratoria mítica de Adolf Hitler, aunque bien podemos aminorar este descubrimiento considerando que apenas bordeaba los 20 años y el Japón de Hirohito fue un aliado de la Alemania nazi.
No es extraño que una de los temas recurrentes que aborda Shigeru Mizuki sea el tema de los Yōkai. Dentro de compleja y extensa mitología japonesa, tan lejana para la mayor parte de nosotros en el llamado occidente, los yōkai son fantasmas, especies de monstruos que tienen forma similar a la humana pero combinada con animales o con elementos naturales, como la nieve incluso. Los yōkai suelen ser algo así como semidioses y que tal como los dioses griegos tienen mucho más poder que el de los humanos y una escala de valores muy distinta a la establecida para la humanidad. Otro mundo, otras reglas. Solo podrían ser derrotados por monjes budistas, hombres de fe bendecidos por Buda a los cuales se les llama Onmyōji.
Un poco de historia
En la primera mitad del siglo XX, Japón se vio envuelto en una afán militarista y de fuerte expansión económica, que fue dejando de lado toda la rica tradición del folclore nipón y sus distintas etapas. Mizuki recupera esa tradición en un periodo en que estaba en decaimiento y los devuelve a la vida. Suena irónico que hablemos de revivir cuando los yōkai son seres de otro mundo, pero eran los seres que muchas veces el autor dijo ver en medio de la batalla, como fantasmas testigos de la locura de la guerra.
Mizuki es un gran dibujante de esa tradición nipona de leyendas y fantasmas. Toda su obra está cargada de oscuridad y el terror es recurrente, como en toda buena historia mitológica japonesa, pero sin jamás dejar de lado cierto tono que invita a comprender las motivaciones de sus personajes, a humanizarlos, haciéndolos a veces parecer algo cándidos, algo ávidos de ternura y vulnerables. Aunque a veces este sea el mismo Hitler.
Shigeru Mizuki nació en marzo de 1922, en Osaka en una familia que vivía en la pobreza, aunque eso nunca fue un impedimento para recordar su infancia como una época feliz de su vida. Ya en 1943 su vida tiene un quiebre significativo, inevitablemente, pues es reclutado para partir a la guerra en Papúa (Nueva Guinea) en el marco de la Guerra del Pacífico.
Luego recordaría esos años como el infierno en la tierra y que de una u otra forma se quedaría con él hasta su muerte. Fue en ese periodo en que debido a una grave herida debieron amputarle el brazo izquierdo. Toda esta experiencia sería narrada en Misión Muerte, un manga que en 1973 ganó el Prix du Patrimonie en Angoulême. Todo hubiese sido muy distinto para la manga japonesa y para el mismo autor si Mizuki hubiese decidido quedarse a vivir en Nueva Guinea con los nativos, lugar donde fue herido y que casi lo hizo. Pero pronto decidió volver.
Entonces, terminada la guerra, Shigeru, cuyo nombre real era Shigeru Mura, regresó a Japón y debió reencontrar alguna forma de sobrevivir, con todas las limitantes de un brazo menos. Siendo zurdo toda la vida, esta carencia no fue un impedimento para que comenzara a trabajar como artista de kamishibai en una época que tenían una gran popularidad, previo al advenimiento de la cajita feliz llamada televisión. Fue por aquellos mismos años en que toma el nombre de Mizuki, tras comprar un edificio de departamentos en una calle de ese nombre.
Cuando cumple 38 años llega su gran éxito con Kitaro, una historia que se convirtió en un verdadero clásico y que aún en la actualidad goza de enorme popularidad en Japón. Una narración escalofriante que relata al último descendiente de una tribu de muertos vivientes que nace tuerto y que sobrevive escapando del útero de su madre muerta, y que se ve forzado a deambular solitario y marginado de un mundo que lo rechaza. Es aquí donde todo el espíritu de los yōkai aparece, en situaciones y aventuras donde el protagonista debe valerse de su propia sagacidad para convivir con los humanos en su intento por conciliar ambos mundos; el de los vivos y el de los muertos. Y son esas peripecias las que causan el mayor atractivo de este personaje que se ha convertido en el héroe por antonomasia el cual permite que hablemos de las personas cuando parece que solo hablamos de monstruos sobrenaturales.
Los yōkai y el rescate del folclor nipón
Detalle del libro Kitaro Créditos Hello Friki
La tradición de los cuentos populares y de la rica y diversa fantasía que vive en Japón es algo que Misuki recoge y respira. Toda su obra está cargada de ese aroma que habla de la creación del mundo, de fuerzas sobrenaturales y fantásticas, que entrecruzan la poesía y el humor, muchas veces el humor más negro y terrorífico, algo que al principio puede chocar a ojos de lectores del otro extremo del mundo.
Kitaro, cuyo nombre original en japonés es Hakaba Kitarō, que traducido es algo así como «Kitaro del Cementerio» es y ha sido tan popular que dio incluso origen a un anime y una decena de videojuegos ambientados en el escenario en que se mueve el personaje. Súper Nintendo, Microsoft Windows, Game Boy, Game Boy Advance, SEGA, PlayStation, PlayStation2 y hasta la última versión del 2007 para Wii, son algunas de las plataformas en que podemos ver este manga, un buen y contundente argumento contra muchos detractores de estos juegos que sí tienen un contenido narrativo y que sí pueden convertirse potencialmente en caminos hacia la lectura.
Su obra está marcada por los yōkai, pero también por la guerra, por los horrores que vivió y debió presenciar en una guerra que Japón terminó perdiendo bajo dos bombas atómicas sobre sus cabezas. Ese infierno cruza todo su trabajo, y si bien Mizuki mira directo al terror a los ojos, no escatima en exponer su propia vida, sus propias experiencias. Tenía apenas 20 años cuando fue a la guerra, y todo ese patriotismo enfermo que convenció a miles a lanzarse a las armas (sin alternativa real de rehuir de ese designo fatal) era parte de una creencia personal, de una educación marcada por el honor y el compromiso con el emperador nipón. Comprender esto es crucial para entender el contexto en que creció y se formó el autor y miles de jóvenes que no solo tomaron las armas, sino que los llevó a convertirse en kamikazes, por ejemplo. El mismo Yukio Mishima organizó una milicia siempre alistada a defender al emperador, basada en el honor y cierta extrema mirada fascista (por lo que nunca se le dio el Premio Nobel).
Créditos Art Discount
Algo de esto podemos vislumbrar en la tremenda novela gráfica sobre Hitler que no deja dudas al carácter carismático del frustrado pintor austríaco. Como el mismo Mizuki narra en el epílogo del libro: “Tengo la sensación de que Hitler estaba rodeado de una especie de áurea misteriosa y que debido a esta aura los alemanes le permitieron hacer lo que hizo”.
Ese carácter de orador innato, capaz de arrastrar a millones cual flautista de Hamelin es parte del “encanto” que logramos vislumbrar en esta colosal novela. Mizuki, bien recuerda que tan grande era su talento, que parecía que cualquiera que los escuchase, parecía haberse embriagado literalmente con sus palabras. Alemania, como Japón, aun cuando en la Primera Guerra Mundial participaron en bandos contrapuestos, quedaron desvalidos, tras la Paz de Versalles. Alemania había perdido y con la moral destruida, el país fue el caldo de cultivo que permitió la ascensión de alguien como Hitler que prometía devolver el esplendor perdido. Japón sufrió a pesar de ser parte del bando aliado, de los “vencedores”. Venía de una guerra sangrienta con Rusia, para luego caer ante los prejuicios occidentales y no fue considerado en igualdad de condiciones al momento del acuerdo, a diferencia de lo que pasó con EE.UU o Inglaterra. Se reconocieron las conquistas territoriales de Japón, pero no se quisieron eliminar las cláusulas de desigualdad que habían afectado a los nipones en diversos tratados internacionales. Eran tiempos en que se hablaba del “peligro amarillo” y los prejuicios subsistieron incluso perdiendo territorios que había ganado sobre China en Shandong a los alemanes tras la Conferencia de Washington, que además certificó una limitación del armamento naval, dejando a la flota japonesa quedaba con un tonelaje inferior a la británica y estadounidense. Con el honor herido, este ambiente militarizó aún más a Japón. Ese fue el escenario en que creció y que alimentó el imaginario de Mizuki. Sumado al folclor nipón y toda su detallada y extensa mitología.
Detalles de Kitaro. Créditos The Great Comic Book Heroes
NonNonBa y su Autobiografía son libros en que retrata distintas etapas de su vida, con un tono algo nostálgico y que entremezcla sus recuerdos infantiles con otras imágenes fantásticas y cercanas al surrealismo. La versatilidad de su obra es enorme. Tanto así que dejó ensayos sobre el cómic: Showa. A History of Japan es la historia en novela gráfica de Japón desde 1926 hasta 1989 que es básicamente la vida del mismo autor. “Los muertos nunca han podido contar su experiencia de la guerra. Yo puedo hacerlo. Cuando dibujo una historieta sobre este tema noto cómo me invade la rabia. Imposible luchar contra ella” dice Mizuki en una confesión íntima de su experiencia en la II Guerra Mundial.
Mizuki, quien trabajó en el cine y la televisión, fue muchas veces galardonado, incluso con un premio Eisner, y durante toda su vida se preocupó que su experiencia en la guerra y que esas brutalidades que todos los bandos cometieron, no lo vivieran las nuevas generaciones. Sus libros son testimonio de ese esfuerzo y esa aplicada forma de mostrarnos lo macabro en pos de hacernos recordar lo verdaderamente importante. Mizuki, a quien fenómenos como Pokémon e incluso el mismo Studio Ghibli le deben mucho, no dejó de trabajar hasta su muerte en 2015, a los 93 años.