El último libro de Galo Ghigliotto, editado por Laurel Ediciones (2019), es un catálogo ficticio que reúne un sinfín de géneros literarios y artísticos como descripciones, cuentos, ensayos, fotografías, además de mapas, censos, entre otros. La gran variedad de formas son expuestas como un catastro de la violencia histórica en el extremo sur de Chile y Argentina en manos del genocidio y la indiferencia. El nombre de la obra remite al concepto de “bruma”, la cual se ve representada en la dificultad para acceder al pasado, ya que este supuesto museo fue incendiado y solo quedan vestigios. Por lo mismo, estamos ante un catálogo incompleto, marcado por ese porcentaje de lo que no está y que tenemos que reconstruir mentalmente a través de las descripciones de fotografías perdidas. Esto nos sumerge en un escenario incierto, oscuro y, en muchas ocasiones, incómodo por la violencia explícita del contenido. El ejercicio nos lleva a reflexionar sobre la memoria y la importancia de los medios con que nos acercamos a esta y que nos generan perspectivas personales en medio de los terribles hechos pasados por alto por el Estado chileno.
El libro tiene tres temáticas importantes. La primera, centrada en Walter Rauff, un exnazi participante del genocidio judío que terminó trabajando para centros de tortura de la dictadura en Chile; la segunda, sobre Julio Popper, comerciante rumano participante del exterminio de la población indígena; y la tercera, que trata sobre la cultura selk’nam y la crudeza con que se les persiguió, así como también sobre sus rituales –como el Isse-Ohone en que la comunidad viola a una mujer por haberle sido infiel a su pareja–.
En estos pilares encontramos algunas oposiciones –como pueblos indígenas/occidente, nazismo/judaísmo o dictadura/presos políticos–, que se van cruzando conflictivamente en un mismo territorio que parece estar olvidado: el fin del mundo en el que de manera normalizada existen las cacerías de indígenas, nazis refugiados y torturas a presos políticos. La violencia y el concepto de otredad se mezclan con la bruma, conformando un clima de inseguridad, que pareciera ser el único posible debido a que el mismo humano ha decidido negar, esconder y no hacerse cargo de su propia violencia.
Mire, la comunidad internacional se espanta cuando se entera de que un nazi vivió en Chile tranquilamente después de haber asesinado a 97 mil personas. Pero eso es porque la comunidad internacional no sabe que en Chile está lleno de Walter Rauffs dando vueltas, oiga.
«El museo de la bruma» (Laurel Ediciones, 2019)
El supuesto incendio es una incógnita y también una posible evidencia del negacionismo histórico, principal propagador de la repetición de conductas del pasado. El fuego, herramienta y símbolo importante para el territorio selk’nam (por esto el nombre de Tierra del Fuego) funciona también como elemento destructor del violento pasado con que fue tratada esta comunidad. Un arma de doble de filo que, al igual que el catastro, no tiene un juicio ético para desenvolverse.
La oposición entre ficción y realidad en El museo de la bruma es una de sus características más interesantes, ya que nos sitúa entre el intento de veracidad de medios historiográficos como el museo y lo literario despegado de lo verdadero. Los roces y relaciones entre realismo y ficción funcionan para analizar los terribles hechos de violencia que hasta el día de hoy permanecen entre la negación y las posibilidades de esclarecerlos.
En estos periodos de bruma y enfermedades, además de encontrarnos con un olvido de las propuestas sociales exigidas con mayor fuerza desde el 18 de octubre, surgen enfrentamientos y conductas del ser humano en su estado salvaje luchando por su propia sobrevivencia. La otredad, en un sentido radical y violento, puede extrapolarse y por eso es que textos como este son importantes para reflexionar sobre nuestras conductas y la importancia de la memoria como edificadora del presente. Esta obra, bastante compleja en su materialidad y con un sinfín de incógnitas, parece ser el museo más sincero que se haya visto en Chile en relación a las desgarradoras descripciones de todos los personajes y a la autoconciencia de los indescifrables límites de la realidad y la ficción al momento de generar y producir memoria.
«El museo de la bruma» (Laurel Ediciones, 2019)