Durante las últimas décadas los mangas y el anime se han vuelto uno de los elementos más distintivos de la cultura japonesa, tan reconocidos popularmente en el extranjero como el sushi, las geishas o los sumo. Su continua producción no solo ha abarcado a lectores y telespectadores de distintas partes del mundo, sino que se ha transformado en un elemento frecuente en muchísimos espacios de Japón y por tanto, un gran atractivo turístico para muchos viajeros. Nuestra colaboradora Francisca Tapia, de paso por Tokio, nos cuenta sus apreciaciones de una capital en la que las historietas y series de animación son consumidas cotidianamente por personas de todas las edades.
Calles de Tokio
Desde que llegué a territorio nipón todo me pareció interesante, comenzando por los baños con una tecnología que me dejaba en jaque, hasta el caos propagandístico de sus sectores más céntricos. Tokio era absolutamente nuevo y fascinante para mí, por lo cual me sorprendió la inesperada sensación de déjà vu que me invadió mientras paseaba por un barrio residencial, en las cercanías del templo Gotokuji. La vista de las casas junto a la línea del tren, los pequeños locales de ramen, las siluetas encogidas de pequeñas ancianas japonesas limpiando a la entrada de sus hogares, la vista esporádica de mujeres en kimono avanzando a pasos cortos por los estrechos pasajes, los niños con el clásico uniforme gakuran de cuello mao me parecieron muy familiares. «Es culpa del anime», concluí tras pensarlo un momento, y es que de niña había caminado recurrentemente por las calles de Tokio a través de la televisión, como tantos otros telespectadores que crecieron acompañados de clásicas animaciones japonesas como Ranma 1/2, Dr. Slump, Dragón Ball, Sailor Moon, El detective Conan y un largo etcétera.
El manga y su adaptación a series de animación, conocida como anime, se transformó, sin duda alguna, en parte fundamental de la cultura nipona, no solo porque es carta de entrada en muchos mercados extranjeros que devoran su producción literaria y audiovisual con fervor, familiarizados con incontables personajes nacidos en Japón, sino porque en el mismo país del sol naciente se ha extendido el mundo del manga a infinidad de áreas del quehacer cotidiano de su población. De solo llegar es fácil comprobar qué hay propagandas en formato de historietas por doquier, que en todos los kioscos y konbinis (locales de conveniencia, generalmente abiertos 24/7) hay gente leyendo los cómics que se ofrecen, que existen restaurantes temáticos asociados a mangas famosos y que te pillarás cuanto figurín y merchandising de anime quieras en todas partes. Pese a que el manga – cuya traducción literal es “dibujos irresponsables” – se populariza tras la Segunda Guerra Mundial como un medio de entretención barata para evadir la tensión de dicha etapa, su desarrollo irá en alza gracias a la aparición de historietistas como Osamu Tezuka, quien con su famoso manga (y posterior anime) Astroboy permitió la apertura mundial a la estética de animación japonesa en los años 60.
Publicidad en Tokio basada en la estética del manga
En Chile aún para muchas personas el género del cómic y la novela gráfica se asocia directamente a entretención sólo para niños y jóvenes. Sin embargo, en Japón los mangas son transversales: pueden clasificarse según el segmento de la población (edad y género) y también de acuerdo a sus intereses, con una infinidad de subcategorías que van desde los mecha (temáticas de robot), meitantei (policíacas), romakome (comedias románticas), hasta los gore (alta violencia), hentai (pornografía) o gekiga (drama adulto). Por ello no extraña que en las calles de Tokio siempre te encuentres con lectores de todas las edades hojeando las páginas de historias ilustradas, y veas como en sus bolsos o celulares suelen colgar figuras o peluches de reconocidos personajes de anime. El manga es para todos, no por nada representa uno de los motores de la industria editorial japonesa, además una vía utilizada para estimular la economía del país gracias a su éxito internacional, especialmente por medio del anime y los videojuegos.
El paraíso Otaku
Barrio tecnológico Akihabara
Admito que durante mi estadía en Tokio me surgió un renovado interés por el manga. No solo por la nostalgia televisiva que me evocaron sus calles retratadas en tantos animes, sino porque la cultura del manga en Japón te persigue a donde vayas, y es tan atractiva y diversa, que llama a ser consumida. Parte del turismo que realicé en la ciudad fue, inevitablemente, turismo otaku, -entiéndase el término aplicado a los fanáticos del manga y/o anime- así es que desde un comienzo situé entre mis imprescindibles de Tokio una visita a Akihabara, barrio tecnológico que es parte primordial del peregrinaje otaku en la ciudad.
Entrada al Café Gundam
En Akihabara, también conocido como “Akiba”, descubrirás fácilmente numerosos locales con mangas y figuritas de infinidad de animes, además de locales temáticos para los aficionados al tema, como el Café Gundam, dedicado a la famosa serie de robots creada por Yoshiyuki Tomino, o una buena cantidad de Maid café, cuyas encargadas vestidas con cosplay de mucamas o una estética lolita se ven por las calles promocionando sus menús e invitando a ingresar a sus locales. Eso sí, creo que el mayor infaltable si vas de paseo por Akiba es la completísima tienda de ocho pisos de Mandarake, una de las cadenas más importantes en Japón vinculada a la cultura del manga. Si eres un coleccionista de figuras de algún anime, probablemente este sea el paraíso que estabas buscando.
Nakano Broadway, barrio típico del turismo otaku
Si bien Akihabara es uno de los sectores más populares, debo confesar que en turismo otaku mi preferido fue otro: Nakano Broadway. Localizado al oeste de Shinjuku, este complejo de cinco pisos tiene una gran variedad de tiendas vinculadas al manga, el anime, el J-Pop y juguetes vintage; además, acá encontrarás la primera tienda que abrió la ahora numerosa cadena comercial Mandarake, con una completísima colección de mangas con precios que van desde los 100 yenes ($550 pesos chilenos). Eso sí, lamento decir que todo está en japonés, pero para los fanáticos extranjeros puede ser un interesante souvenir una copia de su manga preferido en su idioma original.
En Tokio la lista de panoramas para hablar de cultura pop asociada al anime y manga es infinita: una visita al Gundam gigante de Odaiba, una pausa para comer en el café del detective Conan en Shibuya, un paseo por los Centros Pokemón de la ciudad o una caminata por Ikebukuro o los llamativos locales de la calle Takeshita en Harajuku también es una buena opción. O si por otra parte también deseas profundizar en el trabajo artístico que tiene el manga un recorrido por el Museo Ghibli es un destino ideal; en este lugar podrás conocer en detalle el trabajo de ilustración cuadro a cuadro realizado por el reconocido director y dibujante Hayao Miyazaki en sus producciones audiovisuales. Personalmente, uno de los lugares que más disfruté dentro de Tokio. El acceso a óleos, bocetos y storyboard del estudio Ghibli nos recuerda la prolijidad del trabajo de ilustración y animación que nace en Japón, con incontables historias que acogen lugares, costumbres y tradiciones niponas, acercándolas al resto del mundo.