Hace tiempo atrás se me encargó la edición del libro La evolución del aprendizaje: fundamentos biológicos para reimaginar la escuela, de Ragnar Behncke, investigador de experiencias pedagógicas lúdicas. Nos habíamos conocido hace algunos años en un proyecto de Fundación La Fuente donde Ragnar capacitó a profesoras de varias escuelas dando a conocer la importancia del juego en el aprendizaje. Fueron cuatro meses de trabajo donde semana a semana nos reunimos a crear el texto definitivo.
Siendo profesor, me llamó la atención de inmediato el texto: un relato que, pese a tener un carácter divulgativo, estaba escrito en clave mítica. Y es que el código que maneja, hace que este libro sea indispensable para quienes trabajan en el mundo de la educación, en especial, profesoras y profesores, aquejados siempre de tener poco tiempo debido a la gran cantidad de tareas que realizan. Con un lenguaje cándido y cercano este texto es sumamente rápido de leer.
El libro se divide en dos grandes partes. La primera —más breve— se centra en explicar cómo está armado el relato y tiene un capítulo resumen de la evolución de los seres vivos. La segunda contiene los acápites fundamentales del libro, cinco apartados, donde se desarrollan los fundamentos del aprendizaje: experimentar, imitar, jugar, enseñar e imaginar. Todos centrados en la infancia como etapa intrínseca del aprendizaje.
En la experimentación, señala Ragnar, el aprendizaje se da por ensayo y error; la creatividad, además, es un factor primordial en esta herramienta, ya que, es ella la que permite llegar a nuevas formas de subsistir. La imitación es otra forma de aprendizaje, lo que hagan las adultas, lo harán las infantas, es una cuestión esencial. El juego, por su parte, tal vez sea una de las formas más complejas para reimaginar la escuela. Jugar es inherente al ser humano, y es la forma de aprender a socializar que tienen incluso las primates. El enseñar implica trabajar colaborativamente. Es ponerse en el lugar del otro con el fin de prolongar la infancia. Finalmente, el desarrollo del lenguaje permitió vincularse a través del imaginar. Ya no fue necesario solo el contacto físico, sino también, el vínculo con los otros es a través de la palabra.
Este libro nos traslada al génesis del aprendizaje. Nos muestra cómo este es asociado a la infancia y a la colaboración entre familia y comunidad. Nos recuerda que la educación es mucho más que decretos y leyes, sino más bien tiene relación con crear vínculos. Esto da origen a uno de los capítulos más relevantes del libro: crianza cooperativa para una infancia prolongada. La crianza pasó a ser comunitaria y el rol del padre comenzó a ser más activo. La educación ya no corría solo por parte de las mujeres. La prolongación de la infancia provocó que el periodo de madurez sea más alto en nuestra especie en comparación con los primates.
Uno de los aspectos significativos de la edición es el trabajo de las ilustraciones de Rina Letelier, artista que cuenta con varias publicaciones en el mundo de la literatura infantil. En sus trazos encontramos no solo la representación gráfica de los conceptos que explica el autor, sino también ofrecen una posibilidad al lector de contemplar con mirada artística el concepto. Por ejemplo, cuando vemos la evolución aparece un conjunto de mujeres trenzándose entre sí el pelo, como un acto que pasa de generación en generación, poniendo énfasis en la mujer como centro del desarrollo evolutivo. O en el capítulo Experimentar donde aparece una pequeña niña jugando con una oruga, apelando a la niñez o a la nostalgia de esta donde todas y todos fuimos de algún modo científicos y exploradores.
La mujer y las niñas como ejes del aprendizaje es otro aspecto que llama la atención de este libro. Esa mirada rompe con ciertos estereotipos ligados a la masculinidad en el desarrollo de la educación y a la verticalidad que puede existir en las actuales instituciones educativas. Es un libro para aprender, pero también para recordar la esencia del aprendizaje. O como indica la doctora Amanda Céspedes, presidenta de la Fundación Amanda, en el prólogo: «un libro imprescindible para quienes se limitan a pensar la educación pero no a imaginarla».