Una madre ahoga a su hijo tras una vida entera de precarización, deshumanización y malos momentos ocasionados por factores azarosos y no azarosos. Tras este acto letal, comienza un gran enjuiciamiento a la mujer por parte de la comunidad de Potrerito, un pueblo ficticio y marginal donde suceden los hechos del libro No reinas, la última publicación de la escritora Bernardita Bravo, publicada por la editorial Alfaguara a fines del año 2022. Con una narrativa filosa y un sinfín de imágenes crudas y desgarradoras que se entremezclan con un ambiente onírico, cercano al realismo mágico, el texto se basa en este hecho para sumergirnos en tensiones profundas de la sociedad que pocas veces son abordados de esta manera. A partir de la pregunta ¿por qué esta madre asesinó a su hijo?, pasamos a desmenuzar una estructura alienante y opresiva en relación a lo económico, lo político y lo moral de nuestros deseos y nuestras frustraciones.
A modo de thriller, el libro se basa en un hecho real del que la autora tuvo un encuentro cercano, el asesinato de un niño por parte de su propia madre. Bajo la idea de comprender el suceso desde el lugar del victimario, Bernardita Bravo explora en el lado oscuro de la dinámica de poder del patriarcado, detallando otras redes que se cruzan a este sometimiento. Algo que ya nos había mostrado en su primer libro Estampida, en el que, a través de historias desgarradoras, se develan problemáticas y desenlaces subversivos para la idea de canónica de la maternidad y femineidad. En este caso, una madre asesina termina por relatarnos el crudo enjuiciamiento por parte de la comunidad, detallando críticas y acciones negativas por el hecho de traicionar de alguna manera ese arquetipo moral que las mujeres supuestamente deben seguir para ser determinadas como personas.
El relato nos muestra la vida de la protagonista apodada como M.A., sigla que alude al apelativo de «Mujer Asesina», apodo que las reas de la cárcel le dieron prosiguiendo con las jerarquías morales que la misma sociedad usa para enjuiciarlas a ellas. Como se nos cuenta, este personaje vive una vida paupérrima, trabajando día a día en un motel donde nadie la toma en cuenta como ser humano y donde su paga no le da tiempo para realizar actividades más allá del cuidado de sus hijos. Además, se nos muestra un pasado lleno de muertes y malos pasares en su infancia, por lo que su pasado, su vida poco antes de la cárcel y su presente como encarcelada no es muy distinto en relación a su sofocante estado emocional.
La precarización de su vida se suma a la narrativa tétrica y onírica de la cual se desprenden rasgos fantásticos que exteriorizan una problemática mayor sobre la humanidad y la bestialidad. Con esto me refiero a los aparecidos, una especie de niños bestias que poco a poco comienzan a llegar a la ciudad y que el ciudadano común teme y discrimina. Un grupo que por un lado nos recuerda a la ola migratoria que vive nuestro país, en conjunto de la fuerte apatía por parte una parte de la sociedad; y por otro, nos muestra y cuestiona las limitaciones del ser humano en tanto la represión de sus impulsos primigenios y salvajes, principalmente porque ellos son descritos como seres animalescos libres de las obligaciones y juicios culturales.
Esta dualidad entre el mundo libre y el mundo de los humanos lleno tapujos, formula un problema producto de la forma de vida que la madre debe seguir para ser concebida por el resto y por ella misma como persona. En este caso, M.A., se ve obligada a mantener un trabajo precario y luchar por criar a un niño no deseado aceptando un sinfín de condiciones aplastantes para su autopercepción como ser humana, mujer y madre. Entre estos cuestionamientos sofocantes, se da el asesinato que se despega de la interrogante inicial, para llevarnos a la pregunta: ¿qué pasa con los humanos que han perdido sus condiciones materiales y estándares básicos para concebirse como tales?
El tema de la deshumanización con respecto a la pérdida de condiciones mínimas para sobrevivir y autovalorarse, cuestiona los acuerdos básicos que una sociedad hace para mantenerse en un relativo orden. Idea que Hobbes había planteado con respecto al Leviatán, metáfora del descontrol de una comunidad la cual debe generar acuerdos mínimos conformarse y sobrevivir. Sin embargo, cuando aquellos tratos básicos terminan por sucumbir la vida de los individuos, aquellas cláusulas se ponen en cuestión. De alguna manera, el concepto de humanidad se ve afectado bajo aquella precarización no solamente económica, sino que también sicológica y personal. En este caso, los aparecidos muestran una alternativa a esta sociedad lógica y falsamente humana, de la que la protagonista podría verse influenciada en un estado de colapso.
Un libro arriesgado por su temática, que intenta desarmar y comprender el lado oscuro de los tratamientos humanos, y a las víctimas y victimarios de un mundo hostil mediado por el patriarcado y el capitalismo salvaje. El título del libro hace una clara alusión a la imposibilidad de cada individuo de gobernar completamente sus propios impulsos y las condiciones externas determinadas por un sistema egoísta, utilitario y deshumanizante. Así como no hay control ni resguardo en Potrerito, tampoco lo hay en los deseos y los impulsos de cada persona: «Una aparecida en este reino donde nadie está a la cabeza, donde quieren cortar cabezas y también acariciarlas, donde nadie sabe más, ni nadie sabe menos, porque ya lo oíste bien: no reinas». (149)